El cinismo eclesial institucionalizado o lo que más aleja a los jóvenes de Barcelona del catolicismo

La animadversión de la juventud catalana, especialmente la de su canal histórico, hacia el catolicismo en Cataluña, alcanza hoy cotas no igualadas en ninguna otra parte del Estado.

Por una parte, si se asume acrítica y unilateralmente el argumento según el cual todo es por culpa de la infiltración del nacionalismo en la Iglesia de Cataluña, uno acaba por no entender nada. Pues, si tan catalanista es aquí la Iglesia (que lo es mucho) y tan nacionalista es la juventud catalana (y al parecer lo es masivamente), el resultado tendría que ser que cada domingo las parroquias catalanas se tendrían que llenar hasta la bandera de jóvenes nacionalistas entusiastas, cantando todos al mismo son. Pero algo falla en esta argumentación.

Por parte del propio nacionalprogresismo eclesial catalán, la argumentación es la inversa. Ellos sí saben que la juventud no se acerca ni por equivocación a la mayoría de nuestras parroquias. Que salvo excepciones germinantes, esto es un erial. Que la juventud que se acerca al catolicismo nacionalprogresista parece medio tarada, con ese aspecto psicomorfológico “raro, raro” de que nos habló Oriolt. Que muchos de los pocos seminaristas de Barcelona son buenísimas personas, pero que abundan las almas que parecen buscar en el sacerdocio un lugar donde refugiarse de un mundo inhóspito. Que realmente sólo hay juventud robusta en los movimientos más “carcas”; y aquí parece que ya no entra, y con perdón, ni el Opus. Y que en estos movimientos “carcas”, los hijos provenientes del canal de la inmigración meridional española de hace ya más de tres décadas, están mucho más presentes que los hijos del canal autóctono o histórico, por llamarlo de alguna manera y para que nadie se ofenda. Por tanto: descuelgue masivo respecto del catolicismo, por parte de nuestra Cataluña menor de 50 años.

Visto tal planteamiento, ¿cuál es la argumentación de este personal que despeja y resuelve la ecuación anterior? Pues echar la culpa a España. La juventud “no viene”, no por culpa nuestra, sino porque la jerarquía y la Iglesia española dan una imagen franquista y prehistórica de la Iglesia. Es la manera de sacarse las pulgas de encima. Cargarlas sobre otros. Otros que están a muchos kilómetros. Hay sacerdotes en Barcelona verdaderos maestros de esta manera de argumentar: la juventud aquí no quiere saber de nuestra Iglesia, porque la asimilan a la española y a España. Y como por aquí, por motivos políticos, muchos viven de recrear una imagen de España anclada aún en un cavernario franquismo, la argumentación eclesial aún resulta más convincente.

Para poner la guinda, la incontinencia verbal y la inconsistencia argumental con Cataluña en ciertos ambientes tanto políticos como eclesiales, ayuda a cimentar aún más, si cabe, la argumentación según la cual el fracaso eclesial catalán es un producto resultante de no habernos emancipado de España. Por eso la obsesión de algunos de por aquí con la dichosa Conferencia Episcopal Tarraconense. Ésta permitiría que los jóvenes vieran bien patente que no somos como “ellos”, que somos una Iglesia del propio país, abierta, tolerante y bla, bla, bla.

Hasta aquí, seguro que muchos lectores de mas allá del Ebro ya se han mareado; pero es que para entender las coordenadas catalanas, hay que nacer o vivir mucho tiempo por aquí. Por eso hay tanto error en las composiciones de lugar que se realizan fuera del Principado, acerca de lo que sucede en su interior.

Estos días previos al viaje de Benedicto XVI a Barcelona son propicios para llegar al moll de l´os (al tuétano) de lo que pasa. En principio uno esperaría la animadversión o el vacío parroquial y mediático hacia dicha visita. Ya se comentó el pasado 14 de octubre en el Directorio de esta web.

En primer lugar pasa factura el antirromanismo larvado y cultivado por demasiados sacerdotes, parroquias, religiosos, colegios, y laicado “engagé” (es decir de Consejo Pastoral), salvo honrosas excepciones. Por eso, como esta web ha explicado, muchas parroquias y colegios católicos llevarán muy pocos fieles a la Sagrada Familia. Si tuviéramos las listas de las sillas exteriores que cada parroquia ha pedido, tendríamos la radiografía completa de la situación. Hay parroquias germinantes que llevan, ellas solas, más gente que todo un arciprestazgo. En otros casos, el hecho de que un colegio católico perseverante se haya sumado a su parroquia, ha salvado la papeleta a más de un párroco.

Si no fuera por los feligreses no nacionalprogresistas, sin espacio en la mayoría de consejos parroquiales y sin voz mediática, no se hubiera llegado a llenar ni de broma el exterior de la Sagrada Familia. Feligreses no nacionalprogresistas, que no significa que deben ser encasillados como no catalanistas, sino que lo son en muchos casos, en grados diversos, sin exacerbaciones ni fanatismos. Lo digo para los del fácil análisis de “allende el Ebro”.

Son y van a ser días para el maquillaje de la situación, para la escenografía, para el trampantojo y las decoraciones fingidas, para la impostación, para hacer ver una cosa por otra.

No hay mayor cacao mental para un joven catalán, que ser martilleado constantemente con el anticatolicismo, explicita o subliminalmente, en su instituto o en su TV3; y en cambio ahora ver pasar a toda la camarilla de políticos catalanes postrándose a los pies del Papa y cubriéndolo todo con una neutralidad nunca vista en materia de trato informativo respecto a la Iglesia católica, por una TV autonómica plagada de postcomunistas (ICV). ¿Cómo cuadrar el hecho de que todos estos políticos vayan a perder las posaderas para estar en primera fila, con el anticatolicismo militante explícito de un PSC o de los recelos de Convergència hacia la Curia Romana “ que no ens entén ” (que no nos comprende)? ¿Recuerdan “ la cantarella ” (ritornello)? Menudo shock tener que asimilar que el mismo Saura ceda 800 estudiantes en prácticas aspirantes a Mossos de Esquadra y Policia Local de la Academia de Mollet, para tapar el fracaso de Sistach en encontrar voluntarios.

Recuerden que el purpurado se ha negado a llamar y reclutar voluntarios en los ambientes “carcas” barceloneses. Por poner sólo un ejemplo: una sola llamada a los neocatecumenales (kikos) hubiera bastado para ello. ¡Qué cara de bobo se le va a quedar al pobre feligrés (mínimamente cabal o que quiera discurrir con un mínima coherencia racional), que ha sido convencido durante años por sus párrocos de que la Curia romana y el Papado habían frenado el Vaticano II, y de que Ratzinger era el mayor de los retrógrados! Al que había visto como sus compañeros de Consejo Parroquial acudían prestos y veloces a cada llamada de Hans Küng, de visita-conferencia a Barcelona. Y que ahora ve como estos mismos consiguen de su párroco una entrada, la de los 10 elegidos, para estar dentro de la Sagrada Familia. Que ve como gente como Mn. Arenas, la Casa de Santiago o “Catalunya Cristiana” mudan la piel y se convierten en aduladores de un Papa llamado nada menos que Ratzinger, antes denostado y acusado de ser lo peor de lo peor. ¿O es que no tenemos memoria? ¿Cómo asimilar que el mismísimo subvencionado Llisterri haga llamadas a acudir, banderita en mano, a la Sagrada Familia? O que Omnium Cultural aconseje ir con nuestra senyera (bandera) cuatribarrada.

Uno de los más graves problemas de la Iglesia catalana es el cinismo, el doble discurso. Decir una cosa en la Curia y hacer otra en casa o delante de los medios. Esto es lo que aleja, cual material refractario, a la juventud catalana de la Iglesia. Son como una gran pantalla que se tepone ante los jóvenes y que no les deja llegar a ver a Aquel que están buscando y necesitan desde lo más profundo de su alma.

Nuestros jóvenes sienten profundo asco ante unos sacerdotes, religiosos y laicos de Consejo Parroquial que han institucionalizado el cinismo. Los huelen sólo con el olfato, porque han desarrollado anticuerpos. No hay mayor detector de cínicos que los jóvenes y los adolescentes. Y aquí pagan justos por pecadores, lo sabemos. Pero únicamente de manera transitoria; pues cuando conocen a un católico, sacerdote o no, sin complejos y sin doble discurso, esto les sacude y desconcierta, y les atrae. Y les inclina a perdonándole incluso sus limitaciones.

No sabemos qué esperan la Nunciatura y Roma para darse cuenta por completo de todo esto a la hora de nombrar obispos en Cataluña. Necesitamos gente que en momentos clave como éste no se sume al carro del cinismo, aunque tengan que sufrir por ello persecución interna en forma de ostracismo de sus compañeros. Investiguen casos de éstos y tendrán las ternas que necesitan para los futuros obispos de Cataluña. Busquen la relación de sacerdotes refugiados en la diócesis de Terrassa o condenados al exilio o al ostracismo, víctimas de la caza de brujas sistaquiana en su momento, por haberse opuesto al nacionalprogresismo eclesial catalán. Necesitamos que los perseguidos durante estos años, que ya son demasiados, ocupen cargos de responsabilidad. Si buscáis a los jóvenes, alejaos de los cínicos: de los que modulan su doble lenguaje en vistas a no obstaculizar su propia carrera.

Quinto Sertorius Crescens