Sistach recurre a la Academia de Mossos de Mollet
Algunos de nuestros amables lectores y colaboradores nos han dilucidado un nuevo problema aritmético que a todos se nos planteaba. A principios de septiembre desde la Comisión preparatoria de la visita del Papa apuntaban que eran necesarios 1.500 voluntarios. Hasta el pasado viernes 15 de octubre, la cifra conseguida ascendía únicamente a 800 voluntarios. Pero tan sólo cuatro días después, el martes 19 por la mañana en la conferencia de Prensa que tuvo lugar en el edificio del Seminario, allí se aseguró que el número de voluntarios “ascendía a 1.800”.
Nuestro n.s.b.a. Cardenal Arzobispo apuntó “que la mayoría de voluntarios está formada por estudiantes universitarios de periodismo y de relaciones públicas” -especialmente de Blanquerna, musitó- (Universitat Ramon Llull).
Pero la periodista Anna Viladot del diario “La Gaceta” del grupo Intereconomía pudo contactar con Antoni Castejón, portavoz del SME-CCOO (Sindicat dels Mossos d´Esquadra-CCOO) que afirmó que este ascenso tan repentino fue gracias a que la Academia de los Mossos (Institut de Seguretat Pública de Catalunya) sita en Mollet del Vallès, autorizó a 800 estudiantes suyos para participar como voluntarios en la visita, acordonando el recorrido por el que pasará el Papa”.
También el periódico ADN da cuenta de ello con la respuesta del conseller Saura a una interpelación en ese sentido en el transcurso del Forum Europa de Tribuna Barcelona.
¿Por qué era necesaria esa sinuosa restricción mental, cuando no mentira, para camuflar la realidad? Sencillamente porque no habiendo podido movilizar a las bases diocesanas que en una buena parte, empezando por el clero progre, boicotean con su silencio o pasividad la visita del Papa a Barcelona, a estas alturas no tiene otra salida que recurrir al brazo secular para que le solucione la papeleta. Y éste acude solícito y satisfecho a pagar su deuda con la Iglesia nacional –domada, sometida y silenciada- “con un talante y unas posturas moderadas” dice siempre Sistach.
Dad por cierto que desde la Conselleria de Interior sino desde la mismísima Presidencia se ha estimulado a los mandos y responsables de la Academia (ISPC) para que presenten este voluntariado de los aspirantes a miembro de la Policia Autonómica como una buena oportunidad para “cumplimentar el expediente de prácticas”. Cualquiera no se apunta.
Pues aunque nuestros adversarios ideológicos nos tachen tantas veces de nostálgicos de la alianza entre el trono y el altar, la cruz y la espada (es decir del “más rancio nacionalcatolicismo”) nuestra postura es radicalmente contraria a este maridaje entre Iglesia y poder político en todas las circunstancias, pues da como resultado una Iglesia menos libre y con más ataduras, mayores dependencias y favores debidos al poder político que de una u otra manera coarta la plena libertad de la Iglesia para predicar el Evangelio y sus enseñanzas morales.
La Iglesia debe autogestionarse en su economía, en sus instituciones y en su acción pastoral. Y aunque se comprendería una sana colaboración en cuestiones públicas para el bien de la sociedad a la que ambos estamentos sirven, la realidad nos dice que al final la voz de la Iglesia es la que sale perdiendo. ¿Nadie ha pensado porqué nuestro Cardenal y todo el establishment diocesano ansía con tanta fuerza el triunfo de CiU en las próximas elecciones? Esencialmente para dar oxígeno a la maltrecha economía diocesana y vía de salida a los excargos de CiU absorbidos en el organigrama diocesano como pago a los muchos favores pretéritos.
Si la situación de la Iglesia diocesana no fuera la que es, a nuestro Arzobispo no le hubiera sido necesario este recurso a la Academia de Policía. Esta visita está planteada como un despliegue artístico. La Iglesia diocesana, salvo un milagro que se nos plantea improbable, no saldrá ni sacudida de su letargo, ni revitalizada en sus miembros ni estimulada en sus planteamientos. Al contrario, hará más evidente su más absoluta decadencia y acentuará su descomposición, aunque Sistach y su establishment se propongan lo imposible para negar la evidencia. Aún a costa del “camuflaje” de la verdad.
Prudentius de Bárcino