Mejugorje: Marija visita España
No tengo un criterio firme sobre las «apariciones» de Medjugorje. Creo que también es prudente suspender el juicio hasta que se pronuncie la Comisión que estudiará el fenómeno, ya sea a favor o en contra.
Eso no quiere decir que no tenga opinión sobre el asunto, que por resumir ha basculado de un sano escepticismo a una cierta expectación. Demasiados testimonios directos de buenos frutos de personas muy queridas como para no cambiar de opinión. Pero después de lo de Maciel, lo de «los buenos frutos» necesito que me lo expliquen mejor.
Es probable que parte del interés esté en el propio tiempo que vivimos, que, como mínimo, sabe a fin de ciclo; o que humanamente son tan duras las circunstancias que la esperanza de una intervención sobrenatural extraordinaria ayuda a mantener la Esperanza de algunas personas.
Pero con Medjugorje hay poco de eso, al menos en mi círculo más cercano. Nada apocalíptico, nada que ver con Garabandal o El Palmar. Los «milagros» son interiores, de conversión. Por eso me impresionan más. Ojo, que no estoy presuponiendo todavía nada, pero es lo que hay.


¿Por qué llamamos a mayo el mes de María, y se lo dedicamos especialmente a ella? Entre otras razones, porque en el año de la Iglesia, en el calendario eclesiástico, es la parte más sagrada, más festiva, más alegre. ¿Quién desearía febrero, marzo o abril como el mes de María, considerando que es Cuaresma, tiempo de penitencia? ¿Quién por el contrario escogería diciembre, pleno Adviento, desde luego tiempo de esperanza, porque se acerca la Navidad, pero también tiempo de ayuno? Las propias Navidades no llegan al mes; y enero por supuesto contiene a la alegre Epifanía con su octava; pero se acorta demasiado con la llegada urgente de la Septuagesima (NdT: antiguamente tiempo de preparación para la Cuaresma).
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