El corazón de Europa es Nazi

El exprimer ministro Guy Verhofstadt presenta en el parlamento belga una ampliación de la Ley de Eutanasia de 2002, que «extiende» su ámbito a quienes no pueden pedirla por ser menores o tener una incapacidad mental.
La semana pasada repasábamos el triunfo de los mengelillos británicos, hoy le toca el turno a los herederos de Ernst Rüdin, Bernard Shaw o Salvador Allende, todos socialistas —da igual nacionalsocialismo, que fabianismo o que marxismo—, todos partidarios de la raza pura, todos progres y demócratas. La semana pasada le tocaba turno mancillar la dignidad humana en su origen, hoy a la eliminación de las Lebensunwerten Leben (vidas indignas de ser vividas).
En abril de 2002, Holanda promulgaba la primera ley de Eutanasia, en la que se despenalizaba el suicidio asistido no sólo para los enfermos adultos que la pidieran de forma «explícita, razonada y repetida» y para los jóvenes de 16 a 18 años que formularan esta petición escrita, sino para los adolescentes capaces de consentimiento, de 12 a 16 años, con la condición de que los propios padres o quien tuviera la tutela jurídica añadieran su consentimiento a la petición personal de los sujetos afectados por enfermedad incurable o por dolor. En mayo del mismo año, Bélgica imitaba a los holandeses, en principio con una ley más restrictiva, en la práctica más laxa pues permitía poner fin a la vida de pacientes en situaciones excepcionales de sufrimiento físico o psíquico constante e insoportable (similar al grave peligro para la vida o salud física o psíquica de la embarazada de España para el aborto, que ya sabemos en lo que ha degenerado).
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