No tenemos arreglo... o poco
Decía ayer a mis feligreses que la Iglesia es la única organización que tras constatar desde hace de cincuenta años su cuenta de resultados y comprobar que no hace más que perder clientes especialmente en zonas donde casi gozaba del monopolio, en lugar de reconocer humildemente que se ha fallado y de una manera estrepitosa, que las cosas no se debieron hacer bien, sigue, en muchos ámbitos con lo mismo de siempre, y además en aumento.
En pocos días me pasan algunas convocatorias para jóvenes en parroquias diversas. Me encuentro con un taller de sanación interior, un campeonato de ajedrez, senderismo por la zona norte y activades deportivas para niños. Todavía me encuentro con gente que me dice que hay que saber atraer a los niños haciendo las misas más participativas, o mejor ¡pásmense! que en lugar de misas habría que hacer eucaristías. Así estamos.

En la Iglesia, como en todas partes, siempre ha habido ciertos grupos de presión, de tal forma que pertenecer a alguno de ellos aseguraba unos ciertos privilegios o, al menos, no quedar relegado. En política tenemos desde los cuatro del Peugeot al grupo de la tortilla sevillana, pasando por la camarilla de Sánchez o la de Aznar. Si se trata de delincuentes, podemos hablar de la banda del Perete, el clan de los Gómez o la partida del Pernales. Las mafias se reconocen mejor por familias ¡quién no recuerda el padrino!
Seamos claros. ¿A cuántas personas llegan las actividades, acciones especiales, los grupos de formación, los consejos… en la vida parroquial? ¿El 10 %? Es decir, que en una parroquia de 10.000 feligreses, vamos a poner que realmente acuden a nuestras cosas 2.000, 3.000… Y de estos ¿cuántos participan en nuestras programaciones y posibilidades? ¿200? Pues eso… el 10 %, que parece que son los únicos que pinchan, cortan, opinan, sugieren y condicionan todo lo que hay que hacer.





