Lobby rosa
En la Iglesia, como en todas partes, siempre ha habido ciertos grupos de presión, de tal forma que pertenecer a alguno de ellos aseguraba unos ciertos privilegios o, al menos, no quedar relegado. En política tenemos desde los cuatro del Peugeot al grupo de la tortilla sevillana, pasando por la camarilla de Sánchez o la de Aznar. Si se trata de delincuentes, podemos hablar de la banda del Perete, el clan de los Gómez o la partida del Pernales. Las mafias se reconocen mejor por familias ¡quién no recuerda el padrino!
¿Y en la Iglesia?

Seamos claros. ¿A cuántas personas llegan las actividades, acciones especiales, los grupos de formación, los consejos… en la vida parroquial? ¿El 10 %? Es decir, que en una parroquia de 10.000 feligreses, vamos a poner que realmente acuden a nuestras cosas 2.000, 3.000… Y de estos ¿cuántos participan en nuestras programaciones y posibilidades? ¿200? Pues eso… el 10 %, que parece que son los únicos que pinchan, cortan, opinan, sugieren y condicionan todo lo que hay que hacer.
Yo no sé cómo se entienden la conferencia episcopal española con el consejo de ministros. Lo que si sé es que en mis pueblos hay alcaldes y párroco, y que las relaciones entre las dos partes pueden tener alguna arista. Me ha venido a la cabeza este asunto tras algunas noticias de estos días de pequeños o grandes conflictos. Por ejemplo, la suspensión de la misa patronal en Vic, con dos obispos implicados.