10.08.14

¿Libres o esclavos?

Estos días estamos asistiendo en algunos blogs de InfoCatólica a un debate interesante sobre la predestinación, la gracia y el libre albedrío. En relación a este último, muchos sostienen la idea de que el hombre tiene una cierta libertad para oponerse a la voluntad de Dios y pecar. Pues bien, ese tipo de libertad no es precisamente la que Dios dispone para sus elegidos. Cito de la encíclica Libertas Praestantissimum, del papa León XIII:

La libertad, don excelente de la Naturaleza, propio y exclusivo de los seres racionales, confiere al hombre la dignidad de estar en manos de su albedrío (Eclo 15,14) y de ser dueño de sus acciones. Pero lo más importante en esta dignidad es el modo de su ejercicio, porque del uso de la libertad nacen los mayores bienes y los mayores males. Sin duda alguna, el hombre puede obedecer a la razón, practicar el bien moral, tender por el camino recto a su último fin. Pero el hombre puede también seguir una dirección totalmente contraria y, yendo tras el espejismo de unas ilusorias apariencias, perturbar el orden debido y correr a su perdición voluntaria.

Y:

… la voluntad, por el solo hecho de su dependencia de la razón, cuando apetece un objeto que se aparta de la recta razón, incurre en el defecto radical de corromper y abusar de la libertad. Y ésta es la causa de que Dios, infinitamente perfecto, y que por ser sumamente inteligente y bondad por esencia es sumamente libre, no pueda en modo alguno querer el mal moral; como tampoco pueden quererlo los bienaventurados del cielo, a causa de la contemplación del bien supremo. Esta era la objeción que sabiamente ponían San Agustín y otros autores contra los pelagianos. Si la posibilidad de apartarse del bien perteneciera a la esencia y a la perfección de la libertad, entonces Dios, Jesucristo, los ángeles y los bienaventurados, todos los cuales carecen de ese poder, o no serían libres o, al menos, no lo serían con la misma perfección que el hombre en estado de prueba e imperfección.

El Doctor Angélico se ha ocupado con frecuencia de esta cuestión, y de sus exposiciones se puede concluir que la posibilidad de pecar no es una libertad, sino una esclavitud.
Libertas Praestantissimum, 5

¿Queda claro por qué es pelagiano afirmar que la elección del mal pertenece a la verdadera esencia de la libertad?

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9.08.14

Baladas desde el infierno

Quédense bien con su cara, por si se lo cruzan por ahí y tienen a mano agua bendita. Se llama Aníbal Malvar y, según wikipedia, es periodista y escritor. Pero basta leer su último artículo publicado en Público, titulado “Salvad al curita Pajares”, para darse cuenta que por encima de todo es eso que mi abuelo paterno llamaba “mala gente".

Sí, hay que ser mala gente para llamar “misionerito meapilas expuesto voluntariamente al virus” del ébola al P. Miguel Pajares. A lo que se ve, este sujeto preferiría que los misioneros africanos regresaran en masa dejando tirados cual si fueran perros a todos los enfermos de ébola… de malaria, de Sida, de etc.

De hecho, si algo cabe lamentar en lo ocurrido en estos días es que no se hubiera aprovechado el avión que fue a recoger al misionero para traerse a las religiosas que estaban con él. Una de ellas ya ha muerto. Es claro que España no puede traer a todos los enfermos, pero en serio, ¿qué costaba hacer un esfuerzo suplementario para no dejar tiradas a esas buenas mujeres?

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8.08.14

Sobre el libro-entrevista al cardenal Müller

Como informamos hace casi un mes -algunos parecen haberlo descubierto ahora-, la BAC sacó un librito-entrevista al cardenal Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. A los dos días que publicáramos la noticia, me lo leí. Se tarda apenas una hora, hora y media en hacerlo, así que como se pueden imaginar, no ocupa un lugar físico importante en la estantería.

Seamos claros. El cardenal no dice nada nuevo, pero ha prestado un magnífico servicio a la Iglesia con este librito. Explica la doctrina de la Iglesia sobre el sacramento del matrimonio, su indisolubilidad, el carácter pecaminoso del adulterio -divorciados vueltos a casar-, la necesidad de no estar en pecado mortal para acercarse a comulgar, etc. Y añade, cosa que tampoco es nuevo, que ni un Papa ni un concilio ecuménico puede cambiar la doctrina de la Iglesia.

Ahora bien, las cosas se pueden explicar mal, regular, bien o muy bien. Y el prefecto las explica muy bien. Una vez que está clara cuál es la doctrina católica sobre esas cuestiones, aborda el peligro de una idea que corre libremente por el seno de la Iglesia. Y es eso de que una cosa es la sana doctrina y otra lo que la gente debe vivir, y una cosa es la misericordia de Dios por un lado y por otro lado su justicia. Dice el prelado alemán, del que les recuerdo que su opinión tiene más peso magisterial que la de cualquier otro cardenal -obviamente no más que la del Papa- debido a su cargo:

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4.08.14

Puestos a trabajar en favor del ecumenismo, que sea con...

El 19 de enero del 2010, Benedicto XVI aseguró que la Iglesia Católica está comprometida de forma irreversible con el ecumenismo. Anteriormente, el 18 de julio del 2008, había afirmado que “el camino del Ecumenismo apunta, definitivamente, a una celebración común de la Eucaristía”. Con ello no hacía sino seguir los pasos de sus inmediatos antecesores en la Silla de Pedro. Por su parte, el papa Francisco ha hecho gestos ecuménicos significativos. Entre sus declaraciones, quisiera resaltar las que hizo durante la visita a Roma del patriarca de los armenios, Karekin II. Dijo el Santo Padre:

El ecumenismo del sufrimiento, el ecumenismo del martirio, el ecumenismo de la sangre son un poderoso recordatorio para caminar por el camino de la reconciliación entre las Iglesias, con determinación y abandono confiado al Espíritu.

Dando por hecho que no hace falta explicar ni justificar el ecumenismo con los orientales, ya sean los ortodoxos, ya sean los no calcedonianos e incluso los nestorianos, sí me parece oportuno que en relación a los protestantes tengamos muy presente que hay unas diferencias abismales, dependiendo de quién tengamos delante.

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¿Somos de los que no retroceden para perdición?

Todos los salvos han sido predestinados desde antes de la fundación del mundo para la salvación (Efe 1,4). Dios les concede su gracia para que se salven. Toda buena obra que realiza el que se salva es fruto de la gracia de Dios, por lo cual no tiene sentido oponer la idea “salvos por gracia” a “salvos por obras”, a menos que por obras entendamos las “obras de la ley” como objeto de nuestra justificación, que es algo condenado por la Escritura. Pero esa misma Escritura enseña que Dios premia con vida eterna a los que obran el bien (Romanos 2.6-7). Ahora bien, es Dios quien obra en nosotros, tal y como enseña Filipenses 2,13: “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad“; lo cual no quiere decir que nosotros no obremos. No somos unos robots a los que se aprieta un botón y empezamos a producir las obras que Dios ha dispuesto de antemano para que anduviéramos en ellas (Efe 2,10). De hecho, en el versículo anterior al citado de Filipenses se nos pide trabajar en nuestra salvación con temor y temblor (Fil 2,12).

Como le he leído a un hermano separado en un foro, “…la mayor motivación que tenemos para andar el camino asidos de la mano de Cristo es que Él no nos soltará si nuestros dedos afloiaran“. Tan cierto es eso como que “el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1ª Cor 10,12) y “así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1ª Cor 9,26-27). Más quiera Dios que podamos decir que “nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Heb 10,39).

Luis Fernando Pérez Bustamante