InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Secularización interna de la Iglesia

28.12.14

El obispo de Amberes, contra la Escritura, la Tradición y el Magisterio

Si hace 40 años alguien dice que buena parte de Occidente acabaría celebrando «bodas» entre parejas del mismo sexo, nadie lo habría creído.

Si hace 35 años, tras la celebración de un sínodo de obispos católicos sobre la familia y la exhortación post-sinodal papal que le siguió, la Familiaris consortio, alguien hubiera dicho que otro sínodo hubiera emanado un «documento intermedio» que incluyera la siguiente afirmación, «sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales, se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas«, nadie lo habría creído.

Y si además esa persona hubiera dicho que un obispo católico afirmaría que «debemos buscar en el seno de la Iglesia un reconocimiento formal de la relación que también está presente en numerosas parejas bisexuales y homosexuales. Al igual que en la sociedad existe una diversidad de marcos jurídicos para las parejas, debería también haber una diversidad de formas de reconocimiento en el seno de la Iglesia«, posiblemente habría sido remitida a un psiquiatra.

Y sin embargo, hoy se celebran «bodas» entre homosexuales, el pasado sínodo tuvo una relatio post disceptacionem con el texto ya citado y el obispo de Amberes, Mons. Johan Bonny, acaba de pedir que la Iglesia acepte esa barbaridad, sin que hasta el momento se sepa de su cese inmediato como pastor de la grey católica que tiene encomendada.

El prelado belga opina que la Iglesia necesita urgentemente encontrar una conexión con la sociedad moderna. ¿Y en qué consiste dicha conexión? En aceptar cualquier cosa que a la sociedad le parezca bien. Ahora puede ser el «matrimonio» entre homosexuales, mañana puede ser el aborto o la eutanasia, pasado mañana la ejecución de los niños ya nacidos (ver 12 y 3) y dentro de cierto tiempo las relaciones sexuales entre adultos y niños -existe un partido en Holanda que lo promueve-. Basta que algo sea aceptado por una mayoría de ciudadanos para que la Iglesia lo asuma.

Es evidente que quien afirma algo así no solo no tiene la fe católica, sino que de haberla tenido alguna vez, ha caído en la peor de las apostasías. Pero no estamos ante un seglar despistado, ante un sacerdote ingeniosamente hereje o ante un catedrático de teología a punto de ser retirado de la docencia. No, estamos ante un sucesor de los apóstoles, ante un obispo de la Santa Madre Iglesia.

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26.12.14

Al P. Masiá cabe "agradecerle" que sea claro en su herejía

Llevamos camino de un año viendo como se intenta de nuevo -ya se hizo durante el papado de San Juan Pablo II- introducir en la Iglesia una herejía, consistente en proponer que se dé la comunión a quienes Cristo llama adúlteros. Herejía que afecta gravemente a tres sacramentos: matrimonio, eucaristía y confesión.

Aunque varios blogueros hemos escrito artículos sobre la cuestión, es Bruno Moreno quien le está dedicando más atención. Lo último ha sido un post sobre unas desafortunadísimas declaraciones del cardenal Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona.

Sin embargo, algunos cardenales, obispos y teólogos que nos quieren vender como caballo alazán la burra coja de la comunión de adúlteros, intentan guardar las apariencias diciendo que no pretenden atentar contra la indisolubilidad del matrimonio. Es más, apelan, para vergüenza de ellos, a la misericordia de Dios, a la necesidad de acoger a todos en la Iglesia, como si la gracia divina, tal y como nos recuerda Mons. Demetrio Fernández en su última carta semanal, no fuera capaz de liberarnos del pecado. Dice el obispo de Córdoba:

Lo que el hombre no es capaz de conseguir por sus solas fuerzas, y ni siquiera con la ayuda de los demás, puede alcanzarlo con la gracia de Dios, que quiere hacer feliz al hombre, salvándole de su debilidad y de su pecado.

Hay otros que no se andan por las ramas cuando de lo que se trata es de pisotear las palabras de Cristo y la fe de la Iglesia. Es el caso del P. Juan Masiá, sacerdote jesuita, que acaba de escribir un artículo en El País pidiendo abiertamente que la Iglesia acepte el divorcio. No solo el civil, sino también el religioso. Es más, tiene el valor de pedir tal cosa en nombre de la “dignidad de los cónyuges”

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20.12.14

Pretenden curar la desgracia de mi pueblo como cosa leve

Leemos en la segunda epístola de San Pedro:

Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.

2ª Ped 1,19-21

Días atrás he traído a este blog y a este portal las advertencias proféticas de uno de los santos más importantes del siglo pasado, coetáneo nuestro. Toca hoy traer a un profeta del que no cabe la menor duda que habló inspirado por el Espíritu Santo, pues sus palabras forman parte de la Escritura. Sus textos fueron escritos en una época muy concreta pero sirven para iluminar la realidad de la Iglesia, el Israel de Dios, hoy en día.

Antes que nada, conviene recordar lo que el apóstol San Pablo dijo de aquellos que siendo gentiles, han sido injertados en la viña del Señor:

Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti.  Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado.
Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme.  Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado.

Rom 11,17-22

Teniendo esa advertencia en mente, leamos:

Déjate amonestar, Jerusalén, no sea que mi alma se aparte de ti y te convierta en desierto, en tierra inhabitada.

(Jer 6,8)

Cosa buena, y sabia, es estar dispuestos a recibir la corrección del Señor. Una corrección destinada a nuestro bien, para que no caigamos en la tentación de entrar por la puerta ancha que conduce a la perdición y que nos ayuda a volver sobre nuestros pasos si ya hemos entrado por ella. Si no hacemos tal cosa, nuestra alma, y también gran parte de la Iglesia, se convertirá en desierto. Un desierto lleno de almas que vagan por el Sinaí, dando tumbos de acá para allá, sin confiar plenamente en la realización de la promesa de una tierra prometida, que para nosotros es la Jerusalén celestial.

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19.12.14

¿Cuántos de vosotros sabíais que San Josemaría era profeta además de santo? (II)


Seguimos paladeando la primera campanada de San José María Escrivá de Balaguer, profeta. Recordad. Lo que importa de este post es lo que él dijo, no lo que yo comento:

Considerad, hijos míos, que la lucha interior no es una simple ascesis de rigor humano. Es la consecuencia lógica de la verdad que Dios nos ha revelado acerca de Él mismo, acerca de nuestra condición y acerca de nuestra misión en la tierra. Sin esa batalla interior, sin participación en la Pasión de Cristo, no se puede ir detrás del Maestro

Muchos hemos querido, o queremos, el gozo del evangelio sin cruz. Muchos queremos la resurrección sin el Calvario, sin la angustia del huerto de Getsemaní. Pero ya dijo Cristo que “el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí” (Mt 10,38) y “no es el siervo mayor que su señor. Si me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán” (Jn 15,20).

Quizá por esto participación en la Pasión de Cristo, no se puede ir detrás del Maestro. Quizá por esto contemplamos una dolorosa desbandada: muchos pretenden componer una vida según las categorías mundanas, con el seguimiento de Jesucristo sin Cruz y sin dolor

Ay de los que quieren aguar el evangelio, presentándolo como una donación de perdón sin arrepentimiento, como un camino de rosas sin espinas, como una santidad sin santificación y transformación del alma, que pasa de estar presa del pecado a la libertad gloriosa de la gracia en la que viven los verdaderos hijos de Dios.

La lucha interior —en lo poco de cada día— es asiento firme que nos prepara para esta otra vertiente del combate cristiano, que implica el cumplimiento en la tierra del mandato divino de ir y enseñar su verdad a todas las gentes y bautizarlas (cfr. Matth.XXVIII, 19), con el único bautismo en el que se nos confiere la nueva vida de hijos de Dios por la gracia.

Yerran todos aquellos que piensan que pueden combatir la batalla de la fe sin haber forjado el alma en el crisol de la voluntad de Dios. No basta con conocer la sana doctrina. Hay que ser santos, cada uno en la medida que Dios le da.

Mi dolor es que esta lucha en estos años se hace más dura, precisamente por la confusión y por el deslizamiento que se tolera dentro de la Iglesia, al haberse cedido ante planteamientos y actitudes incompatibles con la enseñanza que ha predicado Jesucristo, y que la Iglesia ha custodiado durante siglos. 

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14.12.14

¿Cuántos de vosotros sabíais que San Josemaría era profeta además de santo?

Prácticamente todo el mundo católico conoce la vida de San Josemaría Escrivá de Balaguer. Los vídeos con sus charlas a los miembros de la Obra están en youtube. Sus obras están al alcance de cualquiera. Lo que no tantos conocen, más bien pocos, es que al final de su vida el santo y fundador del Opus Dei envió  a los fieles de la Prelatura algunas cartas importantes, conocidas como las Tres Campanadas. 

Las cartas no estaban destinadas al publico en general, sino a un uso restringido de los miembros de la Obra. Sin embargo, dado que hoy es un santo de toda la Iglesia, creo que es necesario contribuir a su difusión. ¿Por qué? Por dos razones:

1- Describen la situación de la Iglesia en el postconcilio.

2- Describen la situación de la Iglesia hoy.

Obviamente no son palabra de Dios en el sentido que tiene la Escritura. Pero sí son palabras de profeta, de un hombre que se sumió en la gracia divina para ser instrumento de salvación de muchos. El pueblo de Dios tiene derecho a conocerlas. Los textos completos de dos de las campanadas están en la red. Es fácil encontrarlos mediante Google. Ya he usado párrafos de la tercera campanada en algunos posts de los últimos meses. Este está dedicado a citar textos de la primera. Pero recomiendo que se lea entera.

Un último consejo. Mis comentarios a las palabras de San Josemaría son solo algo de paja que separa los lingotes de oro. Podéis pasar tranquilamente sin leerlos. Os basta con leer al santo y profeta:

Tiempo de prueba son siempre los días que el cristiano ha de pasar en esta tierra. Tiempo destinado, por la misericordia de Dios, para acrisolar nuestra fe y preparar nuestra alma para la vida eterna.

Tiempo de dura prueba es el que atravesamos nosotros ahora, cuando la Iglesia misma parece como si estuviese influida por las cosas malas del mundo, por ese deslizamiento que todo lo subvierte, que todo lo cuartea, sofocando el sentido sobrenatural de la vida cristiana.

Llevo años advirtiéndoos de los síntomas y de las causas de esta fiebre contagiosa que se ha introducido en la Iglesia, y que está poniendo en peligro la salvación de tantas almas.

La salvación de muchas almas está en peligro, decía el santo. ¿Qué no diría hoy, cuando vemos lo que ha avanzado la secularización dentro de la propia Iglesia?

No es tiempo para el sopor; no es momento de siesta, hay que perseverar despiertos, en una continua vigilia de oración y de siembra.

¡Alerta y rezando!, que nadie se considere inmune del contagio, porque presentan la enfermedad como salud y, a los focos de infección, se les trata como profetas de una nueva vitalidad.

Ay de aquellos que llaman profetas a los que arrancan al catolicismo del alma de millones de fieles, vendiéndoles como cosa del Espíritu Santo lo que es la profanación de una Tradición bimilenaria. Toca rezar, rezar y rezar.

Convenceos, y suscitad en los demás el convencimiento, de que los cristianos hemos de navegar contra corriente. No os dejéis llevar por falsas ilusiones. Pensadlo bien: contra corriente anduvo Jesús, contra corriente fueron Pedro y los otros primeros, y cuantos - a lo largo de los siglos - han querido ser constantes discípulos del Maestro. Tened, pues, la firme persuasión de que no es la doctrina de Jesús la que se debe adaptar a los tiempos, sino que son los tiempos los que han de abrirse a la luz del Salvador. Hoy, en la Iglesia, parece imperar el criterio contrario: y son fácilmente verificables los frutos ácidos de ese deslizamiento. Desde dentro y desde arriba se permite el acceso del diablo a la viña del Señor, por las, puertas que le abren, con increíble ligereza, quienes deberían ser los custodios celosos.

Como bien decía San Agustín: ”El mal pastor lleva a la muerte incluso a las ovejas fuertes” (Sermón 46, sobre los pastores). Se ha pretendido y se pretende que el mundo sea luz de la Iglesia en vez de la Iglesia luz del mundo. Y se abre la puerta a los pecdos del mundo para que sean aceptados, y considerados invencibles, entre los propios fieles, ignorando el poder de la gracia y la obra del Espíritu Santo en las almas. 

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