InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Cristo

4.07.17

¿Por qué os asustáis, hombres de poca fe?

Evangelio del martes de la decimotercera semana del Tiempo Ordinario

Jesús se subió a una barca, y le siguieron sus discípulos. De repente se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía.
Se le acercaron para despertarle diciendo: -¡Señor, sálvanos, que perecemos!
Jesús les respondió: -¿Por qué os asustáis, hombres de poca fe? Entonces, puesto en pie, increpó a los vientos y al mar y sobrevino una gran calma.
Los hombres se asombraron y dijeron: -¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?
Mt 8,23-27

Estaban con Él pero todavía no habían comprendido bien quién era. Le habían visto hacer milagros, pero cayeron presas del pánico por una tempestad. Jesús no les reprocha que le despertaran sino su miedo.

Leer más... »

3.07.17

No seas incrédulo sino creyente

Evangelio en la Fiesta de Santo Tomás Apóstol:

Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le dijeron: -¡Hemos visto al Señor!
Pero él les respondió: -Si no le veo en las manos la marca de los clavos, y no meto mi dedo en esa marca de los clavos y meto mi mano en el costado, no creeré
A los ocho días, estaban otra vez dentro sus discípulos y Tomás con ellos. Aunque estaban las puertas cerradas, vino Jesús, se presentó en medio y dijo: -La paz esté con vosotros. 
Después le dijo a Tomás: -Trae aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente. 
Respondió Tomás y le dijo: -¡Señor mío y Dios mío! 
Jesús contestó: -Porque me has visto has creído; bienaventurados los que sin haber visto hayan creído.
Jn 20,24-29

El apóstol Tomás había estado tres años al lado del Señor. Le había visto resucitar muertos, dar la vista a ciegos, expulsar demonios, hacer andar a paralíticos, etc. Y sin embargo, no era capaz de creer que Cristo había resucitado.

¿Cuántas veces no nos ha pasado algo parecido? Hemos visto cómo el Señor ha obrado en nuestras vidas, cómo nos ha sacado de problemas en los que nos metimos nosotros solos o nos metieron otros. Le hemos rezado, implorado, adorado, recibido en la Eucaristía. Y sin embargo, cuando un día nuestra fe es puesta a prueba, dudamos.

Leer más... »

2.07.17

El que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí

Evangelio del decimotercer domingo del Tiempo Ordinario:

El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa».
Mat 10,37-42

El Señor no nos ha regalado la salvación para que le pongamos en un lugar secundario en nuestras vidas. El amor a Dios por encima de todas las cosas, y Cristo es Dios, es el primero de los mandamientos. Y es un amor que en ocasiones “cuesta". Pero resulta que a Cristo su amor por nosotros le llevó a la cruz. Nada tiene de particular que nos pida que carguemos nuesrtas cruces y le sigamos. La radicalidad del amor de quien entregó su vida por salvarnos ha de producir en nosotros la radicalidad de entregar nuestra vida por Él si así se nos llega a demandar.

Nos dice San Pablo en la segunda lectura de hoy:

¿Es que no sabéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte?
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Rom 6,3-4

¿Acaso viviremos como los que no tienen a Cristo? ¿qué sentido tiene ser cristiano y no recorrer la senda de la santidad que el Señor nos concede por su gracia?

Añade el apóstol:

Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él.
Porque quien ha muerto, ha muerto al pecado de una vez para siempre; y quien vive, vive para Dios.
Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
Rom 6,8-11

¿Entendemos lo que significa haber muerto al pecado? No que no vayamos a pecar jamás, porque claramente todavía somos débiles y necesitamos constantemente la gracia del perdón. Sigue exhortando el apóstol:

Que el pecado no siga reinando en vuestro cuerpo mortal, sometiéndoos a sus deseos; no pongáis vuestros miembros al servicio del pecado, como instrumentos de injusticia; antes bien, ofreceos a Dios como quienes han vuelto a la vida desde la muerte, y poned vuestros miembros al servicio de Dios, como instrumentos de la justicia.
Rom 6,12-13

Muchos hemos creído, o creemos, que la santidad es una meta a la que llegan solo unos pocos. Mas es hora de que descartemos esa mentira. El mismo que se entregó por nosotros es quien transforma nuestros corazones de piedra en corazones de carne para que le amemos y vivamos conforme a su voluntad. No hay obstáculo en la ladera de la montaña cuya cima es la santidad, que no podamos superar con la ayuda de la gracia de Dios. Andemos pues, conforme a la dignidad que Cristo nos ha dado.

Señor, tú que eres digno, haznos digno. Tú que diste tu vida por nosotros, concédenos tener por Señor absoluto y soberano de nuestras vidas. Conviértenos a ti y nos convertiremos.

Luis Fernando

30.06.17

Señor, si quieres, puedes limpiarme

Evangelio del viernes de la duodécima semana del Tiempo Ordinario:

Al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente. En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme».
Extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero, queda limpio». Y enseguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».
Mt 8,1-4

¿Cómo no pedir a Dios que nos dé la fe de ese leproso que se acercó a Cristo en la absoluta confianza de que podía sanar su enfermedad?

Leer más... »

28.06.17

Guardaos bien de los falsos profetas

Evangelio del miércoles de la duodécima semana del Tiempo Ordinario

Jesús dijo a sus discípulos: Guardaos bien de los falsos profetas, que se os acercan disfrazados de oveja, pero por dentro son lobos voraces.
Por sus frutos los conoceréis: ¿es que se recogen uvas de los espinos o higos de las zarzas? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, y todo árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. Por tanto, por sus frutos los conoceréis.
Mt 7,15-20

Corren malos tiempos para el ministerio profético. El profeta no busca agradar al mundo sino mostrar la voluntad de Dios que, inexorablemente, está en consonancia con su Palabra revelada. El profeta no halaga los oídos de quienes buscan mil y una maneras de justificar sus pecados.

Leer más... »