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25.03.15

Respecto al pecado mortal del adulterio

Como ya he comentado en alguna ocasión, las palabras “pecado mortal” parecen haber sido arrancadas del lenguaje habitual de multitud de pastores y fieles. Sobre todo si dicho pecado tiene algo que ver con el sexto mandamiento del Decálogo. Siempre se ha dicho que la Iglesia parecía obsesionada con dicho pecado, pero ahora parece que la obsesión consiste en restarle importancia.

Me produce enorme tristeza que se esté dando en la Iglesia la imagen de que el pecado del adulterio o el de la fornicación ha de tener un tratamiento especial, en plan “bueno, no está bien, pero no os obsesionéis, que tampoco es para tanto” o llamándolo simplemente “situación irregular".

¿Cómo que no es para tanto? ¿Acaso no escribió San Pablo que ese tipo de pecados son especialmente graves?:

Huid de la fornicación. Todo pecado que un hombre comete queda fuera de su cuerpo; pero el que fornica peca contra su propio cuerpo. 

¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? 

Habéis sido comprados mediante un precio. Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo. 
1ª Cor 6,18-20


El apóstol nos pide que huyamos de ese pecado, ¿y nosotros nos ponemos a discutir sobre si los que VIVEN en él que pueden acercarse a comulgar al altar como si tal cosa? ¿a cuento de qué?

No piensen ustedes que esto es cosa solo de los prelados alemanes o de algún obispo cuasi-apóstata. El otro día el cardenal Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, hizo unas declaracions a TV3 de las que se hace eco Europa Press de la siguiente manera:

… Martínez Sistach, se mostró convencido de que se hallarán soluciones para que separados y divorciados católicos vueltos a casar puedan comulgar y vivir su fe de forma normal, aunque dejó claro que no se cambiarán cuestiones doctrinales.

Recordó, asimismo, que el Papa Francisco está preocupado por esta cuestión, y por ello la abordó en dos sínodos, uno de ellos extraordinario. Y explicó que los divorciados que se han vuelto a casar o se han juntado con otra persona son miembros de la Iglesia, no están excomulgados y la comunidad cristiana les debe ayudar y acoger.

“Tengo la esperanza de que se encontrarán caminos, algún camino que ayudará si no a una solución total, sí a una solución de misericordia y fidelidad“.

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17.02.15

El Fiat de Cristo espera tu Fiat

Se puede decir que el camino al Calvario comenzó en Getsemaní. Si el Fiat de la Virgen María al arcángel Gabriel abrió las puertas a la Encarnación, el Fiat de Cristo al Padre en aquel huerto abrió las de nuestra redención.

María, llena de la gracia de Dios, pudo imaginar las dificultades por las que pasaría al aparecer embarazada a pesar de no estar todavía casada con San José. Fue necesario que un ángel advirtiera a aquel hombre santo y justo que el hijo de su desposada era del Espíritu Santo. Aun así, ella dijo sí a Dios.

Sin embargo, Cristo no necesitaba imaginar nada. Sabía que, siendo el Verbo de Dios, iba a verse abofeteado, escupido, vejado, insultado, azotado, coronado con una cruz de espinas, crucificado…

Y siendo tan humano como divino, su sufrimiento alcanzó un momento culmen. Así nos lo cuentan los evangelios. Cito dos:

Entonces vino Jesús con ellos a un lugar llamado Getsemaní y les dijo: “Sentaos aquí mientras yo voy allá a orar". Y tomando a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y angustiarse. Entonces les dijo: “Triste está mi alma hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo".

Y adelantándose un poco, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: “Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; sin embargo, no se haga como yo quiero, sino como quieres tú.”

Y viniendo a los discípulos, los encontró dormidos, y dijo a Pedro: “¿De modo que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad para no caer en la tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es flaca".

De nuevo, por segunda vez, fue a orar, diciendo: Padre mío, si esto no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.  

Y volviendo otra vez, los encontró dormidos; tenían los ojos cargados. Dejándolos, de nuevo se fue a orar por tercera vez, diciendo aún las mismas palabras.

Mat 26,36-44

Y:

Se apartó de ellos como un tiro de piedra, y, puesto de rodillas, oraba, diciendo: “Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya". Se le apareció un ángel del cielo, que le confortaba. 

Lleno de angustia, oraba con más instancia; y sudó como gruesas gotas de sangre, que corrían hasta la tierra.

Luc 22,41-42

Las gotas de sangre del huerto de Getsemaní fueron redentoras. Nunca el hágase tu voluntad del Padrenuestro costó tanto. Nunca antes el amor había triunfado de tal manera sobre el pecado. Un triunfo coronado en el sacrificio de la Cruz.

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28.01.15

En Cristo y por Cristo

Entre las magníficas obras que la editorial Gratis Date ofrece a aquellos que han recibido el don de conocerla y servirse de las gracias que Dios da a través de ella, hoy quiero citar y reflexionar sobre “Jesucristo, vida del alma” del beato Dom Columba Marmión. Como siempre que traigo al blog escritos de hombres de Dios, recordad que lo verdaderamente importante y provechoso es el texto que cito, y no lo que pueda comentar sobre el mismo.

Hoy vamos a tratar todavía de la persona adorable de nuestro Señor. No os canséis jamás de oír hablar de El. Ningún tema os será más útil, ni debe seros más querido; en Cristo lo tenemos todo, y fuera de El no hay salud ni santificación posible. Cuanto más se estudia el plan divino, según las Sagradas Escrituras, más se advierte cómo un gran pensamiento lo domina todo: El de que Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, es el centro de la creación y de la redención; que todas las cosas se refieren a El, y que por El se nos da a nosotros toda la gracia y se tributa toda la gloria al Padre.

Tantas veces usamos nuestro tiempo para abordar asuntos que no hacen bien a nuestras almas, que es necesario que se nos recuerde que no hay nada mejor para nuestra salvación que oír de Cristo, pensar en Cristo, meditar en Cristo y dejar que el Espíritu Santo forme a Cristo en nosotros. De Él recibimos toda gracia, todo bien perfecto.

La contemplación de nuestro Señor no es sólo santa, sino santificante; con sólo pensar en El y contemplarlo con fe y amor, nos santificamos. Para ciertas almas, la vida de Jesucristo es un tema de meditación como otro cual quiera; no es bastante eso. Cristo no es uno de los medios de la vida espiritual, es toda nuestra vida espiritual El Padre lo ve todo en su Verbo, en su Cristo, todo lo encuentra en El, tiene ciertamente exigencias infinitas de gloria y de alabanza, pero encuentra cumplida satisfacción a esas exigencias a través de su Hijo, en las acciones más intrascendentes de su Hijo. Cristo es su Hijo muy querido en quien pone todas sus complacencias. ¿Por qué no había de ser Cristo igualmente nuestro todo, nuestro modelo, nuestra satisfacción, nuestra esperanza, nuestra luz, nuestra fuerza, nuestra alegría? Esta verdad es tan capital, que quiero insistir en ella nuevamente.

Siendo la tercera persona de la Trinidad, y por tanto Dios, ¿cuál es la principal misión del Espíritu Santo? Lo leemos en el evangelio de san Juan: “Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de parte del Padre, él dará testimonio de mí” (Jn 15,26). Y como dice San Pablo: “por lo cual os hago saber que nadie, hablando en el Espíritu de Dios, puede decir `anatema sea Jesús´, y nadie puede decir `Jesús es el Señor´, sino en el Espíritu Santo” (1ª Cor 12,3). Siendo que la obra del Espíritu Santo es llevarnos a Cristo para que Él sea el centro de nuestras vidas, ¿cómo habría de ser la contemplación de su persona un tema más en nuestro crecimiento espiritual? No es un tema más. Es el TEMA por excelencia. Y recordemos que ver a Cristo con los ojos del alma es contemplar al Padre. Por tanto, en el Espíritu Santo, Dios, podemos alcanzar a ver a Cristo, Dios, que es el único medio de contemplar al Padre, Dios. Así obra la Santa Trinidad en nuestras almas para concedernos el don de la santidad y la filiación divina.

La vida espiritual consiste sobre todo en contemplar a Cristo, para reproducir en nosotros su condición de Hijo de Dios y sus virtudes. Las almas que tienen constantemente fija la mirada en Cristo, ven en su luz lo que se opone dentro de ellas al desarrollo de la vida divina; buscan entonces en Jesús la fuerza necesaria para remontar esos obstáculos y agradarle; pídenle que sea el apoyo de su debilidad, que despierte y acreciente sin cesar en ellas esa disposición fundamental, a la que se reduce toda la santidad, y que consiste en buscar siempre lo que es agradable a su Padre.

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16.12.13

Pastoral en la verdad y la caridad

En el post del pasado jueves cité un magnífico texto de Benedicto XVI de su etapa como cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Aunque el mismo trataba sobre la cuestión de los divorciados vueltos a casar, hay no pocos párrafos que se podrían aplicar a la actividad pastoral de la Iglesia en cualquier ámbito. La parte final del documento es, en mi opinión, magistral:

Una serie de objeciones críticas contra la doctrina y la praxis de la Iglesia concierne a problemas de carácter pastoral. Se dice, por ejemplo, que el lenguaje de los documentos eclesiales sería demasiado legalista, que la dureza de la ley prevalecería sobre la comprensión hacia situaciones humanas dramáticas. El hombre de hoy no podría comprender ese lenguaje. Mientras Jesús habría atendido a las necesidades de todos los hombres, sobre todo de los marginados de la sociedad, la Iglesia, por el contrario, se mostraría más bien como juez, que excluye de los Sacramentos y de ciertas funciones públicas a personas heridas.

Si eso se escribió en 1988, ¿qué no se podría decir hoy? Existe la idea de que la Iglesia es una especie de madrastra que se limita a dar una serie de normas para que sean cumplidas por los fieles como si éstos vivieran bajo un régimen de disciplina militar, de forma que el que se salte alguna es arrestado y enviado al calabozo. Y eso chocaría con la imagen falsamente idealizada de Jesucristo, al que se le presenta como una especie de bonachón que iba por la vida restando importancia a la necesidad de obedecer la ley de Dios y diciendo a los pecadores: “no os preocupéis por vuestros pecados, Dios acoge a todos y da su perdón a los pecadores sin exigirles condición alguna".

Lo cierto es que esa idea adultera la misión de Cristo y su mensaje. Ciertamente Él vino a salvarnos del pecado. Pero esa salvación tiene dos caras sin la cual no hay moneda que nos pueda dar acceso al cielo. Nos salva del pecado mediante su obediencia y sacrificio vicario en la Cruz, por el que paga el castigo que nos correspondía a nosotros:

Y vosotros estabais muertos por vuestros delitos y pecados, en los que en otro tiempo habéis vivido, siguiendo el espíritu de este mundo, bajo el príncipe de las potestades aéreas, el espíritu que actúa en los hijos rebeldes; entre los cuales todos nosotros fuimos también contados en otro tiempo y seguimos los deseos de nuestra carne, cumpliendo la voluntad de ella y sus depravados deseos, siendo por naturaleza hijos de ira, como los demás; pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, y estando nosotros muertos por nuestros delitos, nos dio vida con Cristo —por gracia habéis sido salvados— (Efe 2,1-5)

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16.09.13

Córdoba, o el paradigma de la fe católica que salva a un pueblo

La policía municipal de Córdoba desistió de contar fieles. Algunas cifras hablan de 150.000. Otros piensan que más. Lo cierto es que el pasado sábado, la ciudad andaluza vio como el pueblo llano, formado por aquellos que verdaderamente pueden ser llamados “cristianos de base", se lanzó a la calle a celebrar un Vía Crucis Magno, propuesto y organizado Agrupación de Hermandades y Cofradías cordobesas, con la anuencia, apoyo y guía de Mons. Demetrio, obispo.

La tan denostada por algunos “religiosidad popular” ha vuelto a dar un ejemplo de su capacidad de ser testigo fiel de la fe de un pueblo. Córdoba fue el sábado una representación en pleno siglo XXI de lo que ocurrió en Jerusalén hace veinte siglos, con la particularidad de que los fieles sí sabían qué es lo que celebraban. El camino del Señor hacia el Calvario, la Cruz donde habría de salvarnos.

Todos con Cristo y Cristo con todos, con su vicario en Córdoba pastoreando el pueblo que el Señor le ha encomendado. Un pueblo que sabe decir sí cuando se le llama y se le guía en comunión con el resto de la Iglesia. Las imágenes al servicio de la fe. La fe al servicio de la sociedad, que si vuelve sus ojos a Dios, puede salir del marasmo en el que el pecado nos ha conducido a todos.

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