InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categorías: Papado, Benedicto XVI

17.04.10

El cardenal Castrillón pone a Juan Pablo II a los pies de los caballos

Me lo temía. Conociendo al cardenal Castrillón Hoyos, me esperaba una reacción así. Hasta hoy me he callado algo de lo que fui protagonista directo en uno de los congresos “Camino a Roma” celebrado en Ávila, en el que di mi testimonio de regreso al catolicismo. El cardenal colombiano participó en ese congreso dando una ponencia sobre la unidad en la Iglesia. Al final de la misma, refiriéndose expresamente a los escándalos sexuales de los sacerdotes en EEUU, se levantó y dijo a todos los presentes que debían apoyar a los sacerdotes en todo momento, aunque fueran pecadores, ya que un sacerdote lo es para siempre. El tono de sus palabras fue tal que algunos aplaudieron pero la práctica totalidad de los allá presentes entendió sus palabras como un apoyo no ya a los buenos sacerdotes sino a los depravados. De hecho, es lo que se comentó en los corrillos posteriores a su charla. Yo preferí no darle más vueltas al asunto, pero hoy veo que este cardenal vuelve a las andadas.

El problema es que acaba de demostrar que no tiene la menor intención de caer sólo. Cuando desde Roma se dice que la carta que el cardenal de felicitación que envió al obispo francés que no denunció a un sacerdote que había abusado de menores, es un ejemplo de la necesidad de la reforma que el Vaticano impuso en 2001, el cardenal Castrillón, desde el congreso sobre Juan Pablo II en la Universidad Católica de Murcia, asegura que fue el mismísimo Juan Pablo II quien leyó y aprobó la misiva. Es más, dice que el Papa le autorizó para enviársela no sólo al obispo francés sino a todo el mundo.

Es decir, el prelado colombiano está asegurando que al antecesor de Benedicto XVI le parecía muy bien que su Prefecto para la Congregación del Clero felicitara efusivamente a un obispo que había encubierto de las autoridades civiles a un cura abusador, razón por la cual el citado obispo fue condenado a tres meses de cárcel en el 2001.

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17.02.10

¿Y por qué no le proponemos al Papa que se quede a vivir en España durante un año?

Según las fuentes vaticanas de La Razón, diario en el que escribe artículos habitualmente el cardenal Cañizares, el Papa vendrá a España el próximo mes de noviembre para consagrar la nave central del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia en Barcelona. Bueno, seguro que para los nacionalistas catalanes lo he explicado mal. Como mucho debería haber dicho que el Papa vendrá al Estado español. Ya saben que para ellos Cataluña, de la misma manera que el Barça es más que un club, es más que una comunidad autónoma “histórica". Pero es que yo sigo creyendo que Barcelona es la segunda ciudad de España, siquiera sea por su número de habitantes.

El caso es que algunos están queriendo hacer un agravio comparativo del trato que el Papa da a Barcelona en relación con Santiago de Compostela, cuyo arzobispo también ha invitado al Santo Padre con motivo del Año Compostelano. “Si el Papa viene a Barcelona, ¿por qué no acercarse a Santiago?", preguntan. Y todo ello con la ya segura visita del Vicario de Cristo a Madrid para la JMJ del 2011.

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2.02.10

Henri Boulad, el reformador

Jesuita, 78 años, actualmente rector del colegio de los jesuitas en El Cairo, anteriormente superior de los jesuitas en Alejandría, superior regional de los jesuitas de Egipto, profesor de teología en El Cairo, director de Caritas-Egipto y vicepresidente de Caritas Internationalis para Oriente Medio y África del Norte. Es obvio que el padre Henri Boulad, sj, no es un cualquiera. Pero parece que la fama internacional le llega ahora tras haber escrito una carta al Papa Benedicto XVI en la que hace un análisis de la situación de la Iglesia, propone una triple reforma y la celebración de una “asamblea general” -no le gusta la palabra concilio- para abordar la situación.

No he podido evitar la tentación de comenta su análisis. Dice el jesuita egipciolibanés:

1. La práctica religiosa está en constante declive. Un número cada vez más reducido de personas de la tercera edad, que desaparecerán enseguida, son las que frecuentan las iglesias de Europa y de Canadá. No quedará más remedio que cerrar dichas iglesias o transformarlas en museos, en mezquitas, en clubs o en bibliotecas municipales, como ya se hace. Lo que me sorprende es que muchas de ellas están siendo completamente renovadas y modernizadas mediante grandes gastos con idea de atraer a los fieles. Pero no es esto lo que frenará el éxodo.

No le falta razón, aunque dudo que la renovación de los templos católicos busque atraer a los fieles. No conozco a nadie que vaya a la parroquia porque hayan repintado las paredes.

2. Seminarios y noviciados se vacían al mismo ritmo, y las vocaciones caen en picado. El futuro es más bien sombrío y uno se pregunta quién tomará el relevo. Cada vez más parroquias europeas están a cargo de sacerdotes de Asia o de África.

Hombre, en Europa las cosas no andan bien. Pero la Iglesia Católica es mucho más que la Iglesia en Europa. Por ejemplo, en Colombia hay seminarios que están deseosos de “exportar” seminaristas, porque casi no les caben. Si en siglos pasados Europa envió curas y misioneros a otras partes del mundo, no tiene nada de particular que ahora ocurra lo contrario, aunque estamos todos de acuerdo en que lo ideal sería que las vocaciones crecieran de nuevo entre los europeos “nativos".

3. Muchos sacerdotes abandonan el sacerdocio y los pocos que lo ejercen aún -cuya edad media sobrepasa a menudo la de la jubilación- tienen que encargarse de muchas parroquias, de modo expeditivo y administrativo. Muchos de ellos, tanto en Europa como en el Tercer Mundo, viven en concubinato a la vista de sus fieles, que normalmente los aceptan, y de su obispo, que no puede aceptarlo, pero teniendo en cuenta la escasez de sacerdotes.

Creo que son muchos más los que no lo abandonan y además guardan el celibato. Y en mi opinión, lo que los obispos deberían hacer con los curas que viven en concubinato a la vista de sus fieles es, si no aceptan arrepentirse, retirarles inmediatamente del sacerdocio y confiar en que Dios sabrá proveer su sustitución por medio de sacerdotes santos de sus diócesis o de otras diócesis. Soy de la opinión de que es preferible no tener cura a tener un cura que vive abiertamente en pecado.

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2.12.09

El Papa y los eruditos de la nada

Hace ya dos años y medio -¡cómo pasa el tiempo!- escribí un post al que titulé “El Jesús histórico y los eruditos de la nada”. Empezaba diciendo:

“Quien parte del apriorismo de que no existen los milagros difícilmente puede aceptar la historicidad de los que hizo Cristo, incluida su propia resurrección".

Y añadía:

“…si ustedes, señores eruditos de la nada, niegan que Cristo dio la vista a los ciegos, hizo hablar a los mudos, limpió la lepra a los leprosos, resucitó a los muertos y resucitó Él mismo, nieguen también que dio el Sermón del monte, que nos enseñó el padrenuestro, que habló por parábolas y que, en definitiva, predicó el evangelio. Eso de tomar sólo lo que les encaja en sus mentes racionalistas no es racional, no es serio, no es ciencia".

Pues bien, ayer el Papa Benedicto XVI les dio una soberana lección a los miembros de la Comisión Teológica Internacional. En una homilía dirigida no sólo a ellos, de hecho más bien creo que pensaba en teólogos de otro perfil, sino a todos los habidos y por haber en el mundo mundial, el Santo Padre puso los puntos sobre las íes. Por ejemplo, afirmó esto:

“Se pesca en las aguas de la Sagrada Escritura con una red que permite sólo una cierta medida para los peces, y todo aquello que está más allá de esta medida no entra en la red y, por lo tanto, no puede existir. Y así, el gran misterio de Jesús, del Hijo hecho hombre, se reduce a un Jesús histórico, realmente una figura trágica, un fantasma sin carne y hueso, uno que ha quedado en el sepulcro, está corrompido, es realmente un muerto. Se trata de un método que “sabe pescar ciertos peces pero excluye el gran misterio porque el hombre se hace él mismo la medida y tiene esta soberbia que, al mismo tiempo, es una gran necedad, que absolutiza ciertos métodos que no son aptos para las grandes realidades (…) Es la especialización que ve todo los detalles pero ya no ve la totalidad”.

Al leer las palabras del Papa no he podido por menos que acordarme de lo que dijo el teólogo Torres Queiruga en una entrevista concedida a Tempos Dixital este mismo año:

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29.09.09

La visita del Vicario de Cristo

La República Checa ha tenido el privilegio de recibir este fin de semana la visita de Su Santidad el Papa Benedicto XVI. Siendo el país con más ateos y agnósticos de Europa, la mera presencia del Vicario de Cristo tiene un efecto evangelizador notable. El papado de Juan Pablo II, ayudado por la mejora de las comunicaciones a nivel mundial, puso de manifiesto que estamos sin la menor duda ante una nueva era para la Iglesia, ya que los papas podrán viajar de forma mucho más habitual a lo que sus antecesores hicieron durante los 20 siglos precedentes. Imaginemos por un momento lo que habrían podido hacer los apóstoles de haber contado con aviones, radio, televisión e internet. No creo que nadie dude de que habrían sacado el máximo jugo a todas esas “ventajas” para la evangelización.

Creo que aunque la televisión nos acerca a Roma a casa, es bueno que el Obispo de Roma salga a tener contacto directo con los fieles en diversas partes del mundo. La presencia física del Vicario de Cristo va siempre acompañada de una movilización de las iglesias locales, que dan lo mejor de sí para recibir al sucesor de Pedro. Recordemos el testimonio que da san Pablo en la epístola a los gálatas: “…y puestos a prueba por mi enfermedad, no me desdeñasteis ni me despreciasteis, antes me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús” (Gal 4,14). La presencia del apóstol valía tanto o más que una carta enviada por el mismo. Es bueno y necesario que los pastores visiten a las ovejas. Y no olvidemos que el obispo es en cada diócesis vicario de Cristo. No sólo es bueno que viajen los Papas. En la medida de sus posibilidades, y sin por ello pasarse la vida de acá para allá, deben de hacerlo también los obispos en sus diócesis.

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