InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Anti-magisterio

5.11.15

¿Puedo pertenecer a la misma Iglesia que el cardenal Sturla?

Unos pensarán que la pregunta es una barbaridad. Otros que está muy bien hecha. Otros, que es retórica.

Unos responderán: “obviamente no, así que ya te estás largando". Otros dirán: “obviamente no, ya se está largando el cardenal". Aquellos opìnarán: “la cosa no es para tanto, ya se llegará a un acuerdo". Y los de allá me preguntarán: “¿y quién te crees que eres tú, simple seglar, para andar preguntando esas cosas?”

Pues miren ustedes, la verdad es que cuando el Señor me trajo de vuelta a la Iglesia hace justo ahora dieciséis años, me hizo profesar una fe que, sinceramente, no creo que sea la misma que profesa ese cardenal uruguayo. Pero tampoco la que profesan otros cardenales y obispos. Intentaré explicarme.

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28.10.15

Nuestra fe no quedará sepultada para siempre en el cementerio de la mentira

Ni siquiera el más optimista de los oficialistas-buenistas puede estar contento con lo que ha ocurrido en los dos últimos años, con una Iglesia dividida en cuestiones que afectan a tres sacramentos y con el espectáculo de manipulación, filtraciones, quejas, enfrentamientos abiertos ante el mundo, textos heterodoxos (Relatio intermedia 2014) o confusos (resto de relatios) de los dos últimos sínodos.

Buena parte de ese embolado en el que nos han metido, y al que muchos buenos pastores se han visto empujados no por voluntad suya, gira en torno a dos conceptos diferentes e irreconciliables de la misercordia divina. Uno, herético, que es una copia barata de las tesis luteranas pero va incluso más allá de las mismas. Se trata de una misericordia que concede el perdón al pecador pero no transforma su esencia, su naturaleza caida, que sigue siendo esclava del pecado. A lo sumo, dicen, ese perdón ejerce una influencia benéfica que anima al perdonado a ser mejor persona. Es un concepto pelagiano o semipelagiano -va por barrios la cosa-, de la gracia.

El otro concepto lo expresó perfectamente nuestro Papa emérito cuando todavía era Papa reinante:

«Para evitar equívocos, conviene recordar que la misericordia de Jesús no se manifiesta poniendo entre paréntesis la ley moral. Para Jesús el bien es bien y el mal es mal. La misericordia no cambia la naturaleza del pecado, pero lo quema en su fuego de amor. Este efecto purificador y sanador se realiza si hay en el hombre una correspondencia de amor, que implica el reconocimiento de la ley de Dios, el arrepentimiento sincero, el propósito de una vida nueva. A la pecadora del Evangelio se le perdonó mucho porque amó mucho. En Jesús Dios viene a darnos amor y a pedirnos amor».

Palabras de S.S. Benedicto XVI en Asís, el 17 de Mayo de 2007, en su homilía en la plaza inferior de la basílica de san Francisco.

Por más que algunos quieran enterrar la verdad en el cementerio de la mentira, la verdad acaba resucitando e imponiéndose. Hay tantas posibilidades de que la fe católica sucumba a las estratagemas de los malvados que la atacan como de que Cristo se quedará sepultado para siempre en la tumba a la que fue a parar una vez crucificado.

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22.10.15

No tenemos la menor intención de arrepentirnos de decir lo mismo que Cristo

Parece que algunos padres sinodales están empeñados en que los que usamos exactamente las mismas palabras que Cristo para referirnos a los divorciados vueltos a casar, debemos poco menos que pedir perdón, peregrinar de rodillas a algún santuario designado al efecto y sellar nuestras bocas para no volver a cometer semejante acto contrario a la misericordia… del propio Cristo.

Es decir, quienes llamamos adúlteros a los que Cristo llama adúlteros, somos poco misericordiosos. Quienes, junto con el ofrecimiento del perdón del Señor, decimos “vete y no peques más” a los que han caído en el adulterio, somos poco menos que ilusos que pensamos que la gracia de Dios capacita al hombre para vencer el pecado

Algún padre sinodal ha tenido incluso la osadía de decir que no se puede llamar adúltero a la persona que ha sufrido un divorcio, sin culpa de su parte, y se ha vuelto a casar. O sea, ese “pastor” de la Iglesia cree que Cristo no tenía razón al decir que con culpa o sin culpa, quien se casa con un divorciado comete adulterio (Luc 16,18).

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21.10.15

La fidelidad a Cristo no debería ser objeto de votación

A falta de que nos confirmen oficialmente lo ocurrido ayer, parece ser que en las votaciones acontencidas en los círculos menores del sínodo sobre la cuestión de los divorciados vueltos a casar, el “NO” a esa propuesta heterodoxa ha alcanzado las tres cuartas partes de los votos, mientras que uno de cada cuatro padres sinodales ha votado “SÍ", ha votado a favor de ir contra las enseñanzas de Cristo y de la Iglesia tal y como aparecen en la Biblia, en el Catecismo y en la totalidad de los documentos magisteriales de los últimos siglos.

Supongo que muchos fieles se sentirán muy felices de que la verdad haya vencido. Bien, aparte de que falta esperar confiadamente en lo que diga el Papa, que en cuanto tal tiene autoridad sobre el sínodo -aunque no sobre la Escritura y la Tradición- y tiene el ministerio de confirmarnos en la fe -que es la que es-, creo evidente que el mero hecho de que se vote algo así es un escándalo para cualquiera que ame de verdad a Dios y su Revelación.

Porque, estimados hermanos, ¿desde cuándo puede votarse si la Iglesia ha de ser fiel a Cristo? ¿en qué cabeza católica cabe tal cosa? ¿qué será lo siguiente? ¿un sínodo sobre la Santísima Trinidad en el que se vote sobre la divinidad del Espíritu Santo? ¿uno sobre Jesucristo en el que se discuta si el Hijo es de la misma sustancia que el Padre?

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19.10.15

Examinad si los espíritus vienen de Dios

Siendo conscientes de que estamos en medio de una gran batalla espiritual (Efe 6,10 y ss), donde el enemigo principal no es de carne y sangre sino Satanás y sus huestes (otra cosa es que se valgan de seres humanos a su servicio), toca ejercer el discernimiento que Dios da a sus santos -más nos vale crecer en santidad para enterarnos de lo que está en juego- para no ser engañados. El campo donde tiene lugar esta batalla es, hoy en día, la propia Iglesia, cuyo asalto es evidente para cualquiera que tenga cierta sensibilidad espiritual. Quien no esté de acuerdo, se puede ahorrar la lectura de lo que sigue.

Dice el apóstol san Juan:

Queridos míos: no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo. En esto podréis conocer el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús no es de Dios: es del Anticristo. El cual habéis oído que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo.
Vosotros, hijos míos, sois de Dios y lo habéis vencido. Pues el que está en vosotros es más que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan según el mundo y el mundo los escucha.
Nosotros somos de Dios. Quien conoce a Dios nos escucha, quien no es de Dios no nos escucha. En esto conocemos el Espíritu de la verdad y el espíritu del error.

1 Jn 4,1-6

Por simplificar un poco, dado que hoy nadie pone en duda la encarnación de Cristo -sí su plena divinidad-, tendremos que fijarnos en la otra pista que nos da el apóstol. Los que son del espíritu del anticristo hablan según el mundo y el mundo los escucha. Da igual que adornen su lenguaje con palabras espirituales y supuestamente impregnadas de la misericordia divina. Lo que buscan, y consiguen, es el aplauso del mundo, cuyo príncipe, Satanás, sigue obrando para la perdición de los reprobros. No en vano, nos advierte san Pablo que 

Esos tales son falsos apóstoles, obreros tramposos, disfrazados de apóstoles de Cristo; y no hay por qué extrañarse, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Siendo esto así, no es mucho que también sus ministros se disfracen de ministros de la justicia. Pero su final corresponderá a sus obras.

2ª Cor 11,13-15

Debemos reparar en el hecho de que los ministros de Satanás tienen toda la apariencia de ser apóstoles de Cristo. Es decir, no hablamos de presidentes de gobierno, políticos, personas de relumbre social, etc. No, hablamos de personas que se presentan como ministros religiosos. Y más concretamente como ministros de Cristo.

Bien, ahora que la Iglesia está envuelta en una gran polémica sobre la institución familiar, con un sector del episcopado pidiendo que se dé la comunión a los divorciados vueltos a casar, otro sector oponiéndose a semejante posibilidad y un sector aún mayor -y peligroso- que esos otros dos del que no sabemos si sube, baja o se queda en medio, respondamos a estas preguntas elementales:

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