InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Sobre el autor

9.02.16

Agradecido a los sacerdotes que me han confesado

Quizás he tenido mucha suerte, pero en los quince años largos desde que el Señor me trajo de vuelta a su Iglesia, no me he encontrado a un solo sacerdote que me haya confesado de tal manera que yo saliera desanimado tras recibir el sacramento.

Ninguno me ha lanzado condenas intimidatorias.

Ninguno me ha sometido a interrogatorios “incriminatorios".

Ninguno me ha impuesto penitencias insoportables.

Ninguno me ha echado en cara el confesarme de los mismos pecados vez tras vez.

Todos, sin excepción, me han dado buenos consejos. Y si digo todos, es todos. Tanto los que se podrían considerar como sacerdotes “conservadores” como los “progresistas".

Ha dado igual que me confesara con párrocos, vicarios parroquiales, sacerdotes de basílicas, catedrales e incluso obispos. Ha dado lo mismo que fueran jóvenes, de mediana edad o ancianos. Diocesanos o religiosos. Españoles o de otra nacionalidad (alguna vez me he confesado en inglés). No recuerdo una sola confesión “mala".

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28.01.16

Carros de fuego y nube de testigos

- No me puedo creer lo que me estás diciendo.

- No se trata de que me creas, sino de que lo veas. Mira…

- Oh… Dios mío…

Sí, se repetía de nuevo aquello que nos relata el segundo libro de Reyes

Cuando el criado del hombre de Dios se levantó de mañana y salió fuera, viendo el destacamento que rodeaba la ciudad con carros y caballos, preguntó: «¡Ay, mi señor!, ¿cómo vamos a hacer?».
Y Eliseo respondió: «No temas. Son más los que están con nosotros que con ellos».
Luego se puso a orar diciendo: «Abre, Señor, sus ojos para que vea». Entonces el Señor abrió los ojos del criado, quien vio la montaña cubierta de caballos y carros de fuego en torno a Eliseo.
2 Rey 6,15-17

Pero en esta ocasión, el combate no era por ningún territorio. El combate era por las almas. Satanás estaba presto a soltar su mayor ataque contra la Iglesia de Cristo. Durante décadas había colocado estratégicamente a sus peones ante la pasividad de quienes debían haber velado por la salud del pueblo escogido de Dios. Y, como le ocurrió en el Calvario, cuando pensó que derrotaría a Cristo en la Cruz, creía llegada la hora de asestar la estocada final a lo más preciado para el propio Cristo.

El enemigo había aprendido que era mejor infiltrarse que ir de frente. Había aprendido que era mejor usar el lenguaje de la verdad, distorsionándolo, que presentar la mentira flagrante. ¿Para qué pedir a los fieles incautos que se rebelen contra Dios si es mucho más efectivo engañarles acerca de la naturaleza de Dios?

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24.01.16

Newman, católico por fidelidad a Dios

A todos aquellos que veneramos grandemente al Beato John Henry Newman la noticia de la posible aprobación de un segundo milagro atribuido a su intercesión, que abriría de par en par las puertas a su canonización, nos causa gran alegría.

La vida de este hombre de Dios se caracterizó por dos cosas:

1- Su fidelidad a Dios (Lead Kindly Light), quien le llevó primero a la conversión al cristianismo y posteriormente su conversión al catolicismo, que es la perfección de la fe cristiana.

2- Su batalla constante contra la peor perversión del cristianismo. A saber, la teología liberal, que en el ámbito católico toma el nombre de modernismo.

Newman es además un testimonio claro, inequívoco y radical de cuál es el destino de todo hombre que se deja iluminar por el Espíritu Santo: la fe católica.

En una época donde muchos abogan porque da lo mismo ser católico que ortodoxo, protestante o incluso miembro de otras confesiones religiosas no cristianas, el beato Newman marca el camino a seguir. Y eso vale igualmente para el movimiento ecuménico. Cristo fundó una sola Iglesia y la misma subsiste completamente solo en la Iglesia Católica, aunque haya elementos de la misma en otras confesiones cristianas.

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24.12.15

Feliz Navidad

San León Magno, Papa, Sermón I en la Natividad del Señor:

Hoy, queridos hermanos, ha nacido nuestro Salvador; alegrémonos. No puede haber lugar para la tristeza, cuando acaba de nacer la vida; la misma que acaba con el temor de la mortalidad, y nos infunde la alegría de la eternidad prometida.

Nadie tiene por qué sentirse alejado de la participación de semejante gozo, a todos es común la razón para el júbilo porque nuestro Señor,, destructor del pecado y de la muerte, corno no ha encontrado a nadie libre de culpa, ha venido para liberarnos a todos. Alégrese el santo, puesto que se acerca a la victoria; regocíjese el pecador, puesto que se le invita al perdón; anímese el gentil, ya que se le llama a la vida.

Pues el Hijo de Dios, al cumplirse la plenitud de los tiempos, establecidos por los inescrutables y supremos designios divinos, asumió la naturaleza del género humano para reconciliarla con su Creador, -de modo que el demonio, autor de la muerte, se viera vencido por la misma naturaleza gracias a la cual había vencido.

Por eso, cuando nace el Señor, los ángeles cantan jubilosos: Gloria a Dios en el cielo, y anuncian: y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Pues están viendo cómo la Jerusalén celestial se construye con gentes de todo el mundo; ¿cómo, pues, no habrá de alegrarse la humildad de los hombres con tan sublime acción de la piedad divina, cuando tanto se entusiasma la sublimidad de los ángeles?

Demos, por tanto, queridos hermanos, gracias a Dios Padre por medio de su Hijo, en el Espíritu Santo, puesto que se: apiadó de nosotros a causa de la inmensa misericordia con que nos amó; estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo, para que gracias a él fuésemos una nueva creatura, una nueva creación.

Despojémonos, por tanto, del hombre viejo con todas sus obras y, ya que hemos recibido la participación de la generación de Cristo, renunciemos a las obras de la carne.

Reconoce, cristiano, tu dignidad y, puesto que has sido hecho partícipe de la naturaleza divina, no pienses en volver con un comportamiento indigno a las antiguas vilezas. Piensa de qué cabeza y de qué cuerpo eres miembro. No olvides que fuiste liberado del poder de las tinieblas y trasladado a la luz y al reino de Dios.

Gracias al sacramento del bautismo te has convertido en templo del Espíritu Santo; no se te ocurra ahuyentar con tus malas acciones a tan noble huésped, ni volver a someterte a la servidumbre del demonio: porque tu precio es la sangre de Cristo.

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11.12.15

¿A dónde iría sin su misericordia?

No albergo la menor duda sobre una realidad. Soy pecador. Hay todavía muchas áreas en mi vida que no están conformadas plenamente con la voluntad de Dios. Necesito su misericordia, su perdón, su ayuda para liberarme de mis pecados.

No albergo la menor duda sobre otra realidad. Dios me quiere santo. Es más, me concede serlo, de forma que no tengo excusa para no andar en santidad. Si digo que Dios me lo concede, no digo que ya lo sea, al menos no como Él quiere que lo sea. Pero cuando caigo, cuando peco, cuando me separo una y otra vez de su voluntad, no me encuentro con una mirada de condena eterna, sino con la Cruz por la que Cristo paga el precio por mi salvación. Y esa cruz me restaura, me da vida, me ayuda a cargar con mis propias cruces, con mis debilidades. Es Cristo mi Cireneo. Es Cristo quien me concede el perdón a través de sus ministros en el sacramento de la Confesión. Es Cristo quien, una vez perdonado, se me entrega por completo en la Eucaristía, alimento divino que me fortalece para la lucha contra mis pecados. Eso es, en definitiva, la vida cristiana. Caída, perdón, restauración, vida. Pura gracia. Pura misericordia divina.

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