¿Hasta cuándo vamos a seguir repitiendo lo mismo sobre los abusos sexuales en la Iglesia?
No sé ustedes, pero yo he perdido la cuenta de los años desde que se lleva hablando sobre los abusos sexuales cometidos por una parte del clero, así como el encubrimiento de buena parte de los mismos por parte de la jerarquía de las congregaciones religiosas y del episcopado.
No me acuerdo ya cuándo se habló por primera vez del concepto “tolerancia cero". Lo que sí sé es que desde entonces se ha dado una especie de desquiciamiento en todo lo relacionado con este tema, como si no hubiera otra cosa más importante en el mundo, y en la propia Iglesia, que estar recordando una y otra vez, de forma compulsiva, lo que se hizo mal. Las peticiones de perdón se han convertido en un mantra, en una especie de protocolo burocrático para rellenar expedientes mediáticos. Da igual que sean sinceras o no. Son ya brindis al sol.
Es evidente que cualquier abuso sexual de un menor por parte de un sacerdote y/o religioso es un crimen atroz que debería recibir el máximo castigo no solo por parte de la Iglesia sino de la justicia civil. Y no sé a ustedes, pero a mí me parece aún más escandaloso que haya habido obispos, provinciales y superiores de congregaciones religiosas que abordaron el tema encubriendo al abusador e incluso trasladándole de destino. Esto último solo cabe calificarse como una especie de: “te entregamos carne fresca para que disfrutes". Un abusador puede tener, aunque a mí no me sirve de excusa, un trastorno mental. El que encubre no.
Dejemos aparte el hecho de que el factor homosexual es preeminente en el tema de los abusos. Es claro que si hubiera un filtro auténtico en los seminarios, no se ordenarían tantos con tendencias homosexuales, algo que el mismísimo papa Francisco dijo a los obispos italianos que había que evitar. Pero aunque todo el clero fuera gay, la solución a la cuestión de los abusos sería la misma.
No hace falta ser santo en los altares ni doctor de la Iglesia para entender que las medidas a tomar en el drama los abusos no tienen que ser muy diferentes a estos puntos:
- Comprobar la veracidad de la denuncia, recordando que la presunción de inocencia no puede pisotearse, algo que desgraciadamente está ocurriendo.
- Retirada temporal del ministerio mientras se averigura la verdad de lo sucedido, pero estableciendo mecanismos reales para recuperar el buen nombre del que sea encontrado inocente.
- Ante un caso real de abuso, con confesión de parte o sin ella, expulsión inmediata del estado clerical.
- Exhortar a las víctimas a denunciar los abusos ante las autoridades civies. Puedo entender que en determinados casos deba ser la propia Iglesia quien haga la denuncia, pero a quien corresponde en primer lugar es a la persona abusada.
- Establecer sanciones contundentes a las autoridades religiosas de las que se demuestre que han encubierto abusos. En mi opinión, debe darse también la expulsión del estado clerical.
- Atención pastoral a las víctimas de primer orden. Es mucho el daño que han recibido y no basta con posibles indemnizaciones económicas que establezca la justicia civil.
- Prevención absoluta. Discernimiento radical en los seminarios y noviciados para evitar que se cuelen trastornados, pervertidos o inmorales. Este punto, que en el pasado ha sido un auténtico cachondeo en muchas iglesias locales, sigue sin llevarse bien a cabo hoy. Hay casos realmente escandalosos en los que cualquier fiel se da cuenta que tal o cual sacerdote y tal o cual religioso deberían estar dedicándose a cualquier otra profesión o ministerio distinto del ser pastor de almas.
No creo que haga falta crear comisiones, convocar asambleas, ofrecer cursos, conferencias, retiros, audiencias, etc, para establecer esos criterios. Basta aplicar el sentido común.
Que se han hecho las cosas mal es evidente. Pero basta ya de tanto exhibicionismo penitencial. Basta ya de permitir que la Iglesia sea un muñeco de feria al que todos señalan con el dedo por esta cuestión, mientras se mira para otro lado al drama de los abusos en el ámbito familiar y de instituciones públicas.
En otras palabras: estimados pastores de la Iglesia, dejen de ser los tontos útiles de aquel al que la Escritura llama “el acusador de los hermanos” (Ap 12,10). Cumplan su labor de velar por su rebaño, apartando a los perversos del mismo. Con eso basta.
Luis Fernando Pérez Bustamante
16 comentarios
Lo que ocurre es que me parece (quizá me equivoco) que en algunos seminarios faltan recursos suficientes para ello; se precisarían buenos equipos de psicólogos profesionales, no solamente para detectar problemas de tipo afectivo-sexual, (no se puede dejar todo en manos de confesores y directores espirituales), sino también si se es idóneo para tratar con todo tipo de personas con madurez, desde pobres, enfermos, moribundos, jóvenes, viejos, ricos , matrimonios con problemas , y un largo etc, es decir, tener auténtico carisma de pastor que sabe tratar con la gente y tomar iniciativas con decisión. Una persona que no le vaya mucho el trato con los demás (entrevistas, acompañamiento espiritual, reuniones, asambleas, encuentros, etc) seguro que este no es su camino.
Aun así, si el candidato no es honesto y sincero puede dar el pego y pasar el "filtro".
Tengo la misma opinión
Muchas gracias por alzar la voz y decirlo.
Imagine que el problema se publicitó en el 2000 con San Juan Pablo II, continúa con Benedicto XVI (caso Irlanda) y Bergoglio sólo hace que agravarlo...
Imagine que Jesús lo condenó junto con toda constante tradición, el magisterio, los padres de los doctores, los grandes teólogos, los místicos, los santos, el código de Derecho Canónico y el sensus fidei...
En fin...
Cada vez que salen reconociendo lo malo que son algunos de los miembros de la Iglesia es para ellos presumir, pura vanidad. Están destruyendo de forma injusta a la Iglesia.
Un padre nunca estaría hablando mal de sus hijos constantemente.
Ya vale¡¡
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LF:
Pues no. La práctica de trasladar a los sacerdotes pederastas es muy anterior a Juan Pablo II e incluso al CVII.
En cuanto a la capacidad de relacionarse con la gente e ir a reuniones, me parece que hay una lista bastante nutrida de santos sacerdotes que a lo mejor no pasaban ese test. Pero eran católicos.
Saludos cordiales.
Saludos cordiales.
Pues ya me dirá como se hace una pastoral misionera sin relacionarse con gente y con diversas actividades.
Si esperamos en los templos que el personal vaya a misa y a confesarse (sobre todo, ausentes y alejados), lo tenemos claro.
Ahora bien, si lo que a uno le va es el silencio, la soledad y estar alejado del mundanal ruido, pues quizá lo suyo sea ser cartujo, benedictino o cisterciense, pero no ser cura diocesano o de alguna orden de vida activa.
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