Cristo, rey de los corazones y de las naciones

Error condenado por el beato Pío IX en su Syllabus:

LV. Es bien que la Iglesia sea separada del Estado y el Estado de la Iglesia.

Encíclica Imortale Dei, León XIII

Por esta razón, así como no es lícito a nadie descuidar los propios deberes para con Dios, el mayor de los cuales es abrazar con el corazón y con las obras la religión, no la que cada uno prefiera, sino la que Dios manda y consta por argumentos ciertos e irrevocables como única y verdadera, de la misma manera los Estados no pueden obrar, sin incurrir en pecado, como si Dios no existiese, ni rechazar la religión como cosa extraña o inútil, ni pueden, por último, elegir indiferentemente una religión entre tantas. Todo lo contrario. El Estado tiene la estricta obligación de admitir el culto divino en la forma con que el mismo Dios ha querido que se le venere. Es, por tanto, obligación grave de las autoridades honrar el santo nombre de Dios. Entre sus principales obligaciones deben colocar la obligación de favorecer la religión, defenderla con eficacia, ponerla bajo el amparo de las leyes, no legislar nada que sea contrario a la incolumidad de aquélla. Obligación debida por los gobernantes también a sus ciudadanos

Encíclica Quas Primas, Pío XI

erraría gravemente el que negase a Cristo-Hombre el poder sobre todas las cosas humanas y temporales, puesto que el Padre le confirió un derecho absolutísimo sobre las cosas creadas, de tal suerte que todas están sometidas a su arbitrio. Sin embargo de ello, mientras vivió sobre la tierra se abstuvo enteramente de ejercitar este poder, y así como entonces despreció la posesión y el cuidado de las cosas humanas, así también permitió, y sigue permitiendo, que los poseedores de ellas las utilicen.

Acerca de lo cual dice bien aquella frase: No quita los reinos mortales el que da los celestiales. Por tanto, a todos los hombres se extiende el dominio de nuestro Redentor, como lo afirman estas palabras de nuestro predecesor, de feliz memoria, León XIII, las cuales hacemos con gusto nuestras:

El imperio de Cristo se extiende no sólo sobre los pueblos católicos y sobre aquellos que habiendo recibido el bautismo pertenecen de derecho a la Iglesia, aunque el error los tenga extraviados o el cisma los separe de la caridad, sino que comprende también a cuantos no participan de la fe cristiana, de suerte que bajo la potestad de Jesús se halla todo el género humano.

Muchos de los fieles católicos de hoy en día, por no decir la inmensa mayoría, han sido formados en la ignorancia de lo que enseñaba la Iglesia sobre el Reinado Social de Cristo. Y cuando se encuentran con la sana doctrina católica de siempre, les resulta extraña.

La cosa, en realidad, es más fácil de lo que parece aunque no lo vean en primera instancia. Que Cristo debe reinar en el corazón de cada creyente no es discutible. Es obvio. La cuestión es si no debe reinar también en las familias. Seguramente también están de acuerdo. ¿Y qué pasa con las instituciones “superiores” a las familias (*)? Me refiero, por ejemplo, a una parroquia o a un municipio. A una diócesis o al pueblo de una nación, ¿ahí no reina? ¿Y qué pasa con las naciones? ¿ahí tampoco le toca reinar?

¿Reducimos el reinado de Dios solo al ámbito de la persona, del individuo? ¿quizás solo al de la comunidad religiosa? ¿Qué hay que deba escapar a dicho reinado?

Algunos dicen que se debe empezar de abajo hacia arriba. O sea, el proceso sería que en primer lugar se han de convertir los corazones y gracias a eso el reinado de Cristo llegará a las esferas de lo público. La pregunta que cabe hacer es a cuento de qué se acabó aceptando que una vez que Cristo reinaba en lo público podía ser derribado y destronado, de forma que hoy no pinta nada, más allá de menciones nominales, en la prática totalidad de los estados modernos.

Enseña San Pablo que la ley mosaica fue la maestra que nos llevó a Cristo. Y una vez en Cristo, ya no era necesario estar bajo la ley. Pero no porque en Cristo no tengamos ley, sino porque Cristo mismo y su evangelio son la ley suprema y su gracia el instrumento para que podamos cumplirla. Y eso vale tanto para el individuo como para la familia y la patria.

¿Cómo se puede ser de Cristo y no querer que tu patria esté sometida a su reinado? ¿cómo no querer que las instituciones y las leyes por las que se ordena tu pueblo sean conformes a la ley natural y la ley divina? ¿es eso teocracia? ¿acaso las buenas leyes no pueden ejercer la labor pedagógica que ayude a los pueblos a reencontrarse con Cristo?

La Cristiandad no fue perfecta. Las consecuencias de la caída siempre están presentes. Pero se tenía muy claro quién era el Rey de reyes. Hoy ese Rey de Reyes ha sido expulsado, despreciado y convertido en algo pasado a quien se considera un obstáculo para el “progreso” del hombre. Han sustituido la soberanía de Cristo por la soberanía del hombre adámico caído.

Algunos, simplemente, hemos recibido el don de ser testigos del Reino de Dios y de la integridad de la fe de nuestros padres. No queremos profesar una fe mutilada, escondida, abandonada cuando no negada. Simplemente queremos que Cristo reine hoy, aquí, en todos y sobre todos. Y con Él, su Madre. Madre nuestra.

¡ Christus vincit !
¡ Christus regnat !
¡ Christus imperat !

¡Viva Cristo Rey!

Laus Deo Virginique Matri

Luis Fernando Pérez Bustamante

PD: Del Catecismo de San Pío X:

407.- Podrían las familias proveer a todas sus necesidades si viviesen separadas? 
- Si las familias viviesen separadas no podrían proveer a todas sus necesidades; fue necesario que se juntasen en una sociedad civil, a fin de ayudarse mutuamente al perfeccionamiento y el bienestar común.

408.- ¿Qué es sociedad civil? 
- Sociedad civil es la unión de muchas familias dependientes de la autoridad de una cabeza para ayudarse unas a otras a conseguir el mutuo perfeccionamiento y el bienestar temporal.

409.- ¿De dónde le viene a la sociedad civil la autoridad por que es gobernada? 
- La autoridad por que es gobernada la sociedad civil viene de Dios, que quiere se constituya ésta para el bien común.