InfoCatólica / La Mirada en Perspectiva / Archivos para: 2017

17.06.17

(188) Trento y más Trento: que el ser humano no es Dios

—Sr. Gracián, su post anterior ha sido un tanto tridentino.

Sí, es que no se puede hablar de justificaciòn sin ser tridentino, jeje.

—Pero, ¿no está un poco desfasado Ud.? 

Su sesión VI sólo no está desafasada, sino que es actualísima. 

 

Bueno, pero, a ver, ¿no sabemos, ya, que Dios nos quiere salvar con su gracia, pero que primero ha de esperar nuestro sí? Dios respeta nuestra libertad, pone en nuestra mano el aceptar o no aceptar la gracia. ¿Acaso no depende enteramente sólo de nosotros?

Pues no, sus afirmaciones no se ajustan a la doctrina católica, sino a la herejía semipelagiana. Y no se sabe si se refiere a la gracia santificante, o a la gracia actual.

Ah, ¿sí? ¿Ve Ud. semipelagianos por todas partes?

—No, jeje, lo veo en sus palabras. Se lo voy a explicar en católico, por si le interesa. Y se lo voy a explicar, teniendo en la mente, ante todo, la situación crítica de muchos bautizados en estado de pecado, que perdieron la gracia de la justificación recibida en el bautismo, y que sólo pueden recuperar por el sacramento de la penitencia.

Estas personas necesitan de la gracia actual para ir corriendo a confesarse, y recibir de nuevo la gracia de la justificación, es decir, el estado de gracia. La disposición que requiere su voluntad para decir sí al plan divino, es una obra maestra de la gracia actual.

Pero por sí SOLOS, los bautizados en estado de pecado no podrán aceptar la gracia actual que les mueve a confesarse, ni la gracia santificante que recibirán en la confesión. No son Dios. No son sino causas segundas. Por eso, toda pastoral basada en el está en nuestra mano, tenemos que ser capaces, depende completamente de ti, etc. es nefasta. Porque es herética.

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14.06.17

(187) Hablemos de la justificación, sr. Alonso

Hablemos de la justificación, sr. Alonso.

Hablemos.

¿Es el perdón de los pecados?

—Sí, es el perdón de los pecados, pero no es solamente eso.

Ah, ¿no es solamente eso, estimado D. David? 

—No. Es mucho más.

¿Y qué más es, entonces, sr. Gracián?

—Pues mire, se lo dice Trento, en el capítulo VII de la sesión VI: «no sólo es el perdón de los pecados, sino también la santificación y renovación del hombre interior»

 

Y, ¿cómo ocurre eso?

La gracia que justifica se recibe en el Santo Bautismo, y en la Confesión. 

—¿Y así queda el hombre absuelto, declarado justo, liberado de la deuda?

—No solamente eso. No es sólo que se deja formalmente de ser deudor. Es que la recepción de la gracia de la justificación da lugar a la transformación libre y real del hombre interior.

 

Vale, y ¿en qué consiste esa transformación?

Pues en lo que enseña Trento con diamantina precisión«el hombre de injusto pasa a ser justo, y de enemigo a amigo, para ser heredero en esperanza de la vida eterna.» No sólo es ser tomado por, sino serlo en realidad. Nadie que está en pecado es justo. Sólo el que está EN ESTADO DE GRACIA lo es. No consiste, pues, la justificación, en un mero recibir un capital que rescata, como una “manta arrojada sobre un muerto”, como enseñaba el Falso Reformador. Sino en que de ser enemigo, se pasa a ser amigo.

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12.06.17

(186) Quede clara esta doctrina

1.- Cuán necesario, para entender la verdadera doctrina de la justificación, es advertir que —habiendo perdido todos los Hijos de Adán la inocencia, por haber caído de ella con la Caída original —fueron hechos inmundos e hijos de la ira.

 

2.- Cuán necesario, para entender la verdadera doctrina de la justificación, es advertir que —aun sin haberse extinguido su albedrío— no podían levantarse por sí solos de esa Caída, pesando sobre ellos la densa oscuridad del pecado, la servidumbre al diablo, la losa de su debilidad, la inclinación al mal.

 

3.- Advierte, católico, cuán necesario y santo es retener esta doctrina: que de este imperio de tinieblas nos extrajo el Padre Eterno, transfiriéndonos por gracia al Reino de su Hijo, en que logramos libremente la redención por gracia, siendo nuestra colaboración fruto y obra principal de la gracia misma, y siendo la fe su principio y umbral.

  

4.- Pero advierte, católico, que sólo a aquellos a quienes se comunican los méritos de la pasión del Hijo, participan del beneficio de su muerte, que es esta regeneración: por ella se muere al viejo orden caído, y se nace al nuevo. Pero si no se renace en Jesucristo, no hay regeneración. Sin participación real no hay justificación real, sino mera imputación extrínseca. No hay rescate sin transformación real, obra tras obra en la gracia.

 

5.- Confiesa y predica siempre, a tiempo y a destiempo, que esta justificación es fruto del bautismo, y que si se pierde por el pecado, por la confesión se recupera, que es bautismo trabajoso. Y que esta justificación es tránsito: del estado caído al estado de gracia; del viejo estado de los Hijos de Adán, al nuevo de los hijos de Dios, por el Segundo Adán Nuestro Señor Jesucristo.

 
NOTA:
Aporta mucho fruto y provecho estudiar y saborear esta doctrina en esa grande maravilla que es Trento, ses. VI, caps. I a V)
 
 
David Glez.Alonso Gracián
 

10.06.17

(185) Siete consejos para diagnosticar modernismos, y un llamamiento al combate partisano

1.- En tiempos aciagos, en plena tormenta de fe, saber qué es malo y qué es bueno es vital. Se hace precisa una Escuela de Diagnosticadores: cristianos de mente cabal, bien amueblados por la gracia, que aprendan a calar pseudopastorales. Católicos de mente católica, bien cimentados de Tradición, que capten el tufo tras el falso perfume, la descomposición tras la apariencia de novedad. Personas razonables, que piensen bien y vean lo evidente. Que por la gracia localicen disonancias, los sillares que no encajan en el muro.

 

2.- Propongo un nuevo y urgente oficio para la mente católica, saber diagnosticar: esto es erróneo, esto es verdad; esto conduce al error, esto fomenta la claridad; esto es tendente a la herejía, esto es un antitóxico; esto genera oscuridad, esto suscita claridades; esto produce mutaciones en la doctrina, esto la ayuda a prosperar; esto es injusto, esto es justísimo.

 

3.- Lo dicho: una Escuela de Diagnosticadores: para localizar el mal, y descubrir triacas, rechazar venenos, reparar lesiones, distinguir sofismas, desterrar clichés.

8.06.17

(184) Brevemente, tres señas de identidad modernista

1.- El modernista es un mil caras.- Ahora simula piadoso creyente, ahora es fenomenólogo; ahora es obedientísimo al Papa, ahora es rebelde y antitradicional; ahora es lumbrera progresista, ahora es perrillo faldero de la diócesis; ahora es cabeza a pájaros, ahora es cabeza de antropólogo; ahora es funcionario del error, ahora es bohemio y creativo teólogo; ahora es proluterano cabal, ahora es apasionado oficialista . Ya lo avisaba la Pascendi,3:

«Para mayor claridad en materia tan compleja, preciso es advertir ante todo que cada modernista presenta y reúne en sí mismo variedad de personajes, mezclando, por decirlo así, al filósofo, al creyente, al apologista, al reformador; personajes todos que conviene distinguir singularmente si se quiere conocer a fondo su sistema y penetrar en los principios y consecuencias de sus doctrinas.»

 

2.- El modernista no cree en la razón, pero cree que tiene razón en todo.- Todo lo confía a la fiducia, como si el logos no existiera. Su fe no es razonable, ni dogmática, sino mero encuentro sin doctrina, sin Depósito; su Dios es inaccesible al conocimiento, porque es un Misterio imposible a todos, menos a él; no cree en preámbulos de la fe, ni en la escolástica, que es cosa, dice, de cabeza a cuadros; todo en su fe contraría la razón, porque la fe no le parece asentimiento, sino sentimiento; cree porque creer le parece absurdo, por eso cree en un dios que es todo potencia en todo. Ya lo avisaba la Pascendi, 4:

«Los modernistas establecen, como base de su filosofía religiosa, la doctrina comúnmente llamada agnosticismo. La razón humana, encerrada rigurosamente en el círculo de los fenómenos, es decir, de las cosas que aparecen, y tales ni más ni menos como aparecen, no posee facultad ni derecho de franquear los límites de aquéllas. Por lo tanto, es incapaz de elevarse hasta Dios»

 

3.- El modernista sólo cree en la fe como expresión de fiducia.- No considera la fe como obediencia a la verdad revelada. No le importa que Dios se revele y se autocomunique; desprecia la doctrina como cosa de carcas inconversos, que nada saben de métodos ni de pastoral; sólo le importa la inmanencia vital, el círculo cerrado de su propia experiencia. Ya lo avisaba la Pascendi, 4:

«Nada les detiene, ni aun las condenaciones de la Iglesia contra errores tan monstruosos. Porque el concilio Vaticano decretó lo que sigue: «Si alguno dijere que la luz natural de la razón humana es incapaz de conocer con certeza, por medio de las cosas creadas, el único y verdadera Dios, nuestro Creador y Señor, sea excomulgado»(4). Igualmente: «Si alguno dijere no ser posible o conveniente que el hombre sea instruido, mediante la revelación divina, sobre Dios y sobre el culto a él debido, sea excomulgado»(5). Y por último: «Si alguno dijere que la revelación divina no puede hacerse creíble por signos exteriores, y que, en consecuencia, sólo por la experiencia individual o por una inspiración privada deben ser movidos los hombres a la fe, sea excomulgado»(6)»

 
Estos son, brevemente, tres rasgos del modernista. Es un mil caras, no cree en la razón; su fe no es fe, sino fiducia de mero encuentro sin doctrina. Veremos más, con el favor de Dios.