15.08.14

Asunción y mundo post-moderno

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Hoy día la Iglesia celebra la Asunción de la Santísima Virgen María al cielo. La fe católica nos enseña que por el misterio de la comunión de los santos, aquellos que han llegado a la visión beatífica se encuentran unidos a los que nos encontramos en camino hacia la Patria eterna. En efecto, la misma lectura del libro del Apocalipsis, con la interpretación que nos viene sugerida por la Sagrada Liturgia al poner este pasaje en este día, nos muestra a la Santa Madre de Dios vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y en su cabeza, una corona de 12 estrellas. El significado simbólico, y no por eso irreal, apunta al cumplimiento, en la Virgen María, de las esperanzas y las promesas del pueblo elegido de Israel. María Santísima personifica, por ser Madre de Cristo y de la Iglesia, por ser Reina del mundo, toda la gloria de la Iglesia, y la victoria definitiva sobre el Dragón apocalíptico que consigue el Hijo de la mujer, Jesucristo Nuestro Señor. Igualmente ella, su Madre, es la vencedora de Satanás, a quien aplasta su cabeza, cumpliendo así la promesa del Génesis en el llamado protoevangelio.

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8.08.14

El canto gregoriano: camino de vida interior

El canto gregoriano es ante todo «el canto propio de la liturgia romana» (Vaticano II, Constitución sobre la liturgia Sacrosantum Concilium, nº 116). Desde San Pío X y el término de los primeros trabajos de erudición concernientes a la historia de este canto, pasando por el Concilio Vaticano II, y hasta Juan Pablo II, luego ahora Benedicto XVI, el Magisterio de la Iglesia no deja de reivindicar para sí una primacía que está muy lejos de detentar en la diversidad de las celebraciones litúrgicas contemporáneas.

Esta primacía, la Iglesia la concede al canto gregoriano, en tanto que oración y en tanto que arte musical sagrado. Él es incluso una norma, un criterio de evaluación de las otras composiciones litúrgicas en este dominio. En su carta para el centenario del Motu Proprio de San Pío X, Tra Le Sollecitudini(22 de noviembre de 1903), el Papa Juan Pablo II redefinía las tres cualidades fundamentales de la música litúrgica: la sacralidad, la belleza, la universalidad. Y concluía así, antes de retomar la fórmula del Concilio: «Entre las expresiones musicales que mejor responden a las cualidades requeridas para la noción de música sagrada, especialmente litúrgica, el canto gregoriano ocupa un lugar particular» ( Juan Pablo II, Carta bajo forma de Quirógrafo, del 22 de noviembre de 2003). Él es verdaderamente, por excelencia, «el canto propio de la liturgia romana», es decir su tesoro, la expresión cantada más auténtica y la más acabada del misterio de salvación celebrado en la liturgia.

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3.08.14

El Opus Dei, la Obra de Dios

El culto de Dios en su forma perfecta, la alabanza divina en su expresión litúrgica la más acabada, tal es la ocupación central y primera de la vida monástica: aquello que San Benito llama la Obra de Dios, «Opus Dei», la Obra que tiene a Dios y solamente a Dios por objeto directo, la Obra que magnifica a Dios, la Obra que realiza unas cosas divinas, la Obra en la cual Dios se interesa por sobre todo, de la cual Él es el agente principal, pero que Él ha querido realizar por unas manos y unos labios humanos. El Sacrificio eucarístico es la Obra central del culto católico, pero en torno de este sacrificio, al cual los monjes donan un esplendor y una solemnidad particular, se agrupan las diversas horas de la alabanza divina, celebradas ellas también con todo el esplendor de los cantos y de las ceremonias de la Iglesia. Al mismo tiempo que la vida cristiana tal como ella es vivida comúnmente en el mundo, no deja a Dios sino una parte poco considerable y unos instantes fugaces, más ahora que la celebración solemne de los divinos oficios ha cesado casi en todas partes en la Iglesia y ha sido desterrada por las almas cristianas, los monjes pertenecen por toda su vida, por todas las horas del día y de la noche al culto divino, a la alabanza divina. Ellos velan constantemente para que sobre la tierra se eleve hacia el cielo un concierto de voces que bendicen el nombre de Dios.

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27.07.14

Las tres estaciones de la humildad

Dom Columba Marmion

Carta de Dom Columba Marmion a una hermana religiosa

11 de diciembre de 1895.

Tu carta me ha proporcionado una gran alegría al comprobar que, a pesar de tu indignidad, es Dios quien te guía y se muestra extremadamente misericordioso contigo. Tu mayor empeño debiera ser el de alcanzar una gran humildad, porque es el mejor camino para llegar al amor de Dios. Porque es tan grande el poder de Dios, que puede convertir nuestra misma corrupción en oro puro de su amor, a condición de que no haya obstáculo que lo impida; y el mayor obstáculo es precisamente el orgullo. Puedes creerme cuando te digo que, si eres sinceramente humilde, Dios hará lo demás.

Quizás te pueda ser provechosa una sencilla práctica de que yo me sirvo, para alcanzar la humildad. Y consiste en hacer cada día tres estaciones.

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24.07.14

Ha resplandecido, Señor, sobre nosotros la luz de tu rostro

La Liturgia de las Horas, en la edición española, nos trae hoy una luminosa palabra de Dios (jueves, XVI sem. T.O.), la que nos transmite el Apóstol San Pablo: «El Dios que dijo: “brille la luz del seno de la tiniebla” ha brillado en nuestros corazones, para que nosotros iluminemos, dando a conocer la gloria de Dios, reflejada en Cristo» (2Corintios 4,5-18).

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