4.12.14

San Juan Damasceno, 4 de diciembre

San Juan DamascenoSan Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia, nació en Damasco, Siria, hacia el 675, en el seno de una familia cristiana. Gran conocedor de la filosofía ingresó en el monasterio de San Sabas, próximo a Jerusalén. Ordenado sacerdote, fue gran predicador y escritor. Murió a mediados del siglo VIII.

Nace Juan en una «tierra santa», de muy antigua cristiandad, en la ciudad donde se convirtió San Pablo. Nace en la Siria de San Ignacio de Antioquía (+107), de San Policarpo (+155 ), de San Efrén (+373), también doctor de la Iglesia, de San Simón el Estilita (+459), en la tierra que por obra del Espíritu Santo engendró el monacato sirio, que, con el de Egipto, fue uno de los modelos más importantes del monacato antiguo. Nace en la Siria de los venerables templos antiquísimos, en la Siria que actualmente está dando a la Iglesia tantos miles de mártires cristianos.

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26.11.14

¡Ay del alma en la que no habita Cristo!

Así como en otro tiempo Dios, irritado contra los judíos, entregó a Jerusalén a la afrenta de sus enemigos, y sus adversarios los sometieron, de modo que ya no quedaron en ella ni fiestas ni sacrificios, así también ahora, airado contra el alma que quebranta sus mandatos, la entrega en poder de los mismos enemigos que la han seducido hasta afearla.

Y del mismo modo que una casa, si no habita en ella su dueño, se cubre de tinieblas, de ignominia y de afrenta, y se llena de suciedad y de inmundicia, así también el alma, privada de su Señor y de la presencia gozosa de sus ángeles, se llena de las tinieblas del pecado, de la fealdad de las pasiones y de toda clase de ignominia.

¡Ay del camino por el que nadie transita y en el que no se oye ninguna voz humana!, porque se convierte en asilo de animales. ¡Ay del alma por la que no transita el Señor ni ahuyenta de ella con su voz a las bestias espirituales de la maldad! ¡Ay de la casa en la que no habita su dueño! ¡Ay de la tierra privada de colono que la cultive! ¡Ay de la nave privada de piloto!, porque, embestida por las olas y tempestades del mar, acaba por naufragar. ¡Ay del alma que no lleva en sí al verdadero piloto, Cristo!, porque, puesta en un despiadado mar de tinieblas, sacudida por las olas de sus pasiones y embestida por los espíritus malignos como por una tempestad invernal, terminará en el naufragio.

¡Ay del alma privada del cultivo diligente de Cristo, que es quien le hace producir los buenos frutos del Espíritu!, porque, hallándose abandonada, llena de espinos y de abrojos, en vez de producir fruto acaba en la hoguera. ¡Ay del alma en la que no habita Cristo, su Señor!, porque, al hallarse abandonada y llena de la fetidez de sus pasiones, se convierte en hospedaje de todos los vicios.

Del mismo modo que el colono, cuando se dispone a cultivar la tierra, necesita los instrumentos y vestiduras apropiadas, así también Cristo, el rey celestial y verdadero agricultor, al venir a la humanidad desolada por el pecado, habiéndose revestido de un cuerpo humano y llevando como instrumento la cruz, cultivó el alma abandonada, arrancó de ella los espinos y abrojos de los malos espíritus, quitó la cizaña del pecado y arrojó al fuego toda la hierba mala; y, habiéndola así trabajado incansablemente con el madero de la cruz, plantó en ella el huerto hermosísimo del Espíritu, huerto que produce para Dios, su Señor, un fruto suavísimo y gratísimo.

De las Homilías atribuidas a san Macario, obispo

(Homilía 28: PG 34, 710-711)

23.11.14

El cumplimiento de las promesas mesiánicas en el Reinado social de Jesucristo

«Cristo es imagen de Dios invisible, Primogénito de toda creatura. Todo fue creado por Él y para Él» (Col 1)

  Celebramos hoy con la Iglesia la solemnidad de Cristo Rey. La muerte en la cruz del Señor sigue siendo hoy para millones de personas motivo de escándalo. Ellos y también nosotros nos preguntamos si ha cambiado algo en la historia desde que Jesús ha redimido al mundo muriendo de esta manera. Nos preguntamos cómo poder dar un anhelo de esperanza al atemorizado mundo actual cuando nuestro Salvador ha muerto crucificado… Cuál es el sentido de esta realeza de Cristo…

  A lo largo de la historia, el problema del «fracaso» del cristianismo como solución redentora y liberadora del hombre, ha sido motivo de constante debate. Una polémica secular entre cristianos y judíos, ha sido precisamente el del cumplimiento de las promesas mesiánicas: ¿Se han cumplido verdaderamente en Cristo las promesas mesiánicas? Si la respuesta es negativa, la conclusión se impone: Cristo no es el Mesías. En el siglo II San Justino el Filósofo, samaritano convertido al cristianismo, trata precisamente esta temática en su diálogo con el judío Trifón. Éste le dice: «¿reconocéis vosotros que Jerusalén será restaurada, que vuestro pueblo se congregará, esperáis triunfar juntamente con los Patriarcas y Profetas, los que fueron de nuestro linaje, los que se juntaron con nosotros antes de que viniese vuestro Cristo?». Estamos ante el problema central. El judío le dice al cristiano: ¿esperáis vosotros lo que los Profetas anunciaron o no lo esperáis? Estos habían prometido la reunión del Israel disperso, la liberación de Israel y del mundo entero de las guerras, de la opresión, de la tiranía, la justicia para los pobres y para los mansos; que todas las naciones buscarían en Israel la Ley salvadora de Dios; la paz mesiánica. ¿Lo ha traído Cristo?

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15.11.14

La tenebrosa luz de la contemplación infusa: carta del Padre Pío a un alma atribulada

Hija querida del Padre celestial:

Su corazón es siempre el templo del Espíritu Santo. Que Jesús visite su espíritu y la consuele y la sostenga y saque del estado de desolación extrema en que la bondad de su Padre ha querido colocarla. Así sea. Perdone mi atrevimiento al permitirme dirigirle esta pobre carta mía sin haberle conocido nunca personalmente, porque debe saber que hace muchos años ruego al Divino Maestro darme a conocer ante El su alma y sus designios divinos sobre Ud. También ha sido beneplácito suyo manifestarme el estado actual en que Ud. se encuentra y El mismo me manda escribirle esta carta para que con ella reciba consuelo.

Que sea siempre bendito El también en esto. Hago votos ardientísimos al Señor para que la presente le sirva de mucho alivio y de total seguridad. Ahora Jesús me hace saber que no tema el amplio estado espiritual por la crisis actual que atraviesa, ya que todo resultará a gloria suya y al perfeccionamiento de Ud. El quiere que deje y abandone todos esos temores que tiene acerca de la salvación eterna, que no aumente esas sombras que el demonio va haciendo cada vez más densas para atormentarla y separarla de Dios si eso le fuera posible. Su desolación actual no es que Dios la abandone, ya que su divina misericordia la va haciendo cada vez más acepta: El permite todo esto para asemejarla a su Hijo divino en las angustias del desierto, del huerto y de la cruz. Lo mejor que puede hacer es aceptar con alegría y serenidad la prueba presente sin desear verse liberada. Humíllese bajo la poderosa y paternal mano de Dios, aceptando con sumisión y paciencia las tribulaciones que le envía para que pueda exaltarla dándole su gracia cuando El la visite.

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9.11.14

Permanezco pasmada de la grandeza de las ceremonias de la Iglesia (Sta. Teresa)

“Tres milagros florecen sin cesar en el jardín de la Esposa de Cristo: la sabiduría de los doctores, el heroísmo de sus santos y de sus mártires, el esplendor de su Liturgia. Et hi tres unum sunt!  (Y estos tres son uno).

Estas tres cosas hacen solo una, puesto que la Liturgia es ella misma un canto de sabiduría y de amor: resume los dos órdenes de la inteligencia y de la caridad y los hace subir en oración.

Por eso no es sorprendente que cuando la acción litúrgica golpea nuestros ojos y nuestros oídos, percibamos allí el secreto de nuestro destino y que un estremecimiento sagrado se apodere de todo nuestro ser como ocurrió con Juan Bautista a la voz de María.

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