La apologética es la ciencia que demuestra racionalmente la credibilidad de la fe y defiende a la fe de los ataques que pretenden invalidarla o desestimarla. Lamentablemente, después del Concilio Vaticano II la apologética católica sufrió un eclipse muy notorio y casi generalizado, debido a influjos protestantizantes y liberalizantes en el pensamiento católico. Los protestantes tienden a ver a la apologética como una de las “obras” humanas -contrapuestas a la gracia de Dios y a la fe (“sola gracia” y “sola fe” son principios protestantes)- que no pueden contribuir a la salvación del hombre. Los liberales tienden a ver a la apologética como un intento intolerante o fanático de imponer la propia fe a los no creyentes, opuesto al espíritu de diálogo y a la convivencia pacífica. En la perspectiva católica, en cambio, el hombre contribuye a la obra divina de la redención, por medio de su respuesta libre a la gracia de Dios (respuesta que, también ella, si es positiva, es obra de la gracia); y resulta sumamente lógico y “natural” que el cristiano procure compartir con los demás la alegría de la fe y la esperanza de la salvación, sin recurrir a violencia alguna, confiando en la fuerza intrínseca de la verdad revelada por Dios en Cristo.
La Providencia ha querido preservar a la Iglesia Católica en los Estados Unidos de América de la aludida crisis general de la apologética católica. En realidad, en Estados Unidos la apologética católica no sólo ha sido conservada, sino que ha vuelto a florecer en las últimas décadas, por medio de las obras de Karl Keating, Scott Hahn y muchos otros magníficos apologistas católicos. En este artículo quiero comentar brevemente un libro de uno de los principales exponentes del vibrante ambiente de la apologética católica norteamericana: Stephen K. Ray, Upon this Rock. St. Peter and the Primacy of Rome in Scripture and the Early Church, Ignatius Press, San Francisco, 1999.
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