Comentario de: Guillermo Gonzalez and Jay W. Richards, The Privileged Planet. How our place in the cosmos is designed for discovery, Regnery Publishing Inc., Washington DC, 2004.
Un estimulante comentario del Dr. Francisco José Soler Gil me ha impulsado a cambiar de plan y dejar para más adelante el anunciado post sobre el principio antrópico. Espero que el presente post aclare más las tesis defendidas en “El planeta privilegiado”. Muchas gracias, Dr. Soler.
La definición que el Dr. Soler da del principio copernicano coincide con lo que González y Richards llaman “principio cosmológico”. Pero González y Richards (y yo con ellos) distinguen entre dos principios diferentes: el principio cosmológico, que es un principio de uniformidad del universo, y el principio copernicano, que es un principio de mediocridad, referido a nuestra ubicación o importancia dentro del universo.
Según González y Richards, el principio cosmológico establece que a escalas muy grandes el universo es homogéneo e isótropo, es decir que la materia está distribuida de un modo parejo y que el universo luce igual en todas las direcciones. Este principio permitió a Einstein aplicar la relatividad general al universo en su conjunto.
Por su parte, el principio copernicano circula en dos variantes muy relacionadas entre sí. La variante modesta dice que deberíamos asumir que no hay nada especial o excepcional en el lugar o el tiempo que ocupamos en el cosmos. Esta forma del principio copernicano, aunque hasta hace poco podía parecer bastante plausible desde el punto de vista científico, hoy se encuentra gravemente amenazada por las múltiples evidencias científicas que aduce el libro comentado. Por otra parte, la variante audaz del principio copernicano dice que los seres humanos no estamos aquí por un propósito, que el cosmos no fue diseñado con nosotros en mente y que nuestro status metafísico es tan insignificante como nuestra ubicación astronómica.
El principio copernicano, en sus dos variantes, está fuertemente influido por la interpretación naturalista de la “revolución copernicana”. Como vimos en el primer post de esta serie, esa interpretación asume que el desarrollo de la ciencia completó lo que Copérnico había iniciado, quitando sucesivamente a la Tierra, el Sol, el Sistema Solar y la Vía Láctea, no sólo del centro geométrico del universo, sino también de su “centro metafísico”, por así decir. La obra de González y Richards es una concienzuda crítica del principio copernicano en sus dos variantes y también de la pertinencia de dicha interpretación desde el punto de vista histórico.
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