InfoCatólica / Razones para nuestra esperanza / Categoría: Doctrina Social y Política

13.01.11

Dos antropologías en conflicto (6)

6. Dos espíritus contrapuestos

A lo largo de esta serie de artículos he descrito el conflicto entre las dos antropologías principales de nuestro tiempo: la antropología cristiana y la antropología individualista. En este artículo final procuraré mostrar que esas dos antropologías provienen de dos espíritus contrapuestos y tienden a producir frutos contrarios entre sí.

Dos amores construyeron dos ciudades: el amor de Dios hasta el desprecio de uno mismo, la ciudad de Dios; el amor de uno mismo hasta el desprecio de Dios, la ciudad terrena” (San Agustín, La Ciudad de Dios, 14,28).

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7.01.11

Dos antropologías en conflicto (5)

5. Dos visiones de la laicidad

La antropología cristiana conduce a una visión de la laicidad como legítima autonomía de los asuntos temporales, de la cultura humana y de la comunidad política (cf. Concilio Vaticano II, constitución pastoral Gaudium et Spes, nn. 36, 59, 76). Esta visión católica de la laicidad contradice tanto al integrismo, que niega la autonomía de la realidad creada, como al secularismo, que la exagera considerándola como independencia respecto de Dios. Mientras que el integrismo une indisolublemente a la fe cosas que le pertenecen sólo accidentalmente, el secularismo separa de la fe cosas que le pertenecen sustancialmente. El Concilio Vaticano II rechaza ambos errores, afirmando que las cosas creadas y la sociedad gozan de leyes y valores propios, que el hombre debe descubrir y emplear, y que la realidad creada depende de Dios y debe ser usada con referencia a Él (cf. ídem, n. 36).

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1.01.11

Dos antropologías en conflicto (3)

3. Dos visiones de la sociedad

Según la antropología cristiana, el hombre es por esencia un ser individual y social a la vez. Para el ser humano, la sociedad no es un mal necesario, sino un bien. El hombre no existe para sí mismo, para buscar un disfrute egoísta de la vida, sino para dar gloria a su Creador (que es Amor), amando a Dios y al prójimo. Los dogmas de la comunión de los santos y del pecado original indican los lazos misteriosos pero reales que unen entre sí a todos los individuos humanos. Si alguien se eleva moralmente, eleva en cierto modo a la humanidad entera; y si alguien se degrada moralmente, degrada en cierto modo a toda la humanidad.

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25.11.10

Amenazas contra la familia y la vida en el Uruguay de hoy

El martes pasado, en la Facultad de Teología del Uruguay, dentro del Primer Ciclo de Charlas de “Fe y Razón”, me tocó presentar el tema titulado “Amenazas contra la familia y la vida en el Uruguay de hoy”. Mi presentación (que contiene 34 diapositivas) se puede leer o descargar en:
http://www.slideshare.net/diglesias/amenazas-contra-la-familia-y-la-vida-en-el-uruguay-de-hoy

Aprovecho la ocasión para recomendarles el sitio Slideshare, que es similar a Youtube, pero publica presentaciones en lugar de videos.

Daniel Iglesias Grèzes

5.11.10

La civilización del amor

1. La virtud moral como justo medio

Aristóteles y otros filósofos de la Antigua Grecia sostuvieron que cada virtud moral se encontraba en un justo medio, flanqueada por dos vicios contrarios: un defecto y un exceso. Por ejemplo, la virtud de la valentía (el coraje perfecto) está en el justo medio entre la cobardía (un defecto de coraje) y la temeridad (un exceso de coraje). Otro ejemplo se refiere a la alimentación: el justo medio de la templanza en la comida y la bebida está en el justo medio entre un vicio por defecto (el ayuno exagerado) y un vicio por exceso (la gula), ambos perniciosos para el ser humano. Esta antigua forma de sabiduría moral fue sintetizada por el pensador romano Séneca en un conocido aforismo: todo con moderación”.

Los teólogos cristianos asimilaron esta idea de la filosofía griega y la integraron en el plano superior de la doctrina moral católica. Esto se puede apreciar en la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, que aplica este principio en forma sistemática. Así, por ejemplo, Santo Tomás considera que se puede faltar a la virtud de la castidad tanto por un exceso (la lujuria, afán desorbitado de placer sexual) como por un defecto (la insensibilidad, falta del sentimiento de atracción sexual).

Es preciso aclarar que esta concepción de Aristóteles y Santo Tomás de la virtud como justo medio no equivale a una “áurea mediocridad”. No se parte de los errores opuestos para promediarlos y llegar así a un punto medio, sino que, desde la altura del bien, hay dos formas distintas de caer, por exceso y por defecto. Lo originario no son los errores, sino la verdad y el bien. La verdad no es una cosa intermedia lograda a partir de los errores. Cuando Santo Tomás combate dos errores opuestos, lo hace remontándose al principio falso que ambos errores tienen en común y poniendo en su lugar al principio verdadero.

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