InfoCatólica / Razones para nuestra esperanza / Categoría: Doctrina Social y Política

19.06.10

Tras la virtud (Alasdair MacIntyre)

Es siempre peligroso establecer paralelismos demasiado precisos entre un período histórico y otro; y entre los más engañosos de tales paralelismos están aquellos que han sido establecidos entre nuestra propia época en Europa y Norteamérica y la época en la cual el Imperio Romano declinó adentrándose en la Edad Oscura. No obstante existen ciertos paralelismos. Ocurrió un punto de inflexión crucial en esa historia anterior cuando hombres y mujeres de buena voluntad se apartaron de la tarea de apuntalar el imperium Romano y cesaron de identificar la continuación de la civilidad y de la comunidad moral con la conservación de ese imperium. Lo que ellos se propusieron lograr en lugar de eso –a menudo sin darse cuenta completamente de lo que estaban haciendo- fue la construcción de nuevas formas de comunidad dentro de las cuales la vida moral podía ser sostenida, de modo que tanto la moralidad como la civilidad pudieran sobrevivir en la era adveniente de barbarie y oscuridad. Si mi descripción de nuestra condición moral es correcta, deberíamos también concluir que desde hace algún tiempo también nosotros hemos alcanzado ese punto de inflexión. Lo que importa en esta etapa es la construcción de formas locales de comunidad dentro de las cuales la civilidad y la vida intelectual y moral puedan ser sostenidas a través de la nueva edad oscura que ya está sobre nosotros. Y si la tradición de las virtudes fue capaz de sobrevivir los horrores de la última edad oscura, nosotros no estamos enteramente carentes de fundamentos para la esperanza. Esta vez, sin embargo, los bárbaros no están esperando más allá de las fronteras; ellos ya han estado gobernándonos por bastante tiempo. Y es nuestra falta de conciencia de esto lo que constituye parte de nuestro problema. No estamos esperando a un Godot, sino a otro –indudablemente muy diferente- San Benito.

(Alasdair MacIntyre, After Virtue. A Study in Moral Theory, University of Notre Dame Press; Notre Dame, Indiana, 1984, Second Edition, p. 263).

(Traducido del inglés por Daniel Iglesias Grèzes).

Nota del Traductor: After Virtue (Tras la virtud) fue uno de los libros de filosofía moral más influyentes de los años ’80 en Norteamérica. El autor, nacido en Escocia en 1929 y residente en los Estados Unidos, se convirtió al catolicismo a principios de los ’80 y ahora procura seguir un enfoque tomista en la filosofía moral. El texto aquí citado es el párrafo final de After Virtue.

4.06.10

La acción política de los católicos (3)

5. Tres modelos de participación política

Como nos recordaron hace algún tiempo los Obispos uruguayos, la acción política de los católicos debe ser regida por los tres principios básicos sintetizados en esta célebre máxima de San Agustín: Unidad en lo necesario, libertad en lo opinable, caridad en todo (cf. Conferencia Episcopal Uruguaya, Católicos. Sociedad. Política. Documento pastoral y de trabajo de los Obispos para las Comunidades en el Año Electoral 2004, pp. 65-66).

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3.06.10

La acción política de los católicos (2)

4. La “sociedad del divorcio”

Esta segunda entrega de la serie está inspirada en diversos escritos de Josep Miró i Ardèvol sobre la “sociedad de la desvinculación” y en Mons. Nicolás Cotugno, Prólogo, en: Instituto Arquidiocesano de Bioética “Juan Pablo II”, Compendio de Bioética Cristiana, Montevideo 2008, p. XIII.

Utilizaré la metáfora del divorcio para caracterizar la sociedad occidental contemporánea en su vertiente individualista y secularista, que parece ser la dominante. Nuestra sociedad puede ser descripta como “sociedad del divorcio”, pues ha divorciado o está divorciando realidades que deben permanecer unidas o en fecunda relación. En efecto, ella se caracteriza por varios “divorcios”, que paso a describir.

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2.06.10

La acción política de los católicos (1)

1. La dimensión política de la fe cristiana

La Iglesia Católica reconoce la justa autonomía de la realidad terrena, de la cultura humana y de la comunidad política (cf. Concilio Vaticano II, constitución pastoral Gaudium et Spes, nn. 36, 59, 76). Este principio católico contradice tanto al integrismo, que niega la autonomía de la realidad creada, como al secularismo, que la exagera considerándola como independencia respecto de Dios. Mientras que el integrismo une indisolublemente a la fe cosas que le pertenecen sólo accidentalmente, el secularismo separa de la fe cosas que le pertenecen sustancialmente. El Concilio Vaticano II rechaza ambos errores, afirmando que las cosas creadas y la sociedad gozan de leyes y valores propios, que el hombre debe descubrir y emplear, y que la realidad creada depende de Dios y debe ser usada con referencia a Él (cf. ídem, n. 36).

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