La razón humana y el misterio de Dios

Se dice que Santo Tomás de Aquino, el mayor teólogo y filósofo medieval, tuvo hacia el final de su vida, mientras celebraba Misa, una experiencia mística que lo indujo a dejar inconclusa su obra magna, la Suma Teológica. Su amigo fray Reginaldo le rogó que volviese a sus costumbres ordinarias de leer y escribir, pero Tomás le respondió: “No puedo escribir más. He visto cosas ante las cuales mis escritos son como paja". Volvió a la sencillez extrema de su vida monástica (era dominico, es decir: pertenecía a la orden mendicante fundada en 1215 por Santo Domingo de Guzmán) y sólo dejó su retiro por obediencia al Papa, quien requirió su presencia en el Concilio de Lyon II (1274). Se puso en camino, pero poco después de comenzar el viaje enfermó y fue conducido a un monasterio. Allí pidió que le fuese leído todo el canto de Salomón, confesó sus pecados y murió. El confesor dijo que su confesión había sido como la de un niño de cinco años (cf. G. K. Chesterton, Santo Tomás de Aquino, Colección Austral, Espasa-Calpe, Madrid 1985, pp. 130-133).

Santo Tomás tuvo la inteligencia más brillante de su época, pero sin embargo reconoció con humildad que la profundidad del misterio de Dios rebasa los límites del entendimiento humano. Todo ser humano debe usar el don divino de la razón para tratar de conocer la verdad. Más aún, el cristiano debe estar siempre dispuesto a dar razón de su esperanza a todo el que se la pida (cf. 1 Pedro 3,15); pero “el último paso de la razón es reconocer que hay una infinidad de cosas que la sobrepasan” (Blaise Pascal, Pensamientos, n. 466). Dios es siempre el Incomprensible y el Inefable. No obstante, este reconocimiento no anula el resultado de nuestros esfuerzos para penetrar en los misterios de la autorrevelación de Dios en su Hijo Jesucristo. Santo Tomás dio ese último paso que completó su trayectoria sólo al final de su monumental y valiosísima obra teológica.

Siguiendo el ejemplo de Tomás, debemos evitar dos errores contrarios:
• El error del racionalismo: pensar que la razón humana es autosuficiente para conocer plenamente a Dios, sin el concurso de la fe.
• El error del fideísmo: pensar que la razón humana es absolutamente impotente para conocer a Dios y que no puede fundamentar la fe cristiana.

Jesucristo nos revela el misterio de Dios. Sin embargo, debido a la finitud de la razón humana, no podemos comprender plenamente ese misterio. Ahora conocemos a Dios en forma imperfecta. En la vida eterna lo veremos cara a cara. La fe y la esperanza ya no serán necesarias, pero subsistirá el amor (cf. 1 Corintios 13,8-13). La Iglesia, mientras anhela la pronta venida del Reino de Dios y continúa en la tierra la misión del Redentor, no cesa de contemplar y estudiar los misterios divinos que conoce por la revelación. El estudio teológico, apoyado en la Sagrada Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia, permite comprender cada vez más profundamente, a la luz de la fe, la verdad revelada en Cristo y por Cristo. Conviene pues que los cristianos lean, mediten y estudien asiduamente los Libros Sagrados, para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo (cf. Filipenses 3,8), pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo (cf. Concilio Vaticano II, constitución Dei Verbum, nn. 24-25).

La fe cristiana en Dios no está basada en experiencias sensibles extraordinarias ni es un mero sentimiento religioso. Tiene un fundamento racional (los “preámbulos de la fe", que pueden ser demostrados racionalmente), pero en sí misma es suprarracional, un modo de conocimiento que supera el alcance de la razón y al cual sólo se puede acceder mediante una “conversión", una reorientación total de la propia vida hacia Dios. Esta conversión es entre otras cosas un “cambio en el pensamiento", sentido sugerido por la palabra griega “metanoia", empleada en el Nuevo Testamento para designar la conversión. La conversión tiene también una dimensión moral: es una decisión de entregar la propia confianza y el propio ser a Dios, revelado en su Palabra hecha carne, Jesucristo.

Blaise Pascal escribió que “el corazón tiene sus razones que la razón no conoce". Una persona que decide amar a otra puede relacionarse con ella de tal modo que la capacita para conocerla mucho más profundamente que antes. Es cierto que nadie ama lo que no conoce; pero también es cierto que, en cierto modo, nadie conoce lo que no ama. Esto, que ocurre siempre, aunque en distintos grados, se da eminentemente en el caso de la relación del hombre con Dios. La fe no es un mero conocimiento, al que se puede acceder sin comprometer la propia vida. Involucra la decisión de arrojarse confiadamente en los brazos de Dios, de dejarse transformar por su gracia, de amarlo de todo corazón. En vano procurará conocer el misterio de Dios quien no esté dispuesto a responder de esta forma al llamado de Dios. Por eso, es posible acumular mucha erudición y tener muy poca sabiduría. Y a la inversa, una persona puede ser inculta a los ojos del mundo y ser muy sabia a los ojos de Dios.

Ruego a Dios todopoderoso y eterno que, por medio de su Hijo Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, nos conceda crecer cada día en el conocimiento del único Dios verdadero, de quien procede toda verdad, bondad y belleza; y que este conocimiento nos impulse a amarlo cada vez más y a unirnos a Él para siempre.

Daniel Iglesias Grèzes


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6 comentarios

  
Luis I. Amorós
Magnífico
29/01/14 9:18 PM
  
Juan Argento
Muy buen articulo, Daniel.

La fe meramente intelectual es la fe muerta a la que se refiere el apostol Santiago en su carta, la fe que no está "formada" (en el sentido aristotelico forma-materia) por la caridad. Por eso San Pablo dice que en Cristo Jesús tiene valor solamente "la fe que actúa por la caridad" (Gal 5,6), la fe "viva".

Y dado que la fe es la via de acceso al conocimiento de Dios, cabe distinguir correspondientemente dos conocimientos de Dios: el meramente intelectual, asociado a la fe muerta, y el vital, asociado a la fe viva, a la fe formada por la caridad. Solamente por el segundo tenemos la participacion de la vida divina, la vida eterna, como dijo Jesús en su oracion sacerdotal: "Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y al que Tú has enviado, Jesucristo." (Jn 17.3)

Que el conocimiento al que se refiere Jesús no es meramente intelectual sino vital, unido a la caridad, lo deja bien claro Juan en su primera carta: "En esto sabemos que le conocemos (a Jesucristo): en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud." (1 Jn 2,3-5a)



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DIG: Muchas gracias, Juan.
29/01/14 10:28 PM
  
Néstor
Muy bien. Parece evidente que Santo Tomás no esperó al final de su vida para reconocer la trascendencia del misterio divino y que fue un místico, además, al mismo tiempo que desarrollaba su obra filosófica y teológica.

El dicho de Santo Tomás sobre la obra de toda su vida, que a la luz de lo revelado por Dios en su experiencia mística le parecía como paja, lo usan muchos hoy día para relativizar la filosofía y la teología tomistas, no en favor del Misterio inefable, sino en favor de otras filosofías y teologías inspiradas en Kant, Hegel, Heidegger, etc.

Es decir, piensan estos autores en el fondo, que si todo es paja, da lo mismo en definitiva esto que aquello.

Para evitar esa conclusión relativista, me parece que hay que reconocer que hay un punto en el tomismo y en toda doctrina verdadera, en el cual no nos encontramos con "paja", sino con hierro, o el mineral más duro y resistente que se nos ocurra, y es cuando hay dos proposiciones contradictorias enfrentadas entre sí.

Necesariamente ahí una es verdadera y la otra falsa, también, atención, para Dios.

Habría que decir que ante todo para Dios. Porque es el Ser mismo de Dios, que es puro Ser, y absolutamente irreductible al no ser, el que impone esta ley a todas las cosas y a todas las mentes: una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido.

Saludos cordiales.

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DIG: De acuerdo. En una de sus experiencias místicas, Santo Tomás sintió que Jesucristo le decía: "Has hablado bien de mí". La contradicción entre esas dos experiencias místicas de Tomás (la mencionada aquí y la mencionada en el post) es sólo aparente. El mismo Santo Tomás lo explicó más o menos así: aunque nuestros conocimientos teológicos sean poca cosa en comparación con el infinito misterio de Dios, igualmente esos conocimientos valen más que todos los demás que tenemos, por su importancia fundamental y decisiva.

Gracias, Néstor.
30/01/14 1:22 AM
  
Ricardo de Argentina
"La fe no es un mero conocimiento, al que se puede acceder sin comprometer la propia vida. Involucra la decisión de arrojarse confiadamente en los brazos de Dios, de dejarse transformar por su gracia, de amarlo de todo corazón. En vano procurará conocer el misterio de Dios quien no esté dispuesto a responder de esta forma al llamado de Dios. "
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Si aplicásemos este criterio a las clases de religión que se imparten en ciertas escuelas, o a las de catequesis en ciertas parroquias, ¡vaya chasco que nos llevaríamos!
31/01/14 2:08 AM
  
Pepito
Según Don Eudaldo Forment, estudioso de Santo Tomás, se desconoce la causa de la muerte tan temprana de Santo Tomás de Aquino. Ninguno de sus biógrafos, ni los testigos del proceso de canonización indican la naturaleza de su enfermedad mortal.

Dante Alighieri, cuarenta años después en La Divina Comedia, dice que Santo Tomás no murió de muerte natural, sino envenenado por orden del Rey de Nápoles, Carlos de Anjou, que ya antes había hecho decapitar al Príncipe Corradino.

Dante en la parte del Purgatorio de La Divina Comedia dice: "Carlos vino a Italia, y por enmienda hizo víctima a Corradino, y después envió al cielo Tomás, por enmienda."

Parece que el móvil fué que a Carlos no le interesaba políticamente que Santo Tomás fuese al Concilio II de Lyon, ya que se podrían poner de acuerdo los griegos y los romanos con las consecuentes resultantes políticas de tal unión doctrinal.

Así pues vemos como una vez mas la Teología influye en la Política.

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DIG: No conocía esa teoría. No sé qué tan creíble sea, pero gracias de todos modos.
31/01/14 2:07 PM
  
MANRIQUE IRIARTE
Gracias, Daniel, por tan buen artículo. Se palpa la presencia del Espíritu Santo. Ha sido muy esclarecedor para mi conversión. Que Dios te bendiga. Me gustaría mucho tener más contactos contigo. Un abrazo en Cristo.

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DIG: Muchas gracias, Manrique. Me impresiona y emociona lo que nos cuentas. Doy gracias a Dios por haberme concedido ser de alguna ayuda para ti, pese a mi pobreza. Si quieres puedes escribirme a mi email. Se indica al final de la página que presenta al autor del blog. Te saludo fraternalmente en Cristo.
14/04/18 6:11 PM

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