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21.11.14

(43) Que somos tierra muerta sin Cristo.

1.- Nosotros somos la tierra, el Hijo del Hombre es el Agua.

2.- Llevamos ya demasiado tiempo con los ojos vueltos hacia la tierra. Ya es hora de volverlos hacia lo alto, hacia el oriente, hacia el Nuevo Edén, cuya tierra es azul transfigurado, transida de olivos transparentes y corderos que pacen con leones.

3.- La tierra está llena de la gracia del Señor, “Gratia Domini plena est terra” (Sal Vulg 32, 5). Porque

“Dios quiere que todo el mundo se salve y llegue al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo, 2:4).  

Por eso, tema al Señor toda la tierra, timeat Dominum omnis terra (Sal Vulg 32, 8). Por su voluntad antecedente, quiere el Señor que todos se salven, y a todos proporciona su merced suficientísima. -Cuantos se condenen, será por propia culpa, no por falta de auxilio. Así, quien no quiere a Dios no tiene excusa, porque

“la gracia del Señor llena toda la tierra” (Sal 32 Vulg, 8)

4.- A lo largo y a lo ancho de su Reino el Señor derrama su Agua. Levantamos los ojos, y vemos en primicia la Tierra Nueva prometida, eucarísticamente anticipada, en una primicia sacramental; camino que pasa al otro lado, tras el muro de romero azul de la gracia, al norte, y al este y al sur, y al oeste de todo este polvo que somos.

Génesis 13, 14: El Señor dijo a Abrám, después que Lot se separó de él: “Levanta los ojos, y desde el lugar donde éstas, mira hacia el norte y el sur, hacia el este y el oeste, 15 porque toda la tierra que alcances a ver, te la daré a ti y a tu descendencia para siempre. 16 Yo haré que tu descendencia sea numerosa como el polvo de la tierra. Si alguien puede contar los granos de polvo, también podrá contar tu descendencia. 17 Ahora recorre el país a lo largo y a lo ancho, porque yo te lo daré”.

5.- En el desierto de los eremitas la tierra es transparente. Los monjes alaban a Dios cristalizando la Tierra, en una epifanía de la Jerusalén celestial.

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6.- El unicornio terrestre, narval de la belleza, ¿recorrerá tal vez los bosques de la Tierra Nueva, cuando todas las especies vivas recuperen su perfecta identidad creada, soñada por el arte y los cuentos de hadas? Y es que el legendario unicornio, a hechura de un icono del Edén perdido, parece concentrar en su figura subcreada el insaciable anhelo del Jardín, cuya melancolía baña todo nuestro ser, como escribe Tolkien a su hijo Christopher:

“hubo un Edén en esta muy desdichada tierra. Todos lo añoramos y tenemos constantes atisbos de él; nuestra entera naturaleza, en lo que tiene de mejor y menos corrompido, de más gentil y humano, está todavía bañada por la sensación de exilio”

7.- Con qué sobreabundacia de forma bella y gratuita el Señor creó al narval, el unicornio delfín y marino, príncipe del hielo y la blancura. ¿Será tal vez la forma realista y acuática de los cuentos de hadas, la adaptación del unicornio al Tiempo Caído? ¿Representa el narval la fuga de lo bello del dominio de la tierra?

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8.- Sólo con oración y ayuno se aleja a los demonios que quieren inundar la tierra con la sangre del nasciturus.

9.- Cristo escribía en la tierra frente a corazones de granito. Qué estaría escribiendo, sólo pudo saberlo la que no fue herida por las piedras, la que besó sus pies y al levantarse contempló su palabra, escrita con los dedos.

10.- Los pobres de los pobres comen tierra, mientras los ricos empachados reclaman libertad para pecar.

11.- Sobre la Tierra Media extiende Tolkien las figuras de nuestro combate contra el mal, que canta Gaudium et Spes con épica teológica. La espada de Aragorn, como palabra de un Rey que ha de volver, también tiene doble filo.

12.- El Dios de los Ejércitos, cuando quiere, pone al malvado boca en tierra, para que calle y no difunda su maldad con lengua hereje y confitada. O bien aumenta su poder con su divina permisión, dejando al aire su obstinación afilada, su dentadura prometeica y apóstata.

13.- Pululan los demonios por la tierra buscando ahogar el Agua. Estamos en guerra. Pero Cristo es fuerte surtidor que irrumpe hacia lo alto, desde los pozos profundos de su Iglesia. Y sólo Él puede ahogar la idolatría tenebrosa de la superficialidad originaria, contra la que nos alertaba, con  bellísimo discurso, el P. Evagrio Lopez Alvarez en post De orquídeas, abejas, pájaros y ángeles:

“en uno de sus comentarios al Génesis, San Agustín respecto a la creación de los vegetales apunta al hecho de que no fueron creados en un día propio, sino en el mismo día en que Dios disipó las incomodidades de las aguas reuniéndolas en un solo lugar para que apareciera el suelo: «como por las raíces se unen a la tierra y permanecen fijas en ella, quiso que éstas perteneciesen al mismo día» (   ). En verdad, esta estabilidad ligada a la profundidad del arraigarse contradice radicalmente la girovagancia de los demonios,  siempre errantes, nunca estables, enemigos de toda profundidad, fascinados por la superficialidad originaria precisamente en cuanto que prefieren negar la creación.

A propósito de esta idolatría tenebrosa de la superficialidad originaria, me vienen a la mente las palabras con que se describe Mefistófeles en el Fausto de Goethe:

«Soy un espíritu que continuamente estoy negando la evidencia de las cosas, y no me falta razón en parte, porque todo lo que existe, al fin y al cabo, es una mentira que se convertirá en polvo y que, para llegar a este resultado hubiera sido preferible que no hubiese existido jamás. En una palabra, lo que ustedes llaman pecado y destrucción, y más especialmente mal, es el elemento que me constituye».”

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14.- De la Santa Eucaristía recibimos el nutriente, que rompe por dentro en nosotros la tierra caída, hasta que el sueño del pecado se quebrante, y quede el alma abierta en herida, y sangre con Cristo y nazca.

15.- San Antonio María Claret se describe a sí mismo como tierra en un pasaje sobrecogedor de su Autobiografía, 680:

“1859. En el día 6 de enero del año 1859, el Señor me dio a conocer que yo soy como la tierra; en efecto, tierra soy. La tierra es pisada y calla; yo debo ser pisado y debo callar. La tierra sufre el cultivo: yo debo sufrir la mortificación. La tierra, finalmente, necesita Agua para producir, yo necesito la gracia para hacer obras buenas”.

LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI

¡Santidad o muerte!

Alonso Gracián