La Iglesia armenia (y VIII)

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El hundimiento del Irán safávida. Predominio ruso y otomano en el Cáucaso.

En 1694 ascendió al trono de Isfahán Sultán Husayn, descendiente directo de Abbas I el Grande. Fue un monarca débil, que dejó el gobierno en manos de diversos favoritos, y durante cuyo reinado se produjo la decadencia del Irán safávida, acosado por la ineficacia burocrática, las querellas con la aristocracia Quizilbash, las amenazas exteriores y las rebeliones internas.

Fue precisamente una de estas, la del pastún afgano Mirwais Kan Hotak, la que produjo un rápido derrumbamiento: tras vencer al ejército del shahansha en la batalla de Gulnabad en 1722, los afganos sitiaron Isfahán y, ante el pasmo general, lograron que el Husayn se rindiera y abdicara el torno en Kan Hotak. El reino entró en una descomposición acelerada: mientras los afganos dominaban el centro y el oriente, algunos gobernadores se declararon independientes, y Tahmasp, hijo mayor de Husayn, se refugió en el Cáucaso Oriental donde recibió el apoyo de muchos jefes y tribus locales azeríes para intentar reavivar a la dinastía safávida.

En esa tesitura, el sultán otomano Ahmed III invadió la parte occidental de Irán, tomando Georgia y Armenia, y el zar Pedro el Grande desempolvó el viejo plan de Israel Ori e invadió con un gran ejército la Transcaucasia por el norte. Ambos lograron fáciles victorias, y en un momento dado estuvieron a punto de entrar en guerra por los despojos safávidas, hasta que la mediación de Francia (tradicional aliada de ambos contra los Habsburgo) logró alcanzar un acuerdo en el tratado de Constantinopla, en el año 1724, por el que se dividían los territorios caucásicos que habían pertenecido a los safávidas tomando como referencia el parteaguas de los cursos de los ríos Kura y Aras, el oriente del cual pasaría al zar, y el occidente a los otomanos. Eso suponía que casi toda Armenia pasaba a dominio de Constantinopla, que además logró derrotar a Ashraf Kan, sucesor de Mirwais Hotak, convirtiendo a la dinastía afgana de Irán en vasalla y anexionándose Mesopotamia y la Persia occidental.

Acompañando a las tropas rusas en su campaña estaba Minas Tigrayan, el compañero de fatigas de Israel Ori, que había sido ordenado obispo de los armenios en Rusia por el catholicós Yesai-Hasan Jalalyan de Aghbania. Desde entonces vivió en Moscú, defendiendo los intereses de los armenios en la corte del zar, y allí murió en mayo de 1740. Poco antes había aceptado la fe ortodoxa calcedoniana. Fue considerado un precursor del movimiento nacional armenio.

Astvatzour de Hamadan fue catholicós en Etchmiadzin, también pro-ruso como su predecesor, durante estas turbulencias. En 1724, cuando las tropas otomanas de Abdullah Pasha sitiaron Erevan (defendida por iraníes y armenios), se hallaba en Tabriz con Tahmasp, intentando sin éxito evitar que el shahansha, que se había radicalizado en su fe al perder el trono, retirarse a los armenios diversos privilegios que sus antecesores les habían concedido. Cuando la gran ciudad cayó, los comandantes otomanos obtuvieron de Astvatzour su mediación con las guerrillas armenias que aún operaban en las montañas y eran una amenaza para las comunicaciones y logísticas de los turcos.

El catholicós pidió a los comerciantes armenios diseminados por el reino safávida que regresasen a su patria, y dictaminó que las diócesis de Shamakhu, Shirvan y Shaki pasaban de la jurisdicción del debilitado catholicosado albano de Aghvank al de Etchmiadzin. Tras la visita del perjudicado catholicósEsayi Hasan-Jalalyan a su sede, Astvatzour cambió de opinión y le devolvió las diócesis. Hizo trabajos de acondicionamiento en la catedral catholicosal, y encargó a Avetik Tigranakerts una compilación del “libro de Pruebas”.

Tras la firma del tratado de Constantinopla, la Sublime Puerta ya controlaba todos los catholicosados armenios, incluyendo la Sede Madre de Etchmiadzin. Al fallecimiento de Astvatzour en 1725 (cayendo del tejado mientras observaba un eclipse lunar), el califa prohibió que su sucesor fuese oriundo de Irán, y fue elevado Garabed II de Zeytoun (en Anatolia oriental), formado en Sis y consagrado en Constantinopla en 1726, que no pudo tomar posesión hasta 1728.

En el califato otomano era común la intervención del sultán en los asuntos internos de las Iglesias cristianas, de las cuales la armenia era la segunda en importancia tras la ortodoxa griega. Así, desde 1704 a 1715, la sede patriarcal de Jerusalén había sido subordinada a la de Constantinopla, que designó obispos coadjutores para gobernarla. En 1716, el sultán otomano confirmó la decisión sinodal de separar nuevamente ambos patriarcados. En 1718 la sede patriarcal constantinopolitana y la iglesia catedral fueron destruidas por un incendio, y poco después reconstruidas.

El breve catholicosado de Garabed II (apenas dos años y medio) es relevante porque en 1727 recibió en Constantinopla junto al patriarca local Hovhannes IX de Bitlis al obispo católico Kolot, emisario del papa Benedicto XIII, en una reunión ecuménica. Los dos prelados armenios aceptaron excluir de la liturgia armenia el tradicional anatema contra el IV Concilio ecuménico en Calcedonia. A su muerte en 1729, fue elevado el abad Abraham de San Garabed de Mouch, con el título de Abraham II Khochab. Tras cuatro años de opaco pontificado, murió de fiebres en noviembre de 1734.

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La dinastía iranía afsárida

En esos años, Tahmasp II, que había hecho la paz con Rusia (cediéndoles el Daguestán y el norte de Azerbaiján), nombró a un Qizilbash llamado Nader como gobernador de Jorasán. Este brillante general dirigió varias campañas en 1730, en las que derrotó al títere afgano de Constantinopla, recuperando la Persia occidental y una parte del Cáucaso. Envidioso del éxito de su subordinado, Tahmasp II lanzó un ataque irreflexivo para retomar Erevan. La campaña fue una catástrofe. Los otomanos derrotaron al shahansha, arrebatándole todo lo ganado por Nader el año anterior, y le forzaron a una humillante paz en la que renunciaba a Georgia y Armenia a cambio de conservar su capital histórica Tabriz, en Azerbaiján. Al regresar del este, Nader denunció el tratado y en 1732 forzó la abdicación de Tahmasp II en su hijo Abbas III, un niño pequeño, del que Nader sería el regente. Nader llegó a una alianza con el zar, y juntos combatieron a los otomanos. Aunque la suerte fue varía durante los tres años de la guerra, finalmente iranios y rusos se impusieron. En el tratado de Constantinopla de 1736 se restableció la frontera entre el sultanato otomano y el reino iraní anterior a 1722, recuperando Persia occidental y la mayor parte de la Armenia caucásica. Ese año, Nader depuso al títere Abbas III y en un multitudinario kurutati de jefes túrquicos en Azerbaiján, tomó el título de shahansha, inaugurando la dinastía afsárida.

La política religiosa de Nader buscó una suavización de las relaciones con los sunníes, que aún conformaban una parte importante de sus súbditos. Impuso una versión chíita moderada llamada “yafarí”. En lo personal, era un pragmático, y su médico personal, un jesuita francés, aseguraba que su religión era secreta o inexistente. También amplió la tolerancia hacia el cristianismo, y en 1741 encargó a una comisión mixta de eruditos musulmanes y cristianos (entre los que había sacerdotes armenios y europeos) la traducción al persa de Corán y Biblia.

El sínodo eligió a un sabio, Abraham III de Creta, como sucesor de su homólogo fallecido en 1734. Abraham II supo atraerse la amistad de Nader Shah, a cuya coronación asistió, sabiendo obtener de su tolerancia religiosa la exención de ciertos impuestos para la Iglesia armenia, gracias a lo cual pudo emprender una política de restauración de monasterios, así como lograr de él la redención de muchos cautivos cristianos armenios capturados durante la reciente guerra. También medió para que los pequeños melikatos de Artsaj (los únicos señoríos armenios nativos semi-independientes que aún existían) ganaran autonomía, por ejemplo acuñando moneda. Abraham III escribió “Historia de Irán y el ascenso de Nader Shah en Persia” sobre la vida de su benefactor. A su fallecimiento en 1737 fue sustituido por Ghazar (Lázaro) I de Djahouk, obispo de Esmirna. Su pontificado estuvo lleno de turbulencias, ya que las autoridades persas le persiguieron y encarcelaron. Durante dos años (de 1740 a 1741) una parte del clero elevó a un anticatholicós llamado Hovhannes de Akoulis. En 1748 una facción importante de prelados le depuso, y tras ofrecer el solio a Sahak de Kergi (en Mesopotamia), finalmente fue elegido Petros II Koutur, que murió apenas diez meses después, en 1749. Finalmente Ghazar recuperó el trono hasta su muerte en 1751.

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La Iglesia católica armenia

Durante el gobierno de Ghazar I aconteció un hecho que iba a tener relevancia en el futuro de la Iglesia armenia. Apraham Ardzivian era un sacerdote, discípulo del obispo Petros II de Alepo, favorable a la Unión con Roma, a quien sucedió en 1710. Denunciado por la congregación local armenia por proselitismo católico, las autoridades otomanas le condenaron en 1714 a galeras, donde sirvió hasta 1719 cuando fue encarcelado en la isla de Arwad. En 1721 le liberaron a condición de que no regresara nunca a Alepo. Apraham adquirió el convento de Mar Georges Avkar gracias a la mediación de unos monjes maronitas católicos, donde fundó una orden religiosa armenio-católica, la de San Salvador y consagró tres obispos en comunión con Roma. En 1737, aprovechando la muerte del catholicós de Sis, Ghoukas I, logró que una parte del clero favorable le eligiese como su sustituto. Pero la mayor parte de los prelados, con el apoyo del gobernador local, impugnaron la elección y elevaron a Miguel I de Sis. Apraham viajó a Roma, donde obtuvo del papa Benedicto XIV el palio de “patriarca de Cilicia” el 8 de diciembre de 1742, que se considera la fecha de la fundación de la Iglesia católica armenia. Tomó como segundo nombre el de Bedros (Pedro) en signo de su reconocimiento del pontífice romano, costumbre que mantendrían sus sucesores. Murió en el Beirut del Líbano, donde estableció su sede, en octubre de 1749.

De esta época es también Mekhitar de Sebastea, monje del monasterio de Surp Nshan, convertido al catolicismo y fundador en 1700 de una orden religiosa en Constantinopla, que hubo de trasladar a la Morea veneciana dos años después por la proscripción del patriarca armenio. En 1715, la orden se instaló en un monasterio y una escuela en la isla de san Lázaro de los Armenios, cerca de Venecia, a invitación de la Serenísima República. Mekhitar es considerado también un pionero del resurgimiento literario en armenio clásico, tras varios siglos de decadencia, recibiendo el título de “Segundo Iluminador”. Editó una Biblia armenia en 1735, el primer diccionario de gramática en lengua armenia en 1749, y una colección de himnos litúrgicos aún hoy en uso, entre otros miles de trabajos de su escuela, tanto traducciones como originales. Tras su muerte en 1749, su orden tomó el nombre de Orden Mekhitarista.

A Apraham Bedros I le sucedió Hagop Hovsepian, miembro de una prominente familia armenia católica de Alepo, que había apoyado a Ardzivian desde el comienzo. La elección del sínodo fue confirmada por el papa en 1750, tomando el nombre de Jacopo Bedros II Hovsepian. La Iglesia católica armenia tuvo presencia y nombró obispos en la comunidad armenia de Líbano y Siria principalmente. Los siguientes catholicós fueron Miguel Pedro III Kasparian (1754-1780), que inauguró en 1771 la Iglesia de Santa María Asunta en el monasterio de Bzommar, convertida en la catedral oficiosa del catholicós; Basilio Pedro IV Avkadian (1780-1788), que inició la práctica de acoger a armenios católicos que huían de las proscripciones del patriarca armenio de Constantinopla; Gregorio Pedro V Kupelian (1788-1812) fundador del seminario de Bzommar y consagrador de los primeros obispos para Capadocia; y Gregorio Pedro VI Djeranian (1812-1840), bajo cuyo gobierno el sultán permitió en 1830 el libre culto católico (la katolik millet), gracias a lo cual los obispos armenios católicos pudieron establecerse en sus diócesis efectivas. Ese mismo año, el papa Pío VIII erigió el vicariato apostólico armenio de Constantinopla como archieparquía y sede primacial, con jurisdicción sobre todo el territorio turco otomano excepto Cilicia, satisfaciendo así el interés de la Sublime Puerta porque todas las Iglesias cristianas tuviesen su sede en la capital del califato. De ese modo, la Iglesia armenia católica tuvo una suerte de bicefalia, con su poder religioso en Beirut y el administrativo en Constantinopla.

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La Iglesia y el pueblo armenios vuelven sus ojos a Rusia

También en Constantinopla habían sido años de conflictos. El patriarca armenio Hakob II Nalian fue derrocado en 1749 por su congregación, que elevó en su sustitución al cilicio Minas de Aghin, abad del monasterio de san Garabed. Apenas dos años después, fue elevado al trono de Etchmiadzin a la muerte de Ghazar, siendo sustituido en la capital califal por Guevorg I Ghaphantci, el cual fue destronado al año siguiente por el retornado Hakob II Nalian. El propio Minas falleció en mayo de 1753 tras un opaco pontificado, siendo sucedido brevemente por Alejandro II de Constantinopla, que murió en 1755. De ese modo llegó al fin al solio de la Sede Madre Sahak (Isaac) V de Kergi, que ya había sido candidato siete años atrás.

Sahak se hallaba en Constantinopla cuando fue elegido, y envió a su coadjutor Jacob de Chamakhi (autor en 1743 del llamado “Libro de los Bastos”), que se zambulló en medio de las intrigas de la corte catohlicosal, enfrentando a un grupo con otro. Sahak desoyó las peticiones repetidas de su coadjutor y el clero de Etchmiadzin para que acudiera a tomar posesión de la sede, y solo en 1757 accedió a ir a la cercana Erzurum, para no verse envuelto en las conspiraciones. Cansado de sus dilaciones, el clero de la corte finalmente decidió deponerlo y elevar a Jacob V de Chamakhi como nuevo catholicós en 1759. Sahak murió al año siguiente, sin haber llegado a ser consagrado ni tomar posesión.

Jacob V retomó la orientación pro-rusa que ya habían manifestado algunos de sus predecesores. En 1760 dirigió una carta a la zarina Isabel I pidiendo que protegiera “a los armenios y georgianos oprimidos por el yugo de los musulmanes y el saqueo de los merodeadores lezguinos”. No hubo respuesta oficial, y Jacob V murió en 1763. Fue sustituido por el aristócrata y erudito Simeón I de Erevan (o Erewanci), obispo y legado para la comunidad armenia en Madrás, India, que fue apoyado por el rey Heraclio II de Georgia, vasallo del shanshah Nader. Tuvo un pontificado más largo que sus predecesores, y gobernó siguiendo varias líneas: contrarrestar la influencia misionera de la Iglesia católica armenia (autorizada en la parte otomana de Armenia), para lo cual creó una fábrica de papel y una imprenta destinada a difundir las obras religiosas no calcedonianas; asimismo, unificó los rituales litúrgicos empleados en las diversas comunidades, publicando el Ordo o calendario litúrgico (Tonatsouits) oficial de la Iglesia apostólica armenia; y restaurar y ampliar la sede catholicosal, tanto en la catedral como en el monasterio anejo. Simeón fue también un intelectual, historiador y teólogo, fundador de los archivos patriarcales y autor de numerosas obras, como hacía siglos que no lo había sido ningún otro catholicós, entre ellas una Historia de la Iglesia armenia, y una colección de ejercicios espirituales (a imitación y en rivalidad con los jesuitas) llamado Girk aghotits vor kochi zbosaran hogevor (“Recreación del alma”). En lo político, procuró mantener buena relación tanto con las autoridades otomanas como iraníes. Murió en julio de 1780, dejando una Iglesia más unida y renovada espiritualmente de como la encontró.

Designó como su sucesor a Ghoukas (Lucas) de Erzurum, obispo de Esmirna, para enojo del patriarca armenio de Constantinopla, Zakaria, que aspiraba también al trono de la Sede Madre, provocando un cisma que duró dos años, hasta que Zakaria aceptó la elección de su rival bajo ciertas condiciones. Ghoukas renovó el pedido de protección y ayuda a la zarina Catalina II de Rusia la Grande en 1782, y a su hijo y sucesor Pablo I en 1797, pero sin dejar de mantener buenas relaciones tanto con el califa como con el shahansha. Creó un consejo permanente de obispos para asesorar al catholicós, cuyo poder en crecimiento en los siguientes años fue causa del aumento del faccionalismo entre el ya habitualmente turbulento clero de Etchmiadzin. El catholicós alentó a Haroution Shmavoyan la publicación del primer periódico en armenio, el “Azdarar” en 1784, y encargó al artista Hovnatan Hovnatanian la decoración de la catedral de Etchmiadzin en 1786. El 15 de octubre de 1799 nombró sucesor a Hovsep II Arghouthian, arzobispo de los armenios de Rusia y obispo-gobernador de Nakhchivan, antes de morir el 28 de diciembre del mismo año.

Hovsep provenía de una noble familia de príncipes con tierras en Georgia y Armenia, los Mkhargrdzeli-Zakarian. Había servido a la causa armenia en Rusia, trabajando por la unidad de las iglesias apsotólica armenia y ortodoxa, motivo por el que fue condecorado por el zar Pablo I con la orden de Santa Ana, y el título de príncipe en 1800, adoptando el apellido de Agroutinsky-Dolgorouki. En su trabajo administrativo en Nakhchivan había destacado grandemente, fundando una escuela, organizando la administración pública, construyendo el monasterio-internado de la Santa Cruz (Surb Khach), construido en estilo ruso-bizantino y consagrado en 1792, e instalando una imprenta (ya había establecido la primera imprenta armenia en San Patersburgo en 1780), junto otras obras de caridad y educación.

El clero de Etchmiadzin, sin embargo, prefería que el patriarca armenio de Constantinopla, Daniel de Sourmari, apoyado por el califa otomano, fuese el sucesor de Ghoukas. Tras numerosos debates, la presión ejercida por el zar Pablo I y el rey Jorge XII de Georgia (vasallo formal de aquel desde 1800) llevó a aceptar a Hovsep como nuevo catholicós, pero murió en Tiflis en marzo de 1801, cuando iba camino de su consagración, que no llegó a recibir. Daniel de Sourmari tomó entonces posesión del solio, pero el rey de Georgia promovió contra él a David V Ghorganian (nativo de sus dominios) que, con el apoyo de parte del clero y del emir Mohammed Khan de Erevan, encarceló a Daniel y fue reconocido por el sínodo como nuevo catholicós.

En medio de ese conflicto entre el candidato del califa otomano y el del rey de Georgia, el arzobispo de los armenios de Rusia, Efraín de Dzoraguegh, apoyo la causa del constantinopolitano, y logró que el zar Alejandro I apoyara la restitución de Daniel, que fue liberado y coronado en septiembre de 1804, aunque se le impuso como coadjutor a Efraín. David V fue reinstaurado con apoyo iraní en 1805, y se vengó de Daniel afeitándole la barba y paseándolo por toda la ciudad montado en burro, antes de encerrarlo en el alcázar de Erevan, de dónde no fue liberado hasta 1807.

Se desencadenó un conflicto, no sólo a nivel eclesiástico, sino diplomático y político: ese mismo año comenzó la guerra entre el zarato ruso y el shahansha, entonces Fath Ali Shah, de la dinastía Kayar, precisamente por el control de la Transcaucasia y con el pretexto ruso de vengar la ofensa a su candidato a catholicós. Tras diversos avatares, generalmente favorables a los rusos, la guerra terminó en 1813 con una aparatosa derrota persa en el río Aras, en Azerbaiján, y llevó al tratado de Gulistán (donde el arzobispo Efraím Dzoraguegh jugó un fundamental papel de mediador), por el cual el zar veía reconocidas sus conquistas de Daguestán y Georgia oriental, y se anexionaba casi todo el Azerbaiján. La mayor parte de Armenia Oriental, no obstante, siguió bajo la soberanía del shahansha, incluyendo Ereván (donde el gobernador o sardar iraní comenzó a cargar con pesados tributos a la Iglesia armenia) y la sede de Etchmiadzin.

La victoria rusa en la guerra supuso la deposición definitiva del indigno David V Ghorganian, recluido en un monasterio donde se arrepintió y purgó sus pecados, falleciendo en octubre 1817. Daniel I ya había muerto en 1808 durante el asedio de los rusos a Erevan, poco después de haber creado el sínodo supremo permanente, una especie de asamblea de obispos que limitaba el poder del catholicós, siendo sucedido por Efraím I de Dzoraguegh, su coadjutor. Dada su postura abiertamente prorrusa, las autoridades iraníes no permitieron su consagración hasta noviembre de 1810, exigiendo a cambio un tributo anual de 400 libras.

El pontificado de Efraín fue largo, y mucho más estable que el de sus inmediatos predecesores. En 1815 obtuvo de las autoridades rusas que el catholicós de Aghbania (en ese momento ocupado por Sargis II Hasan Jalalian), renunciara a su autonomía y aceptase rebajarse al título de metropolitano de la Iglesia armenia. La marginación de los cristianos albaneses, que ya eran una pequeña minoría, y la presión de los nuevos señores rusos logró el fin de la autocefalia de Aghbania, tras más de mil años (aunque siempre había estado estrechamente ligada a Etchmiadzin). En 1819, Efraín reabrió la imprenta de la Sede Madre, cerrada desde 1792.

El más rusófilo de los catholicós hasta ese momento, durante la siguiente guerra entre otomanos y persas (estimulada por sus aliados británicos y rusos, respectivamente), entre 1821 y 1823, Efraín I se refugió en el monasterio de Haghpat, en la Armenia oriental controlada por el imperio ruso, bajo la protección del zar Alejandro I, dejando Etchmiadzin a cargo del clérigo pro-persa Efrén Marzvantsi. Una buena parte de los combates tuvieron lugar en Armenia, que resultó devastada. En el primer tratado de paz de Erzurum (1823) se reconocieron las fronteras previas.

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Armenia entre los otomanos y el zar

Apenas tres años después, se desencadenó una nueva guerra entre rusos e iraníes, esta vez impulsada por el Reino Unido en el marco de lo que se llamó posteriormente “el Gran Juego” de Asia central entre los monarcas británico y ruso por ampliar su influencia en la región. Los persas intentaron recuperar el Azerbaiján perdido ante Rusia en la paz de Golestán. La invasión fue un fracaso, y en 1828, el shahansha firmaba el tratado de Turkmanchaim, por el cual perdía la parte de Armenia que aún poseía, y se comprometía a pagar una fuerte indemnización, y a permitir a sus súbditos armenios que migrasen libremente al imperio ruso.

A partir de entonces el virreinato ruso del Cáucaso se convirtió en un lugar de refugio para los armenios, sobre todo los que vivían en países islámicos. En cierto modo, fue una buena noticia para los armenios, pues el gobierno ruso, pese a las diferencias religiosas entre ortodoxos y no calcedonianos, no puso obstáculo a la práctica de la fe y costumbres armenias. Por otro, sin embargo, puso la semilla para un grave conflicto en el futuro: desde este momento, todos los armenios fueron sospechosos de colaboracionismo o simpatías con Rusia, lo cual fue un problema para los que seguían en territorio islámico, tanto entre los otomanos, como entre los persas. Porque no sólo en Europa, o entre los armenios, había hecho su aparición el nacionalismo. También en el Imperio otomano había muchos jóvenes pensadores que criticaban el gobierno multiétnico del califa, un modelo exitoso durante siglos pero que empezaba a hacer crisis, después de la independencia de Grecia (1821), en la que el sultanato había visto como las potencias europeas podían doblegar su antaño incontestable dominio en los Balcanes, y empezaba a abrirse camino entre ellos la idea de una nación étnicamente turca.

Efraín I regresó a la ahora rusa Etchmiadzin en 1828. Recibió a lo largo de su vida las órdenes rusas de Santa Catalina, san Alejandro Nevski y san Andrés. Afectado de ceguera y sordera, renunció en marzo de 1831, y murió en 1835. Fue elegido en su sustitución Hovhanes VIII Karbetsi (de Karbi), arzobispo de los armenios de Georgia, y pro-ruso como su predecesor. Según el nuevo reglamento promulgado por las autoridades rusas, fue ratificado por el zar Nicolás el 30 de junio de 1831, y consagrado el 8 de noviembre del mismo año.

Hovhannes fue el primer catholicós que recibió un numeral oficial en su nombre de consagración, para distinguirlo de sus predecesores. El gobierno de San Petersburgo incrementó su control sobre la Iglesia armenia, redactando un estatuto (Polozhenie) que reducía notablemente los poderes administrativos y pastorales del catholicós y de los clérigos de la Iglesia armenia en general. Hovhannes VIII lo firmó tras lograr unas pequeñas modificaciones y una protesta testimonial que no obtuvo respuesta. La deriva prorrusa de la Sede Madre y su prelado generó un enorme rechazo en los patriarcas de Constantinopla y Jerusalén, sometidos a la Sublime Puerta, e incluso entre no pocos obispos y clérigos de la propia Etchmiadzin.

Durante su pontificado, Hovhannes desarrolló una intensa labor educativa, reformando los seminarios de Ereván, Karabaj y Astracán, abriendo y restaurando escuelas parroquiales, construyendo el edificio del Sínodo en Etchmiadzin, regulando la biblioteca o elaborando e imprimiendo manuales catequéticos. También obtuvo del zar la prohibición de la impresión y distribución en territorio ruso de unos panfletos ortodoxos donde se acusaba a los armenios de herejes arrianos.

Por cierto que es durante su reinado cuando se cuenta la anécdota de que Elizaveta, la esposa del gobernador de Transcauscasia, Grigori Rosen, pidió a la Sede Madre que le prestaran la corona patriarcal de oro para admirarla en su casa. Cuando el catholicós le solicitó que se la devolviera seis meses después, advirtió que las piedras preciosas que la tachonaban habían sido sustituidas por cristales de colores. Aterrado por provocar un conflicto, Hovhannes calló, pero cuando el zar Nicolás I visitó Etchmiadzion en 1837, y quiso admirar la corona, no quedó más remedio que contarle lo ocurrido, terminado el episodio en la destitución del gobernador Rosen.

Hovhannes recibió la Orden de san Alejandro Nevski, y murió en marzo de 1842, siendo enterrado frente a la puerta de la catedral. En el sínodo se presentaron las candidaturas de Zakaria Ter Grigorian, patriarca de Jerusalén, Karapet III de Balat, ex-patriarca de Constantinopla y Poghos, arzobispo de Esmirna, sin embargo, nuevamente fue un acendrado prorruso, el obispo de Nueva Nakhitchevan en Rostov, Nersés V Ashtarak (que había ocupado la sede de Tiflis en 1814 y organizado una milicia para defender Etchmiadzin de los persas durante en 1827), quien obtuvo el solio. A pesar de sus antecedentes (había recibido la Orden de san Alejandro Nevsky), Nersés V también era un destacado defensor de la cultura y autonomía armenias dentro del imperio, lo cual desagradó a las autoridades rusas. Organizó la emigración de armenios de Persia que deseaban regresar al hogar ancestral ante el deterioro de sus condiciones en Irán, regularizó las relaciones con los patriarcas de Constantinopla y Jerusalén, y acabó sus días en 1857, más recordado por su presente nacionalista armenio que su pasado pro-ruso.

Mateo I Tchouhadjian, que había sido patriarca de Constantinopla entre 1844 y 1848, fue elegido en 1858 para sucederle en la Sede Madre, en un intento del Sínodo por recobrar las relaciones con los prelados dentro del califato otomano, tensadas por sus predecesores. Fue consagrado en 1859 y desplegó una gran actividad: como Nersés, se preocupó de rehabilitar y organizar numerosas escuelas parroquiales y seminarios, renovó la vida monástica, y redactó una nueva carta constitucional de la Iglesia armenia, pero el gobierno ruso la desestimó, manteniendo el restrictivo Polozhenie que su predecesor había aceptado. Escribió muchos libros de teología, siendo el más conocido uno llamado “Un buen hombre, y un buen cristiano”, con críticas a católicos y protestantes (que desde la década de 1820 habían comenzado a enviar misiones a territorio otomano, principalmente dirigidas a los armenios).

Mateo I envió una carta al príncipe Aleksandr Bariatinski, gobernador del Cáucaso, en la que por primera vez se denuncia que las tribus kurdas estaban maltratando y persiguiendo a los armenios en Anatolia. En un intento de controlar a los armenios del sultanato y evitar la influencia rusa, el califa Abdül Aziz concedió unaconstitución nacional a los armenios (Sahmanadrootiun) en 1861 (aunque no llegó a entrar en vigor), y promulgó en marzo de 1863 un estatuto oficial, por el que el patriarcado armenio de Constantinopla, aparte de representar ante el sultán a todas las iglesias no calcedonianas (siríaca, copta, etíope), y sus ramas católicas, se hacía también responsable de los asuntos sociales, económicos y educativos de los armenios del Imperio otomano, orillando la influencia legal de la Sede Madre de Etchmiadzin.

Mateo I murió en agosto de 1865, siendo sustituido nuevamente por el antiguo patriarca de Constantinopla, Gevorg Kerestechyan, muy querido en los destinos que había ocupado por preocuparse celosamente por la educación de los niños armenios, en su idioma y, novedoso para su época, en escuelas mixtas para niños y niñas. Gobernó la Iglesia durante diecisiete años, en los que destacó por una inusitada actividad constructiva, como hacía siglos que no se veía, ampliando la catedral, donde instaló un museo, renovando el monasterio de Santa Gayane, la Iglesia de San Meshrop Masthots, o el seminario Gevorgyan, entre otras muchas obras menores. Mandó también imprimir el diario oficial de la Sede, “Ararat”, libros litúrgicos, libros de oración del estilo “Libro de las Horas”, cantos espirituales, himnos… y mando difundir el nuevo sistema de notación musical armenia, inventado por Hambardzum Limonjian.

En 1866, a propuesta de la Santa Sede, el sínodo de la Iglesia católica armenia aceptó trasladar la sede de la misma a Constantinopla, para lo cual el archieparca Antonio Hassun fue elegido como catholicós, fundiendo así ambos cargos en uno. Por cierto que las decisiones sobre la supremacía papal del I Concilio Vaticano en 1870, crearon también tensión en la Iglesia católica armenia, como había ocurrido con otras orientales en comunión con la Santa Sede de Roma. Cuatro obispos (apoyados por el gobierno otomano) rechazaron las conclusiones del concilio, establecieron un cisma, depusieron a Hassun y nombraron a Hovhannes Kupelian. El cisma duró nueve años, hasta que en 1879, Kupelian se reconcilió con el papa y abdicó, poniendo fin al cisma. Hassoun fue nuevamente reconocido por el gobierno otomano, pero dos años después renunció al patriarcado y fue nombrado cardenal en compensación, llegando así la paz a la Iglesia católica armenia, que volvió a estar unida, excepto la Orden de los monjes antoninos que se pasó a la Iglesia apostólica armenia. En 1881, el papa León XIII, consumida la misión jesuítica emprendida el siglo anterior mucho antes de la disolución de la orden en 1773, pidió al superior de la reconstituida Compañía, Pierre Beckx, organizar una nueva misión para los armenios de Anatolia y Cilicia. El encargado fue el padre Amédée de Damas, quien en los siguientes años fundó escuelas católicas en Merzifon, Amasya, Tokat, Sivas, Kayseri y Adana.

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El Tratado de Berlín y el surgimiento del nacionalismo armenio

Un problema iniciado en Europa acabaría teniendo una importante repercusión indirecta entre los armenios. Entre 1875 y 1876 los bosnios, y luego los búlgaros, se alzaron contra el dominio de Constantinopla, en protesta por los elevados impuestos y abusos de los gobernadores provinciales. Pronto fueron apoyados por los recientemente independientes principados de Serbia y Montenegro, desencadenándose una breve guerra. Cuando en Europa se conocieron las brutalidades que algunas tropas otomanas habían cometido para reprimir los levantamientos, la opinión pública presionó a sus gobiernos para que garantizaran la seguridad de los cristianos orientales.

Fruto de esta acción diplomática, Francia y el Reino Unido obtuvieron del sultán Abdul Hamid II (que deseaba evitar una intervención internacional que no podría frenar) la promulgación de una nueva Constitución que reconocía a las minorías igualdad de derechos ante la ley. Aunque estaba dirigida a las minorías cristianas de los Balcanes, el incipiente nacionalismo armenio vio la oportunidad de que se ampliaran sus efectos a su pueblo.

Sin embargo, el zar vio la oportunidad de ampliar su influencia en la región cercana a los vitales estrechos del Mármara, y exigió una autonomía amplia a un nuevo principado búlgaro. El rechazo de la Sublime Puerta condujo a que el Imperio ruso le declarara la guerra, tras asegurarse la pasividad del Austro-Húngaro con un tratado secreto. Las tropas otomanas fueron vencidas en un año de combate, y en 1878, con los rusos acercándose a Estambul, las potencias europeas intervinieron militarmente y forzaron al zar a un tratado de paz para evitar que tomara los Estrechos. El tratado inicial de Santo Stéfano entre ambos contendientes, fue después parcialmente corregido en el Congreso de Berlín de 1878, y en el subsiguiente Tratado de Berlín, en el que principalmente se consagró un principado de Bulgaria formalmente autónomo, pero virtualmente independiente bajo la tutela de san Petersburgo.

Los armenios habían sido invitados como observadores a este congreso, y el catholicós encomendó la delegación a Mkrtich Khrimyan, un maestro de escuela que tras la muerte de su hija y su esposa, se había ordenado en 1854. Activo defensor del del pueblo armenio, había ejercido de patriarca de Constantinopla entre 1869 y 1873, cuando se forzó su renuncia debido a sus protestas ante el gobierno por los abusos y ataques impunes de los kurdos sobre los armenios en Anatolia oriental. Las potencias en Berlín no tuvieron en cuenta las peticiones armenias (Reino Unido particularmente rechazó una salvaguarda de los armenios porque su garante era Rusia, de la que temía que ganara excesivo poder en el Cáucaso), y Khrimyan regresó muy decepcionado, pasando a militar en el nacionalismo radical, llegando a llamar a sus compatriotas a que tomaran las armas para defenderse de los crecientes ataques de los kurdos en las montañas de Armenia. Destinado a su tierra nativa del lago Van, donde abrió escuelas y orfanatos, publicó más periódicos y apoyó algunas organizaciones revolucionarias secretas armenias (“Cruz Negra” o “Pashtpan teutriyats”). Finalmente, el gobierno otomano lo desterró de “peregrinación perpetua” a Jerusalén en 1890.

Geovrg Kerestechyan murió en 1882, y el embajador ruso en Constantinopla, negoció con la Sublime Puerta la elección de Nersés Varjapetian, el entonces patriarca de Constantinopla, que había abogado (infructuosamente) porque se aplicaran las disposiciones sobre la autonomía de los pueblos cristianos del Congreso de Berlín a los armenios, atacados por bandas de musulmanes durante la guerra. Pero el clero de Etchmiadzin se opuso a nuevo candidato occidental, y elevó en su lugar a Makar Ter Petrossian, arzobispo de Nakhitchevan (y por tanto súbdito ruso). Se provocó un conflicto que duró dos años, hasta que la muerte del elegido pero no consagrado Nersés llevó al gobierno ruso a aceptar finalmente la elevación de Makar (Macario) I, que gobernó la Iglesia hasta su muerte en 1891.

Entonces el Santo Sínodo elevó por unanimidad en mayo de 1892 a Mkrtich Khrimyan, que era indiscutiblemente el prelado más popular por su defensa de la cultura y autonomía armenias, como nuevo catholicós.Inicialmente, se le prohibió acudir para su consagración, pero al año siguiente el sultán Abdul Hamid II aceptó que partiera, pero despojándole de la nacionalidad otomana y prohibiéndole regresar. Fue consagrado el 26 de septiembre de 1893. Khrimyan marchó a San Petersburgo, donde pidió al zar Nicolás II que apoyara reformas favorables para los armenios del califato otomano.

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Las masacres hamidianas

La situación de los armenios dentro del califato otomano había empeorado notablemente en las últimas décadas. Mientras una minoría adinerada vivía en Constantinopla, donde servían tradicionalmente en la Casa de la Moneda, en las construcciones oficiales o las fábricas de guerra del sultán, el setenta por ciento vivía en el campo en condiciones de pobreza e inseguridad. Según el patriarcado de Constantinopla, en 1878 vivían en el califato casi tres millones de armenios: medio millón en Estambul y los Balcanes, otro medio millón en Asia menor y Cilicia, y el resto, casi dos millones, en la zona montañosa central de Anatolia oriental, cerca de las fronteras con el Imperio ruso. Eran estos armenios los que estaban sometidos con frecuencia a exacciones, ataques, agresiones o conversiones forzadas al islam por sus vecinos musulmanes turcos, circasianos y kurdos, ante la pasividad de las autoridades otomanas. Esas malas prácticas, lejos de disminuir en la era moderna, habían ido a más, conforme la ideologización del islam y el nacionalismo turco habían aumentado con la decadencia del sistema multiétnico y multirreligioso de los sultanes otomanos. El pueblo armenio, tradicionalmente el más leal al sistema de millet de la Sublime Puerta, comenzó también a ver aumentar el nacionalismo, sobre todo entre sus jóvenes en las décadas centrales del siglo.

La frustración de la población musulmana por las concesiones políticas hechas a los cristianos (tradicionalmente ciudadanos “de segunda”), y la llegada de cientos de miles de musulmanes desplazados desde los Balcanes, que fueron instalados precisamente en las provincias más orientales de Anatolia, donde sobrepasaron en número a los nativos armenios, empeoraron las relaciones entre las comunidades religiosas. En ese ambiente apareció en 1871 la organización de los jóvenes turcos, un movimiento nacionalista que pretendía implantar reformas políticas liberales pero que también abogaba por una nación étnicamente turca, a semejanza de los movimientos nacionalistas balcánicos contemporáneos.

A partir de 1890, la indignación de los armenios por la falta de aplicación de las reformas prometidas tras el congreso de Berlín (particularmente las referidas a los impuestos para cristianos, teóricamente ya abolidos, y la falta de representación ante las autoridades regionales designadas por Constantinopla), llevó a una serie de protestas y manifestaciones organizadas por las sociedades nacionalistas y radicales armenias. La violenta represión de las mismas provocó en 1894 la insurrección de Sasún, un movimiento armado armenio en la región montañosa de ese nombre. Las tropas otomanas, con el auxilio de bandas kurdas, combatieron a los sublevados, y lograron vencerles tras varias batallas de resultado variado. Los últimos, que se rindieron, fueron fusilados. A continuación, las tropas auxiliares kurdas, ya sofocada la rebelión, y con la complicidad de los soldados del sultán, masacraron a la población armenia de la comarca que no pudo escapar a tiempo (unos veinticinco pueblos y aldeas), incluidos ancianos, mujeres y niños. Se calcula que más de tres mil de los doce mil habitantes de la misma. El catholicósMkrtich Khrimyan auxilió a los supervivientes y refugiados armenios con asistencia material y alojamiento en sus monasterios.

Ante las protestas de las potencias europeas al conocer los hechos, Abdul Hamid II prometió una comisión de investigación, pero no hizo otra cosa que condecorar a los jefes militares que habían participado en la operación.

El partido nacionalista armenio Henchakian organizó una gran manifestación en Estambul en septiembre de 1895, esperando que al llevarlo a cabo en presencia de los embajadores extranjeros, llamaría la atención de las potencias europeas sobre su causa. La manifestación fue reprimida violentamente por la policía, con varios muertos. Un nuevo levantamiento armenio tuvo lugar en la montañosa Zeitun, Cilicia, en 1895. El sultán envió un nuevo ejército mixto de tropas regulares y auxiliares kurdos. Durante tres meses se combatió intensamente, pero los otomanos, mal preparados para el frío y las enfermedades, sufrieron muchas bajas, por lo que finalmente se llegó a un armisticio, intermediado de nuevo por Reino Unido y Francia. Murieron miles de soldados otomanos y armenios en este conflicto.

Por último, en ese mismo año de 1895, en la provincia de Van (la más oriental y armenia de las que estaban en el sultanato otomano), tres partidos nacionalistas armenios se unieron para pedir reformas y mayor autonomía. Abdul Hamid II, completamente fuera de sí, ordenó conscientemente una represión brutal de la misma. La catedral de Urfa, donde se habían refugiado tres mil armenios, fue incendiada con ellos dentro; dos mil armenios fueron asesinados en Estambul, y otros diez mil en otras partes del imperio. Los kurdos particularmente participaron con entusiasmo, quedándose con los bienes de los cristianos a los que asesinaban. Durante estas matanzas también fueron asesinados griegos del Ponto y asirios. En 1897, la Sublime Puerta consideró terminado el movimiento nacionalista armenio: todos los revolucionarios habían sido asesinados o habían huido a Rusia, y todas las sociedades políticas armenias fueron prohibidas.

Era patriarca de Constantinopla desde 1894, Mateo III Izmirlian, que protestó enérgicamente por estas matanzas. En 1896 fue depuesto y deportado a Jerusalén por el gobierno otomano. Precisamente el patriarcado de Jerusalén fue el que menos problemas y más prosperidad obtuvo durante este periodo: en 1828, tras un terremoto, se renovó todo el complejo catedralicio. En 1833 los armenios establecieron la primera imprenta de la ciudad. En 1850 se terminó la construcción del seminario en el convento de Santiago. Dos años más tarde, el sultán otomano Abdül Mecit I reconoció el statu quo respecto de la propiedad de los Santos Lugares de Tierra Santa a las Iglesias ortodoxa, católica y armenia. Para 1866, los armenios habían inaugurado el primer estudio fotográfico, y su primer periódico en Jerusalén.

Otras comunidades no habían tenido tanta suerte: el catholicosado de Cilicia, golpeado por la instalación en su territorio de las semi-bárbaras tribus turcas Gadan-Oglu y Ghozan-Oglu a principios del siglo XIX, se vio prácticamente destruido por las masacres hamidianas. Para principios del siglo XX, su patrimonio espiritual y edilicio estaba literalmente en ruinas. Sahak Khapayan fue elegido catholicós de Sis en 1902 y tuvo que asistir impotente al genocidio armenio, que prácticamente eliminó a los armenios de Cilicia, tras más de mil años de presencia mayoritaria en la región, matando a unos (unos treinta mil en la capital Adana) y expulsando al resto a Siria, Líbano y la diáspora europea y americana. Casi todas sus iglesias y monasterios fueron destruidos, incluyendo los incalculables tesoros históricos saqueados de la catedral y el palacio de Sis. El catholicós fue deportado primero a Jerusalén y en 1917 a Damasco. Sus sucesores se establecieron en Antilias (suburbio de Beirut), y nunca regresaron a Cilicia.

En 1895, el decadente y ya pequeño catholicosado de Aghtamar, que apenas tenía dos diócesis, fue incorporado al patriarcado de Constantinopla al morir Khacatur III Shiroyan, su último catholicós.

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El genocidio armenio

En 1903 el gobierno ruso emitió un decreto de confiscación de las propiedades de la Iglesia armenia y de rusificación de los armenios del Imperio, al que se opuso el catholicós. Khrimyan cooperó también con el partido Dashnak (Federación revolucionaria armenia), fundado en Tiflis en 1890, en la organización de manifestaciones masivas que lograron que finalmente en 1905 el decreto fuese anulado.

Mkrtich Khrimyan escribió muchas obras, principalmente espirituales y religiosas, y murió el 29 de octubre de 1907, y fue enterrado en la catedral de Etchmiadzin, gozó desde entonces de una enorme popularidad en toda la comunidad armenia, siendo conocido popularmente como Hayrik (“padre”).

Para sucederle, el Santo Sínodo elevó en 1908 otra vez a un desterrado por el gobierno otomano, Mateo II Izmirlian, que pocos meses antes había retomado la sede de Constantinopla al llegar al poder los Jóvenes Turcos tras un golpe de estado que había depuesto a Abdul Hamid II para instalar a su hermano Mehmed V como monarca constitucional, y modernizar el califato. El nuevo gobierno también había puesto en vigor de nuevo la constitución armenia otomana de 1861. A finales de ese año, Mateo II viajó a Etchmiadzin para ser entronizado. Intercedió ante el zar Nicolás II por los miembros encarcelados de los “comités armenios de Rusia”, muriendo al regresar a su sede en 1910, tras solo dos años de pontificado. Fue sucedido por Gevorg V Surenyants, obispo de la diócesis de los armenios de Georgia, el primer prelado oriental (es decir, nacido y vivido bajo dominio ruso, y no otomano) desde Nersés V, setenta años atrás. Fue por su iniciativa que en 1912 se formó una “delegación nacional armenia”, bajo el liderazgo de Poghos Nubar, encargada de defender la causa armenia ante los gobiernos europeos.

Mientras tanto, la violencia había rebrotado en el sultanato. En 1909, una parte del ejército, apoyado por islamistas, que veían en el califa al garante de la fe musulmana frente al secularismo de los Jóvenes Turcos, intentaron un contragolpe en la ciudad de Adana, que se saldó con sangrientos combates entre ambas facciones. En el curso de los mismos, varios miles de armenios fueron asesinados por los fanáticos.

Poco después (entre 1912 y 1913) tuvieron lugar, de forma consecutiva, las llamadas dos guerras de los Balcanes, que se saldaron con la derrota otomana y el reparto de casi todas las posesiones del sultanato en Europa, excepto la Tracia oriental, entre las naciones balcánicas. Nuevamente, cientos de miles de musulmanes europeos, fuesen turcos o eslavos conversos, fueron expulsados al sultanato, y nuevamente fueron alojados en las provincias más orientales de Anatolia, donde, resentidos por su expulsión y despojados de sus bienes, albergaron gran rencor por sus nuevos vecinos cristianos armenios, que vivían en mejores condiciones. La semilla del odio religioso ya había sido sembrada.

Inmediatamente después estalló la Primera Guerra Mundial, también iniciada como conflicto balcánico, pero que pronto afectó a toda Europa e incluso a África y Asia. El califato otomano entró en guerra del lado de las llamadas “Potencias Centrales”, y por tanto, como enemigo de Rusia y Serbia. En diciembre de 1914, el ministro de la guerra otomano, Enver Pasha, líder nacionalista de los jóvenes turcos, diseñó una ofensiva en el Cáucaso para cercar y destruir al ejército ruso en el distrito de Kars (Anatolia oriental), recuperando aquellos territorios que habían pertenecido antaño al califato. El ataque descoordinado fue un absoluto fracaso, sufriendo los otomanos una desastrosa derrota y perdiendo decenas de miles de soldados en la retirada a través de las montañas heladas en pleno invierno.

Cuando Enver Pasha regresó a Constantinopla con la pésima noticia, su posición política se vio amenazada. Poco tiempo después decidió responsabilizar a los armenios que habitaban la región de los combates de haber auxiliado a las tropas rusas y atacado los suministros otomanos, culpándolos del desastre militar. En febrero de 1915, la directiva 8682 del gobierno otomano ordenó expulsar a todos los armenios de las unidades militares, encuadrándolos en unidades de trabajo desarmadas.

A partir de ese momento la propaganda oficial del gobierno comenzó a preparar el odio étnico, acusando a los armenios de confabularse con los enemigos del sultanato para precipitar su fin. En abril de 1915, casi trescientos intelectuales y cabecillas de la comunidad armenia fueron encarcelados por las autoridades sin juicio. Todos fueron deportados o asesinados en los meses siguientes. En mayo, el gobierno obtuvo del gran visir Said Halim Pasha el decreto de deportación (Ley “Tehcir”) de todos los armenios residentes del territorio fronterizo con Rusia, fundado en las supuestas revueltas que estaban provocando en la retaguardia. Posteriormente el decreto se amplió a los armenios de todo el estado. Todos los armenios étnicos debían ser expulsados, y sus bienes confiscados.

Se puso en marcha una organización de traslado de masas como no se vería en el mundo hasta la deportación de judíos treinta años después. Diversos testigos internacionales y documentos propios del gobierno turco, revelados mucho tiempo después, prueban que las autoridades deliberadamente retuvo los medios y suministros necesarios para la deportación de varios millones de personas. Como es lógico, en su traslado desde Anatolia al desierto de Siria, fueron cientos de miles los que murieron de hambre, sed, o enfermedades para las que no tenían tratamiento. Los supervivientes, a su llegada a Damasco o Mosul, eran con frecuencia vendidos como esclavos, si no podían sobornar a las autoridades. Las tropas que debían escoltarlos, con frecuencia les robaban, o violaban a las jóvenes, inhibiéndose cuando bandas armadas de montañeses kurdos (vecinos y tradicionales enemigos de los armenios) atacaban a los desventurados grupos de exiliados y los masacraban.

En la frontera entre Turquía y los vilayatos de Siria y Mesopotamia fueron establecidos veinticinco campos de concentración, donde se reunía a los deportados. Los más sanos eran puestos de nuevo en marcha hacia el sur, y a los débiles o enfermos se les privaba de comida y agua hasta la muerte, o directamente se les ejecutaba. Asimismo, tanto en la prensa contemporánea como posteriormente, durante los juicios que los rusos llevaron a cabo, numerosos testigos dieron fe de actos de brutalidad, más allá de las disposiciones gubernamentales, sobre todo en los territorios nativos armenios de Anatolia oriental: se cree que casi cien mil de armenios fueron asesinados quemados vivos en más de un centenar de pueblos y aldeas de la llanura de Mus. En Trabzon se empleó con profusión el método de arrojar a los armenios al mar para que murieran ahogados, cifrándose en unos cincuenta mil así exterminados. Incluso se registraron algunos casos de asesinatos de niños con gas tóxico o venenos, en un precedente de los métodos de exterminios nazis.

Las propiedades muebles e inmuebles de los armenios (incluyendo iglesias y monasterios), salvo lo que pudieron llevar puesto, fueron confiscadas por el estado otomano, obteniendo una inmensa fortuna que hoy en día supondría varias decenas de miles de millones de dólares, que fue empleada tanto para el presupuesto nacional como para dotar a los colonos, tanto anatolios como los expulsados los años anteriores de los Balcanes, que ocuparon los territorios históricos armenios, turquizándolos étnicamente.

El monasterio del antiguo catholicosado de la isla de Agthamar fue atacado, los monjes asesinados y el complejo de edificios destruidos. Cientos de edificios religiosos, iglesias, monasterios y catedrales, muchos de ellos de varios siglos de antigüedad, junto a religiosos, sacerdotes y obras de arte de incalculable valor, fueron destruidos en el furor del genocidio armenio.

Tras más de dos mil quinientos años ocupando las zonas más occidentales de la Gran Armenia, el noventa por ciento de los armenios fueron expulsados de sus hogares ancestrales, muriendo la mayoría de ellos. Expulsiones de importante cuantía tuvieron lugar también en Cilicia y Capadocia, donde las comunidades armenias habían sido históricamente numerosas e importantes.

Se calcula que el número de muertos en el genocidio armenio oscila entre ochocientos mil y un millón y medio, siendo el millón redondo la probable cifra más aproximada, lo que supone aproximadamente algo más de un tercio del total de armenios que vivían en el sultanato otomano antes de la guerra.

En la larga y agitada historia del Cáucaso, no han faltado numerosas guerras con muchos muertos y destrucciones, y ya con las invasiones de romanos, persas, árabes o seljúcidas, existieron matanzas y desplazamientos de población (ya en el siglo V d.C, no lo olvidemos, hubo una primera diáspora que creó el barrio armenio de Jerusalén). Recordemos también el éxodo forzado por el sha Abbas I a principios del siglo XVII, en el que murieron docenas de miles de armenios trasladados forzosamente a Irán. Sin embargo, jamás en la historia de este pueblo, ni de ningún otro, un gobierno había planificado la expulsión y asesinato de toda una etnia de millones de personas de su propio territorio. Esta fue la primera vez, y por ello se le dio el nombre de genocidio armenio. Sus efectos se dejan sentir hasta el día de hoy: el pueblo armenio fue efectivamente extirpado de todas las provincias anatolias del imperio otomano y de la república turca que le sucedería.

Un efecto del gran genocidio armenio de 1915 y 1916 fue que la diáspora armenia, muy antigua en el tiempo, se convirtió en pocos años en la mayoría de la población armenia en el mundo, situación que se ha prolongado hasta hoy.

Durante la Primera Guerra Mundial el patriarcado armenio de Constantinopla fue disuelto, la millet armenia suspendida y la constitución armenia abolida. Con el fin de eliminar los vínculos entre los armenios otomanos y la sede de Echmiadzin, el Gobierno de los Jóvenes Turcos unificó por ley estatal de 10 de agosto de 1916 las sedes armenias de Constantinopla, Cilicia, Jerusalén y Aghtamar a favor de un patriarcado-catolicosado de nueva creación de todos los armenios otomanos con sede en Jerusalén, con sede patriarcal vacante desde 1910, en la que el gobierno instaló a Sahag II Khabayan de Cilicia.Pero ante la inminente caída de la Ciudad Santa en manos británicas, en 1917 fue deportado a Damasco. El destronado patriarca de Constantinopla, Zaven Der Yeghiayan, fue exiliado a Bagdad. Al final de la guerra, en 1919 regresó a Constatinopla (ahora ya oficialmente Estambul), pero renunció bajo presión en 1922 y se instaló en Bulgaria.

Una vez liberada Palestina del control otomano, en 1921 Yeghishe I Tourian (patriarca armenio de Constantinopla entre 1909 y 1910) fue elegido por los armenios de Jerusalén y se le permitió establecerse en la ciudad, finalizando la sede vacante. El patriarcado recuperó su autonomía respecto del patriarca armenio de Constantinopla. El nuevo patriarca envió a tres sacerdotes a Echmiadzin para ser ordenados obispos por el catholicós, y en 1929 abrió la escuela primaria unificada armenia en la Ciudad Santa. A su muerte en 1931 fue sucedido por Tokrom Koushagian, obispo en Egipto. Gobernó hasta 1939, destacándose por ordenar la finanzas de la sede y auxiliar a la Iglesia perseguida en la Armenia soviética.

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La breve república liberal de Armenia

Durante aquellos dos trágicos años, la Iglesia apostólica armenia, que sufrió con su pueblo, como había sufrido siempre, se multiplicó para ayudar en cuanto pudo. El catholicós de Etchmiadzin, Gevork V Soureniants, que ya en 1913 había vuelto a solicitar la aplicación de las promesas de autonomía armenia, alertó al mundo de la masacre contra los armenios que había comenzado, ya en un mensaje público en abril de 1915. Cientos de miles de armenios que huían encontraron refugio en la Armenia bajo poder de los rusos, donde la Iglesia hizo cuanto pudo por acogerles y darles refugio y sostén, creando el “Comité Fraternal de Ayuda”, con sucursales en el Cáucaso y Rusia, para socorrer a los exiliados.

El colapso del Imperio ruso en 1917 dejó un vacío de poder en la Transcaucasia, ya que el gobierno provisional de Kerensky era muy débil fuera de San Petersburgo. El golpe bolchevique no tuvo apenas eco en la región, en la que armenios, georgianos y azeríes establecen una “república democrática federativa transcaucásica”, de inspiración liberal, en febrero de 1918. Una de sus medidas es decretar el regreso de los deportados a aquellas zonas de la Armenia occidental que las tropas rusas habían logrado tomar a los otomanos, así como impulsar una campaña internacional (de gran repercusión en Estados Unidos, la única potencia libre de la guerra) de ayuda a los pueblos oprimidos por el sultanato otomano, que logrará paliar en parte las necesidades.

Sin embargo, el triunfo de los comunistas y el tratado de Brest-Litovsk, por el que la nueva Rusia comunista cede todos los territorios anteriores al tratado de Berlín de 1878 y sale de la guerra, supone que los armenios brevemente reinstalados en sus hogares anatolios los abandonen para siempre. El ejército ruso en la zona se disuelve y los otomanos retoman todas las posiciones perdidas. La Transcaucasia se desintegra, y en mayo de 1918 se proclaman las repúblicas de Georgia y Azerbaiján. Abandonados al avance y depredaciones del tercer ejército otomano, el Consejo Nacional Armenio, que agrupa a los principales partidos revolucionarios (principalmente el Dashnak), logra montar un ejército que frena in extremis a los turcos cerca ya de Erevan, en la batalla de Sardapat. El catholicós George V, instado a abandonar Etchmiadzin por el peligro, se había negado a marcharse, y había cooperado con las tropas armenias en todo lo posible. Finalmente se forma el tratado de Batoum, por el que el califato, muy acuciado en otros frentes, reconoce la independencia de un minúsculo territorio en Armenia occidental, y nace así la República de Armenia. El gobierno provisional, que hasta entonces se reunía en Tiflis (ciudad con mayor población armenia junto a, paradójicamente, Bakú), debe trasladarse a Erevan, pues aquella es la capital de la nueva república georgiana.

Por desgracia, nuevas naciones traen también nuevos conflictos. Los georgianos, armenios y azeríes, mezclados y hasta entonces vecinos más o menos bien avenidos, poseen ahora sus propios estados modernos, y tanto reclaman regiones históricas como desconfían de aquellas en sus fronteras con mayoría de otra etnia. Las pequeñas guerras étnicas son inevitables. Las tropas británicas, llegadas desde Irak al Cáucaso, arbitraron los acuerdos por las regiones en disputa. Tan pronto como en 1920, los azeríes ya provocaron una matanza de armenios en Nagorno-Karabaj. Finalmente, esta región de mayoría armenia se adjudica a Azerbaiján, con autonomía propia, a cambio de que los azeríes renuncien a Erevan (donde ha existido un emirato hasta hacía poco más de un siglo). Armenia retiene Kars a cambio de que los armenios abandonen Georgia. Najicheván queda para Azerbaiján tras el rechazo de la mayoría de la población local, azería, a la adjudicación a Armenia. No sólo quedarán pendientes reclamaciones territoriales, sino también una desconfianza entre las tres etnias caucásicas que se convertirá en endémica, y será semilla para futuros conflictos.

Los dirigentes de la joven república trataron de obtener el apoyo de los victoriosos Aliados en febrero de 1919, aprovechando la derrota del sultanato otomano en la guerra. La simpatía por la causa armenia, tras conocerse los horrores del genocidio armenio después del armisticio de Mudros, fue aprovechada por los representantes del Consejo Nacional Armenio para solicitar la creación de una Gran Armenia que incluía no sólo la Armenia histórica caucásica, sino parte de Capadocia e incluso Cilicia, bajo patrocinio de Estados Unidos. Esta irreal construcción sólo sirvió para inflamar los ánimos de los nacionalistas turcos. Las potencias occidentales, exhaustas por la guerra, están más preocupadas por Alemania que por lo que pueda ocurrir en el Cáucaso. Dos comisiones estadounidenses visitaron la zona y se pronunciaron favorablemente por un estado armenio que incluyera la Armenia occidental otomana y oriental rusa tradicionales, pero desaconsejaban que su país garantizara personalmente su seguridad. Como es sabido, tras la firma del tratado de Versalles, el futuro del imperio otomano, herido de muerte, queda abierto por las presiones particulares de franceses o griegos. El estado armenio no logrará reconocimiento internacional ni protección de las potencias liberales.

Inmediatamente después tuvo lugar la guerra entre Grecia y Turquía, que logró surgir vencedora gracias al ascenso de Mustafa Kemal y su movimiento nacionalista turco. El gobierno de Armenia negocia con los bolcheviques de Moscú, intentando obtener una protección frente a la amenaza turca que los aliados occidentales no pueden proporcionar. En abril de ese año, una revuelta de armenios en Nagorno-Karabaj es brutalmente reprimida por tropas azeríes. Las tropas armenias intervienen en defensa de los armenios, y poco después se produce un golpe de estado bolchevique en Azerbaiján, que instaura una república soviética. Los azeríes llaman en su auxilio a sus camaradas rusos y el ejército rojo entra en Bakú, expulsando a los armenios del país. El tratado de Sevres (agosto de 1920) reconoce la independencia de Armenia, pero Kemal se niega a aceptar el acuerdo firmado por el sultán y en 1920 puso fin al sultanato otomano, dando paso a la aparición de una fuerte república de Turquía.

Por el Tratado de Lausana (1923) la nueva república turca reconoció la existencia del patriarcado en sus funcionares estrictamente religiosas, de acuerdo con su inspiración laicista. Su nombre oficial fue el de “Patriarcado de los armenios de Turquía”, pero permaneció vacante hasta 1927. La archidiócesis de Adrianópolis fue trasladada a la ciudad griega de Tesalónica en 1922, pero en 1931 el Gobierno griego la disolvió.

El tiempo se le agota a los armenios: Estados Unidos renuncia formalmente al patrocinio de Armenia. Kemal firma un tratado de amistad con la República socialista soviética de Rusia, y en septiembre de 1920 ataca Armenia. La breve guerra es una rápida victoria para los turcos (también en esta se calcula que entre sesenta y noventa mil armenios fueron asesinados). Kars cae en octubre y a principios de diciembre la república de Armenia renuncia a todos los territorios de la Anatolia oriental en el tratado de Alexandropol. Al día siguiente, las tropas bolcheviques entraron en Erevan y pusieron fin a la efímera existencia de la república armenia.

El nuevo gobierno de la República socialista soviética de Armenia firmó con Turquía el tratado de Kars, por el que cedía no sólo esa importante ciudad y su región, sino el Monte Ararat o el pueblo de Ani, que habían tenido una importancia central en la historia secular de Armenia. En 1922, la nueva república socialista se integró en la República Socialista Federativa soviética de Transcaucasia, junto a las repúblicas socialistas de Georgia (recién conquistada ese año) y Azerbaiján. Esta nueva entidad supranacional estaba totalmente controlada por el Partido Comunista desde Moscú, que inició una política de industrialización y proveyó al menos de estabilidad política al Cáucaso tras los agitados años previos, pero a trueque de acabar con la libertad política de los armenios. Todos los partidos políticos anteriores fueron proscritos como enemigos del pueblo, y sus miembros perseguidos.

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La Iglesia apostólica armenia perseguida por el comunismo

Gevork V Surenyants, el catholicós de Etchmiadzin que había vivido todos los cambios trascendentales de su época, era un convencido opositor al comunismo, pero pidió a todos los clérigos y laicos armenios que no presentaran resistencia al nuevo régimen para evitar más derramamiento de sangre. Ello no libró a la Iglesia apostólica armenia de ser perseguida, como lo había sido la Ortodoxa rusa, sospechosa tanto de religión como de nacionalismo con la llegada al poder de Iosif Stalin en 1924. Los bienes eclesiásticos fueron confiscados, y los sacerdotes y religiosos sometidos a una campaña de escarnio y desprestigio. Pronto pasó a ser una Iglesia semi-clandestina.

En sus últimos años, Gevork V buscó un acercamiento con los prelados armenios de Turquía, y en 1925, autorizó a representantes del catholicosado de Sis de Cilicia a participar en la futura elección del catholicós de todos los armenios. Tras entrevistarse con el patriarcado armenio de Constantinopla, en 1929 Gevork V logró que accedieran a la petición del catholicósSahak II de Cilicia (cuya sede se había quedado sin territorio tras el genocidio armenio) para que le transfiriese la diócesis de Chipre. Más tarde, todas las diócesis que no estaban en territorio turco, y que en el pasado habían dependido del patriarcado de Constantinopla (Irak, Grecia, Egipto, Bulgaria y Rumanía) pasaron a depender de Etchmiadzin, que fue así clarificando su posición como sede primada de la Iglesia aspotólica armenia.

Gevork V Surenyants murió en 1930, tras un convulso y trascendental pontificado de diecinueve años. Fue sucedido por Khorene Mouradbekian (nacido en Tiflis), inicialmente como vicario, y en noviembre de 1932, como catholicós de todos los armenios.

Khorene había participado activamente en todas las polémicas de su tiempo: en 1903 había sido exiliado a la ciudad rusa de Oryol por oponerse a la confiscación de las propiedades de la Iglesia por orden del zar; durante la primera guerra mundial había sido presidente del Comité de Ayuda Fraternal de Erevan, participó en 1917 en la creación del Consejo nacional Armenio. Fue delegado del catholicós Gevork V en 1919 en los tratados de Versalles, así como vicario pontifical para los armenios de Estados Unidos, desde donde organizó la ayuda para las víctimas del genocidio armenio.

El nuevo catholicós protestó contra la política antieclesiástica de las autoridades soviéticas, y luchó por la reapertura de templos clausurados. Intentó reorganizar la Iglesia dentro de sus limitadas posibilidades, elaborando una constitución litúrgica y canónica, pero en 1938 fue secuestrado por agentes del NKVD (la policía política soviética) en el contexto de las grandes purgas estalinistas. Acusado de nacionalismo y contrarrevolución, el catholicós fue estrangulado el 6 de abril de 1938. La Sede permaneció vacante durante siete años, todo el tiempo que duró la segunda guerra mundial.

Armenia había sufrido también durante aquellos años. En 1936 fue disuelta la República soviética de Transcaucasia, y las tres repúblicas caucásicas integradas por separado dentro de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Stalin transfirió a Azerbaiján las regiones de Najichevan y Nagorno-Karabaj, históricamente armenias, pero con gran población azerí, que habían sido prometidas previamente a la república armenia por las autoridades comunistas. Durante las grandes purgas, se calcula que cientos de miles de armenios (como otras minorías) fueron enviados a gulags de trabajo en Siberia, y varios miles asesinados, como lo había sido el catholicós Mouradbekian. Aunque Armenia se libró de los efectos directos de la segunda guerra mundial, miles de armenios tomaron parte en los combates encuadrados en el Ejército Rojo.

Durante la guerra, el dictador Stalin, para allegar el apoyo popular, puso fin a diversas políticas radicales previas, como el antinacionalismo o la persecución religiosa. Producto de ello, se permitió en 1941 a la Iglesia armenia elegir un vicario para su administración, elección que recayó en Gevorg VI Nornakhijevantsi (nacido en 1868), que había estudiado en Alemania y había sido obispo en Najichevan, donde presidió el comité regional de Ayuda Fraterna a los refugiados. En 1945, con la victoria, se permitió su consagración como catholicós de todos los armenios.

Con la nueva permisividad del gobierno, y más aún cuando en 1953 murió Stalin y tomó el poder el aperturista Nikita Jruschev, la Sede Madre retomó una actividad frenética para la catequesis, la apertura del seminario de Etchmiadzin, la publicación de revistas, la reapertura de la imprenta, la biblioteca, escuelas y parcialmente monasterios e iglesias. Gevorg VI mostró una especial preocupación (que sería una constante en los años sucesivos) por fortalecer los vínculos religiosos y políticos entre los armenios de la patria y los de la diáspora.

En los años de 1945 a 1947, el catholicós se reunió con Stalin y escribió cartas a los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña, pidiendo que se reintegraran las provincias de la Armenia occidental a la república armenia. Gevork VI murió en 1954, siendo sucedido en la sede por Vazguen o Vazken I en 1955, que había sido obispo de los armenios de Rumanía.

En 1965, miles de personas se manifestaron en Erevan para conmemorar el cincuenta aniversario del genocidio armenio. Las autoridades soviéticas, que hasta entonces lo habían silenciado en pro de unas buenas relaciones con Turquía, elevaron en la ciudad un monumento en honor de las víctimas del genocidio, en el cual se colocaron doce losetas que representaban las doce provincias de la Armenia occidental que habían quedado en poder de la república de Turquía.

Vazgen trabajó en pro de la unificación del catholicosado de Etchmiadzin con el de Sis de Cilicia, realizó unas treinta visitas pontificias a las diócesis armenias tanto en la república como en el resto del mundo. En 1962, convirtió a la Iglesia armenia en miembro del Consejos Mundial de Iglesias. También visitó al papa Pablo VI en mayo de 1970.

Vazgen llevó a cabo otra de las actividades tradicionales de los catholicós, la de la reconstrucción, en este caso, tras la política soviética inicial de confiscación y abandono de los edificios religiosos. Tanto la catedral como numerosos monasterios de Etchmiadzin (Santa gayane, santa Hrispime, Mesrop Mashtots, San Sargis, etcétera). Erigió además un monumento a los mártires, la ermita de Galust Külpenkyan, una casa del tesoro, una imprenta moderna y se encargó de recuperar y encuadernar, para su conservación, varios evangelios de origen armenio medieval, que se conservaron así para la posteridad. Escribió numerosos libros de espiritualidad moderna, así como mandó publicar folletos para explicar la liturgia armenia a los neófitos.

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La república armenia contemporánea

Con la implementación a partir de 1985 de la política aperturista llamada Perestroika por el secretario general de la URSS, Mikhail Gorbachov, los armenios de la región autónoma azerí de Nagorno-Karabaj, donde eran mayoría, comenzaron a mostrar su disconformidad con la aculturación forzada a las costumbres azerbaijanas del gobierno, y se organizaron en un Consejo nacional que pidió su incorporación a la república socialista de Armenia. A partir de 1988, cuando un plebiscito en la región votó a favor de la unificación, los disturbios entre armenios y azeríes escalaron hasta la primera guerra de Nagorno-Karabaj, que duró hasta el alto el fuego de 1994. Durante la misma, la República de Armenia había votado su independencia en 1990, la cual fue reconocida por la nueva Federación Rusa, surgida tras la caída del sistema comunista, y la comunidad internacional, en 1991.

Este nuevo conflicto étnico desembocó en nuevas masacres y desplazamientos forzosos, como en el pogromo de Sumgait contra los armenios de febrero de 1988 (en el que murieron golpeados, violados y quemados medio centenar de armenios), o la masacre de Xocali en enero de 1992, en la que las tropas armenias mataron a varios cientos de civiles que huían de los combates en dicha localidad junto a soldados azeríes. En el “enero negro” de 1990, a respuesta de una decisión del parlamento de Armenia que permitía a los armenios de Nagorno-karabaj votar en las elecciones a aquella república, el Frente Popular de Azerbaiján, partido independentista, llevó a cabo un pogromo organizado contra los armenios de Bakú (una de las ciudades del mundo donde más armenios vivían). Hubo casi cien asesinados, y miles más fueron expulsados de la ciudad. Las autoridades de la moribunda Unión Soviética no actuaron inicialmente, pero finalmente, por orden del gobierno de Moscú, tropas del Ministerio del Interior atacaron la ciudad durante tres días hasta hacerse con el control, causando casi trescientos muertos entre los milicianos y civiles azeríes y unos treinta entre los soldados. Posteriormente, la “operación anillo” del ejército soviético, provocó la expulsión de miles de armenios de la parte más occidental de Nagorno-Karabaj. Un año después, el parlamento de Azerbaijan proclamó la independencia de la república, y revocó la autonomía de Nagorno-Karabaj.

Al final de la guerra en 1994 (donde ambos bandos cometieron crímenes de guerra), los armenios crearon la “República de Artsaj” en Nagorno-Karabaj, mas algunos territorios azeríes que la conectaban, expulsando de ellos a la mayor parte de la población azerí (calculado en medio millón de personas). La república de Azerbaiján falló completamente en dar acogida a esta población exiliada, y muchos vivieron en condiciones penosas durante años.

La república de Armenia ha tenido numerosas dificultades en los años siguientes. Aliado preferencial de Rusia, y con buenas relaciones con Irán, ha tenido que soportar la presión de Azerbaiján y su aliada Turquía, viejos enemigos de los armenios. La diáspora armenia en occidente ha continuado el auxilio a sus compatriotas en la patria caucásica. El despegue económico y militar de la república turca sirvió para rearmar al ejército azerí, y con la ayuda israelí, en dos campañas en 2020 y 2023, reconquistó completamente la región de Nagorno-Karabaj. La historia de sufrimiento continúa a día de hoy, y los ciento ochenta mil armenios que aún vivían allí han sido expulsados, tras veinticinco siglos de presencia en la región, viviendo en condiciones precarias en Armenia en la actualidad, pese a los esfuerzos del gobierno armenio y las organizaciones humanitarias internacionales. La mayoría de armenios percibió como un abandono la actitud tibia del gobierno ruso en estos conflictos, y el actual gobierno está rompiendo sus lazos con Moscú y orientándose hacia un entendimiento con Turquía, y alianzas económicas, políticas y estratégicas con la India y Occidente (particularmente la Unión Europea). La paz definitiva con Azerbaiján y la fijación de unas fronteras permanentes todavía no ha sido concluida, pese a la mediación internacional, y de hecho, la amenaza de una anexión completa de la república por el gobierno autoritario de Aliyev en Azerbaiján no ha sido borrada del todo.

En nuestros días la existencia de los armenios sigue siendo tan precaria como lo ha sido a lo largo de casi toda su historia, o incluso más.

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El catholicosado armenio en la actualidad

Para entonces el catholicósVazken I había fallecido recientemente, tras haber reinstaurado la diócesis de Artsaj, y haber financiado la reapertura y reconstrucción de varios templos y monasterios en la región. A su muerte el sínodo elevó como catholicós a quien ocupaba ese puesto desde 1983 en la Sede de la Gran Casa de Cilicia (catholiciosado de Sis), Garegin I (II de Cilicia) Kesabtsi, un obispo intelectual que anteriormente había asistido a la comunidad en la diáspora de Estados Unidos y Canadá. Había colaborado con el catholicós Vazken I en la reconstrucción tras el terremoto de diciembre de 1988 en Spitak. En la sede de Sis fue sucedido por Aram Keshishyan.

Garegin II orientó sus esfuerzos en la catequesis y la reorganización eclesiástica: en 1995 creó el Centro de Educación y Propaganda cristiana, reformó la estructura episcopal, creando ocho nuevas diócesis, así como las externas de Ucrania y Rusia del sur. En 1997 reabrió el completamente reformado Seminario Gevorgyan, y fundó la escuela de San Mesrop Mashtots. Asimismo, ese año puso la primera piedra de la Iglesia de San Gregorio el Iluminador de la capital civil, Ereván. Hombre de amplia cultura, era poliglota y publicó numerosos sobre espiritualidad e historia del cristianismo, en varios idiomas.

Garegin I murió en 1999, siendo elegido en su sustitución Karekin (o Garegin) II Nersisyan, vicario general de Etchmiadzin, cargo que ocupa hasta la actualidad. Ha llevado a cabo una importante labor de construcción y restauración de templos armenios (más de un centenar), así como de relaciones cordiales con otras comunidades cristianas. En 2001 recibió al papa Juan Pablo II en su visita a Armenia (tras haberle invitado en su visita a Roma en el año 2000), y en 2016 al papa Francisco, con el cual publicó una declaración conjunta de fraternidad cristiana. También visitó al patriarca ecuménico ortodoxo Bartolome I en Estambul en 2006. En abril de 2015 canonizó a todos los mártires del genocidio armenio, siendo la mayor canonización en número en un solo acto en la historia de la Iglesia. Esta ceremonia, y algunas de sus declaraciones, hablando abiertamente del genocidio armenio en Turquía (donde está prohibido llamarle así, y se sigue sosteniendo la tesis de que las muertes provocadas por la expulsión masiva de armenios no fueron intencionadas), han generado mucho rechazo entre el gobierno y la opinión pública turca.

Actualmente, la Iglesia apostólica armenia está formada por unos diez millones de bautizados, la mayoría de los cuales viven en la república de Armenia (unos 2,7 millones) o en la diáspora de Estados Unidos, Francia, Canadá, Rusia, Grecia o Argentina, con comunidades importantes en los países árabes de Oriente Próximo. Está dividida en los catholicosados de Etchmiadzin (Armenia), considerado la Sede Madre y Sis de Cilicia (radicado en el Líbano), ambos en comunión pero independientes, y los patriarcados de Constantinopla y Jerusalén, que reconocen la primacía del primero. Está en comunión con todas las Iglesias no calcedonianas o miafisistas (siríaca, malankar, copta, etíope y eritrea), pero pertenece al Consejo Mundial de Iglesias y mantiene buena relación con el resto de comunidades cristianas.

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Las otras comunidades de la Iglesia apostólica armenia hoy en día

Actualmente, el gobierno turco reconoce formalmente la posición oficial del patriarcado de Constantinopla como primado de todos los armenios de la república (apenas cien mil en el siglo XXI). En 1954, bajo los auspicios del patriarca-catholicós Karekin Khasaduryan, se llevó a cabo la reapertura del seminario de la Santa Cruz de Estambul, cuyo primer decano fue Karekin Kazanjian. En 1990, este antiguo decano- tras una fructuosa labor de muchos años en la diáspora de Estados Unidos y Australia- fue elevado al patriarcado-catholicosado de Constantinopla, como Karekin II Kazanjian, cargo que ocupó hasta su fallecimiento en 1998, en que fue elevado Mesrob II Mutafyan, vicario general desde el año anterior, que había formado parte de las comisiones ecuménicas del patriarcado. En 2006 recibió al papa Benedicto XVI en su viaje a Turquía, cuando visitó el patriarcado armenio y su complejo monástico. Mesrob II recibió muchas críticas en su propia comunidad, por su postura casi negacionista del genocidio armenio. En 2008, afecto de la enfermedad de Alzheimer, se retiró de sus deberes como patriarca. El gobernado de Estambul designó al arzobispo Aram Atesyan como “patriarca en funciones”, generando malestar en la comunidad, pues esa atribución pertenece al sínodo, y no al poder civil. Tras varios años de confrontaciones, el sínodo decidió deponer formalmente al enfermo Mesrob II en 2016. A la muerte de este en 2019, se eligió como sucesor a Sahak II Mashalian.

En Jerusalén gobernó a partir de 1939 Mesrob Nishanian, muerto en 1944, cuando le sucedió Guregh Israel, nacido en Nueva Julfa, Irán. Estos patriarcas debían recibir la aprobación del monarca del Reino Unido, país que tenía el mandato de Palestina. Al decidir la ONU el cese del mismo en 1949 (precisamente el año que moría Guregh), y la división en dos estados, uno israelí y otro palestino, se desencadenó una guerra casi endémica, en la que se vieron envueltos los países árabes vecinos. El patriarcado armenio de Jerusalén permaneció vacante una década, hasta que el vicario general, Yeghishe Derderian (nacido en Van, entonces sultanato otomano), logró ser consagrado en 1960. Derderian vivió durante su largo pontificado de treinta años, la convulsa época de la ocupación israelí, y el deterioro de las condiciones de vida de los no judíos en Jerusalén. En 1983 una auditoría de la comisión patriarcal halló pruebas de un manejo inadecuado de los fondos del patriarcado, acusando directamente a Derderian. Este rechazó las acusaciones y siguió en el trono patriarcal hasta su muerte en 1990, en que fue sucedido por Torkom Manoogian (hijo de unos refugiados del genocidio armenio), prolífico autor de libros (y traductor al armenio de los sonetos de Shakespeare) y músico, que había ejercido durante muchos años el vicariato armenio en la costa este de Estados Unidos. Gobernó pacíficamente hasta su muerte en 2012, a los 93 años de edad. Fue elevado en su sustitución Nourhan Manougian, nacido en Alepo, también antiguo prelado en Estados Unidos, actualmente en el cargo.

El catholicosado de la Casa Grande de Cilicia, también llamado de Sis, heredero del catholicosado madre durante la existencia del reino de la Pequeña Armenia, es el último de los entes autónomos de la Iglesia apostólica armenia. En su exilio de Beirut, el pequeño catholicosado renació de sus cenizas a lo largo del siglo XX gracias al esfuerzo de una serie de catholicós prácticos y laboriosos, y de diversos benefactores de la diáspora. A diferencia de los patriarcados de Constantinopla y Jerusalén, no reconoce la supremacía material de Etchmiadzin, aunque mantiene desde la década de 1980 unas relaciones cordiales (de hecho, algunos catholicós de Sis han sido posteriormente elegidos catholicós de todos los armenios de Etchmiadzin en los últimos siglos), y sí le concede una primacía honorífica. Pero en cuanto a su funcionamiento, es completamente autónomo, y de hecho, el catholicós de Sis consagra su propio crisma, derecho que sólo posee el de Etchmiadzin. Este catholicosado se ha especializado en el diálogo y la mediación musulmana-cristiana en los países árabes. Asimismo, con el tiempo ha recuperado algunas sedes en América del Norte y del Sur que se han separado de Etchmiadzin, que considera toda diócesis de Sis fuera de Chipre, Siria y Líbano como anticanónica.

En 1997, las delegaciones de ambos catolicosados se reunieron en Echmiadzin para tratar de superar sus diferencias y así poder fortalecer la unidad de la Iglesia apostólica armenia. Se elaboró un borrador para una constitución común para la Iglesia armenia, con el objeto de normalizar las relaciones entre Etchmiadzin y Cilicia. El intento no pasó de ahí. Tras varios intentos infructuosos ante el Gobierno turco, el 30 de agosto de 2019 el catolicosado cilicio presentó una demanda ante un tribunal de Turquía para obtener la devolución del monasterio y la catedral de Santa Sofía en Sis.

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Relaciones ecuménicas entre la Iglesia apostólica armenia y la Iglesia católica apostólica romana

La Iglesia católica armenia sufrió las mismas consecuencias que sus hermanos de raza en el genocidio armenio, cifrándose en 156 templos, 32 monasterios, 148 escuelas católicos destruidos, y más de quinientos sacerdotes y religiosos (entre los cuales cinco obispos) asesinados. En 1928, un sínodo reunido en Roma decidió devolver la sede del patriarcado al monasterio de Bzommar en Beirut, ahora bajo mandato francés, manteniéndose Estambul como una archidiócesis. Entre los catholicós armenio-católicos del siglo XX cabe destacar a Gregorio Pedro XV Agagianian (1937-1962), que sonó como papable en los cónclaves de 1953 y 1962, recibiendo bastantes votos. Desde septiembre de 2021, el catholicós en Beirut es Rafael Pedro XXI Minassian.

Actualmente, la Iglesia católica armenia tiene once eparquías y tres exarcados. Emplea el antiguo rito litúrgico armenio (una modificación particular del bizantino), similar en todo al empleado por la Iglesia apostólica armenia. Según el anuario pontificio de 2022, tiene 750.000 fieles bautizados, la mayoría de ellos viven en Armenia, Georgia o pertenecen a las comunidades armenias en países de Europa Oriental. También hay comunidades menos importantes en Líbano, Siria, Francia, Estados Unidos, Canadá y Argentina.

La Iglesia apostólica armenia y la Iglesia católica han tenido varios encuentros entre sus cabezas en la segunda mitad del siglo XX y el siglo XXI. En noviembre de 2000, el santo padre Juan Pablo II y su santidad Karekin II patriarca supremo y catholicós de todos los armenios, firmaron una declaración conjunta, en la que confiesan juntos aquellos puntos de fe donde no hay discrepancias, se reconocen mutuamente la validez de los sacramentos de ambas, la sucesión apostólica de sus obispos, la validez del sacerdocio, y respetando las tradiciones teológicas, litúrgicas y canónicas de cada una. Asimismo, se hace hincapié en los desafíos comunes para ambas, como son el materialismo, el individualismo y el ateísmo, y se pide a todos los clérigos y fieles de ambas iglesias que allí donde conviven, se auxilien mutuamente en sus necesidades espirituales y materiales.

Esta declaración conjunta orilla el núcleo central de la discrepancia, la aceptación de la doble naturaleza, divina y humana, de Cristo tal y como fue formulada en el Concilio de Calcedonia, y no entra a valorar el papel de la Iglesia católica armenia, pero en el resto de aspectos normaliza las relaciones entre ambas comunidades (principalmente por la validez sacramental mutua que se reconoce) y prepara el camino a futuros acercamientos teológicos que, de momento, no se han producido.

2 comentarios

  
Luis I. Amorós
Acerca de la bibliografía empleada para esta serie de artículos, cabe decir que en castellano es muy poco lo que hay; siendo mayoritariamente (aparte, naturalmente, de los tratados en armenio) en francés, ruso o inglés. Aparte de lo que se puede encontrar en redes, algunas de las obras que se pueden consultar son:

Yowhannes Drasxanakertci, History of Armenia, trad. Krikor H. Maksoudian, Scholars Press, Atlanta, 1987.
Richard G. Hovannisian, Armenian People from Ancient to Modern Times. Palgrave Macmillan, 2004.
Aziz S. Atiya, History of Eastern Christianity, University of Notre Dame Press, 1967.
Petit dictionnaire de l'Orient chrétien, Brepols, Turnhout, 1991.
Krikor Beledian, Les Arméniens, Brepols, col. «Fils d'Abraham», Turnhout, 1997.
Christine Chaillot, Vie et spiritualité des Églises orthodoxes orientales des traditions syriaque, arménienne, copte et éthiopienne, Le Cerf, Paris, 2011.
Gérard Dédéyan, Histoire du peuple arménien, Toulouse, Éd. Privat, 2007.
Jean-Pierre Valognes, Vie et mort des Chrétiens d'Orient, Fayard, Paris, 1994.
Fahlbusch, Erwin. "Armenian Apostolic Church". Encyclopedia of Christianity. Vol. 1. Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans, 1999.
Krikorian, Mesrob K. Christology of the Oriental Orthodox Churches: Christology in the Tradition of the Armenian Apostolic Church. Peter Lang. 2010.
28/03/24 9:09 AM
  
Masivo
El caso de Armenia es el paradigma de que "la Geografía reina", al estar siempre en la frontera de todo: continentes, culturas, religiones, dinastías, ideologías.
29/03/24 1:28 PM

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