El adopcionismo en España (y II)


Otras impugnaciones a la carta de Elipando

San Álvaro de Córdoba cita a otro apologeta hispano (desconocido salvo por esta referencia) contra la herejía adopcionista, llamado Basilisco, que razona de este modo: “Dice Elipando: Dios Padre no engendró la carne […] A la manera que ningún hombre engendra el alma de su hijo, sino la carne, a la que se une el alma, Dios Padre, que es espíritu, engendra el espíritu, no la carne. El Padre divino engendra la naturaleza y la persona; el padre humano la naturaleza, no la persona. En el Hijo de Dios subsistía la naturaleza divina antes que tomara la naturaleza humana. […] En una sola persona hay dos substancias: una producida por generación, otra no engendrada. La carne nace de la carne; el alma es propagada por Dios. Si a alguien le place dividir a Cristo en hijo propio y adoptivo, divida de una manera semejante a todo hombre. Pero como repugna a la razón suponer ni en el Hijo de Dios ni en el hijo del hombre dos padres, reconozcamos en uno y otro unidad de personas”.

Vemos que Basilisco escoge otra vía de razonamiento menos erudita y algo enrevesada, pero no desprovista de sentido, comparando las dos naturalezas y persona única de Cristo con la dualidad cuerpo-alma de toda persona única humana. Desvelaba así que el adopcionismo, por ilación lógica, sólo podía terminar en difisismo nestorianista puro.

También fue llamado por Alcuino a refutar la herejía otro hispano, el obispo Teodulfo, cuya sede era Orleans. Por desgracia, su libro se ha perdido, aunque consta su existencia por diversas fuentes.

El papa Adriano (que sin duda debía pensar que Hispania se había tornado nido de desviaciones de todo tipo) respondió a las tesis de Elipando y Ascárico. Al contrario que en el caso de Prisciliano, que especulaba en una época en la que aún la doctrina cristológica apenas empezaba a definirse dogmáticamente, poniendo a la pluma en su contra a algunos de los mejores teólogos de su siglo, Félix y Elipando no hacían sino resucitar una herejía condenada cuatro siglos atrás. No es sorprendente, por tanto, que el caso tuviese poca discusión. Con textos de las Escrituras y los Santos Padres, el papa condenó sin vacilaciones el nestorianismo que se escondía detrás del adopcionismo del toledano, y con ello terminaba con su posible viabilidad.

En 787, el segundo concilio de Nicea, ocupado principalmente por la discusión en torno a la iconoclastia, a petición del papa Adriano (que acudió personalmente), repitió la condena al adopcionismo de los sínodos orientales del siglo III.

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El concilio de Narbona

No obstante, la heterodoxia no había cesado con las refutaciones de Beato, Basilisco, Teodulfo y Adriano I. Se había extendido, no sólo por Hispania, sino que, a través de las relaciones del condado de Urgel con el reino franco, por todas las Galias. Ello motivó que en 788, el arzobispo de Narbona juntara un sínodo regional para examinar y condenar las tesis adopcionistas. Además del titular, en la basílica de los Santos Justo y Pastor de Narbona se reunieron los obispos de Arlés, Aix, Embrun, Viena del Delfinado, Burges, Auch y Burdeos. Es decir, los obispos de las futuras Aquitania, Occitania y Provenza, que sin duda eran los territorios donde más se habían extendido los partidarios del adopcionismo. Allí fue condenado el adopcionismo en línea con lo expuesto por el papa Adriano I. El propio Félix abjuró y firmó las actas.


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El concilio de Ratisbona y la abjuración de Félix en Roma

Dado el alcance de las enseñanzas heréticas, el propio rey de los francos, Carlos (que pasaría a la historia por el sobrenombre de Carlos el Grande, o más frecuentemente con la versión latina de Carlomagno), convocó en 792 un concilio para tratarlas en la ciudad donde residía su corte entonces, Ratisbona (Baviera). Acudieron obispos de todo el reino, y Carlos pidió (y obtuvo, claro está) que estuviera presente en el mismo Alcuino de York, el hombre en quién había depositado su confianza en asuntos de educación y cultura, y que pasaría a la historia por ser el principal promotor del llamado “renacimiento carolingio”. Paulino, patriarca de Aquileya, nos ha legado un resumen de lo expuesto en este concilio, cuyas actas se han perdido. Afirma que los obispos condenaron unánimemente el adopcionismo, y que el propio Félix, presente en el sínodo, abjuró de sus errores con la mano puesta en el Evangelio. Es imposible saber si hay un error en la firma del obispo en el concilio narbonense (se trataría de otro obispo Félix o una interpolación posterior), como suponen algunos o si, más probablemente, había recaído en la herejía. Tal vez por eso fue escoltado por el abad Angiliberto a Roma, donde permaneció en la cárcel un tiempo, en el que según el papa León III escribió un libro ortodoxo donde se retractaba de sus primeras sentencias. Posteriormente fue liberado y juró en dos ocasiones no recaer en el adopcionismo, una sobre los Santos Evangelios y otra en la “Confesión de san Pedro”, ambas ante el papa Adriano I. Fue desposeído de su obispado y confinado temporalmente en la sede de Pedro.

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Contestación de Elipando

Andaba ufano el metropolitano toledano de la firmeza con la que iban propagándose sus tesis adopcionistas entre los fieles de Al Andalus cuando se enteró con gran consternación de las sucesivas abjuraciones de su maestro Félix y su degradación, y del gran aprecio que el libro de Beato alcanzaba en tierras francas. Tomó la pluma en 794 y se sentó a escribir (encabezando una lista de obispos hispanos adopcionistas firmantes), con gran desparpajo, dos cartas, una de ellas “a los obispos de Galia, Aquitania y Austrasia [Germania occidental]” y otra nada menos que “Carlos, rey de los francos”.

La primera, en un tono más humilde que el dirigido a Beato o Fidel, solicita un debate teológico en torno a la cuestión, con estas palabras: “Nosotros, indignos prelados de España, solicitamos de vuestra prudencia que, siguiendo todos la bandera de Cristo, conservemos sin menoscabo la paz que él dejó encomendada a sus discípulos. Si pensáis de otro modo que nosotros, mostradnos la razón, y ojalá que la luz de la verdad, con los rayos del dogma, ilumine nuestras almas para que la caridad de Cristo permanezca en nosotros y no estén divididos por la lejanía de las tierras los campos que Cristo fecunda”. Solicitaba a sus iguales en el episcopado que se razonara (tal vez por medio de un concilio al que acudirían también obispos adopcionistas) en torno a la herejía. La realidad es que, tras los escritos del papa y los dos concilios del reino franco, era clara dónde estaba la posición de la ortodoxia. Tal diálogo teológico sobre el adopcionismo jamás tendría lugar.

La segunda carta, enderezada al propio Carlomagno, pide su amparo y solicita con dureza que se persigan los escritos de Beato en el reino franco: “Llegó a noticia de tus siervos que el fétido escrito de Beato ha contagiado con su veneno a algunos sacerdotes. Este nefando presbítero y pseudoprofeta asevera que Cristo, en cuanto hombre nacido de las entrañas de la Virgen, no es hijo adoptivo del padre. Contra esta locura dirigimos una carta a los sacerdotes de vuestro reino y te pedimos por Aquel que en la cruz derramó su sangre por ti, y por ti padeció muerte y pasión, que te hagas árbitro entre el obispo Félix, que en servicio de Dios defiende nuestra causa desde sus juveniles años, y ese Beato, llamado así por antífrasis, hombre sacrílego y manchado con las impurezas de la carne. […] Restaura a Félix en su dignidad, restituye su pastor a la grey dispersa por los rapaces lobos. Cosa de espanto sería que en las tierras donde, por gracia de Dios y mérito vuestro no reina visiblemente la impiedad de los gentiles [por los musulmanes] dominara la oculta calamidad del enemigo antiguo por medio de ese Beato antifrasio, dado a las torpezas de la carne, y adquiriera nuevos prosélitos y los llevase consigo al infierno.”

Además de vituperar personalmente a Beato de Liébana, Elipando en su escrito nos da algunas claves: una, política, da a entender que el poderoso rey franco era considerado el contendiente cristiano de los musulmanes. Como testimonian también otras fuentes contemporáneas, los mozárabes no consideraban al pequeño reino astur, ni lo tendrían en cuenta como continuador de su ideario hasta bien entrado el siglo IX. Asimismo, de las palabras de Elipando se desprende que los obispos de la Narbonense habían enviado presbíteros para evangelizar de nuevo los condados de la Marca Hispánica donde Félix había hecho abundantes prosélitos. Más adelante tendremos una confirmación testimonial.

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El concilio de Francfort

De la importancia de esta controversia teológica, de la importancia de la unidad religiosa que Carlomagno concedía a la Cristiandad, de la importancia (por qué no decirlo) que los asuntos hispanos tenían en aquel momento, habla el hecho de que, a la recepción de esta carta, el rey de los francos convocara de inmediato un concilio general de su inmenso reino para tratar esta cuestión en la ciudad de Francfort (Franconia), donde residía en ese año de 794. Acudieron obispos de todos sus territorios, es decir, Galia, Germania y el norte de Italia (pero ningún hispano). El rey presidió las sesiones y presentó a las mismas varios documentos: ante todo, la carta de Elipando; asimismo la contestación a la misma que el papa Adriano I le había enviado al monarca tras remitírsela, en la que explícitamente amenaza con la excomunión a los adopcionistas si persisten; una epístola sinodal de los obispos de Galia y Germania a los de España (tal vez redactada en el concilio de Ratisbona), que está basada casi por entero en los argumentos del Liber Eterii de Beato; y el Liber episcoporum Italiae, de Paulino de Aquileya, firmado por todos los obispos italianos vasallos de Carlomagno, dirigido a todos los obispos de Galia e Hispania.

Tras examinar unos días todos los documentos, los padres conciliares concluyeron lo que era inevitable concluir: que el adopcionismo era enseñanza herética y debía ser erradicada de la Iglesia. Los cánones de este concilio fueron publicados por el rey, unidos al resto de documentos y a una contestación real a la carta de Elipando (sin duda redactada por Alcuino de York), en la que se hace una elegante apología de la ortodoxia y se recrimina cortésmente a Elipando su tono autoritario hacia el rey de los francos. En la misma, Alcuino se lamenta de que los obispos españoles, con ser tan pocos, “pretendieran oponerse a la santa y universal Iglesia”. Por cierto que al aportar Elipando textos manipulados de varios autores hispanos (san Isidoro y san Ildefonso entre otros), los padres conciliares erraron por ignorancia al afirmar que, si tales eran sus argumentos de autoridad, “no era extraño que los hijos se pareciesen a los padres”, dando a entender una continuidad herética entre los grandes teólogos hispanos y las desviaciones del metropolitano toledano. El propio Alcuino tendría oportunidad más tarde de enmendar esta injusticia derivada del desconocimiento de los tratados isidorianos, irreprochablemente ortodoxos.

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Paulino de Aquileya y el concilio de Friul

Murió Adriano I el día de Navidad de 795, siendo sustituido por León III, el cual, obviamente, no hizo sino confirmar todo lo escrito por su antecesor en este asunto.

Les surgió a Félix y Elipando un adversario tenaz en el patriarca de Aquileya. Paulino convocó un concilio regional en Friul el año 796 que condenó las propuestas adopcionistas y, no contento con ello, escribió nada menos que tres libros Contra Fellicem urgellitanum episcopum. Se trata de obras bien pobres donde, dejando de lado la obsequiosidad de la dedicatoria al rey de los francos y la ampulosidad fatigosa del estilo, el patriarca demuestra no haber entendido bien el adopcionismo, y se empeña en convencer a Félix de la divinidad del Hijo, que él no había puesto en duda.

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Epistolario entre los adopcionistas y Alcuino de York

Carlos, en su papel de rey cristiano, había tomado resueltamente la decisión de acabar con el adopcionismo y encargó a Alcuino de York el intento de convencer a sus cabecillas de que aceptaran las tesis del concilio de Francfort. Tras sentarse a estudiar a los Padres de la Iglesia (incluyendo a san Isidoro, lo que le abrió los ojos acerca de las manipulaciones de Elipando), mantuvo por estos años relación epistolar con los dos padres de la herejía. A Félix (que aparentemente había recaído por tercera vez) escribió nada menos que siete libros arguyendo contra el error nestoriano que atribuía al obispo urgelitano, con abundantes citas de los santos padres y los concilios. Aunque no se conservan las respuestas del heresiarca, sabemos que llamaba a Cristo “Dios nuncupativo (por delegación)”. Aunque no logró convencerle, parece que el trato fue respetuoso y, por parte de Alcuino, incluso cariñoso, como corresponde a la personalidad apacible del obispo hispano.

Muy distinta tenía que ser, por el mismo motivo, la relación con el poco sufrido metropolitano de Toledo. Alcuino le escribió una Epistola conhortatoria, rogándole, en nombre del rey, que desistiera del error, condenado en cuatro concilios regionales y uno ecuménico en sólo diez años, y persuadiera a Félix de hacer lo mismo. La respuesta de Elipando, en su Epistola Elipandi ad Alcuinum, sólo puede justificarse desde el orgullo herido de verse contradicho unánimemente por toda la Iglesia: “Al reverendísimo diácono Alcuino, no sacerdote de Cristo, sino discípulo del infame Beato, así llamado por antífrasis; al nuevo Arrio que ha aparecido en tierras de Austrasia, contrario a las doctrinas de los santos Padres Ambrosio, Agustín, Isidoro y Jerónimo; eterna salud en el Señor, si se convierte de su yerro; si no, eterna condenación. Recibimos tu carta, apartada de la verdadera fe, llena de superstición, horrible como la llama del azufre. Al negar la adopción de Cristo no sigues la verdad, antes estás lleno del espíritu de la mentira, como tu maestro el antifrasio Beato, manchado con las inmundicias de la carne, arrojado del altar de Dios, pseudo-Cristo y pseudo-profeta.” Le acusa de “perseguir al santo confesor Félix en los montes y hasta en las entrañas de la tierra”, y confiesa que le van quedando pocos seguidores en Hispania tras los acontecimientos de los últimos años porque “el camino de la vida es estrecho, y el de la perdición, ancho”. Todo ello apoyado en prolijas citas de los Santos Padres, sacadas de contexto o directamente adulteradas, como en su anterior escrito. Asimismo, desperdicia inútilmente su talento, defendiendo con gran ardor y brillantez la naturaleza humana de Cristo, que supone negada por sus refutadores (creyendo que caen en el monofisismo). Tras tales ataques, se permite rogar a Alcuino que aparte del obispo urgelitano la indignación del rey Carlos para que “Dios no pida al rey la sangre de su siervo”.

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La última abjuración de Félix

Y es que Félix había retornado a su sede alrededor del año 798, tras haber recaído por tercera vez (su segunda abjuración había sido ante el propio papa) demostrando, bien la insinceridad de sus retractaciones (quizá impresionado ante los obispos o temeroso de la deposición y excomunión), bien la superficialidad o inseguridad de sus propuestas teológicas. En la antigua Tarraconense es donde conservaba más seguidores.

En 799, el papa León III convocó un nuevo concilio, esta vez en Roma, al que acudieron 57 obispos. Una vez más, el adopcionismo fue condenado. El rey franco, a petición del papa, envió una comisión a Urgel, dirigida por los arzobispos Leidardo de Lyon y Nefridio de Narbona, junto al abad Benedicto y varios prelados más del sur de la Galia. Allí leyeron a Félix las actas del concilio romano y le otorgaron un salvoconducto para presentarse a Carlos. Este se hallaba entonces en Aquisgrán (Austrasia), la ciudad capital del monarca franco. Allí, bajo la presidencia del propio rey, una conferencia de obispos escuchó los argumentos adopcionistas de Félix y le replicaron con citas de san Cirilo, san Gregorio el Magno o san León. Félix abjuró por tercera vez, según afirma él mismo en su libro Confessio fidei, “no por violencia, sino por la fuerza de la verdad, de todo corazón” ante muchos sacerdotes y monjes, prometiendo hacer penitencia de su pasado error y perjurios. Lo mismo hicieron los discípulos que le habían acompañado.

Desconfiados de sus pasadas recaídas, los obispos en Aquisgrán le exigieron que escribiese una carta a sus corifeos de Urgel en la que rechazara los errores de Nestorio y les aconsejara hacer lo mismo. Así lo cumplió Félix, a través precisamente de la Confessio fidei, remitida a los “presbíteros Elmano, Ildesindo, Exuperio, Gundefredo, Sidonio, Ermenegildo, y a los diáconos Vittildo y Witirico, y a los demás fieles de la diócesis de Urgel”. A pesar de cumplir las condiciones de la conferencia, Félix fue desposeído de su sede y exiliado definitivamente en Lyon, la sede de su sustituto en Urgel, Leidardo de Lyon, encargado por el papa de reevangelizar la diócesis. Aunque públicamente murió reconciliado en aquella ciudad borgoñona (no se sabe la fecha exacta, se proponen los años 808, 811 o 818), hay motivos para pensar que aún recayó una vez más, pues san Agobardo, siguiente obispo de Lyon, afirmaba que Félix en sus últimos años enseñaba a algunos que “Nuestro Señor Jesucristo, según la carne, había ignorado dónde estaba el sepulcro de Lázaro, puesto que preguntó a las hermanas: ¿dónde lo habéis puesto? Y que había ignorado verdaderamente el día del Juicio, así como lo que hablaban en el camino los dos discípulos de las cosas que habían pasado en Jerusalén, y que tampoco había sabido quién de sus discípulos le amaba más ya que le preguntó a Pedro: ¿me amas más que estos?”. Tales eran pues, las interpretaciones literalistas (y que desconocían las formas narrativas y didácticas del pensamiento semítico) que habían llevado a Félix a la herejía; y parece obvio que seguía manteniéndolas, aunque ya no las predicara abiertamente. Agobardo trató de convencerle de que los modos de hablar humanos del Evangelio no habían de entenderse en sentido material, sino frecuentemente figurado o retórico. Prometió Félix (para variar) enmendarse, pero a su muerte se descubrieron testimonios y papeles donde el antiguo obispos volvía a especular con la naturaleza adoptiva de Cristo-hombre.

Tantas abjuraciones y relapsos han dado a Félix fama merecida de tornadizo y liviano, pero todos los testimonios (también el de Agobardo en sus últimos años de vida) coinciden en la rectitud y honradez intelectual de su vida personal. Fue una figura trágica del cristiano erudito e idealista, dominado por las dudas de la razón, que no son sino pruebas de poca firmeza en la fe. Félix no ofrecía resistencia ni replicaba a los argumentos de sínodos, concilios y papas, pero siempre acababa tornando a su duda perenne, atormentado por su conciencia. A nosotros nos queda la ignorancia de conocer si murió realmente en gracia de Dios. A la misericordia del Juez supremo queda encomendado.


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El fin de Elipando

Como diferente era la personalidad del metropolitano de Toledo respecto a la del obispo de Urgel, diferente fue el curso de su herejía y su fin. Ante todo, Toledo no pertenecía a los dominios francos, por lo que no podía Carlos poner al alcance de su poder al obispo toledano. Además, este era la cabeza (teórica) de una gran iglesia, no el titular de un humilde obispado montañés. Para terminar, Elipando, ni guardaba silencio, ni respeto, ni tenía la paciencia y ductilidad de Félix.

Elipando había dirigido una carta a Félix por el año 799, desconociendo su conversión, que este puso en manos de los obispos en Aquisgrán. Le refiere que un tal Militen, correligionario, le había enviado unos cuadernos contra Beato que adjuntaba. Asimismo, le informaba de su contestación a Alcuino, al que llama “hijo del Averno, nuevo Arrio, […] no discípulo de Cristo sino de aquel que dijo: pondré mi trono en el Aquilón y seré semejante al Altísimo [es decir, satanás]”. También le recomienda a cierto Ermedeo, para que Félix le instruya en el adopcionismo, y afirma haber enviado a “los hermanos de Córdoba” su carta anterior. Por cierto que este documento tiene un interés colateral desde el punto literario: está escrita, como documento informal entre amigos que era, en un latín “macarrónico”, familiar, lleno de modismos gramaticales y errores de declinación, probablemente transcripción literal del bajo latín que se hablaba en aquella época. Se reconoce en este texto uno de los primeros testimonios de la existencia, junto al latín culto oficial y epistolar, de un latín dialectal del que nacerían las lenguas romances. Faltaban casi 50 años para que el tratado de Verdún fuese el primer texto legal conocido en el que se hicieron dos copias distintas para el latín franco y el latín germánico.

Alcuino replicó a la última carta de Elipando con el postrer documento de esta controversia, el Libelli quatuor Alcuini contra epistolam sibi ab Elipando directam, escrito probablemente en torno al año 800. En este texto, bajo su habitual cortesía, Alcuino endurece el fondo de su condena, refutando sus errores y amonestándole a la conversión a ejemplo de Félix. Más aún, Alcuino repara el menosprecio del concilio de Francfort a los teólogos españoles; ha acudido a los documentos originales, descubriendo las manipulaciones de Elipando, y se las reprocha: “san Isidoro nunca llamó adoptivo al Hijo de Dios; Juvenco le llama expresamente hijo propio; san Julián nada dice que favorezca tu opinión, ni en los sínodos toledanos puedes apoyarte […] Bien sabido tenemos que has alterado perversamente y con inaudita temeridad sus sentencias, lo cual hemos podido comprobar después de la conversión de Félix, ahora compañero nuestro”.

Lejos estaba Elipando de la autoridad de Carlomagno, que sin duda le hubiese depuesto y condenado de haber sido su vasallo. Tristemente, se protegió de las consecuencias de su yerro bajo el manto del emir musulmán de Córdoba. El inteligente, altivo, iracundo, manipulador y marrullero metropolitano tenía nada menos que 83 años en el momento de esta correspondencia, y ninguna intención de abjurar del adopcionismo. En el error permaneció, aunque no conocemos más escritos suyos, y pese a su avanzada edad, murió violentamente en 806, a los 89 años, en la llamada “jornada del foso”, junto a varios cientos de nobles toledanos a manos (irónicamente) del hispano renegado Amrús, gobernador de la ciudad. Fue sucedido por Gumersindo, que no se apartó de la ortodoxia de la fe. Lo que quedara de adopcionismo en España, hasta lo que nos dan a conocer las fuentes, murió con sus dos propagadores.

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Conclusiones

La controversia adopcionista, lejos de ser una especulación ajena al cristianismo contemporáneo, aborda (desde una perspectiva histórica lógicamente alejada a la nuestra) un problema de fe muy actual: la dificultad para creer en un Jesucristo Dios y hombre a la vez. La infusión del racionalismo en el pensamiento cristiano y sus especulaciones produjeron diversos grados de herejía, desde los ebionitas, que consideraban a Cristo como hombre sin más, pasando por los diversos grados de modalismo arriano (incluyendo el islam, que no deja de ser teológicamente una variante del mismo) hasta la definición niceana de las dos naturalezas de Cristo, sin olvidar la proposición extrema del monofisismo de Eutiques, que sólo daba real importancia a la naturaleza divina de Jesucristo (cayendo en el docetismo). De hecho, aun hoy en día, numerosos teólogos (no pocos formalmente dentro de la Iglesia católica) aventuran respuestas cristológicas que no se apartan mucho de alguna de las heterodoxias citadas (particularmente el neoarrianismo es muy popular). La causa última es el pánico a la Encarnación, misterio que está más allá de la comprensión humana, y que en diversas ocasiones en la historia se ha tratado de “explicar racionalmente”.

El difisismo de Nestorio trataba de conciliar, desde una visión racional, la fe trascendente en un Dios eterno, con la realidad de un Jesús humano (que en algunos pasajes de la escritura parece no conocer la voluntad de Dios o manifestarse inferior a Él, aunque en otras se declaraba a sí mismo Dios). Con la creación de dos personas, cada una de las cuales acogía una naturaleza, pretendió dar respuesta a esa aparente contradicción (realmente misteriosa). Con ello partía a Jesucristo, como si hubiese sido dos seres distintos: el Hijo de Dios y Jesús de Nazaret. El adopcionismo (la adopción de Jesús-hombre por la Segunda Persona de la Trinidad) era una de las explicaciones que el modalismo trataba de dar a ese rompecabezas, sin advertir que con semejante propuesta generaba muchas más contradicciones de las que pretendía resolver.

No se debe tomar a la ligera las observaciones de algunos estudiosos, que advierten que al pasar del niceísmo católico al adopcionismo, el metropolitano de Toledo tomaba un camino teológico que agradaría más a los gobernantes musulmanes de Al Andalus que el de la ortodoxia trinitaria. La influencia, explícita o implícita, de los poderes terrenales en las discusiones teológicas puede ser a menudo infravalorada. Sólo por intervención del Espíritu Santo se puede explicar que la doctrina de la Iglesia se haya mantenido siempre rectamente y cada vez mejor definida y enriquecida pese a los vaivenes de los poderes temporales sobre sus obispos y teólogos.

Aunque Félix y Elipando no tenían la originalidad de pensamiento y la capacidad teológica de Prisciliano, llama poderosamente la atención que nuevamente fuese una escuela hispana la que reflexionara sobre aspectos tan profundos de la cristología (no olvidemos que los principales teólogos de esta historia, tanto de la herejía como de la ortodoxia, fueron hispanos), al mismo nivel (modestamente) que pudiesen debatir las escuelas de Alejandría o Antioquía, sin parangón en la parte latina de la Cristiandad. Asimismo, sorprende la difusión que el adopcionismo tuvo en su momento, expandiéndose, no sólo en sus territorios originales de Hispania y Galia, sino hasta Germania y el norte de Italia, precisando la convocatoria de varios concilios y la intervención del papa y el propio Carlomagno para condenarla y reducirla.

Gracias a Dios, el cisma hispano que se pudo producir de haberse formado un colegio de obispos adopcionistas en Al Andalus, no llegó a materializarse: los sucesores de Elipando y sus adláteres fueron católicos y los mozárabes mantuvieron la fe ortodoxa, en comunión con el papa hasta el último momento. Aparentemente, las conversiones logradas lo habían sido únicamente por el ejemplo personal (en el caso de Félix) o la pura autoridad de un cargo (en el caso de Elipando), y desaparecieron con ellos. Otra consecuencia positiva fue la difusión de las obras de un teólogo hispano singular, Beato de Liébana, popularizado a partir de su refutación del adopcionismo y posteriormente admirado en toda la Cristiandad por su Apocalipsis comentado.

En Hispania, la controversia sirvió como excusa para que el rey asturiano alejara a su iglesia de la influencia de la iglesia mozárabe, ahora sospechosa de herejía y contagio de las enseñanzas mahometanas. Alfonso II el Casto (791-842) acercó a su reino la influencia franca del imperio de Carlomagno, al que envió tres embajadas. También la iglesia astur recibió las nuevas formas litúrgicas y teológicas romanas que se abrían paso en la Cristiandad latina, iniciando la ruptura con la Iglesia mozárabe mártir bajo el dominio de los emires de Córdoba. Elipando puede ser responsabilizado del inicio de este proceso que concluiría durante el reinado de Alfonso VI con el fin de la iglesia mozárabe y el triunfo romano en la Iglesia española.


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Bibliografía:

El cuerpo principal de este artículo está basado en el capítulo “El adopcionismo en España” de la monumental “Historia de los heterodoxos españoles”, de Marcelino Menéndez y Pelayo, completado marginalmente con otras obras tanto en papel como por internet.


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Fuentes primarias:

San Agobardi adversis dogma felicis (en Maxima Biblioteca Veterum Patrum, Lyon, apud Anissonios)
Jonás Aurelianense. De cultu imaginarum, libri III
Paulino de Aquileya. Liber I contra Felicem
Alcuino de York. Epistola ad Elipandum
Cronicón de Isidoro Pacense.
Cronicón de isidoro de Beja.

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22 comentarios

  
rastri
-Dios que es luz y vida, no engendró la carne, ciertamente que no, que es oscuridad y muerte.

- El infinito Dios no engendró la carne porque en la carne hay pecado y Dios no engendra pecado.

-El infinito Dios no engendró la divisibilidad que es oscuridad y muerte, causa y consecuencia del pecado, y la carne que es consecuencia del pecado es divisible.


-Dios engendró el espíritu de cada cual; y el espíritu de cada cual, que es libre y responsable de ser y morar junto a Dios, en la medida que éste se aparta de Dios se torna carne mórbida que es pecado.

16/07/13 8:47 AM
  
Luis Fernando
Nachet, gracias por estos dos post sobre un tema tan interesante.

Este tipo de artículos hacen que InfoCatólica gane en calidad
16/07/13 11:35 AM
  
rastri
-En el principio de todo principio solo existía la Luz; Y la Luz generaba Vida.

-En le principio de todo principio -antes de que existiera el limitado tiempo o Universo-la infinita Luz que era infinita Vida, y la infinita Vida que era infinita Luz, iluminaba y vivificado el infinito Espacio morada del infinito Dios en Trinidad

- Y la Vida que era, es y será libre de ser y morar en el infinito Espacio, limitándose a simisma, dejó de ser lo que era. Y se tornó en oscuridad y muerte que es el Tiempo, o Universo limitado.
16/07/13 1:18 PM
  
Luis I. Amorós
Luis Fernando:

Gracias por tu comentario. En realidad, hay que darle todo el mérito a don Marcelino Menéndez y Pelayo, cuya obra citada forma el armazón principal de mi artículo. Es uno de los historiadores hispanos más importantes de los últimos 200 años, y su figura ha sido opacada en gran medida (injustamente) por el empleo que el franquismo hizo de sus textos. Él como nadie supo investigar y explicar las aportaciones del catolicismo a España y de España al catolicismo. Merece una sincera reivindicación por parte de la Iglesia peregrina en España.

Rastri:

"El infinito Dios no engendró la carne porque en la carne hay pecado y Dios no engendra pecado"

Tu primer mensaje es puro gnosticismo, y no hay cristianismo alguno en él. Cuando Basilisco afirma que Dios no engendró la carne, quiere decir que no es precisa la intervención directa y material de Dios para engendrar la carne, pues eso lo hace la naturaleza. Emplea ese argumento por oposición a la creación del alma, que sólo Dios puede hacer. De hecho, a continuación dice: "El Padre divino engendra la naturaleza y la persona; el padre humano la naturaleza, no la persona."
La carne no es equivalente a pecado. Todo lo material ha sido también creado por Dios, y no es maligno per se. Lo espiritual también es creación de Dios, y puede ser maligno. La materia puede ser santificada: véase a Cristo en la cruz como primer y más importante ejemplo, pero no el único; el espíritu se puede corromper: véase a satanás, que es ser espiritual y criatura también de Dios.
El pecado es negación de Dios, no espíritu o carne.

De hecho, tus afirmaciones del primer mensaje, puestas en forma de proposiciones, están formalmente condenadas por la Iglesia católica, desde sus primeros tiempos (véanse las invectivas de san Juan en I Jn 2, 22-23; I Jn 4, 2-3; II Jn, 7; Ap 2, 6; Ap 2, 15-16).
16/07/13 11:34 PM
  
Ricardo de Argentina
La persecución del Islam contra los cristianos fue a veces violenta, como sucedió especialmente en el Sur del país, o en Toledo, donde fueron asesinados en el martirio unos 5.000 cristianos mozárabes en el famoso «día de la Hoya»[cita requerida].
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Vaya, para exagerar, ¡la Wiki!!
hache te te pe dos puntos //es.wikipedia.org/wiki/Moz%C3%A1rabe

Y además, ¡todos ellos mártires!
Que se vayan enterando en el Vaticano...


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LA

Estimado Ricardo:

Como dice la propia wiki, ese dato requiere una cita. Es el problema de la enciclopedia abierta: que lo mismo escribe el cátedro que el tendero (con todos los respetos a la profesión).

En la "jornada del foso", según las fuentes, murieron entre 400 y 700 nobles toledanos. El fautor, el gobernador Amrús (que era un hispano muladí, o sea, apóstata) llevó a cabo esa matanza por motivos políticos (previendo una sublevación prevista que se rumoreaba en la ciudad), y no religiosos. Por tanto, en esa jornada murieron tanto cristianos como musulmanes. Dado que la religión que profesasen no tuvo parte en la causa de los asesinatos, no pueden ser llamados propiamente "mártires".

Como ese periodo me interesa, en esta misma bitácora he escrito algunos artículos sobre auténticos mártires mozárabes, como lo fueron los de Córdoba. También descubrí algo interesante, al repasar la rebelión de los hispanos de Málaga contra el emir en el siglo IX: en la batalla de Polei (891), perdida por los rebeldes, más de 1000 soldados cristianos derrotados y cautivos prefirieron morir antes que salvar la vida por medio de la conversión al islam (todos menos uno, dicho por las propias fuentes originales musulmanas). Murieron como confesores de la fe. No sé si para la Iglesia serían también mártires, pero para mi lo son (cuando confesaron a Cristo ya no tenían armas con las que defenderse), y creo que para Dios también lo habrán sido.
Es un caso similar al de los templarios que prefirieron morir degollados antes que convertirse al islam para salvar la vida, tras la derrota del rey Guido contra Saladino en la batalla de los Cuernos de Hattin (1187).

También existen otros ejemplos de mártires mozárabes, tanto más cruelmente perseguidos cuanto más seguramente se sintieron los gobernantes musulmanes, hasta su total desaparición tras la llegada de los almorávides.
18/07/13 1:52 AM
  
Rafa
Es evidente que este resumen bebe de las fuentes del gran Menéndez Pelayo, pero creo que el autor debería haber actualizado sus fuentes y, seguramente así, también sus conclusiones. Elipando y Félix no fueron herejes. O al menos no parecen haberlo sido. Su razonamiento es una conclusión lógica que nace de la ortodoxia defendida por los padres del XI concilio de Toledo. El problema es que se mezclaron intereses políticos por parte de los francos y asturianos (para sustraer la Iglesia del reino de Oviedo de la jurisdicción toledana) y teológicos. Esto no lo supo ver Menéndez Pelayo, quien se guió siempre por las refutaciones de Alcuino.


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LA

Las tesis defendidas por Elipando y Félix en el siglo VIII reproducían casi literalmente el adopcionismo de Pablo de Samosata, discutido en los tres primeros concilios de Antioquía, y condenado en el tercero (268). Contemporáneamente a ellos, los concilios provinciales de Narbona (788), Ratisbona (792), Francfort (794) y Friul (796) lo condenaron, así como el concilio ecuménico de Nicea II (787). Tenemos escritos personales de los papas Adriano I y León III, entre otros muchos obispos que escriben contra el adopcionismo de Félix y Elipando). Las tesis de Beato y Eterio en su Liber Eterii adversus Elipandum resumen la proposición ortodoxa desde el concilio de Nicea I (325). De hecho, Alcuino en este asunto, no fue promotor de la condena, sino simple discípulo de los teólogos católicos, aunque adquirió protagonismo por ser el encargado de la correspondencia personal con los heresiarcas en nombre del rey Carlos.
El XI concilio de Toledo trató simplemente asuntos disciplinares. No hizo ninguna formulación teológica, y mucho menos proposiciones heréticas de corte modalista, como es el adopcionismo.
30/07/13 1:08 PM
  
Rafa
Lo que condenaron los concilios francos y Beato y Eterio no eran las ideas de Elipando y Félix, sino lo que ellos querían interpretar. Basta leer la correspondencia entre todos ellos, incluido Alcuino, para darse cuenta que hablan lenguajes diferentes. Por eso E. acusa al sajón de ser el Arrio de Carlomagno. Por eso la aparente ambigüedad de Félix sancionando las actas conciliares francas y volviendo después a la "herejía" (en realidad, la tradición hispanogoda). En cuanto al XI Conc. Tol. le recomiendo leer lo dicho por Cavadini e Isla. El problema, como supo ver Abadal, es que en la polémica se tratan cosas de las que no se hablan. Más claro: la supresión de la Iglesia hispanogoda llevada a cabo en la destrucción por los francos de los monasterios hispanos, esto es, los mantenedores de la cultura visigoda, en la actual Cataluña.
02/08/13 12:38 PM
  
Rafa
Toda la polémica hay que entenderla a partir de dos aspectos:
- Religioso: la propia evolución teológica de la Iglesia visigoda a partir del XI C.Tol. (Cavadini; Isla ). Ni Elipando ni Félix se consideraron nunca herederos de Nestorio y es increíble que una gran parte de los obispos hispanos (por no decir todos) se pusiera de parte del metropolitano de Toledo si se trataba de una desviación herética. Tampoco que fuera sostenido por personalidades eclesiásticas de un amplio abanico geográfico. En realidad, los francos veían adopcionistas en todo lo que olía a tradición hispana, como atestigua el testimonio de ciertos embajadores francos en la misma Asturias. No olvidemos que la sospecha de herejía sobre el rito hispánico volverá a producirse cuando España entre en contacto con la tradición galo-romana en tiempos de Alfonso VI. Tampoco es aceptable la falsificación de citas de la liturgia hispana que hizo Menéndez Pelayo después de la publicación de la liturgia mozárabe por Ferotin.
- Político: el interés franco por anexionarse los territorios hispanos que pasaba por acabar con la herencia cultural goda y por hacerse únicos garantes de la ortodoxia católica. (Abadal) A eso hay que unir el ambiente escatológico que se vivían en torno al año 800 y el interés por afirmar la independencia del reino de Oviedo (Isla).
02/08/13 1:14 PM
  
Rafa
Perdón quise decir: Tampoco es aceptable la acusación sobre falsificación de citas de la liturgia hispana que hizo Menéndez Pelayo después de la publicación de la liturgia mozárabe por Ferotin.
Una última cosa para terminar: el hecho de que décadas después los mozárabes cordobeses consideraran herético a Elipando sólo se entiende porque su recepción de la polémica debió hacerse a partir de fuentes francas y no directamente de los escritos de E. y F.
Un saludo en Cristo Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre, de un defensor de nuestra tradición hispanogoda.
02/08/13 1:25 PM
  
María de las Nieves
Dios es luz en el infinito espacio, es inteligente Padre Creador, Señor de la historia.

Si es Creador de todas las cosas y de los seres humanos en último término tenemos que aceptar que en el momento mismo de la fecundación Dios nos crea,infunde el alma,la vida personal y nuestra creación es el ser vivo humano ,aunque le llamamos naturaleza, esa naturaleza es creadora,los padres donan sus células germinales pero para nosotros nos crea Dios mismo en alma espiritual que es la forma del cuerpo, pero es imposible crearnos nosotros.

Hay una inteligencia creadora en el zigoto que se abre a través de la madre para buscar su alimento y el oxigeno, pero es lo mismo para nosotros ahora, buscamos alimento y oxigeno, sin ello ni cuerpo ni alma seguirían en nuestro cuerpo, pero Dios sigue infundiéndonos su Espiritu por la gracia en los sacramentos y así nos conforma nuestra naturaleza con la misma de su HIJO JESUCRISTO nos hace hijos en el HIJO .Y desde ese crecimiento en gracia podemos "ser párticipes de la naturaleza divina"( 2 Pe 1-4).

Otra cita "Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo(Ef 4:13)
02/08/13 2:31 PM
  
Luis I. Amorós
Rafa:

No tengo acceso a los trabajos de Cavadini o Isla. Le aseguro que cuando tenga la oportunidad de hacerlo, los leeré. Con todo, para mí y para los lectores de la bitácora sería bueno que se tomara usted la molestia de hacer un resumen de sus argumentos. La pura remisión a obras de autores en base al principio de autoridad sin dar más razones no aporta mucho al debate.
Por lo demás, en todos los resúmenes que he visto, el XI concilio de Toledo no trata ningún tema teológico, sino disciplinares. Si no amplía usted sus argumentos, esa afirmación carece de validez.

La confusión en las acusaciones mutuas entre unos y otros (Del mismo modo que Paulino de Aquileya tenía a Felix por nestoriano, Elipando acusa a Alcuino de monofisita) no empaña el fondo del asunto: los escritos de Elipando afirman explícitamente la adopción de la naturaleza humana de Cristo por Dios Padre en el bautismo, con lo cual el Hijo y Jesús de Nazaret se convertían en dos personas distintas: Dios no había sido engendrado en María, sino un simple ser humano, posteriormente "infundido" de Dios. Las fuentes originales son claras en este punto, y Menendez y Pelayo aporta numerosas pruebas sobre ello.

La tradición hispanogoda era católica. Cuando murió Elipando ningún otro obispo mozárabe volvió a escribir nada sobre adopcionismo, sino que fueron todos ortodoxos. De hecho, sabemos que al menos un metropolitano contemporáneo, Teodula de Sevilla, refutó a Elipando, y lo hizo con esta certera cita: "“Si alguno afirmare que Cristo, en cuanto a la carne, es hijo adoptivo del Padre, sea anatema”. Teodula no era un franco despistado o con afán de excomulgar a la iglesia mozárabe, sino que sabía muy bien de lo que hablaba. Igualmente, Beato y Eterio eran hispanos (ambos mozárabes exiliados) y fueron los más certeros impugnadores de Elipando, precisamente atacando el adopcionismo.

Resulta inconcebible suponer que Álvaro y los mártires de Córdoba, que vivieron apenas 50 años después de los hechos, y en el mismo reino donde sucedieron, hubiesen recibido la tradición de la controversia de "fuentes francas", cuando sin duda habían vivido sus mayores en persona tal controversia. Los escritos de Álvaro son meridianos: Félix y Elipando habían defendido el adopcionismo de Pablo de Samosata con apenas variaciones.

La segregación de la iglesia de Asturias con respecto a la mozárabe no fue causa, sino consecuencia de la polémica adopcionista. Realmente, tras 4 concilios regionales, uno general y escritos muy claros de dos papas, sin contar con toda la documentación hispana que poseemos (añádase Basilisco a los autores ya citados) lo lógico es concluir que lo que las fuentes contemporáneas dicen, y el propio Elipando (y lo que sabemos de Félix) afirma, es la realidad, y no construcciones especulativas a posteriori.
02/08/13 9:24 PM
  
Rafa
No era mi intención iniciar una polémica porque seguramente acabaremos como Beato y Elipando, esto es, sumidos en un diálogo de sordos. Algunos de los artículos de A. Isla sobre el tema son accesibles en internet, pero cuando he intentado colgarlos me daba error. No obstante hay uno de fácil consulta y que resume su postura y la de Cavadini: basta colocar nombre de autor y adopcionismo en un buscador. Otros estudios fundamentales son los de Rivera Recio, Abadal y Barbero (varios de ellos accesibles también en la red), que matizan mucho la opinión de Menéndez Pelayo y que se echan en falta en la redacción del post. Al citar todos estos autores no pretendo en absoluto apelar al criterio de autoridad (de hecho no estoy por completo de acuerdo en detalles), simplemente me he permitido recordar que la validez del principio de auctoritas también es aplicable a Menéndez Pelayo y que existen interpretaciones de la polémica muy diferentes, que enraízan las conclusiones de E. y F. con la tradición hispana, en concreto con el desarrollo que Julián de Toledo hace de la doxología del XI C.T. (XIV y XV C. T.: no en vano una buena parte del Libellus sacrosylabus de Paulino de Aquileya está dedicado a refutar las doctrinas de San Julián) y el hincapié que hacían los teólogos hispanos en la cuestión del anonadamiento de la Segunda Persona al asumir su humanidad (cfr. Fil. 2 6ss) siguiendo al parecer ideas de Teodoro de Mopsuestia (hay que recordar que la Iglesia hispana no había aceptado el II Concilio de Constantinopla de 553 y la postura imperial acerca de los 3 Capítulos), algo que era extraño en otras tradiciones como la franca. Sólo así se entiende que la propuesta de E. tuviera la sanción de un sínodo de obispos españoles. De otro modo habría que convenir que no sólo E. y F. eran herejes, sino que la mayor parte de la Iglesia hispanogoda de fin. VII-VIII (¡incluso Julián de Toledo!) defendía posturas heréticas, y eso se me antoja una grave acusación.
Hay que insistir en que fueron los francos quienes pusieron bajo sospecha a TODA la Iglesia goda viendo herejes por todas partes, INCLUSO EN EL MISMO OVIEDO profranco. ¡Hasta 20 000 adopcionistas volvieron al redil tras el sínodo de Aquisgrán! ¡Y esto sólo en el noreste! La misma liturgia visigoda fue puesta en el disparadero. El rito bautismal hispanogodo de inmersión simple, perfectamente ortodoxo y preferido por el papa Gregorio para los godos, es presentado asimismo como arriano. Jonás de Orleáns insiste en esa acusación al rebatir al iconoclasta Claudio de Turín. Lo mismo hacen Beato y otros autores profrancos… Pero mientras los autores francos acusan a los adopcionistas de nestorianismo, los hispanos filofrancos lo hacen de vuelta al arrianismo, a la fides gothica. Sin embargo, algo falla en la argumentación contraria a los adopcionistas, pues ambas acusaciones son de por sí excluyentes: o se es difisista (y por tanto se acepta la divinidad de Cristo, aunque sea en dos personas distintas) o directamente se niega la divinidad de Cristo.
05/08/13 1:54 PM
  
Rafa
A estas alturas no creo que se oculte a nadie que el asunto de fondo era político y, lógicamente, en el Oviedo de ca. 800 había partidarios del acercamiento a los francos y los que se oponían a ello. Así debió entenderlo Teodulfo de Orleáns, en principio partidario de las tesis francas, y probablemente por eso apartado de la polémica después (Abadal). En el caso catalán, sin estado propio, la cosa se resolvió simplemente por la fuerza, cuando los francos destruyeron la estructura monástica visigoda, ya que los monasterios eran los garantes de la cultura hispanogoda, no sin la oposición de los hispanos (Félix gozó aquí de fama de santidad, siendo venerado en la región). Hay un estudio magistral sobre la cuestión de R. de Abadal que es de obligada consulta. Que la cuestión nacionalista pesaba en la polémica lo vieron tanto Paulino de Aquileya como Jonás de Orleáns. La polémica se alimentó por lo demás de numerosos malentendidos y acusaciones mutuas hechas con muy mala fe, pero en realidad es un enfrentamiento entre francos e hispanogodos, hasta el punto que, como bien reconocía Abadal, “en el fondo se discuten otras cosas de las que no se habla”. Esa es la clave del problema.
Estoy persuadido que las tesis de E. y F. entraban perfectamente en la ortodoxia según los razonamientos teológicos de la Iglesia visigoda (es una opinión personal), mucho más avanzada que cualquier otra del Occidente contemporáneo, y por eso E. se defiende ante Carlos apelando a la autoridad de sus predecesores “Eugenio, Ildefonso y Julián”, pero sin duda las barreras entre ortodoxia y heterodoxia estaban poco claras en la cuestión principal (la confusión de naturalezas en Cristo y el anonadamiento del Verbo) y el acaloramiento de la discusión (recordemos los epítetos “testículo del Anticristo” y la contestación de E. “De cuando los lebaniegos dan clases a los de Toledo…?”), la distinta evolución teológica entre las Iglesias nacionales y los intereses políticos hicieron el resto para confusión de los fieles… y de los historiadores. Que Teodula y los mozárabes cordobeses hubieran accedido a la polémica a través de los escritores francos y profrancos no es en absoluto extraño después de las vicisitudes que atravesó la Iglesia toledana por esta época (lo que posteriormente la leyenda acuñó como “jornada del foso”). No se olvide que Eulogio de Córdoba, la cabeza principal del movimiento mozárabe cordobés, tuvo que viajar a la actual Navarra para enterarse de algo mucho más cercano a él como era el Islam.
Quisiera terminar rompiendo una lanza por Félix de Urgel, al que Menéndez Pelayo censuró fuertemente. MP era un fiel hijo de la Iglesia y es evidente que, al escribir su obra magna, pretendía defenderla de todo lo que oliera a heterodoxia. Pero el juicio vertido sobre F. es, a mi parecer, injusto. Más que un carácter débil y voluble, F. mostró una gran habilidad para defenderse ante situaciones harto difíciles cuando lo más fácil habría sido plegarse a los intereses del futuro emperador como hicieron otros. Solo, desprovisto de defensores de su causa y entre enemigos poderosos, F. actuó como hiciera San Pablo ante el sanedrín y en lugar de señalar “soy fariseo”, el de Urgel simplemente proclamó “no soy nestoriano”. Ese era el delito que se le imputaba y que él nunca reconoció. Él fue el paladín que defendió el honor de la Iglesia goda ante los francos. Para finalizar, creo que Dios supo sacar bien del mal (más que del Mal absoluto, de una mala actuación), y que a la larga la condena del adopcionismo fue providencial porque dotó a los reinos cristianos del norte de un arma ideológica potente que habría quedado diluida de haberse mantenido intacta la autoridad de la sede toledana.
Con todo, al margen de mi opinión personal, supongo que estaremos de acuerdo en una cosa: el verdadero veredicto sobre la ortodoxia o no de E. y F. habrá de esperar al juicio divino. Maranatha.
Un saludo fraternal en Cristo, a pesar de nuestras diferencias.
05/08/13 1:58 PM
  
Luis I. Amorós
Rafa:

Tampoco mi intención es crear ninguna polémica, sino argumentar y razonar, para aprender todos un poco más. Ni es preciso que el nuestro sea un diálogo de sordos, pues que los medios de comunicación son en nuestra época infinitamente más eficientes que en el siglo IX.

Buscando por internet sólo he encontrado un artículo de Isla sobre la cuestión. Puesto que cita a Cavadini, Recio y Abadal, y viene a comentar la tesis que sostienes, es sobre este artículo que voy a comentar. Está en esta dirección www.urango-udala.net/portalDurango/RecursosWeb/DOCUMENTOS/1/0_421_1.pdf

-Para Isla, el primer mojón de la polémica parte de la profesión de fe efectuada por el XI concilio toledano (675), que reafirmaba la doble naturaleza de Cristo y explícitamente la no adopción de este (natura est filius non adoptione). Esta profesión en absoluto resulta "particularmente hispánica", sino precisamente es repetición de la profesión de fe romana. Como comenté, este sínodo únicamente se ocupó de cuestiones disciplinares.

- Supone el autor que a partir de esta definición (perfectamente ortodoxa), la escuela de pensamiento hispana, o más exactamente toledana, desarrolló ideas propias que, sin ser heterodoxas, llegaban al límite de lo que permitía la teología católica, ganándose en ocasiones la reprimenda papal, y que Elipando y Félix únicamente hubiesen dado un paso más allá de la ortodoxia, saliéndose de ella.

- Dejando de lado que un paso de semejante calibre es suficiente para llamarlos con propiedad herejes, no estoy de acuerdo con la argumentación. Espigar tres o cuatro expresiones de Eugenio, Ildefonso o Julián, que en absoluto invitan a creer otra cosa que la ortodoxia, de forma confusa o traídas por los pelos (como cuando Isidoro habla de la adopción de toda la humanidad por Cristo, y Elipando entiende que el propio Cristo, en cuanto hombre, es adoptado) no es signo de "evolución teológica".

- Se cita como ejemplo de esa evolución la controversia que tuvo Julián de Toledo con el papa Benedicto a propósito de su obra de 683 Apologeticum fidei, enderezada contra los monotelitas. En ella trataba sobre la relación entre las tres personas de la Trinidad, y hacía una alusión a que el Hijo tenía tres substancias: cuerpo, alma y divinidad. Esta expresión compleja (pensada contra los monotelitas, pero que embrollaba un poco más el asunto de las naturalezas de Cristo) era la que el papa le pidió que aclarara. Así lo hizo Julián en el Apologeticum de tribus capitulum, con el refrendo del XV concilio (688) y el siguiente papa, Sergio I, no sólo aprobó sus tesis, sino que recomendó la difusión de la obra, mereciendo los elogios del emperador Justiniano II. Por tanto, no existió, antes de Elipando y Félix, ni visión teológica hispana divergente de Roma, ni mucho menos atisbo de adopcionismo alguno.
06/08/13 1:51 PM
  
Luis I. Amorós
- Matiza Isla que el constructo teológico de Félix y Elipando parte de una interpretación de la carta de san Pablo a los filipenses (2, 5), en la que se dice que Cristo se hizo siervo para salvarnos. Aplicando ese principio a la cristología (si es que se puede hacer tal cosa), llegan a la conclusión de que, en cuanto a la carne, Jesús de Nazaret no es Hijo propio de Dios, sino de la carne y que el Hijo tenía que haberse "disminuido" para "entrar" en el vientre de María como mortal. Para evitar esa "disminución", lo que hacen es convertir al Jesús carnal en hijo "adoptivo", nuncupativo, del Padre. Es decir, concluyen, por otra vía, en el mismo adopcionismo de Pablo de Samosata.

- Isla considera que el rechazo de los teólogos francos hacia las especulaciones de Félix y Elipando proviene de su desconocimiento de la tradición teológica hispana. No estoy de acuerdo. Teodula de Sevilla (no confundir con Teodulfo de Orleans, también de origen hispano), Beato de Liébana o Eterio de Osma eran mozárabes como Elipando y Félix. Ascárico de Braga aceptó las tesis de Elipando, pero tras exponer sus dudas iniciales. Por tanto, no tenían nada de "naturalmente hispánicas" las especulaciones del obispo de Urgel y el metropolitano de Toledo.

- Isla desarrolla bien la controversia entre Elipando y Beato/Eterio y las posteriores derivadas francas, pero con ello no contradice el resumen de Menendez y Pelayo, más bien lo confirma: en varios momentos Elipando insiste en la filiación adoptiva de la naturaleza humana de Cristo.
06/08/13 2:32 PM
  
Luis I. Amorós
- Incluso en el caso en que Elipando pensara que desarrollaba la teología hispánica tradicional (que no lo parece en absoluto, a pesar de sus citas medio recortadas y traídas por los pelos), en el momento en el que el papa Adriano condena formalmente sus teorías, empleando además profusas citas de los padres, Elipando debería haberse conformado al obispo de Roma. En el momento en que no lo hace, nos guste o no, ya se convierte en un heresiarca.

- Sí hay un aporte de Isla a valorar, y es la publicación de la liturgia mozárabe original, posterior a Menendez y Pelayo. En ese caso,es posible que el erudito hubiese manejado material expurgado posteriormente, por lo que le faltarían algunas de las citas que aporta Elipando, y que toma por falsas. Con todo, las que incluye Isla son un poco más de lo mismo: expresiones litúrgicas que son modificadas por Elipando para convertirse en teología. Nuevamente el metropolitano se excede con mucho y manipula sus fuentes.
06/08/13 2:45 PM
  
Luis I. Amorós
Por último, unos comentarios a algunas de las cosas que afirmas y que Isla no recoge:

- El rechazo al anatema imperial a los Tres capítulos no proviene de "la iglesia hispana", sino de toda la Iglesia latina u occidental (incluyendo a los francos). Por tanto, en ese asunto los padres conciliares no eran originales: habían seguido al papa. En el adopcionismo, los obispos firmantes de la carta de Elipando se apartaban de la autoridad papal.

- El adopcionismo no fue únicamente hispano. Tal vez por las enseñanzas de Félix, sabemos que se extendió por la Galia. E incluso por Germania y el norte de Italia.

- El hecho de que hubiese todo tipo de acusaciones (arriano, nestoriano, etc) entre los autores no impide en absoluto entender el núcleo de la controversia y delimitar claramente cual era la ortodoxia y la herejía. Así lo entendieron tanto Adriano I como Leon III. En una polémica de la época tan amplia y con tantos participantes es inevitable que existan confusiones o errores. Añádase el tono, llamémosle recio, empleado, principalmente por el propio Elipando, que no se detenía mucho a razonar sobre sus propuestas, y sí profusamente en acusar a otros, sin privarse del insulto. No se puede pretender tener un debate claro y templado con tales obstáculos.

- Discrepo completamente de que las tesis de Elipando y Félix "pudieran entrar perfectamente en la ortodoxia de la iglesia hispana de la época", porque la ortodoxia de la iglesia hispana de la época era la misma que la de Roma, o sea católica. Y las tesis de Elipando y Félix no lo eran.

- No comparto la tesis de que desde el reino astur se atacara al metropolitano de Toledo de forma intencionada acusándolo de hereje para poder separarse de su autoridad pastoral. Al contrario, todas las fuentes indican que ese alejamiento, que efectivamente se produjo, fue después de que 4 concilios regionales, uno ecuménico y dos papas tacharan de herejía el adopcionismo. Es decir, a posteriori.

- Estoy en completo desacuerdo con ver intenciones políticas anti-visigóticas en la política franca a este respecto. Los godos de la Narbonense se habían unido espontáneamente a los reyes francos a la caída del reino visigodo. Es la primera noticia que tengo de una destrucción deliberada de monasterios hispanogodos en los pirineos por los francos (mucho menos en aras a terminar con un supuesto "espíritu nacional" de los mismos). Me gustaría ver alguna referencia sobre esa afirmación. Por supuesto, carece de sentido hablar de nacionalismo o de Cataluña en el año 800. Son términos totalmente modernos y anacrónicos para aquella época.

- Por último, el juicio de intenciones sobre lo que Elipando y Félix defendían sólo lo ha hecho Dios, como es su atribución. Pero el juicio de ortodoxia de sus enseñanzas adopcionistas, ese lo hizo ya la Iglesia y queda como definitivo, pues para eso quedó en manos de Pedro la potestad de gobernar el colegio apostólico y el rebaño a él encomendado.

Un saludo fraternal en Cristo.
06/08/13 4:34 PM
  
Rafa
L.I.
Esto empieza a parecerse a un partido de tenis con Nadal al fondo de la pista devolviendo todos los golpes. Voy a intentar explicarme:

 Nunca he afirmado que hubiera una visión teológica hispana divergente con Roma antes de Elipando, simplemente he recordado los hechos que llevaron a la polémica en torno a lo dicho por San Julián, que para muchos son la base de lo que luego sucederá en el siglo VIII. Esto es lo que se deduce de los trabajos de numerosos historiadores (Barbero, Cavadini, Isla, etc.) y así lo recogen los últimos editores de las obras completas de E. (Cerro Calderón y Palacios Royán) en una introducción a los textos especialmente acertada por lo equilibrado de su exposición. Incluso A. del Campo, en su introducción al Apologético de Beato (Obras Completas, BAC) considera excesivo el nombre de herejía para el adopcionismo hispano y prefiere referirse a esta doctrina como “error”. La aceptación de los 4 concilios ecuménicos y el símbolo trinitario de E. son perfectamente ortodoxos y no tienen nada que ver con el adopcionismo de Pablo de Samosata ni con el nestorianismo, macedonismo o arrianismo. Puede que contengan errores pero, si se me permite el chiste, comparados con Pagola, E. y F. parecen lefebvristas.
 La postura defendida por Férotin y seguida por García de Villada es que las rúbricas en que se basa E. son auténticas y, por tanto, dado que todos los concilios toledanos hacen profesión de fe ortodoxa en cuanto a la filiación de la 2ª Persona no hay razón para interpretar en sentido herético unas expresiones que pueden ser interpretadas en sentido católico. Abadal y los editores de la obra de E. advierten que puede tratarse de una mala interpretación del vocablo adoptio. E. en su Ep. ad Alchuinum apoya su doxología en varios pasajes de la tradición visigoda, y Férotin nota en todas ellas que el término adoptio es sinónimo de adsumptio. Así, adoptiuus homo, adoptata caro responden a adsumptus homo, adsumpta caro, con el sentido de que Cristo adopta (asume) la naturaleza humana y, por tanto, se trata de una afirmación perfectamente ortodoxa A este respecto, la Missa de die sabbato ante Pentecosten ofrece la doxología visigoda sobre la filiación: Cristo adopta (asume) la naturaleza humana. Por esta razón se ha visto en la teoría de E. el perfecto colofón de la teología hispanogoda contraria a las ideas defendidas por los acéfalos monofisitas, estableciendo una cadena lógica entre las conclusiones del II Concilio de Sevilla (c. 12-13) y el prólogo del XI Concilio toledano (Cavadini The Last Christology of the West).
 Ascárico de Braga (o de Astorga) no es el único que aceptó las tesis de E. Hay dos cartas remitidas por obispos hispanos a Carlomagno y a los obispos francos defendiéndolas y conminando al monarca a reponer a F. en su sede. Nos guste o no, ésa era realmente la postura de la Iglesia hispana en la época y no la de Beato o los refugiados en el reino franco, ni las de los mozárabes cordobeses medio siglo después. Por tanto, si las tesis de E. y F. eran heterodoxas, hay que concluir que la Iglesia hispana del siglo VIII también lo era. Y esa acusación es especialmente dolorosa y grave.
 Sobre la controversia de los 3 Capítulos y su incidencia en España escribió dos importantes artículos A. Barbero (“El conflicto de los Tres Capítulos…” y “Los síntomas españoles…”). El que en este caso hubiera coincidencia con Roma no aporta ningún argumento a tu favor. Aquí interesa su posible influencia en la posterior evolución de la teología hispanogoda por la aceptación de la obra de Teodoro de M. (Neander). Debo decir que Barbero era especialmente brillante cuando se apartaba del materialismo histórico que profesaba. Por otro lado, la coincidencia con Roma en este punto no es del todo exacta pues esta postura varió poco después al aceptar el concilio de Constantinopla de 553. La Iglesia hispanogoda nunca lo hizo (porque sus fuentes principales procedían del África del norte).
08/08/13 12:35 PM
  
Rafa
 Nunca he dudado que la ortodoxia la marca siempre el Papa y me considero fiel a la máxima de Agustín (Roma locuta…). Precisamente creo que el gran error de E. fue no aceptar ese hecho y empecinarse en sus trece (muy hispánico todo) embrollando aún más la cuestión. Pero hay que situarse en su contexto para valorar justamente la postura de E. Por un lado el dogma de infalibilidad papal no estaba firmemente fijado y, si bien era aceptado, el canon lo marcaba lo acordado en los 4 concilios ecuménicos. Por otro, hay que decir que polémicas semejantes eran habituales entre las diversas Iglesias y en España existía además el precedente de Julián que contestó al Papado sin andarse con tapujos ni medias tintas (T. González, HistIglEsp, BAC). Además estaban ahí el orgullo herido de la Iglesia hispana y el prestigio de la sede de Toledo. Por cierto: si bien es verdad que Julián fue rehabilitado por el siguiente Papa, no es menos cierto que en la polémica adopcionista Paulino de Aquileya le mezcla con las tesis adopcionistas. De esto se infiere dónde hay que buscar la raíz de la teología de E. y F. Otros autores (Gams) la han buscado en una formación nestoriana llegada a través de los sirios o por un intento de acercar posturas con los musulmanes (A. Agustín, Rivera, Riu). Pero sabemos que los adopcionistas no eran nestorianos y que F. escribió una obra contra el Islam.
 Que el adopcionismo se extendiera por otras regiones de Europa no tiene nada de particular dado que muchos clérigos hispanos pudieron extenderla fuera España, más aún si, como se ha dicho, representaba la postura teológica “oficial” de la Iglesia hispanogoda. Podemos hacernos una idea a partir de los casos, por razones obvias mucho más conocidos, de clérigos, monjes y aun prelados hispanos que apoyaron la postura de los francos. Pero otros muchos, anónimos, fundaron monasterios y se acogieron a tierras francas siguiendo los usos y tradiciones propias de la Iglesia goda. Que se hable de 20 000 convertidos sólo en el NE y se dude de prácticas como el rito bautismal visigodo indica bien que el verdadero problema no era otro que el desconocimiento por parte de los missi francos de un rito y una liturgias que les resultaban del todo extrañas. Esto recuerda a la ordalía sobre el rito mozárabe de tiempos de Alfonso VI. Luego, ya se sabe, “allá van leyes…”
 En cuanto a la raíz nacionalista del problema remito al trabajo del historiador catalán R. Abadal y Viñals, La batalla del Adopcionismo… (1949). Evidentemente no utilizo el término en su sentido decimonónico, pero que un sentimiento de diferencia y orgullo nacional existía en la España visigoda es innegable: basta leer la crónica de Juan de Biclara, el Laus Hispaniae de Isidoro que prologa su Historia Gothorum, la Historia Wambae del propio Julián (la arenga del rey a sus tropas es ilustrativa) y las fuentes que documentan la rebelión de Paulo erróneamente atribuidas a este autor, y la forma en que estas últimas caracterizan a godos y francos. En la España goda, esa idea nacional quedaba resumida en un lema: gens ac patria Gothorum, equivalente de la máxima romana SPQR. Por lo demás, remito a la obra de S. Teillet en su obra Des Goths à la nation gothique… De hecho, sin esa idea nacional legada por los godos no habría existido el ideal de reconquistar España después de la invasión de 711, y esa circunstancia es precisamente la que diferencia el caso español de otras zonas conquistadas por el Islam, incluso áreas culturalmente avanzadas y con acusada personalidad como Siria o Egipto.
 Dejo pasar otras cuestiones que no afectan al nudo principal del problema y que alargarían innecesariamente una discusión ya de por sí demasiado polarizada (lo que quiere decir que aburre a los lectores). Quiero terminar, pues, diciendo que no es mi intención defender ideas heterodoxas, sino matizar los juicios de valor que M. P. realizó en su día con lo que en la actualidad se sabe de una polémica confusa en su génesis y que continúa siendo oscura hoy día. Espero haberlo logrado.
08/08/13 12:36 PM
  
Luis I. Amorós
Rafa:

Conforme intercambiamos mensajes, veo que las diferencias son menores, así que no me siento como en un partido de tenis, sino como en una conversación interesante. Me falta el café... o el pacharán con hielos.
Vamos allá:

- Entiendo la postura de los autores que citas (algunos directamente por el artículo de Isla, o las citas que hace este de ellos). No tengo problema en decir que en vez de herejía se trató de un error (una especie de herejía menor) en una definición. Pero definición errada, y persistencia en el error una vez enmendado este por el papa y varios concilios.

- Obviamente, un error teológico no comporta adhesión a todas las herejías. No dudo que Félix y Elipando adhirieran los cuatro primeros concilios y así lo manifestaban. No dudo que creían estar en el camino de la verdad y la ortodoxia. Eppuor... la realidad es que hay varios textos directos del propio Elipando en el que afirma la adopción de la persona humana de Jesús de Nazaret de una forma muy similar a la que podía expresar Pablo de Samosata.

- No dudo que en las rúbricas originales de la litúrgia mozárabe existieran tales expresiones. Pero los autores que citas (al menos Isla) admiten que es bastante temerario tomar "adsumpta" (tomar por algo) por "adoptata" (adoptar paternalmente de forma legal). Ergo, Elipando se equivoca, y lo hace de forma personal, sin antecedente previo en autores cristianos.

- Por tanto, respetando mucho a los autores que citas, no veo nada clara la "evolución natural" desde el II concilio de Sevilla hasta Elipando. Félix y él cruzan una línea y se meten en un charco considerable. En el caso del metropolitano, su posición de poder y su carácter provocan un conflicto no pequeño por su empecinamiento.
Por decirlo en otras palabras: me da la impresión de que si Isidoro, Ildefonso y Julián hubiesen podido leer a Elipando, le habrían dado un buen capón.
Tal vez el hecho de que el metropolitano invoque en su auxilio a estos autores puede hacernos creer erróneamente que los cita lealmente. No me imagino a Isiodoro empecinándose contra dos papas, cuatro concilios regionales y uno ecuménico.
08/08/13 8:13 PM
  
Luis I. Amorós
-En efecto, la mayoría de obispos de Al Andalus firmaron la carta de Elipando a los obispos de Galia e Italia y la de Carlomagno. Pero hay poco dolor en ello. Y me explico: dices que el adopcionismo era "la postura oficial de la Iglesia hispana en el siglo VIII". No estoy de acuerdo. Creo que ese era el acatamiento de los obispos hispanos a su caudillo natural. Que la mayoría (no todos. No quiero ser pesado, pero Teodula de Sevilla- nada menos- condena formalmente el adopcionismo) le apoyaron en sus especulaciones... y que cuando él murió, ninguno lo hizo. No creó escuela, no hay un "adopcionismo hispano" como una suerte de "hecho diferencial". Tras él, no volvemos a oír hablar de ningún obispo hispano que defienda sus tesis: todos ortodoxos. Creo que las cartas citadas no nos hablan de un gran cisma teológico hispano. Por desgracia, nos hablan más bien de un episcopado teológicamente mediocre, que se plegaba en temas profundos a lo que dijera su dirigente natural, el primado toledano.
Eso ha ocurrido en la historia de la Iglesia con otras herejías.

- Por otra parte, el testimonio de los autores cordobeses 50 años después demuestra que sí hubo debate sobre esta cuestión, y que muchísimas congregaciones estaban divididas, lo que demuestra que las especulaciones de Félix y Elipando (y por la primera carta entre ambos, tras el asunto de Migecio, parece que Elipando fue alumno y Félix el iniciador) fueron tomadas como lo que eran: novedad y no "evolución teológica natural".

- Estoy de acuerdo con las aportaciones a la postura hispánica a la Controversia de los Tres capítulos. No obstante, era un asunto viejo de 2 siglos y medio cuando ocurrieron los hechos del adopcionismo. Cualquier diferencia entre la iglesia hispana y Roma que hubiese podido haber existido, estaba más que solventada. No veo clara la relación directa con el problema adopcionista.

- No he negado que los autores francos muchas veces cometen errores de bulto al hablar sobre las tesis de Félix y Elipando (Menéndez y Pelayo es particularmente duro con Paulino de Aquileya, al que dirige epítetos fuertes hacia su ignorancia) o sobre los autores o liturgia hispanogodas, pero el fondo de la cuestión, a través de los edictos conciliares y los decretos del papa, sí responde a las teorías propuestas por los dos hispanos. No creo que se pueda escudar en las fallas de los autores francos para disimular la existencia de la herejía... o error.
08/08/13 8:24 PM
  
Luis I. Amorós
- Por último, emplear el nacionalismo en sentido histórico y no decimonónico es otro asunto (en cuyo caso la sóla mención de Cataluña es anacrónica). En efecto, existía un "orgullo godo", o más bien hispano-godo en diversos autores hispanos, y más marcado cuanto más cercanos estamos al final del reino, lo que indica que en el momento de su caída, el reino hispanogodo estaba conformándose como una entidad cada vez más consciente de sí misma. Es un momento histórico apasionante: se truncó una España con personalidad propia y una monarquía más romanista que la claramente feudal franca.
Bueno, eso es historia-ficción.

- No obstante, son precisamente esas obras que citas, sobre todo en la Historia Wambae de san Julián, donde, no sólo se advierte un "orgullo de raza" de los hispanogodos frente a los francos, sino incluso un cierto sentimiento de superioridad de los hispanos frente a los galos de la provincia Septimania, a los que se acusa de blandos y afeminados, pues cada vez que los francos les acosaban, los hispanos debían acudir en su rescate, ya que no eran capaces de defenderse por si mismos. Naturalmente, este texto se enmarca en una rebelión, la de Paulo, específicamente galo-goda. Pero no deja de ser significativo.

- También es significativo que precisamente fuese la provincia Septimania la última del reino en someterse a los musulmanes. Se cree que el último rey godo, un oscuro monarca llamado Ardo que gobernó precisamente en esa provincia durante unos 7 años, hasta la embestida del emir cordobés, era originario de allí. Aquellos galo-godos se sentían profundamente godos, y cuando lograron sacudirse el dominio ismaelita se sometieron al rey de los francos como protector de su fe, pero conservaron sus rasgos culturales característicos, hasta el punto de que el rey franco llamó a esa provincia, precisamente, Gothia.

Un placer hablar de estos temas. Un saludo fraterno en Cristo.
08/08/13 8:39 PM

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