El origen: persecución y tolerancia

Los últimos decenios del siglo V vieron el desencadenamiento de una persecución de los reyes germanos arrianos contra sus súbditos católicos. El ejemplo más flagrante fue el del vándalo Hunerico, en el norte de África, que en 484 trató de forzar a los 466 obispos católicos de su reino a convertirse al arrianismo. Casi 400 de ellos se negaron, y fueron deportados a las islas o al desierto y condenados a trabajos forzosos, junto a 4000 ciudadanos principales, sufriendo martirio varios de ellos.

Al filo del año 500, el rey Hermanarico (Airmanareiks) de los suevos de Galecia destruyó un buen número de iglesias católicas, y trató también de forzar la conversión de nobles y prelados. El reino visigodo de Tolosa, había sido convertido por su monarca Eurico (Evareiks) en el más fuerte e influyente de Occidente, abarcando toda la Galia al sur del río Loira, la actual Provenza y las provincias Tarraconense, Lusitania y Cartaginense en Hispania. También él se esforzó por someter a la iglesia católica, a la que veía como fuerte sostenedora de los derechos de sus súbditos católicos frente al poder real. Eurico procuró ante todo nombrar obispos dóciles a su persona, y prohibió los concilios, con intención de que la Iglesia se desorganizara y debilitara, llegando a ejecutar a dos obispos (Tours y Orleans) críticos con su gobierno. A su muerte en 484, su hijo Alarico II (Alareiks) hubo pronto de afrontar un reto realmente inquietante: el nuevo rey Clodoveo (Hlodovech) unificó a todos los francos, conquistó en sucesivas campañas el norte de la Galia y avasalló el reino alpino de los borgoñones, convirtiéndose en una amenaza para los visigodos. Contemporáneamente, el monarca Teodorico (Thiudareiks) de los ostrogodos (la otra rama de los godos) tomó Italia en nombre del emperador de Oriente. Teodorico, también arriano, adoptó no obstante hacia los católicos una actitud muy distinta con respecto a sus predecesores. Reconociendo la superioridad de la cultura romana, dio protección a los católicos, buscando más ser amado que temido. Fuera del monopolio ostrogodo del ejército y de los altos cargos de la administración, los romanos tuvieron plena libertad de culto y acceso al funcionariado (incluida la corte). Ante la amenaza franca, Alarico II se alió con el monarca ostrogodo casando con su hija Teodegonda (Thiudigoth), pero por desgracia no supo aprender las lecciones de convivencia de su suegro. Cuando en 496 se produjo la conversión del pagano Clodoveo al catolicismo (primera conversión de un rey germano a la misma fe que los romanos), pronto se convirtió en el monarca anhelado por los galos, el que los libraría de la persecución arriana. En lugar de atraérselos, Alarico emprendió una nueva campaña de persecución de obispos, desterrando al de Tours por connivencia con el enemigo. Durante una década se sucedieron las incursiones francas, las persecuciones del rey, las negociaciones entre Alarico y Clodoveo, y las conspiraciones episcopales.

A partir de 506, Alarico II, seriamente preocupado, dio un giro a su política, y buscó reconciliarse con los obispos, permitiendo el concilio general de los obispos católicos de la Galia en Agde, así como publicando el Breviario de Alarico, un compendio de leyes para los ciudadanos romanos de su reino (inspirado en el código teodosiano), que complementaba el código que Eurico había publicado para los visigodos. Por desgracia para él, estas medidas llegaban tarde; cuando el ejército franco de Clodoveo invadió la Galia, los católicos galorromanos estaban de su parte. Alarico II esperó infructuosamente las tropas que su suegro el rey ostrogodo había prometido, encontrando la muerte en la batalla de Vouillé (cerca de Poitiers) en la primavera de 507. El ejército visigodo quemó su cadáver y emprendió la huida. El monarca había dejado un hijo, Amalarico (Amalareiks), habido en su esposa ostrogoda, pero solo contaba 6 años de edad, y los tiempos recios no permitían regencias ni minorías. Los nobles eligieron como rey a Gesaleico (Gaisulareiks), un hijo ilegítimo habido por Alarico II antes de su matrimonio, en cuya juventud y empuje pusieron sus esperanzas para recuperarse de la derrota. Muy por el contrario, Gesaleico encabezó la retirada visigoda hacia Narbona ante el avance de los francos, que en pocas semanas tomaron e incendiaron la capital, Tolosa. Hubo de huir nuevamente cuando tropas borgoñonas, vasallas de Clodoveo, conquistaron Narbona. Irremediablemente fueron cayendo una tras otra las plazas de Rodez, Beziers y Carcasona, donde los francos capturaron el tesoro real visigodo, sitiando finalmente Arlés, en una fulgurante y triunfal campaña, donde no faltaron los saqueos, las destrucciones y todo género de tropelías.

Gesaleico se instaló en Barcino (Barcelona); muchos visigodos cruzaron con él los Pirineos, huyendo de la devastación, y se instalaron en España. Hasta entonces, las provincias hispanas habían sido para los visigodos una tierra ignorada, y salvo los funcionarios reales, no había existido población germana en ellas. Una primera emigración, a lo largo del valle del Ebro, había tenido ya lugar en 496. Ahora, escapando de su derrota, el grueso del pueblo visigodo se instaló en la zona costera de la provincia Tarraconense, y en las áreas del Alto Duero y el Alto Tajo (que por este motivo tomarían en el futuro el nombre de Campus Gothi). La salvación del reino vino de manos de Teodorico. Un ejército ostrogodo, al mando del general Ibbas, derrotó a los francos en 508, reconquistando Carcasona y recuperando el tesoro real visigodo. En 510 liberó la asediada ciudad de Arlés, que había resistido valientemente 2 años de sitio, poniendo fin a la guerra, que quedó sellada con el matrimonio de Eustere, hija de Alarico II, con Teodorico (Thierry), hijo primogénito de Clodoveo. Era evidente que Teodorico el ostrogodo había evitado el fin del reino visigodo, mientras su monarca nominal Gesaleico, preocupado únicamente por afianzar su poder entre los nobles, se entregó a venganzas como el asesinato de Goyarico, el redactor del Breviario de Alarico. No había duda que el monarca ostrogodo había salvado el reino para proteger los derechos de su nieto Amalarico, no los de un bastardo ineficaz. Así lo comprendió Gesaleico, que trató de buscar una alianza secreta con Clodoveo para asegurar su trono frente a Teodorico. Desenmascarada la connivencia con el peor enemigo de los godos, los nobles visigodos le abandonaron cuando el general Ibbas entró en Hispania y le depuso, expulsándole de España. Gesaleico marchó a África, donde obtuvo dinero, pero no tropas, de los vándalos, refugiándose posteriormente junto al monarca franco. Clodoveo no quiso enemistarse abiertamente con el poderoso rey de Italia (que ya le había derrotado en Carcasona dos años atrás), pero permitió a Gesaleico reclutar por su cuenta tropas francas y borgoñonas, con las que entró en 511 o 512 en su antiguo reino, siendo derrotado por Ibbas a 12 millas de Barcelona. Huyendo hacia el reino borgoñón, fue capturado a orillas del río Durance, y ejecutado por orden de Teodorico, finalizando así su miserable reinado, el primero de un monarca con sede en España. Contemporáneamente moría también el conquistador Clodoveo.

Teodorico proclamó a su nieto Amalarico como nuevo soberano, pero dada su corta edad, se erigió en regente de los visigodos. Este era ahora un reino territorialmente hispano, donde contaba con las tres provincias antedichas, más los restos del sur de la Galia, salvados por Ibbas. La corte se estableció en Barcelona, y Teodorico nombró gobernadores ostrogodos para ejercer la regencia. Estos transplantaron a España el modelo ostrogodo de Italia: junto al gobernador ostrogodo, existía un prefecto romano, los hispanorromanos podían practicar libremente su culto, y fueron de nuevo permitidos los concilios provinciales. La tolerancia y la buena convivencia entre los pueblos procuró una sociedad armónica, en contraste con la tensión entre arrianos y católicos que se había vivido en los últimos años del reino de Tolosa. Económicamente, los ostrogodos trataron a Hispania como una colonia, de la que obtenían un tributo anual de oro y trigo, y conservaron el tesoro real visigodo en Rávena como prenda de garantía de la fidelidad de sus parientes visigodos. En compensación, Teodorico devolvía parte de ese oro en forma de “donativo”. Para ello, comenzó a partir de 511 la acuñación con el oro hispano de una nueva moneda de excelente peso y calidad, los tremisses, la primera original de un rey germano (hasta entonces únicamente circulaban las piezas imperiales romanas), que fueron empleados regularmente en Italia e Hispania, y que pronto copiaron francos y borgoñones, convirtiéndose en la moneda de referencia de Occidente y sustituyendo a las monedas orientales. En lo religioso la permisión de los concilios fue un auténtico bálsamo. Se convocaron provinciales en la Tarraconense (Tarragona, 516; Gerona, 517; Lérida, 524) y la Cartaginense (Toledo, 507), en cumplimiento de lo mandado por los cánones, y recordado insistentemente por los papas, de que debían celebrarse al menos una vez al año. Conservamos varias cartas papales de la época: en la del papa Símaco de 514, este ordena al obispo Cesáreo de Arlés que se preocupe de los asuntos eclesiásticos de Hispania, de donde le llegaban noticias de malas prácticas. En efecto, los clérigos desobedecían a su obispo, y los obispos al metropolitano; practicaban el comercio y la usura, pese a estar prohibidos; conservaban a sus esposas tras la ordenación, o incluso vivían abarraganados; a la muerte del obispo se repartían sus bienes, que debían permanecer como patrimonio de la Iglesia; expulsaban o azotaban a los esclavos o refugiados en las iglesias, violando el acogimiento a sagrado. Todos estos temas fueron tratados y corregidos por los obispos en los concilios, pero el siguiente papa, Hormisdas, les escribió una dura carta advirtiéndoles para que se fijaran mejor en qué clase de personas eran consagradas para la dignidad episcopal, y envió en 517 a su vicario Salustio a Lusitania y Bética, para mediar en las disputas eclesiásticas, lo cual logró a satisfacción de todos. Por cierto, que las actas conciliares constataban con preocupación como había algunos católicos que bautizaban a sus hijos en el arrianismo, para procurarles un mejor futuro, constatando como la tolerancia ejercía una labor proselitista, mientras las persecuciones templaban la fe.

En sus cartas, el papa también advertía a los obispos para que no permitieran que los clérigos griegos que llegaran a España comulgasen sin haber abjurado antes del monotelismo del decreto Henotikon del patriarca Acacio. Y es que está documentado que sobre todo en las ricas ciudades costeras de la Galia y la Tarraconense, existieron prósperas comunidades de comerciantes griegos, sirios y judíos. Esta prosperidad general fue despertando la codicia, no sólo del rey Teodorico, siempre necesitado de más oro para su política, sino también de sus gobernadores y funcionarios ostrogodos, que vieron a España cada vez más como una tierra donde enriquecerse y obtener tierras y prestigio. Los funcionarios empleaban con regularidad pesos falseados y aumentaban abusivamente los aranceles aduaneros y las rentas agrícolas. Conocemos el nombre del último gobernador, llamado Teudis (Thiudareiks). Además de lo que obtuvo con su cargo, casó (en contra de la prohibición legal de matrimonios mixtos entre godos y romanos) con una rica heredera hispanorromana, lo cual le convirtió en el mayor potentado del reino, llegando a reclutar un ejército privado de 2000 hombres. A partir del año 523, ante el tribunal de Teodorico se amontonaron las quejas de sus súbditos hispánicos; los romanos por abusos en la recaudación de impuestos y confiscaciones arbitrarias, los godos por el monopolio de los ostrogodos de todos los altos cargos de la administración. La regencia se hizo muy impopular, pero cuando Teodorico quiso corregir los yerros, se encontró con que Teudis se había vuelto virtualmente independiente. Imposibilitado de llevar a cabo una acción militar, el viejo rey optó por el silencio, para no poner en peligro el reinado de su nieto. Murió el 13 de agosto de 526, y en sus últimos años había desencadenado una persecución contra el papa y los católicos, acusándolos de connivencia con el emperador romano de Oriente.

El fin de la regencia de Teodorico, que había durado 15 años, suponía el acceso efectivo al trono de Amalarico. Este fue apoyado unánimemente por los nobles visigodos, esperanzados en que cambiase el reparto de poder en su favor, y en detrimento de los ostrogodos. Teudis, que sin duda había albergado la esperanza de acceder al trono, se apartó prudentemente antes de afrontar una rebelión de los visigodos, aunque tenía buenos motivos para desear el fracaso del nuevo monarca. Con el mayor magnate del reino en su contra, Amalarico, que contaba unos 25 años, iniciaba su reinado bajo malos auspicios. No obstante, la sangre de Alarico y Ataúlfo, y de las viejas glorias visigóticas corría por sus venas, y contaba con la simpatía de los nobles. Con su primo Atalarico (Athalareiks), también nieto y heredero de Teodorico en Italia, firmó ese mismo año un tratado que consagraba la separación efectiva de ambos reinos. Los visigodos cesaban en su obligación de pagar un tributo anual y recuperaban el tesoro real visigodo (no sólo principal símbolo de prestigio de la monarquía, sino eficaz garantía para obtener préstamos). A cambio, entregaban al reino de Italia la Provenza, estableciendo la frontera en el brazo occidental del río Ródano. A los ostrogodos establecidos en España se les permitía elegir si deseaban conservar su nacionalidad de origen, y regresar a Italia con sus bienes muebles, o bien hacerse visigodos y permanecer en España, opción que escogió la mayoría. Los visigodos genuinos les siguieron considerando un grupo aparte y extranjero, y la fusión no se realizó inmediatamente. Amalarico heredó el respeto por la cultura romana de su abuelo, y amplió la tolerancia hacia los católicos, permitiendo el primer concilio general del reino en muchos años (el de Toledo II, en 527), en el que (junto a un agradecimiento al rey por facilitar su reunión) se trataron temas de disciplina eclesiástica, sobre todo las condiciones para la ordenación de clérigos. Esta tolerancia fue imitada por el rey suevo contemporáneo, Veremundo, que permitió la reunión de concilios en Galecia (Galicia) y la erección y reparación de iglesias. En 529, el rey godo ensayó una reedición del sistema teodoricano, y nombró a un prefecto del pretorio para Hispania, llamado Esteban, para que dirigiera la administración romana, paralela a la goda. El experimento fracasó (tal vez porque los visigodos que rodeaban al rey abominaban de las formas de gobierno ostrogodas), y Amalarico le destituyó y abolió el cargo en 531.

Durante la regencia, los visigodos habían reconquistado a los francos Beziers y Rodez, y el rey constituyó con los restos de las posesiones galas una nueva provincia, llamada Galia, Septimania o Narbonense, pues Narbona fue designada como nueva capital de la misma, y trasladó de nuevo allí la corte. El monarca (que había gobernado hasta entonces intentando conciliar tradiciones visigodas y ostrogodas) sin duda sentía la tentación del “espejismo galo”, probablemente con el recuerdo de su padre derrotado y muerto por los francos siempre presente. Su mirada estaba puesta en la Galia, y daba la espalda a sus provincias hispánicas, soñando con recuperar lo perdido. Clodoveo había muerto, y sus hijos se habían repartido su reino, llegando pronto al conflicto entre ellos. Amalarico quiso introducirse en sus querellas, probablemente para obtener algún beneficio, y pidió en matrimonio a Clotilde (Hlothhild), hija del difunto Clodoveo, esperando obtener el mismo éxito que su hermana Eustere había tenido en su matrimonio con Teodorico el franco. La princesa franca llegó a Barcelona y la boda se realizó con gran fasto. Sin embargo, Amalarico quedó frustrado cuando la novia se negó a convertirse al arrianismo. Sin duda, su hermana se había convertido a la fe de su marido al casarse con un príncipe católico (y posiblemente también la esposa de Teudis), y Amalarico esperaba lo mismo de su esposa. Su tolerancia hacia los católicos no incluía su familia, y probablemente sus nobles visigodos le hicieron notar que una reina católica podía debilitar el dominio visigodo y favorecer a sus súbditos romanos, a los cuales los godos consideraban excluidos de la política por derecho de conquista. Tal vez recordara los recelos de su abuelo Teodorico hacia las conspiraciones de los católicos italianos con el emperador oriental. Al no atender Clotilde a razones, cada vez más exasperado (y tal vez temeroso de que los visigodos le destronaran por no ser capaz de imponerse a su mujer católica), Amalarico comenzó a amenazar a su esposa y a maltratarla. Se dice que le golpeaba y que en ocasiones le arrojaba estiércol cuando acudía a la iglesia. Clotilde, desesperada, envió un mensajero a su hermano Childeberto, rey de París, portando un pañuelo manchado con su sangre tras la última paliza de su marido, para mostrar lo miserable de su existencia. Childeberto, aparte del dolor natural que como hermano sentiría, vio la oportunidad de acabar lo que su padre había dejado a medias, y con el romántico motivo de liberar a su hermana, levantó un poderoso ejército y se dirigió a conquistar las tierras galas que todavía estaban en posesión de los visigodos. Se dice que Amalarico, al enterarse, dio una soberana paliza a su esposa, dejándola medio muerta, y la encerró.

Ahora el monarca visigodo hubo de aprestarse para la guerra. La era del pueblo en armas había pasado, y cada vez más el ejército se componía de los contingentes privados de los nobles, en el proceso de protofeudalización que estaba comenzando en Occidente. El rey convocó a todos sus aristócratas con urgencia, en virtud del juramento de lealtad al monarca que les ataba. Teudis vio su gran oportunidad, y permaneció inmóvil; probablemente otros nobles ostrgodos de su partido hicieron lo mismo. Privado de las tropas del mayor magnate del reino, que esperó en vano, Amalarico y sus visigodos fueron derrotados por Childeberto cerca de Narbona. Huyó a Barcelona, pero su estrella se había apagado, y nadie le recibió. Con el ejército franco a sus alcances, se refugió en una iglesia. Allí fue asesinado, según algunos por un franco llamado Besson, que vengaba así los ultrajes hechos a Clotilde, pero probablemente por soldados visigodos, descontentos por la derrota, instigados por Teudis. Childeberto recuperó a su hermana y optó por regresar a París, sin anexionarse la Septimania. La pobre mujer, en mal estado a resultas de los maltratos de su marido, murió por el camino, como una verdadera mártir por no renegar de su fe.

Con la muerte sin hijos del mediocre Amalarico, quedaba seco el tronco que reunía la sangre de las dos estirpes más preclaras de los godos: la de su abuelo materno Teodorico, de la dinastía de los Amalos, y la de su bisabuelo paterno, también Teodorico, se cree que hijo ilegítimo de Alarico, de la noble familia de los Balthos. Entre ambas, reunían a la mayoría de los grandes reyes godos. El fin de la única dinastía respetada por los aristócratas trajo el restablecimiento de la antigua costumbre de la elección del rey por los nobles, mecanismo que convirtió el acceso al trono en un proceso sumamente inestable. El pueblo visigodo rompía toda relación con un pasado glorioso, y se veía forzado a abandonar su querencia gala y ubicarse definitivamente en España, donde con el tiempo se convertiría en parte integrante de la naturaleza del reino. Sin embargo, ese futuro estaba lleno de interrogantes, y el mayor de ellos era la separación étnica y religiosa entre los minoritarios dominadores godos y los mayoritarios súbditos hispanorromanos. La política de segregación que los germanos dominantes habían impuesto (empleando paradójicamente la ley imperial que prohibía los matrimonios mixtos, pero en sentido contrario), tendía a formar una casta gobernante que monopolizaba todos los cargos civiles y detentaba la mayoría de las tierras, separada completamente de la sociedad a la que dominaba, la cual sólo tenía posibilidad de prosperar en la Iglesia católica, que en aquel momento se convirtió en el alma que mantenía unido al pueblo hispanorromano. La persecución de los reyes arrianos hacia la población católica, muy particularmente los clérigos, con objeto de debilitar su cohesión como pueblo, se había revelado catastrófica. La política de tolerancia había procurado períodos de paz, pero no había acabado con el resentimiento de los aristócratas hispanorromanos o los temores de los nobles godos a una entente de los romanos con poderes extranjeros católicos (por ejemplo, los reyes francos o el emperador oriental), ni había logrado dar una estabilidad satisfactoria al reino. En el futuro, la unificación religiosa sería la única manera de darle viabilidad.


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5 comentarios

  
Ano-nimo
Un artículo muy interesante y denso, muy buena síntesis de una época caótica que creo tiene que ser leído más de una vez, ya que son muchísimos datos y hechos importantes. Enhorabuena.

Un cordial saludo.
25/07/10 6:38 PM
  
Ano-nimo
Luis, me llama la atención la existencia de dos códigos distintos:

"así como publicando el Breviario de Alarico, un compendio de leyes para los ciudadanos romanos de su reino (inspirado en el código teodosiano), que complementaba el código que Eurico había publicado para los visigodos".

¿Existían muchas diferencias legales entre un código y otro?; es decir, supongo que hasta entonces, con Alarico II, los católicos no tenían ninguna protección legal, pero si existieron dos códigos, es que en lo que a derechos se refiere, serían distintos. ¿Me podrías poner algún ejemplo?.

Un cordial saludo y muchas gracias.

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LA

Los godos se regían por un código inspirado en la costumbre germánica; hasta el breviario de Alarico, los romanos se hallaban sujetos a la vieja ley imperial. No estaban estrictamente desprovistos de derechos, sino que existía una duplicidad de códigos, uno aplicable a los dominadores godos, basado en su tradición legal, y otro a los conquistados romanos, basado en la suya. El breviario, en realidad, seguía el código romano de Teodosio, aunque lo adaptaba a la realidad del reino visigodo. El régimen legal se parecía algo al de la segregación del "apartheid" de Sudáfrica hasta los años 90.

No soy experto en historia del derecho y no puedo compararte ambos códigos, en buena medida porque del código de Eurico original apenas se conservan unos fragmentos, y se cree que fue empleado como base de los futuros códigos visigodos de Leovigildo y Recaredo, pero resulta difícil distinguir en ellos lo antiguo y lo innovador. Sí sabemos que ambos textos prohibían el matrimonio entre godos y romanos.

Un cordial saludo.


26/07/10 9:07 AM
  
FZP
Nunca dejarás de sorprenderme.

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LA

Un fuerte abrazo. :)
26/07/10 10:09 AM
  
Ano-nimo
Muchas gracias Luis; algo que no acabo de comprender es lo siguiente:

"En efecto, los clérigos desobedecían a su obispo, y los obispos al metropolitano; practicaban el comercio y la usura, pese a estar prohibidos; conservaban a sus esposas tras la ordenación".

Según tengo entendido, aunque quizás esté equivocada, hasta el II Concilio de Letrán en 1139 no se promulgó la ley del celibato, por lo que según parece no había ninguna obligación de "despachar" a la esposa. Y en caso de que existiera, ¿qué proponían que hicieran esposa e hijos abandonados?.

Por cierto, supongo que la Iglesia habrá reconocido a Clotilde como martir, ¿no?.

Un cordial saludo.


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LA

Hola, Ana. la verdad es que el experto en esas cosas es el padre Iraburu, no yo, pero creo que en el concilio de Elvira de 304, se trató por primera vez el celibato presbiterial. Si un hombre casado quería ordenarse, debía separarse de su esposa, o vivir juntos en perfecta castidad (esto último era tan complicado de cumplir y de comprobar que de hecho en la práctica se desaconsejaba). Los casados que querían ordenarse normalmente no tenían hijos, o los tenían ya criados, en caso contrario no solían ser aceptados para el orden (salvo simonía o torcida influencia, temas que los concilios de la época trataban con frecuencia).

La Iglesia no ha beatificado a Clotilde, hija de Clodoveo. Y creo que tampoco figura en la lista de mártires religiosas.

Un cordial saludo
27/07/10 9:44 AM
  
pablo
Gracias por un post tan instructivo.
Un saludo.
27/07/10 9:08 PM

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