14.01.21

Aclaraciones sobre ministerios laicales de lector y acólito para varones y mujeres (I)

institución Con el motu proprio del Santo Padre, los ministerios laicales, antes reservados a varones, se hacen extensibles a las mujeres.

Sin embargo, muchos son los comentarios en blogs e incluso los periodistas que Bastante despistados afirman cosas a la ligera que no son, ignorando qué son los ministerios laicales instituidos, cuáles son sus cometidos, etc.

-Como en muchas diócesis los ministerios laicales se han reservado sólo a los seminaristas en su proceso formativo al sacerdocio y a los candidatos al diaconado, parece que estos ministerios en vez de ser laicales fuesen clericales. Apenas se han instituido laicos en estos ministerios de lector y acólitos.

-La institución del ministerio del lector (a un varón o a una mujer) no significa que pueda proclamar el Evangelio: éste siempre se ha reservado a un ministro ordenado (diácono o presbítero).

-Algunos no ven la novedad, porque ya era usual que mujeres ejercieran el servicio de leer las lecturas de la Palabra de Dios en la liturgia, o que ayudasen a distribuir la comunión o llevarla a los enfermos. La novedad reside en recibirlo como ministerio laical, de forma estable: solicitud al obispo, preparación adecuada y rito de institución por parte del obispo, y no seguir realizándolo como una encomienda temporal. Lo mismo que es diferente ser acólito que ser ministro extraordinario de la comunión: el acólito lo será estable, preparación previa, solicitud por escrito al obispo, rito de institución del obispo, mientras que el ministro extraordinario de la comunión es nombrado por el obispo o vicario episcopal por un tiempo determinado (tres, cuatro años) si hay necesidad en la parroquia, y recibe un simple bendición (que figura en el apéndice del Ritual de la Comunión y Culto a la Eucaristía fuera de la Misa).

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12.01.21

El respeto al Evangeliario en las liturgias orientales (Palabra y Evangelio - III

5. Las liturgias orientales

    Nos pueden servir para ver algunos rasgos que son comunes a Oriente y Occidente en su veneración a las Escrituras. También en Oriente se trata de un Evangeliario, no una Biblia o leccionario, sino el libro de los Evangelios. Se deposita sobre el altar y es llevado en procesiones distintas, con cirios encendidos y con el incienso. No existe una entronización de la Biblia. Las procesiones son distintas y en diferentes momentos a la Misa romana, sí, pero las características son iguales en el fondo.

   En general, “en las liturgias ordinarias el cortejo de entrada es sustituido por una solemne ostensión del libro de los Evangelios, para constituir la “Pequeña Entrada”, paralelo a la ostensión solemne de las oblatas o “Gran Entrada” que inaugura la liturgia de los fieles. Durante el canto de las Bienaventuranzas o de la tercera antífona que sigue al oficio de los “típicos”, el celebrante precedido de luces y del diácono llevando el Evangeliario, sale del santuario y avanza a través de la iglesia hasta delante de la puerta central del iconostasio; se detiene entonces para besar el libro y recita la oración de entrada seguido de la aclamación del diácono: “Sabiduría, en pie”…”[1]

    divina liturgiaEl Evangeliario, entre los bizantinos, está relacionado y vinculado al altar siempre. Es su sitio junto a la cruz. “El altar es el primer lugar destinado a recibir el evangeliario, es el espacio de su primera statio, como enseña la iglesia de oriente: la liturgia bizantina en efecto custodia el uso de depositar y conservar siempre el libro de los evangelios sobre el altar, signo de su eminente dignidad, dado que el altar no tiene otro destino sino el de recibir sobre sí el cuerpo de Cristo[2].

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5.01.21

El Evangeliario en la Misa romana de hoy y de ayer (Palabra y Evangelio - II)

  1. El Evangeliario en la Misa romana

    Veamos el rito de la Misa cuando se emplea el Evangeliario.

procesión de entrada    “Cuando el diácono lleva el Evangeliario lo tiene un poco elevado y precede al sacerdote mientras se acercan al altar” (IGMR 172). Si no hay diácono, un lector revestido puede llevar el Evangeliario, pero no el leccionario (IGMR 120d). Así avanza, tras el incensario, la cruz y los cirios, en procesión al altar.

   “Cuando llega al altar, si lleva el Evangeliario, [el diácono] omitida la reverencia, se acerca al altar. Luego una vez depositado el Evangeliario sobre el altar, lo cual es recomendable, juntamente con el sacerdote venera el altar con un beso” (IGMR 173). Hay que pensar que sobre el altar no se puede colocar cualquier cosa, aunque estamos acostumbrados a ver carteles, libros, y muchos otros objetos extraños…, pero sobre el altar, en el centro mismo, sólo se coloca el Evangeliario, signo de la presencia de Cristo en su Palabra, y después la Ofrenda eucarística que se transformará sustancialmente en el mismo Cristo. Nada más sobre el altar que es santo.

   Cuando llega el momento del Evangelio tras las lecturas, un hermoso ceremonial se despliega.

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28.12.20

Venerar el Evangeliario (Palabra y Evangelio - I)

En breve, tras el tiempo litúrgico de Navidad-Epifanía, se volverá a celebrar el nuevo “Domingo de la Palabra”. Las iniciativas de tipo “litúrgico” se multiplicarán, no siempre acertadas y sí en exceso originales. Durante varios artículos ahondemos en cómo la liturgia, en su historia, en su espiritualidad y en sus rúbricas, ha celebrado venerando la Palabra. ¡Ahondar!

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   evangeliarioSiempre en la liturgia, la Palabra de Dios ha sido honrada, escuchada con amor, celebrada ritualmente. De manera muy particular, el santo Evangelio, cuando es Cristo mismo quien nos habla: “en la liturgia, Dios habla a su pueblo; Cristo sigue anunciando el Evangelio” (SC 33). Hay una progresión, del Antiguo Testamento al Nuevo y su cumbre en la proclamación del Evangelio. Ya decía san Agustín: “El Antiguo Testamento está patente en el Nuevo, y el Nuevo late en el Antiguo” (Quaest. In Hept., 2,73), y así se llega a la lectura evangélica en la Misa: “Nadie ignora que entre todas las Escrituras, incluso del Nuevo Testamento, los Evangelios ocupan, con razón, el lugar preeminente, puesto que son el testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo Encarnado, nuestro Salvador” (Dei Verbum, 18).

      Lo expresa bien la IGMR:

    “La lectura del Evangelio constituye la cumbre de la liturgia de la Palabra. La Liturgia misma enseña que debe tributársele  suma veneración, cuando la distingue entre las otras lecturas con especial honor, sea por parte del ministro delegado para anunciarlo y por la bendición o la oración con que se prepara; sea por parte de los fieles, que con sus aclamaciones reconocen y profesan la presencia de Cristo que les habla, y escuchan de pie la lectura misma; sea por los mismos signos de veneración que se tributan al Evangeliario” (IGMR 60).

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22.12.20

Lectio divina con la liturgia (Notas sobre espiritualidad litúrgica - XIV)

    lectio De la liturgia nace el deseo de conocer mejor la Palabra de Dios en las sagradas Escrituras mediante la lectio divina, y la lectio divina favorece luego vivir la liturgia escuchando la Escritura, cantando los salmos, etc., con mayor conocimiento y fervor.

     Toda la liturgia está impregnada de la Palabra de Dios; en cada oficio litúrgico se lee la sagrada Escritura, en mayor o menor extensión, y con una distribución propia. Y es que la liturgia ofrece diversos ciclos de lecturas en su liturgia para instruir y alimentar las almas:

a)      El ciclo dominical en tres años (A, B y C)

b)      El ciclo anual en ferias de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua

c)      El ciclo bianual para la 1ª lectura y anual para el Evangelio en las ferias del tiempo ordinario

d)     A lo que hay que sumar la distribución de lectura para fiestas del Señor, de la Stma. Virgen, Apóstoles y santos, etc…

e)      El ciclo anual, por ahora, del Oficio de lecturas en la edición española.

f)       Y aunque no son lecturas, habría que añadir los salmos de la Liturgia de las Horas distribuidos en cuatro semanas, especialmente los salmos de las Laudes, Vísperas y Oficio de lecturas.

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