La liturgia bien celebrada es la mejor catequesis

La liturgia bien celebrada es la mejor catequesis

La mejor catequesis sobre la Eucaristía es la Eucaristía bien celebrada. Entonces entran por los ojos los signos, la ritualidad, el respeto, la adoración, la Presencia.

A veces hemos rellenado la celebración litúrgica de moniciones explicativas de todo y luego el rito se realiza de modo insignificante, poco elocuente.

¿De qué sirve explicar con moniciones y en catequesis que el incienso es oración, si luego en la Eucaristía se inciensa aprisa y corriendo, y el incensario apenas hecha humo? ¿Eso expresa la oración y la ofrenda?

¿De qué sirve repetir que las lecturas bíblicas son Palabra de Dios, Dios hablando a su pueblo, si luego dejamos que cualquiera, incluso niños, lean las lecturas sin vocalizar ni darle entonación ni sentido alguno?

¿De qué sirve una larga monición antes del prefacio, si después la plegaria eucarística se recita corriendo, con mala entonación, como una parte que hay que ejecutar rápido para no aburrir? ¿De qué sirve, si luego, el 99 % por ciento de las veces, se escoge la plegaria II por ser la más breve y recitarla más aprisa que si se empleara reverentemente el Canon romano u otra del Misal?

¿De qué sirve hablar del Espíritu Santo si luego la imposición de las manos en la epíclesis de la Misa pasa fugaz, mientras los fieles se están arrodillando, con un gesto sacerdotal rapidísimo y casi invisible?

 ¿De qué sirve una monición o una catequesis sobre la fracción del pan, si después al partir el Pan consagrado no esperamos que todos se hayan dado la paz y se parte casi de forma invisible la Hostia en solamente dos trozos ignorando la rúbrica del Misal?

¿De qué sirve hablar, hacer moniciones, catequesis sobre la adoración, si luego la genuflexión la hacemos precipitadamente, las inclinaciones profundas las convertimos en inclinaciones de cabeza sencillitas, y cuando hay que inclinar la cabeza (al nombre de Jesucristo, de la Virgen María y del santo del día) la omitimos sin más?

¡Y cuántos ejemplos más se podrían traer a colación!

En general, una liturgia verbalista (con verborrea) es inversamente proporcional a la solemnidad, dignidad y respeto de los ritos litúrgicos. Al final, como siempre, todo es mucho más fácil: celebrar bien. Esto de por sí es elocuente.

Pensemos en lo que, tan pedagógicamente siempre, explicaba el papa Benedicto XVI:

La santa Misa, celebrada con respeto de las normas litúrgicas y con una valoración adecuada de la riqueza de los signos y de los gestos, favorece y promueve el crecimiento de la fe eucarística. En la celebración eucarística no nos inventamos algo, sino que entramos en una realidad que nos precede, es más, abarca al cielo y la tierra y, por tanto, también el pasado, el futuro y el presente. Esta apertura universal, este encuentro con todos los hijos e hijas de Dios es la grandeza de la Eucaristía: salimos al encuentro de la realidad de Dios presente en el cuerpo y la sangre del Resucitado entre nosotros. Por tanto, las prescripciones litúrgicas dictadas por la Iglesia no son algo exterior, sino que expresan concretamente esta realidad de la revelación del cuerpo y sangre de Cristo y, de este modo, la oración revela la fe según el antiguo principio de lex orandi - lex credendi. Por esto, podemos decir que “la mejor catequesis sobre la Eucaristía es la misma Eucaristía bien celebrada” (exhortación apostólica postsinodal Sacramentum caritatis, 64). Es necesario que, en la liturgia, aparezca con claridad la dimensión trascendente, la dimensión del Misterio del encuentro con el Divino, que ilumina y eleva también la dimensión “horizontal", es decir, el lazo de comunión y de solidaridad que se da entre quienes pertenecen a la Iglesia. De hecho, cuando prevalece esta última, no se comprende plenamente la belleza, la profundidad y la importancia del misterio celebrado (Benedicto XVI, Discurso al Congreso de la Diócesis de Roma, 15-junio-2010).

 Pues para celebrar bien tengamos presente:

  • respeto a las normas litúrgicas: conocerlas, repasarlas, ensayarlas…
  • valorar signos y ritos (incensar bien, solemne pausado; realizar con adoración la genuflexión; saber modular la voz en tono y entonación según sea el texto: no es lo mismo una monición diaconal que la plegaria eucarística; moderar el signo de la paz para que no se convierta en un “recreo de patio” y destacar la fracción del Pan con el canto del Cordero de Dios y fraccionando una o varias Hostias en diversos trozos…)
  • No inventar nada. Creemos que la liturgia, que es vida, está sometida a la genialidad pastoral de cualquiera… En la liturgia no se puede inventar nada; únicamente las moniciones que deben ser breves, y las palabras del sacerdote en las moniciones, “con éstas o semejantes palabras", pero sin ser pequeños sermones por su duración.
  • Cuidar y potenciar el aspecto sagrado de la liturgia, su dimensión vertical, sin que externamente aparezca como una fiesta infantil o juvenil o como una larga sesión de catequesis. Lo sagrado se expresa en el silencio, en el canto confesante de la fe eclesial, en el respeto, en la adoración, en el modo de estar o de moverse por el presbiterio con dignidad…
  • Las “razones pastorales” como argumento para variar la liturgia, no sirven. Ya decía el Concilio Vaticano II: “Nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia“ (SC 22). La respuesta de cualquier sacerdote sobre “razones pastorales” es la mayor excusa, la más elástica, que puede darse. Significa en general que el sacerdote interpreta lo que dice el ritual y lo modifica a su gusto. En “razones pastorales” cabe todo. Olvidan que la liturgia tal cual, bien celebrada, ya es pastoral.

Es verdad que lo importante es que cada uno entre en el Misterio con aquella deseable participación plena, activa, consciente, interior, fructuosa. Pero la Liturgia requiere buenos celebrantes (el ars celebrandi) para que no sean estorbos sino ayudas para vivir la Liturgia: buenos sacerdotes y obispos, con sentido litúrgico y espiritual, que celebren tal cual lo marca la Iglesia en sus normas y rúbricas, siempre también con fervor, con devoción.

Uniendo todo esto… lograremos que la liturgia bien celebrada sea la mejor catequesis y no precisamente por la abundancia de palabras y símbolos creados, sino por la ritualidad tan elocuente de la misma liturgia bien celebrada.

1 comentario

  
Juanjo Romero
Don Javier falleció el el 11 de septiembre de 2021, pero nos dejó más de un centenar de artículos en borrador, muchos de ellos listos para su publicación.

A lo largo del año los iremos publicando póstumamente, y seguro que nos servirá para elevar oraciones al Cielo en acción de gracias y por su alma, como a él le gustaba decir.
08/01/22 11:06 AM

Los comentarios están cerrados para esta publicación.