Memoria histórica (y III): la explosión del odio hacia la Iglesia en 1936
TERCER PERÍODO: DE FEBRERO A AGOSTO DE 1936
Concluimos esta serie de artículos que ha tenido como objeto el describir el antriclericalismo de la Segunda República. De este tema se podría hablar mucho más, pero esta ha sido una exposición sencilla y, ojalá, también iluminadora. Con estos artículos no se termina el tema de la persecución religiosa en España, pues habrá que tratar más adelante de casos concretos. También trataremos de algún caso que podría parecer persecución religiosa y sin embargo no lo fue. Con el tiempo, Dios mediante, trataremos también otros casos de persecución religiosa del siglo XX, como el de México, Rusia, la Alemania nazi, la Italia fascista, China, etc.
El 7 de enero de 1936 quedaron disueltas las primeras Cortes ordinarias de la Segunda República y convocadas las elecciones generales que tuvieron lugar el 16 de febrero de 1936 y dieron la victoria al Frente Popular formado por republicanos, socialistas, comunistas, sindicalistas y el Partido Obrero de Unificación Marxista. De esta forma llegaron al poder algunos de los partidos más violentos y exaltados, creando una situación tan insostenible que los exponentes más moderados del ejecutivo fueron incapaces de controlar. Comenzó desde el 16 de febrero de 1936 una serie de huelgas salvajes, alteraciones del orden público, incendios y provocaciones de todo tipo que llenaban las páginas de los periódicos y los diarios de sesiones de las Cortes.
La complicidad de autoridades diversas en algunos de ellos fue a todas luces evidente. Se incrementó sensiblemente desde aquella fecha la prensa anticlerical y facciosa, que incitaba a la violencia, como La Libertad; El Liberal y El Socialista (V. CÁRCEL ORTÍ, o.c., pp. 71, 72.). Según datos oficiales recogidos por el Ministerio de la Gobernación completados con otros procedentes de las curias diocesanas, durante los cinco meses de gobierno del Frente Popular, varios centenares de iglesias fueron incendiadas, saqueadas, atentadas o afectadas por diversos asaltos; algunas quedaron incautadas por las autoridades civiles y registradas ilegalmente por los ayuntamientos.
Varias decenas de sacerdotes fueron amenazados y obligados a salir de sus respectivas parroquias; otros fueron expulsados de forma violenta; varias casas rectorales fueron incendiadas y saqueadas y otras pasaron a manos de las autoridades locales; la misma suerte corrieron algunos centros católicos y numerosas comunidades religiosas; en algunos pueblos de diversas provincias no dejaron celebrar el culto, prohibiendo el toque de campanas, la procesión con el Viático y otras manifestaciones religiosas; también fueron profanados algunos cementerios y sepulturas como la del obispo de Teruel, Antonio Ibáñez Galiano, enterrado en la iglesia de las Franciscanas Concepcionistas de Yecla (Murcia) y los cadáveres de las religiosas del mismo convento. Frecuentes fueron los robos del Santísimo Sacramento y la destrucción de las Formas Sagradas. Parodias de carnavales sacrílegos se hicieron en Badajoz y Málaga.

La Revolución de Asturias (5-18 octubre 1934), fue el episodio más lamentable y sangriento de este período. Si la huelga general del 5 de octubre declarada por el partido socialista y la UGT. fracasó en la mayor parte de España -aunque en ciudades como Barcelona, Bilbao, San Sebastián, Eibar, Mondragón, Santander, León hubo lucha violenta que fue controlada y vencida en un par de días- sin embargo donde tomó carácter de verdadera tragedia, fue en Asturias. En la cuenca minera de Asturias los socialistas invitaron a los comunistas y anarquistas a tomar parte en la revolución; todos juntos ocuparon la cuenca minera el día 5 y se dirigieron a la capital Oviedo, a la que pusieron sitio y ocuparon parcialmente. El Gobierno envió fuerzas del ejercito de África que consiguieron controlar la situación el 12 de octubre, y el 18 se rendían los sublevados. Continuaron la lucha no pocos mineros huidos a los montes.
Todas las actividades anticlericales y de persecución más o menos declarada contra la Iglesia se desataron con toda virulencia al llegar la República el 14 de abril de 1931. A pesar de lo que algunos historiadores hoy quieren hacernos creer, presentando la barbarie contra la Iglesia como consecuencia inevitable de la guerra civil, la verdad es que ya desde 1931 el Gobierno se mostró claramente contrario a la Iglesia, dictando leyes abiertamente persecutorias. Y todo comenzó desde el mismo principio del nuevo régimen: la República se instauró sin resistencia alguna por parte de la Iglesia y sin embargo, como veremos más abajo, nada más proclamada la República, fueron quemadas 200 iglesias en Madrid y fuera de Madrid, sin que el Gobierno hiciera nada para impedirlo.
Fijémonos en algunos de los hechos más destacados de este período: Antes de un mes de la instauración de la República, en Madrid, el lunes 11 de mayo de 1931, por la mañana, ardieron el convento de Jesuitas y su iglesia, la iglesia de Santa Teresa, el colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, el convento de las Mercedarias de San Fernando, la iglesia parroquial de Bellas Vistas, el colegio de María Auxiliadora. Y por la tarde ardió el Instituto Católico de Artes e Industrias. Todo esto, como se puede imaginar, con la total pasividad del Gobierno. Y no sólo en Madrid. En Sevilla, Cádiz, Málaga, Valencia, Murcia, Alicante, y en muchos pueblos se incendiaron iglesias y conventos. Particularmente grave fue el caso de Málaga donde ardieron 22 conventos e iglesias. El Gobernador militar tuvo la desfachatez de enviar al Ministerio de la Gobernación un telegrama en el que decía: “Ha comenzado el incendio de iglesias. Mañana continuará” (Cfr. J. ARRARÁS, Historia de la segunda república española, Madrid 1969, I, p. 116).





