InfoCatólica / Temas de Historia de la Iglesia / Categoría: General

22.07.11

La auténtica María Magdalena

LA MAGDALENA, APOSTOLA APOSTOLORUM

RODOLFO VARGAS RUBIO

No cabe duda que santa María Magdalena, cuya fiesta se celebra hoy, es uno de los personajes más fascinantes del Evangelio. En torno a ella se han tejido leyendas que, si han contribuido a difundir extraordinariamente su culto, también han desdibujado su perfil histórico. No vamos a entrar, por supuesto, en la burda patraña difundida recientemente por la literatura de ficción con pretensiones pseudo-históricas. Intentaremos, en cambio, dilucidar la figura de la Magdalena de acuerdo con los datos aportados por la Sagrada Escritura y la Tradición, así como por la piedad cristiana.

En los Evangelios aparecen cuatro mujeres que han sido identificadas individualmente y entre sí con el personaje al que la liturgia católica venera como santa María Magdalena, la penitente:

1. María de Magdala, de la cual se dice que Jesús echó siete demonios (Marc. XVI, 9; Luc. VIII), que le seguía junto con otras mujeres y le asistía con sus riquezas (Luc. VIII, 1-3), que estuvo al pie de la cruz (Matth. XXVII, 55-56; Marc. XV, 40; Ioann. XIX, 25), que asistió al entierro del Señor (Matth. XXVII, 61; Marc. XV, 47; Luc. XXIII, 55) y que acudió con otras dos al sepulcro la mañana de Pascua, apareciéndosele el Maestro, cuya resurrección anunció a los discípulos (Marc. XVI, 9-11; Luc. XXIV, 1-10; Ioann. XX, 11-18).

2. María de Betania, hermana de Lázaro y Marta (Luc. X, 38-42; Ioann. XI, 1-45), que ungió a Jesús durante una cena en Betania, en casa de Simón el Leproso: en la cabeza según unos (Matth. XXVI, 6-13; Marc. XIV, 3-9) y en los pies según otro (Ioann. XII, 1-8).

3. La pecadora arrepentida que ungió los pies de Jesús en casa de un fariseo (Luc. VII, 36-50).

4. La mujer adúltera, llevada por los escribas y fariseos, con intención de apedrearla, a Jesús, mientras predicaba en el Templo, y que la perdona (Ioann. VIII, 1-11).

La Iglesia de Oriente siempre ha considerado a las tres primeras como personajes bien distintos. En la Iglesia latina, en cambio, se tendió ya desde san Jerónimo a tenerlas por una misma y única mujer, lo cual quedó establecido por san Gregorio Magno, pasando así a la liturgia romana, como puede verse en el oficio y la misa del 22 de julio del usus antiquior (pues tanto la Liturgia de las Horas como el Misal más recientes evitan cuidadosamente la identificación).

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29.06.11

Garabandal: Los pronunciamientos de los obispos (y II)

LA VOZ DE LOS OBISPOS EN ESTOS 50 AÑOS

RODOLFO VARGAS RUBIO

El carácter de las manifestaciones de Garabandal ha sido objeto de sucesivas notas informativas de los obispos de la diócesis de Santander (que, recordemos, es bajo cuya jurisdicción se halla el pueblo. Tan pronto como el 26 de agosto de 1961, es decir, a dos meses escasos de la primera de las apariciones, el Dr. Doroteo Fernández (1913-1989), administrador apostólico de la sede santanderina entre mayo de 1961 y enero de 1962, emitió una primera nota, en la que afirmaba que “es prematuro cualquier juicio definitivo que quiera pronunciarse sobre la cuestión”, postura prudente y ecuánime, dentro de la práctica habitual de la Iglesia.

La segunda nota del mismo prelado, de noviembre de 1961, aun insistiendo en que la Iglesia no cree aún prudente pronunciarse definitivamente, aseguraba: “No consta que las mencionadas apariciones o revelaciones puedan hasta ahora presentarse ni ser tenidas con fundamento serio por verdaderas y auténticas”. Obviamente tampoco constaba lo contrario, es decir que no lo fueran. Recordemos que una cosa es la ortodoxia del contenido –sobre la cual no había dictamen contrario– y otra muy distinta el origen de los fenómenos.

La tercera nota, emanada por Mons. Eugenio Beitia Aldazábal (1902-1985), obispo de Santander entre enero de 1962 y enero de 1965, data del 7 de octubre de 1962 y reza: “tales fenómenos carecen de todo signo de sobrenaturalidad y tienen una explicación de carácter natural”. Este juicio era, sin duda, prematuro, pues la comisión episcopal nombrada al efecto de indagar lo que estaba ocurriendo en Garabandal no realizó ningún examen serio de carácter científico. Será por esto que la cuarta nota fue más prudente. Ésta, la segunda de Mons. Beitia (en calidad de administrador apostólico, pues había renunciado al obispado), lleva por fecha 8 de julio de 1965; en ella se exhorta a no fomentar las manifestaciones (tal vez debido a los excesos de celo de algunos de sus seguidores), declarando no obstante que, “no hemos encontrado materia de censura eclesiástica condenatoria, ni en la doctrina ni en las recomendaciones espirituales que se han divulgado en esta ocasión, como dirigidas a los fieles cristianos, ya que contienen una exhortación a la oración y al sacrificio, a la devoción eucarística, al culto de Nuestra Señora en formas tradicionalmente laudables y al santo temor de Dios, ofendido por nuestros pecados. Repiten simplemente la doctrina corriente de la Iglesia en esta materia”. Aquí el prelado se ciñó acertadamente a lo que era de su competencia propia, sin meterse en honduras científicas que no le correspondían en cuanto obispo.

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23.06.11

Garabandal: 50 años de polémica(I)

SE CUMPLEN 50 AÑOS DE LAS POLÉMICAS APARICIONES

RODOLFO VARGAS RUBIO

El domingo 18 de junio de 1961, es decir hace cincuenta años, tuvo lugar la primera de una serie de manifestaciones conocidas como las apariciones de Garabandal. Conviene repasar la historia de las manifestaciones de San Sebastián en dicha localidad, pueblo situado en una pequeña meseta en medio de las estribaciones de la cordillera Cantábrica, a 600 metros de altura y a 90 kilómetros de Santander (a cuya provincia pertenece y de cuya circunscripción episcopal depende eclesiásticamente), con una población de alrededor de 300 habitantes hacia 1960. En este lugar vivían cuatro niñas, unidas por vínculo de amistad: Conchita González González (nacida el 7 de febrero de 1949), Jacinta González González (nacida el 27 de abril de 1949), Mari Loli Mazón González (nacida el 1º de mayo de 1949) y Maricruz González Barrido (nacida el 21 de junio de 1950). A pesar del apellido González, común a las cuatro, no tenían parentesco próximo entre sí. Así pues, tres de ellas tenían 12 años y la cuarta 11 en el momento en que se convirtieron en protagonistas de uno de los fenómenos más interesantes en la historia de las revelaciones privadas.

Era el domingo 18 de junio de 1961. Después de las funciones religiosas en la iglesia parroquial (uno de los pocos entretenimientos de los pacíficos habitantes de este lugar tan apartado del tráfago urbano), todos hacían tiempo hasta el momento de la cena. Conchita y Maricruz jugaban en la encrucijada más o menos desahogada en la que desembocaban las callejuelas del pueblo y que llamaban “la Plaza” cuando se les ocurrió animar la tarde yendo a coger manzanas al huerto de un vecino, en las afueras del pueblo, al borde de “la Calleja”, un camino que conduce a “los Pinos”, pequeño emplazamiento en el que crecían ocho de estos árboles, plantados por el abuelo de Conchita. En el momento de perpetrar la infantil travesura, pasaban por el paraje Mari Loli y Jacinta, acompañadas de otras dos niñas. Estas dos últimas siguieron su camino mientras las otras se unían a sus amigas, escondiéndose todas al oír la voz del dueño del manzano (que era el maestro del pueblo).

En eso, sintieron un fragor como de trueno. Miraron hacia el cielo pensando en una tormenta de verano, pero no vieron nubes. Conchita cayó en la cuenta de que habían obrado mal tomando fruta en huerto ajeno y dijo a las otras que quizás habían entristecido al ángel de la guarda con su acción, inspirada seguramente por el diablo. En su ingenuidad, empezaron a tirar guijarros a su izquierda, del lado en que pensaban que se hallaba el tentador según lo que por entonces se explicaba a los niños al instruírseles en el catecismo. Fue en medio de esta acción cuando Conchita vio un ángel, cayendo en arrobamiento y no dejando de exclamar “¡Ah, ah!”. Las demás niñas pensaron que su amiga era presa de un ataque e iban a avisar a su madre cuando también ellas cayeron en éxtasis y exclamaron al unísono: ¡Ay, el Ángel!”.

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17.06.11

Las controversias acerca del sepulcro del Apóstol Santiago

LAS DUDAS DE ALGUNOS HISTORIADORES Y LA CERTEZA DE LA IGLESIA

España, desde la invasión musulmana, vivía su propia historia trágica y solitaria, menos articulada que los demás países cristianos en la máquina político-eclesiástica de Europa. Sancho el Mayor abrió en el siglo XI los puertos del Pirineo a las corrientes europeas, y su dinastía será la alentadora de este nuevo espíritu en Castilla, frente al tradicionalismo visigótico de León; los monjes cluniacenses y los papas gregorianos aunaron también sus esfuerzos en el mismo sentido, pero lo que acabó de sacar a España de su aislamiento fue sin duda el Camino de Santiago, arteria pujante de religiosidad, de arte y de cultura, ancho cauce internacional por el que fluyeron y refluyeron ríos de peregrinos de todos los países y de todas las clases sociales : reyes de España, de Francia y de Portugal; duques de Flandes, de Aquitania y de Sajonia; arzobispos de Alemania y de Italia; emperatrices, princesas de Inglaterra y de Suecia; abades, clérigos, sabios, juglares, nobles, mendigos, mercaderes, artesanos, santos y pecadores… La peregrinación al sepulcro del apóstol Santiago entró en la devoción popular como la peregrinación a las tumbas de San Pedro y San Pablo en Roma, o al Santo Sepulcro de Nuestro Señor en Jerusalén.

Retrocediendo en el tiempo, vemos que en el reinado de Alfonso II el Casto (+842) se atribuye en Compostela un fenómeno prodigioso, que muy pronto atrajo las miradas de toda la cristiandad. Siendo obispo de Iria Flavia Teodomiro (+ 847), se descubrió un monumento sepulcral con tres cuerpos, que se supuso eran de Santiago el Mayor y de dos discípulos suyos. Los primeros documentos auténticos que de ello hablan son de Alfonso III, y corresponden a los años 885 y siguientes. La primera narración detallada con los milagros que acompañaron al descubrimiento data de 1077. Cierto es que ya en la primera mitad del siglo IX se propagó por aquella región de Galicia la noticia del milagroso hallazgo del cuerpo del apóstol, y pronto cundió por países más remotos, puesto que la recoge el lionés Martirologio de Adón (857-860).

Según el Chronicon Sampiri (siglos X-XI), el papa Juan IX habría urgido a Alfonso III para que fuese consagrada una basílica, reedificada por este rey sobre la tumba de Santiago. Esta consagración ciertamente revistió gran solemnidad, realzada con la presencia de los obispos de Huesca, León, Astorga, Oviedo, Salamanca, Coria, Coimbra, Lamego, Viseo, Oporto, Braga, Túy, Orense, Lugo, Britonia y Zaragoza con el propio de Iria, llamado Sisenando. También se dice que los monjes de Tours en Francia hacia el 906 escribieron a Alfonso III deseando informes concretos sobre el sepulcro del apóstol, al paso que solicitaban una limosna pecuniaria, que el monarca se la concedió de buen grado.

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7.06.11

La injusticia histórica que todavía rodea la figura del Cardenal Stepinac

La leyenda negra inventada por los comunistas que sigue engañando a muchos

Aparece en la prensa de estos días que una asociación de víctimas del Holocausto se ha declarado decepcionada por la visita del papa Benedicto XVI a la tumba del cardenal Aloysius Stepinac, beato mártir de la Iglesia católica, al que ya en vida acompañó la polémica por las acusaciones que recibió de haber tenido un papel ambiguo durante el régimen pro-nazi ustasha. “Los supervivientes del Holocausto se unen a todas las víctimas del régimen pro-nazi Ustasha expresando su decepción por el homenaje del papa Benedicto XVI al cardenal Stepinac", recalcó en un comunicado Elan Steinberg, de la asociación estadounidense “American gathering of Holocaust Survivors and their Descendants". “Stepinac era un defensor ardiente de los ustashi cuyas crueldades fueron tan extremas que incluso chocaron a algunos de sus jefes nazis", añadió Steinberg en este comunicado.

La cosa, como ya se ha dicho, no es nueva, empezó en la vida del Arzobispo. Esta fue la acusación por la que fue encarcelado al llegar al poder los comunistas al final de la Segunda Guerra Mundial: colaboración con el régimen Ustasha de Ante Pavelić, títere de Hitler y líder del Estado Independiente de Croacia durante la Segunda Guerra Mundial. La propaganda comunista sobre Stepinac, creado cardenal por el papa Pío XII en 1952 (motivo por el que Yugoslavia rompió relaciones diplomáticas con la Santa Sede), dejó sentir su influencia en la polémica mediática que surgió en 1998, cuando Juan Pablo II le beatificó, declarándole mártir.

Estas influencias ideológicas todavía se pueden constatar en algunas de las biografías de Stepinac publicadas, según idiomas, por la conocida enciclopedia digital Wikipedia: Mientras que la versión española presenta al cardenal como colaborador del Eje nazi, en croata aparece como la voz que se alzó en su país contra las leyes nazis y la persecución de los judíos. En inglés, la enciclopedia colaborativa subraya su obra a favor de los judíos y los perseguidos del nazismo, aunque le presenta como colaborador del régimen Ustasha; algo en lo que difiere la edición en francés, mostrando cómo apoyó al Estado Independiente Croata, pero condenó con fuerza los atropellos de su régimen.

La cuestión nos retrotrae a la segunda guerra mundial. El l6 de abril de 1941 Adolf Hitler atacó el Reino de Yugoslavia, como parte de su plan para conquistar Europa y el mundo, e inmediatamente se hizo patente que la Wehrmacht (Fuerzas Armadas alemanas) contaba con poderosos grupos a sus órdenes dentro del estado yugoslavo. El ejército yugoslavo, inmerso en una lucha a vida o muerte contra las fuerzas abrumadoramente superiores de los invasores nazis, tuvo que enfrentarse desde el principio a grupos militares que luchaban a favor del enemigo dentro de su propio frente. Eran los llamados destacamentos terroristas ustashi que, bien colaborando estrechamente con los sacerdotes católicos romanos miembros de la Ustasha, o bien actuando bajo sus órdenes directas, atacaban y desarmaban las unidades aisladas del ejército yugoslavo y ponían en peligro sus vías de comunicación.

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