¿Fue la peor persecución de la antigüedad culpa de los mismos cristianos?

SEGÚN EUSEBIO DE CESAREA, LA PERSECUCIÓN DE DIOCLECIANO TUVO PARTE DE SU ORIGEN EN LAS LUCHAS INTERNAS DE LOS CRISTIANOS

HISTORIA ECCLESIASTICA
(versión española de Argimiro Velasco-Delgado, en BAC)

Libro VIII, 1

1- Explicar como se merece cuáles y cuán grandes fueron, antes de la persecución de nuestro tiempo (se refiere a la persecución de Diocleciano), la gloria y la libertad de que gozó entre todos los hombres, griegos y bárbaros, la doctrina de la piedad para con el Dios de todas las cosas, anunciada al mundo por medio de Cristo, es empresa que nos desborda.

2- Sin embargo, pruebas de ello podrían ser la acogida de los soberanos para con los nuestros, a quienes incluso encomendaban el gobierno de las provincias, dispensándoles de la antigua angustia de tener que sacrificar, por la mucha amistad que reservaban a nuestra doctrina.

3- ¿Qué necesidad hay de hablar de los que estaban en los palacios imperiales y de los supremos magistrados? Estos consentían que sus familiares -esposas, hijos y criados- obraran abiertamente, con toda libertad, con su palabra y su conducta, en lo referente a la doctrina divina, casi permitiéndoles incluso gloriarse de la libertad de su fe. Los consideraban muy especialmente dignos de su aceptación, aún más que a sus compañeros de servicio.

4- Tal era el famoso Doroteo, el mejor dispuesto y más fiel de todos para con ellos y por esta causa el más distinguido con honores, más incluso que los que ocupaban cargos y gobiernos. Y con él el célebre Gorgonio y cuantos fueron considerados dignos del mismo honor que ellos, por razón de la palabra de Dios.

5- ¡Era de ver también de qué favor todos los procuradores y gobernadores juzgaban dignos a los dirigentes de cada iglesia! ¿Y quién podrá describir aquellas concentraciones de miles de hombres y aquellas muchedumbres de las reuniones de cada ciudad, lo mismo que las célebres concurrencias en los oratorios? Por causa de éstos precisamente, no contentos ya en modo alguno con los antiguos edificios, levantaron desde los cimientos iglesias de gran amplitud por todas las ciudades.

6- Esto con el tiempo iba avanzando y cobrando cada día mayor acrecentamiento y grandeza, sin que envidia alguna lo impidiera y sin que un mal demonio fuera capaz de hacerlo malograr ni obstaculizarlo con conjuros de hombres, en tanto que la celestial mano de Dios protegía y custodiaba a su pueblo porque en realidad lo merecía.

7- Pero desde que nuestra conducta cambió, pasando de una mayor libertad al orgullo y negligencia, y los unos empezaron a envidiar e injuriar a los otros, faltando poco para que nos hiciéramos la guerra mutuamente con las armas llegado el caso, y los jefes desgarraban a los jefes con las lanzas de las palabras, los pueblos se sublevaban contra los pueblos y una hipocresía y disimulo sin nombre alcanzaban el más alto grado de malicia, entonces el juicio de Dio, con parsimonia, como gusta de hacerlo, cuando aún se reunían las asambleas, iba suave y moderadamente suscitando su visita, comenzando la persecución por los hermanos que militaban en el ejército.

8- Y nosotros, como si estuviéramos insensibles, no nos preocupábamos de cómo hacernos benévola y propicia la divinidad, sino que, como algunos ateos que piensan que nuestros asuntos escapan a todo cuidado e inspección, íbamos acumulando maldades sobre maldades, y los que parecían ser nuestros pastores rechazaban la norma de la religión, inflamándose con mutuas rivalidades, y no hacían más que agrandar las rencillas, las amenazas, la rivalidad y la enemistad y odio recíprocos, reclamando encarnizadamente para sí el objeto de su ambición como si fuera el poder absoluto. Entonces sí, entonces fue cuando, según dice Jeremías: Oscureció el Señor en su cólera a la hija de Sión y precipitó del cielo abajo la gloria de Israel, sin acordarse del escabel de sus pies en el día de su ira; antes bien, el Señor sumergió en lo profundo a todas las bellezas de Israel y destruyó todas sus vallas.

9- Y según lo profetizado en los Salmos, destruyó el testamento de su siervo y con la ruina de las iglesias profanó su santuario, destruyó todas sus vallas y plantó la cobardía en sus fortalezas. Y todos los caminantes saqueaban al pasar a las muchedumbres del pueblo y, por si esto fuera poco, se convirtió en baldón para sus vecinos. Porque exaltó la diestra de sus enemigos y desvió la ayuda de su espada y no le sostuvo en la guerra, sino que incluso le despojó de su pureza, derribó por el suelo su trono, acortó los días de su tiempo y, por último, extendió su ignominia.

LIBRO VIII, 2

1- Todo eso se ha cumplido, efectivamente en nuestros días, cuando con nuestros propios ojos hemos visto los oratorios, desde la cumbre a los cimientos, enteramente arrasados, y las divinas y sagradas Escrituras entregadas al fuego en medio de las plazas públicas, y los pastores de las iglesias ocultándose aquí y allá vergonzantemente, o prendidos indecorosamente y escarnecidos por los enemigos cuando, según otro oráculo profético, vertiose el desprecio sobre los príncipes y los hizo errar por lo intransitable, sin camino.

2- Pero no es tarea nuestra describir las tristes calamidades que al fin estos pasaron, pues tampoco es lo nuestro dejar memoria de sus mutuas disensiones y de sus locuras de antes de la persecución, por lo cual decidimos no contar de ellos más que aquello que nos permita justificar el juicio de Dios. (…)

4- Era el año diecinueve del imperio de Diocleciano y el mes de Distro -entre los romanos se diría el de marzo- cuando, estando próxima la fiesta de la Pasión del Salvador, por todas partes se extendieron edictos imperiales mandando arrasar hasta el suelo las iglesias y hacer desaparecer por el fuego las Escrituras, y proclamando privados de honores a quienes los disfrutaban y de libertad a los particulares si permanecían fieles en su profesión de cristianismo.

5- Tal era el primer edicto contra nosotros, pero no mucho después vinieron otros edictos en los que se ordenaba: primero, arrojar en prisiones a todos los presidentes de las iglesias en todo lugar, y luego, forzarles por todos los medios a sacrificar.

4 comentarios

  
Jose Angel Antonio
Desde luego, la peor amenaza contra la Iglesia ha sido siempre la desunión, las capillitas que conspiran unas contra otras y la sumisión a intereses mundanos que crean facciones. Muchas persecuciones se originaron por provocaciones de sectas montanistas alocadas y desobedientes. El Islam conquistó el Norte de Africa mientras cristianos bizantinos, latinos y coptos se peleaban unos contra otros. Incluso hoy, los cristianos provida en España, si no trabajamos unidos, seremos derrotados por nosotros mismos.
17/03/10 2:03 PM
  
Manostijeras
Bueno, ¿donde está la respuesta a la pregunta que sirve de titulo a este articulo?
17/03/10 5:18 PM
  
Tulkas
Pues yo creo que la respuesta es SÍ, igual que es SÍ la respuesta a estas preguntas:

¿fue la desunión de los cristianos una de las causas de la caída de Bizancio?

¿es la desunión de los cristianos una de las causas de la apostasía moderna?
20/03/10 10:25 AM
  
george cruz
por favor quien me puede vender o regalar este libro por favor.el de eusebio de cesarea.
07/04/12 6:02 AM

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