¿Santo o rebelde agitador?

JERÓNIMO SAVONAROLA PROVOCÓ EN SU TIEMPO Y SIGUE PROVOCANDO HOY GRANDES ODIOS Y GRANDES ENTUSIASMOS

En el innegable clima de decadencia general que experimenta la Iglesia en los siglos XIV y XV (corrupción de la curia romana, Papado poco ejemplar y más dedicado a la defensa del poder temporal que al bien espiritual de los cristianos, episcopado y clero de bajo nivel intelectual y moral, relajación de la mayoría de las órdenes religiosas, etc), era lógico que apareciesen en distintos países del orbe católico voces críticas, y que algunas tomasen formas proféticas e incluso con tintes apocalípticos anunciando la cólera de Dios, y que predicaran una penitencia capaz de contrarrestar la ruina, reclamando por tanto la conversión de las costumbres. Tales voces se hicieron oír con más intensidad en los llamados sermones penitenciales de la época, y algunos han pasado a la historia por lo fuerte que se escucharon. El caso concreto que hoy nos ocupa, el de fray Jerónimo Savonarola, de la Orden de Predicadores, fue de los más conocidos y a la vez polémicos de la época, y hay que decir que lo sigue siendo incluso en la actualidad.

¿Fue Savonarola un santo o un rebelde exaltado? La respuesta no es fácil. San Felipe Neri (su compatriota), y por influjo suyo, el Cardenal Newman lo tuvieron por santo, otros lo han tenido por todo lo contrario. En el caso de Felipe Neri, su devoción era sincera, como consecuencia de lo que había oído contar a sus compatriotas, entre los cuales muchos veneraban al Dominico. Lo que está claro es que nunca fue hereje, aunque murió condenado por los legados papales y quemado, por lo que algunos han querido ver paralelismo entre su caso y el de Santa Juana de Arco. Pero la realidad es bien distinta: La cuestión fue de obediencia a la Iglesia, concretamente al Papa, aunque sería demasiado inocente el no tener en cuenta los factores políticos y económicos que estuvieron detrás de su condena por parte del Papa.

Algunos destacan su carácter temperamentalmente exaltado y presuntuoso, cuyas actuaciones concretas pudieron pecar muchas veces de imprudentes y tercas al no querer enmendarse. Otros destacan su fe enérgica, casi heroica, su religiosidad pura e intachable, su seriedad penitencias y su severa ascética, y ven en él a un hombre de oración, prácticamente un místico. Nacido en 1452 y muerto en la hoguera en 1498, fue conocido sobre todo en su época de prior del convento de San Marcos de Florencia, que comenzó en 1482 y concluyó con su muerte (aunque dejó dicha ciudad del 1487 al 1490 para ser director de estudiantes en Bolonia).

El controvertido religioso vio la luz en Ferrara un 21 de septiembre, tercer hijo de siete hermanos de una familia acomodada, de padre comerciante y madre de nobles orígenes. Su abuelo, médico de profesión y escritor religioso por devoción, se encargó de la educación de Jerónimo, que por tanto recibió una formación sólidamente religiosa, además de humanista. El padre hubiera querido que Jerónimo siguiese el ejemplo del abuelo y se hiciera médico, cosa que en un primer momento él se pensó seriamente, iniciando incluso los estudios de medicina, pero pronto prefirio tomar otro camino en su vida.

Ingresó en la orden de Santo Domingo a la edad de 22 años, después de haber estudiado con los Agustinos, y ya en religión combinó su vasta cultura humanista con la lectura asidua de Santo Tomás de Aquino, al que siempre admiró, además de aprender la Sagrada Escritura a la perfección, cosa que admiraron hasta sus peores enemigos. Una vez ordenado, estuvo destinado en Bolonia donde empezó a usar su estilo, que se haría famoso, de críticas subidas de tono contra todo tipo de vicio, sin ahorrar invectivas contra la jerarquía de la Iglesia y contra los mismos Papas, que describía como derrochadores de dinero que gastaban en obras de arte. Este estilo y su limpia retórica hicieron que multitudes asistieran a sus predicaciones.

Pero el escenario de la actuación que le llevó a una fama más extendida fue la Florencia del tiempo de máximo delirio renacentista (1490-1499), la ciudad humanista de las artes, pero también del lujo y los excesos, y la ciudad rebelde que antes y durante la victoriosa expedición de Carlos VIII de Francia por Italia luchó por liberarse de la tiranía de los Medici. En 1492 había muerto Lorenzo el Magnifico. Secomentó entonces que fray Jerónimo fue llamado a la cabecera del moribundo y que se negó a darle la absolución, lo cual es solamente un rumor popular -basado en el hecho que nuestro protagonista era el confesor habitual del noble moribundo- pero muestra el tenor de la fama del fraile.

En realidad, Lorenzo murió lamentando no haber tenido tiempo para completar la biblioteca que hoy lleva su nombre en Florencia. La muerte de Lorenzo sumió a la ciudad en el luto, a pesar de todo, y tuvo como consecuencia que en Italia se rompía el equilibrio logrado por la paciente, sagaz y adinerada diplomacia del Magnífico. Los franceses entraron en Italia con su rey al frente -Carlos VIII- y Pedro, primogénito y sucesor de Lorenzo, cedió y lo dejó ocupar cuatro bastiones toscanos. Los florentinos se enfurecieron por dicha debilidad (no les hacía falta mucho esfuerzo para encontrar una excusa) y expulsaron a los Médici de la ciudad el 9 de noviembre de 1494

Cuando el monarca francés intentó la conquista de Italia en ese año 1494, nuestro protagonista llegó a considerarle como instrumento divino de la regeneración de su patria por el castigo, merecido por las malas costumbres de los Medici y, como consecuencia, de los ciudadanos de Florencia, comenzando por el clero y los religiosos relajados, y a él se presentó en Pisa y en la misma Florencia excitándole a cumplir el mandato de la Providencia. En realidad la tarea inmediata que le habían encomendado a Savonarola sus superiores era la dirección de su convento, pero dicha tarea pronto se le quedó pequeña para su arrolladora personalidad y él la relacionó con una obra de reforma general de la Iglesia y, especialmente, del clero. En su convento pretendió Savonarola restaurar la antigua disciplina, de ahí que promoviese la creación de una congregación de observancia. Llegó así a tal punto su exaltación reformadora que decidió intervenir activamente en la política de Florencia -en la que tuvo gran éxito por su fogosidad y palabra convincente- mezclándola con la moral y la religión. Cuando consiguió llegar al poder espiritual de Florencia, una vez expulsados los Medici, elaboró una Constitución de fuertes tintes religiosos, reformó la justicia, persiguió los vicios, suprimió la usura y proclamó la amnistía general de los condenados por los la anterior familia reinante.

Pero el ardiente fraile no supo calibrar el poder de sus envidiosos y descontentos (los llamados “arrabbiati”, que habían formado un partido contrario al fraile), pues muchos consideraban algunas de sus decisiones como imprudentes y extremosas: Su afán moralizador hizo que llevase a la hoguera algunos objetos de arte y libros antiguos; dicho afán le llevó también a ejercer una vigilancia molesta en la vida de sus conciudadanos, organizando escuadras de jóvenes, que en su celo puritano llagaron a veces incluso a denunciar a sus propios padres. Dichas escuadras organizaban además frecuentes peleas con los “arrabbiati” por las calles de la ciudad.

Si, como queda dicho, estas acciones crearon a su alrededor no pocos descontentos, la cosa llegó su colmo cuando indispuso también contra sí a nuestro compatriota, el ciertamente poco edificante Papa Alejandro VI, el cual apoyaba a los Medici, también ahora que estaban en el exilio, no por gustos personales, sino porque veía en ellos un freno al posible poderío francés en la zona. A dicho Pontífice fray Jerónimo acusó de simoniaco, diciendo en voz alta que había comprado con dinero la Silla de San Pedro, además de chocar con él por la administración de varias casas dominicanas. El Papa aprovechó unas profecías tremendistas que había hecho Savonarola para invitarle a Roma a explicar dicho sensacionalismo, pero el Dominico, aún reconociendo que como religioso debía de obedecer al Santo Padre, se negó a ir alegando enfermedad, que en realidad encubría el miedo que tenía a la acción de sus enemigos políticos si abandonaba la ciudad.

El 8 de septiembre de 1495 el Papa prohibió a Savonarola el predicar, a lo que el religioso respondió que si el Pontífice mandaba algo contra el bien había que desobedecerle, insistiendo en ello además en los sermones cuaresmales del año siguiente, en los que redobló sus críticas al Obispo de Roma y además se cebó en los vicios de la corte romana. Las noticias no tardaron en llegar a Alejandro, el cual respondió en 1497 con la excomunión, ante la cual Savonarola se burló públicamente y siguió celebrando Misa y subiendo al púlpito para declarar nula la excomunión. Llegados a este punto, hay que decir que si Savonarola estaba convencido de buena fe (aconsejado por teólogos) en la invalidez de la elección papal, que estaría viciada de raíz por la simonía, el resto de sus acciones son coherentes con esta convicción fundamental. Olvidar este punto puede llevar a no juzgar objetivamente al polémico religiosos. El Papa amenazó en un Breve a la ciudad de Florencia con el entredicho si la ciudad continuaba apoyando al religioso y al gobierno francés, que era el modo como Savonarola tenía de mantener lejos a los Medici. A esto respondió el interfecto pretendiendo convocar un concilio que depusiese al Papa.

Pero la excomunión de Savonarola y la amenaza de entredicho a la ciudad sirvieron para debilitar el partido de sus seguidores y fortalecer a los Franciscanos, que en cierto modo lideraban la oposición contra él en la ciudad, entre otros motivos porque la popularidad del Dominico y la iglesia de San Marco habían hecho caer en el olvido la de Santa Croce, llevada por ellos. El miembro de esta Orden, Francisco de Puglia retó en marzo de 1498 a Savonarola a pasar en el mes de abril la prueba de fuego junto con él, para ver quién tenía razón y quién estaba equivocado. Esta prueba, que hoy nos puede parecer estrambótica, no era extraña en aquel tiempo, como una especie de duelo en plan religioso, pero no por ello menos inhumano. A defender a nuestro protagonista salió fray Domingo, miembro de su comunidad y uno de sus grandes partidarios, que quiso sustituirle en la prueba, mientras que los Gobernadores de la ciudad accedieron a la prueba con la condición que si el hermano de su comunidad resultaba quemado, en el plazo de tres horas éste debía abandonar la ciudad. A defender al Franciscano (y a sustituirle en las llamas) se ofreció fray Juliano Rondinelli. El Papa condenó el reto, por considerarlo supersticioso, pero la ciudad se negó a cancelarlo y se preparó todo lo necesario para realizarlo en la plaza de la Señoría.

El día fijado, con todo preparado y la multitud expectante, la cosa se complicó, en primer lugar porque el fraile Dominico quería entrar en las llamas llevando el Santísimo Sacramento, lo que provocó una gran discusión, y finalmente no se accedió a su petición, pero mientras tanto sobrevino una tormenta que hizo alejar a la gente de la plaza y que todo quedase en agua de borrajas. Al día siguiente, Savonarola subió al púlpito como siempre a predicar a pesar de que se le había prohibido hasta que se realizase la prueba de fuego. Por la tarde, él y dos colaboradores suyo, fray Domingo y fray Silvestre, fueron arrestados. En la cárcel confesaron y nuestro protagonista, rezando el Miserere, pidió perdón a Dios de sus culpas. En un juicio organizado por dos legados papales, fueron condenados a muerte y ejecutados en la plaza de la Señoría. Los tres fueron colgados con cadenas de una sola cruz. Un fuego enorme fue encendido bajo sus cuerpos. y sus cenizas arrojadas al río Arno. Contaban testigos presenciales que fray Jerónimo tardó varias horas en quemarse.

Recientemente, a finales del siglo XX, la Orden de Predicadores pidió a la Santa Sede permiso para comenzar el proceso de Canonización de Savonarola, convencidos que había fundamento para tal proceso. El permiso no fue concedido.

3 comentarios

  
Carpeto
¿Santo? Fue un exagerado en el andar. Muchas veces hay que ser prudentes y si era tan leal a la Iglesia debía hgaber obedecido.,

Por cierto
se equivocaron al poner 1897 en vez de 1497
11/03/10 3:14 AM
  
Luis Fernando
Vi el título del post y me dije: "este es sobre el bueno de Jerónimo". Y no me equivoqué, je je.

Mi impresión es que pudo ser un gran reformador pero le faltó el punto de prudencia necesario para serlo.
11/03/10 12:17 PM
  
Joaquín
Ciertamente, Girolamo Savonarola es una figura histórica compleja. Aunque uno no puede apoyar su actitud de rebeldía, no cabe duda de que tenía razón cuando atacaba la corrupción de la Roma papal de la época. Sin entrar a valorar si es cierto que nuestro compatriota el papa Alejandro VI había "untado" a los cardenales para que le votaran, sí lo es que el hombre no sólo tenía una "querida" (Vanozza Cattanei) sino que había tenido hijos RECONOCIDOS con ella.
12/03/10 8:26 AM

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