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1.01.23

Esto es Mordor

Esto es Mordor, la Tierra Oscura, pero tenemos esperanza. Esperamos el regreso del Rey. El anillo de poder será destruido y la Tierra de Tinieblas dejará paso a un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia. 


«Debemos introducir en la iglesia lo mejor del Liberalismo que viene desde 1789». «Debemos apropiarnos de las conquistas de la Ilustración»…

Y el liberalismo y la basura de la Ilustración entraron en la Iglesia y la están destrozando desde dentro.

Pero antes, el liberalismo y la Ilustración trataron de destruir la fe desde fuera de la Iglesia: recordemos la matanza de La Vendée; la guillotina, en la que sufrieron martirio tantos católicos; las sucesivas desamortizaciones, que le robaron a la Iglesia buena parte de su patrimonio y que exclaustró a miles de frailes y monjas que se quedaron literalmente en la calle y sin nada. Recordemos a los liberales anticlericales que quemaron iglesias y asesinaron a curas, frailes y monjas allá por el siglo XIX.

En España, el Liberalismo anticatólico provocó el levantamiento de miles de fieles bajo la bandera del carlismo, que se echaron al monte para defender a Cristo y a la Iglesia de los masones y liberales, enemigos del Señor.

Más tarde, vinieron los hijos bastardos del liberalismo: socialismo, comunismo y anarquismo. Y estos hijos de Satanás llevaron la persecución al paroxismo: quemaron templos, asesinaron y torturaron a obispos, curas, monjas o simples fieles, por el mero hecho de ir a misa.

Y liberales, socialistas, comunistas y anarquistas martirizaron a miles de católicos y llenaron nuestros altares de nuevos mártires y santos. De esos mártires, no dice nada la inicua y maldita ley de memoria democrática.

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20.12.22

Profesión de Fe

En mi último artículo terminaba jurando que, como fiel católico y como director y profesor de escuelas católicas, no me apartaría nunca de la Santa Doctrina de la Iglesia ni caería jamás en los errores modernistas, naturalistas y liberales. 

Pues bien, en estas navidades y antes del fin de año, me parece conveniente pararme y poner negro sobre blanco la fe recibida de la Iglesia que hago mía. ¿En qué creo? ¿Cuál es mi fe? Mi fe no es mía: es la fe de mis antepasados, la fe de los santos y doctores de la Iglesia. 

Y al mismo tiempo, quiero rechazar con toda rotundidad los errores y las herejías que combatiré, con el auxilio de la gracia, mientras Dios me dé vida y fuerzas para ello. 


Esta es mi fe, esta es la fe de la Iglesia, en esto creo

Credo

Yo, Pedro, creo firmemente en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre.

Creo que la Virgen María era virgen antes del parto, en el parto y después del parto. Que fue concebida sin pecado original y asunta al Cielo en cuerpo y alma. Afirmo con certeza que la Santísima Virgen María es la Madre de Dios.

Creo que el mismo Hijo de Dios fue concebido entre los hombres como hombre verdadero, pero sin pecado, y que en Él hay dos naturalezas, unidas a la única persona divina del Verbo Eterno, sin mezcla ni división.

Creo que el mismo Hijo de Dios fue hecho preso por los judíos y bajo el poder de Poncio Pilato, fue maltratado, injustamente atado, escupido, azotado, muerto y sepultado. Bajó a los infiernos para librar a los suyos allí cautivos. Bajó para nuestra redención y resucitó y ascendió a los cielos, y volverá de allí a juzgar a vivos y a muertos y su reino no tendrá fin. Y cuando venga, todos los hombres resucitarán con sus cuerpos, y cada uno rendirá cuentas de sus propios hechos. Y los que hicieron el bien gozarán de vida eterna, pero los que hicieron el mal irán al fuego eterno.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica.

Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Creo en los sacramentos que la Iglesia cree y venera, y creo expresamente que lo consagrado en el altar es el verdadero Cuerpo de Cristo: verdadera Carne y verdadera Sangre de nuestro Señor Jesucristo, a quien también nosotros recibimos para la remisión de nuestros pecados y en la esperanza de la eterna salvación.

Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.

Amén.

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18.12.22

¿Escuelas Católicas?

Pío XI explicaba en 1929 cuál es el fin propio e inmediato de la escuela católica:

80. El fin propio e inmediato de la educación cristiana es cooperar con la gracia divina en la formación del verdadero y perfecto cristiano; es decir, formar a Cristo en los regenerados con el bautismo, según la viva expresión del Apóstol: Hijos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo formado en vosotros (Gál 4,19). Porque el verdadero cristiano debe vivir la vida sobrenatural en CristoCristo, vuestra vida (Col 3,4), y manifestarla en toda su actuación personal: Para que la vida de Jesús se manifieste también en nuestra carne mortal (2Cor 4,11).

81. Por esto precisamente, la educación cristiana comprende todo el ámbito de la vida humana, la sensible y la espiritual, la intelectual y la moral, la individual, la doméstica y la civil, no para disminuirla o recortarla sino para elevarla, regularla y perfeccionarla según los ejemplos y la doctrina de Jesucristo.

(Encíclica Divini Illius Magistri)

Las escuelas católicas tienen que transmitir la verdadera fe de la Iglesia y así, contribuir a que los niños caminen hacia el fin para el que han sido creados, que es Dios mismo. Las escuelas católicas tienen que ayudar a la salvación de las almas de los niños y jóvenes, enseñándoles a vivir piadosamente, como buenos cristianos.

Cristo es la roca firme que ha de cimentar nuestros colegios. Porque si las instituciones educativas católicas pretenden asentarse sobre otro cimiento que no sea Cristo, se hundirán irremediablemente. Y eso es lo que está pasando con muchas de las escuelas nominalmente católicas: que en lugar de ser medios de salvación, se están convirtiendo en antros de pecado, de depravación y de perdición para los niños. Suena fuerte pero es lo que hay.

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13.12.22

¿Navidad sin Cristo?

Hace unos días una profesora me comentaba, entre escandalizada y asombrada, que, en los colegios públicos y en muchos colegios católicos, se estaban buscando cuentos y motivos navideños que no tuvieran connotaciones religiosas. Digamos que buscan unas navidades laicas: sin Dios, sin fe, sin Iglesia…

Muchos Ayuntamientos llevan años ya celebrando esa navidad sin Dios y decoran las calles con luces sin sentido, sin mensaje, sin ton ni son. Algunos incluso han llegado a prohibir los belenes, porque según ellos, ofenden a los no creyentes. Las ciudades presumen de sus luces y compiten unas con otras en la espectacularidad y el colorido de su alumbrado público. Aunque este año, con el precio de la luz, seguramente habrá restricciones en más de una localidad. ¿Pero qué quieren iluminar?

No se esperen una felicitación institucional que haga la más mínima referencia a lo que realmente se celebra en navidad… En las postales verán paisajes invernales, bolitas, árboles y un «¡Felices Fiestas!» muy grande. A lo mejor, en la felicitación ponen la fotografía de algún edificio emblemático o la de la familia o los hijos posando con sonrisas llenas de alegría, real o fingida.

Pero una navidad sin Dios es un mal sucedáneo: es chocolate sin chocolate, café sin cafeína, cerveza sin alcohol o carne que no es carne porque está fabricada con vegetales. Una navidad sin Dios es una mierda de navidad.

Cada día hay más personas que se deprimen en navidad y que aborrecen estas fechas. Parece que durante estos días tan entrañables todo el mundo tiene que ser feliz y disfrutar de la familia y de los regalos. Todo el mundo tiene que tener esperanza y brindar por un año nuevo lleno de éxitos y cosas buenas.

Las luces de navidad quieren romper la oscuridad de la noche. Pero en una sociedad apóstata, sin Dios, sin esperanza, sin más felicidad que un orgasmo pasajero con un desconocido; sin más felicidad que la borrachera y el empacho; en una sociedad de personas solas, deprimidas y enfermas de hedonismo  y ahítas de sinsentido… Las luces dan una sensación de alegría tan falsa como la propia navidad sin Dios que pretenden festejar.

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7.12.22

Lo que va de la Constitución a la Inmaculada Concepción

En España disfrutamos desde hace más de cuarenta años del puente de la Constitución o de la Inmaculada. Y no deja de ser curioso y hasta paradójico.

La Fiesta de la Constitución celebra la aprobación en referéndum de la Constitución del 78: una constitución que dicen los liberales que nos ha permitido disfrutar de más de cuarenta años de paz y libertad. Y los obispos y los católicos liberales (hijos de Maritain) celebran y aplauden la Constitución…

Pero, ¿qué paz y qué libertad?

¿La paz de abortar a más cien mil niños al año? ¿La paz de considerar el asesinato de fetos como un derecho de la mujer? ¿La paz de la epidemia de divorcios, que destruye la familia y destroza la vida de los niños? ¿La paz de miles de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas? ¿La paz de las violaciones y los abusos sexuales? 

¿Qué mierda de paz es esa?

¿Y la libertad? Libertad para corromper las almas de los niños en las escuelas con programas de educación afectivo-sexual que claman al cielo; la libertad para la pornografía, para la depravación, para rebelarse contra la propia naturaleza. La libertad para blasfemar. La libertad para la prostitución. La libertad para toda clase de corrupción. La libertad del orgullo y la soberbia del hombre que se rebela contra Dios.

La Constitución del 78 es liberalismo en estado puro. Representa la soberanía del hombre que niega la obediencia debida a Dios, declarándose a sí mismo independiente y autónomo. El hombre se convierte a sí mismo en sumo principio, fuente exclusiva y juez único de la verdad. 

Y sigue León XIII en la Libertas:

Esta es la pretensión de los referidos seguidores del liberalismo; según ellos no hay en la vida práctica autoridad divina alguna a la que haya que obedecer; cada ciudadano es ley de sí mismo. De aquí nace esa denominada moral independiente, que, apartando a la voluntad, bajo pretexto de libertad, de la observancia de los mandamientos divinos, concede al hombre una licencia ilimitada. Las consecuencias últimas de estas afirmaciones, sobre todo en el orden social, son fáciles de ver. Porque, cuando el hombre se persuade que no tiene sobre si superior alguno, la conclusión inmediata es colocar la causa eficiente de la comunidad civil y política no en un principio exterior o superior al hombre, sino en la libre voluntad de cada uno; derivar el poder político de la multitud como de fuente primera. Y así como la razón individual es para el individuo en su vida privada la única norma reguladora de su conducta, de la misma manera la razón colectiva debe ser para todos la única regla normativa en la esfera de la vida pública. De aquí el número como fuerza decisiva y la mayoría como creadora exclusiva del derecho y del deber.

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