Rebeldes contra el Creador o la Libertad Liberal

En nuestro mundo, la gente vive impulsada por sus deseos, por su voluntad, por su libertad desenfrenada y autónoma. Hasta tal punto es así, que nuestra voluntad (nuestros deseos) se impone incluso a la mismísima realidad: no digamos nada a la voluntad de Dios… Eso ya se da por hecho. Porque el mundo no existe, la realidad no existe: todo es producto de nuestra mente. Y cada uno construye su propia realidad. Cada uno levanta su propio mundo y cada cual elabora su propio conocimiento del mundo y de sí mismo. Y así, cada uno es lo que quiere ser o lo que siente o experimenta que es.

Es el constructivismo llevado a sus últimas consecuencias: puro subjetivismo. Se trata del imperio de la voluntad, del dominio de la libertad sin Dios ni moral. Vivimos un mundo donde impera la ley del deseo.

En 1989, Queen publicaba la canción I want it all and I want it now. Lo quiero todo y lo quiero ya. Quiero realizar todos mis sueños y no puedo esperar para alcanzarlos. Quiero ser un triunfador. Quiero tener éxito. Quiero ser el mejor. Quiero ser rico. Quiero viajar por todo el mundo. Quiero disfrutar de la vida. Quiero ser feliz.

La voluntad, los deseos, los sentimientos mandan. Y la razón, la inteligencia y el sentido común desaparecen. «No quiero conocer la verdad. No quiero conocer la realidad. Quiero alcanzar mis sueños, llegar a mis metas, conquistar el cielo aquí y ahora».

Pero cuando el hombre prescinde de la razón, enloquece. Cuando una sociedad desprecia la razón – el Logos – es capaz de cualquier cosa: de condenar a muerte a Dios y pretender fusilarlo; de inventarse mundos irreales donde un hombre puede volverse mujer con solo quererlo o viceversa; donde las cosas no son lo que son, sino lo que yo quiero que sean y como yo quiero que sean. Es el liberalismo llevado al paroxismo: soy autónomo y libre para ser lo que quiera, como quiera: sin límites biológicos ni científicos ni físicos.

Y en este mundo enloquecido, los pocos cuerdos que quedan corren el riesgo de ser linchados por los que siguen inventando un mundo en su caverna y se niegan a salir de ella para conocer la verdad y la realidad. Porque la verdad es que uno es lo que es: no lo que le gustaría ser. Y ahí tenemos uno de los grandes problemas de hoy en día: la gente no se acepta como es, no se quiere como es, no le gusta cómo es. Y aquí empiezan los trastornos psiquiátricos, las terapias psicológicas y en muchos casos, desgraciadamente, los suicidios.

¿Quieres volar? Solo tienes que cerrar los ojos y desearlo. La libertad liberal es el «polvo de hadas» que te permite volar y hacer siempre lo que te dé la gana, lo que te guste, lo que te apetezca. La libertad liberal es el polvo de hadas que pretende convertirte en dios («seréis como Dios», Génesis 3, 5). 

El hombre moderno es Peter Pan: un niñato malcriado que quiere hacer siempre lo que le dé la gana.

Si el mundo no te gusta, hazlo a tu gusto o huye al Mundo de Nunca Jamás. Y así, surgen las redes sociales donde uno puede ser quien quiera ser y como quiera ser. Para eso está el Photoshop y los filtros de Instagram. Y las identidades falsas. Conozco personas que sufren lo indecible que, cuando las ves en Facebook o en Instagram, parecen las más felices del mundo: siempre sonriendo, siempre rodeados de amigos, en fiestas, con poses insinuantes o poniendo morritos delante de un espejo.

Todo es mentira. Y las mentiras lo que ocultan es insatisfacción, frustración, sufrimiento, oscuridad… Detrás de los filtros que me hacen más guapo, no hay sino una autoestima por los suelos y una profunda falta de amor.

Da rienda suelta a tus deseos: nada está bien ni está mal. Dios ha muerto: no hay moral, no hay pecado, no hay culpa. Sé libre para hacer siempre tu voluntad. Eres independiente, autónomo. Eres el libertino de las historias de don Juan y el pirata de las novelas de Stevenson, de Salgari o de los poemas de Espronceda. Eres el superhombre de Nietzsche. Y para el superhombre, la felicidad es la bacanal, la borrachera, el vitalismo dionisíaco, el hedonismo en búsqueda permanente de nuevos placeres, de nuevas emociones que supongan una descarga de adrenalina. El hombre moderno, sin Dios, sin Logos, sin razón, esclavo de sus deseos, siempre insaciables, se debate entre el nihilismo desencantado y escéptico y la huida de la realidad hacia paraísos artificiales (drogas, alcohol). Y después de los excesos de la fiesta, llega el malestar de la resaca física y espiritual. Y el hombre perdido busca la felicidad en la búsqueda de una cierta paz interior, en la ataraxia, en las filosofías orientales, en el yoga, el mindfulness, el reiki… Y al final, siempre el vacío y la nada.

El hombre moderno no puede ser feliz porque ha expulsado a Dios de su vida y del mundo. Y sin Dios, todo se vuelve oscuridad. Sin Dios, solo queda el mal, la muerte, la desesperación. Porque Dios es la luz verdadera. Cristo es la felicidad: y no hay otra. La felicidad es la Santa Misa: la presencia de Jesús Sacramentado en el altar. Esa es la felicidad. Ahí no hay pecado ni impureza ni maldad. La felicidad es descubrir que tú eres fruto del amor de Dios: que Dios te ha creado, te ha soñado feliz y santo, te ha dado la vida para que ames con locura. Ama a Dios y ama a cuantos te rodean. Ama hasta que te duela. Aunque se rían de ti. Aunque crean todos que eres tonto o que has perdido la cabeza: ¿acaso el mundo sin Dios está muy cuerdo?

Nosotros somos criaturas, causas segundas. Y dependemos de Dios en todo y para todo. Nuestra vida está siempre en manos de Dios. Quien no se quiere a sí mismo le está diciendo a Dios que la criatura es mejor que el Creador. El barro se levanta contra el alfarero. 

Jeremías 18

Como está el barro en la mano de alfarero, así estáis vosotros en mi mano, casa de Israel. De pronto decido yo arrancar, destruir y hacer perecer a un pueblo y a un reino; pero si este pueblo se convierte de las maldades por las que yo me había pronunciado contra él, también yo me arrepiento del mal que había determinado hacerle.

Igualmente resuelvo yo de pronto edificar y plantar a un pueblo o un reino; pero, si obra el mal a mis ojos y no escucha mi voz, me arrepiento del bien que había determinado hacerle.

Di, pues, ahora a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén: Así habla Yahvé: he aquí que estoy trazando males y formando planes contra vosotros. Conviértase, pues, cada uno de sus malos caminos, y mejoradlos y mejorad vuestras obras.

Pero ellos dicen: ¡Es en vano! pues seguiremos nuestros designios, y cada cual obraremos según la dureza de nuestro perverso corazón.

Ved aquí al liberal que se niega a obedecer a Dios y prefiere seguir sus designios que cumplir la voluntad de Dios. La naturaleza del hombre está caída por el pecado original y, si se aparta de Dios, su corazón se vuelve duro y perverso. 

Nuestra vida está siempre en manos de Dios y de su Divina Providencia.

Salmo 89/90

Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre Tú eres Dios.

Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó;
una vela nocturna.

Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca.

Dios nos da la vida y Dios nos la quita: 1 Samuel 2, 6-9

Dios da muerte y vida, hace bajar al sepulcro y de él nos hace retornar. Dios enriquece y despoja, abate y ensalza. Levanta del polvo al humilde, alza del muladar al indigente para hacerle sentar junto a los nobles, y darle en heredad trono de gloria, pues de Dios son los pilares de la tierra y sobre ellos ha sentado el universo. Guarda los pasos de sus fieles, y los malos perecen en tinieblas.

Quien pretende ser independiente de Dios ha perdido el juicio (el mundo moderno está loco de remate). Es soberbio como el ángel caído que se negó a obedecer: «non serviam». Nosotros somos libres para aceptar la voluntad de Dios y hacer el bien. Pero quien se niega a obeder los Mandamientos, quien pone su voluntad por encima de la de Dios es un réprobo y un impío. «Yo solo hago la voluntad de Dios si yo quiero, si yo la acepto, si coincide con mi propia voluntad». «Pero yo soy libre de no aceptar la voluntad de Dios, de no obedecer a Dios, de decirle que no a Dios», dice el impío. Pero quien no acepta la voluntad de Dios ni cumple sus Mandamientos comete pecado mortal: está muerto a la vida de la gracia. La libertad del hombre no es licencia para pecar. El pecado es un abuso de la libertad y quien peca es esclavo de Satanás y su destino es el infierno. 

Lo repito: la libertad no consiste en tener permiso para ofender a Dios, para blasfemar, para cometer adulterio, para ser idólatra, para robar o para matar. Nadie tiene derecho al pecado. Tenemos capacidad para robar, pero no tenemos derecho a robar. Tenemos la posibilidad de mentir, pero nadie tiene derecho a mentir. La libertad verdadera es la capacidad para amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por Dios; la libertad consiste en aceptar su voluntad y cumplir sus mandamientos. La libertad verdadera siempre está supeditada a la Caridad, al Bien: a Dios. Y pensar que tu vida está en tus manos y que no depende de Dios para nada es la mayor necedad: como la del rico necio de la parábola:

Y les dijo una parábola: Había un hombre rico, cuyas tierras le dieron gran cosecha. Comenzó él a pensar dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, pues no tengo donde encerrar mi cosecha?

Y dijo: Ya sé lo que voy a hacer: demoleré mis graneros y los haré más grandes, y almacenaré en ellos todo mi grano y mis bienes y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes almacenados para muchos años; descansa, come, regálate.

Pero Dios le dijo: Insensato, esta misma noche te pedirán el alma, y lo que has acumulado, ¿para quién será?

¿Quién de vosotros, a fuerza de cavilar, puede añadir un codo a su estatura?

Tened ceñidos vuestros lomos y encendidas las lámparas, y sed como hombres que esperan a su amo de vuelta de las bodas, para que, al llegar él y llamar, al instante le abran. Dichosos los siervos aquellos a quienes el amo hallare en vela; en verdad os digo que se ceñirá, y los sentará a la mesa, y se prestará a servirles. Ya llegue a la segunda vigilia, ya a la tercera, si los encontrare así, dichosos ellos. Vosotros sabéis bien que, si el amo de casa conociera a qué hora habría de venir el ladrón, velaría y no dejaría horadar su casa. Estad, pues, prontos, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del hombre.

Dichoso ese siervo a quien el amo, al llegar, le hallare haciendo así. En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes. Pero si ese siervo dijese en su corazón: Mi Señor tarda en venir, y comenzase a golpear a siervos y siervas, a comer, y beber y embriagarse, llegará el amo de ese siervo el día que menos lo espere y a la hora que no sabe, y le mandará azotar y le pondrá entre los infieles.

Ese siervo que, conociendo la voluntad de su amo, no se preparó ni hizo conforme a ella, recibirá muchos azotes. El que, no conociéndola, hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos. A quien mucho se le da, mucho se le reclamará, y a quien mucho se le ha entregado, mucho se le pedirá.

Lucas 12


Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas? ¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida?

Mt. 6

Mañana seguiremos vivos, si Dios quiere. Solo si Dios quiere. Y nuestros proyectos y nuestros planes maravillosos saldrán adelante, si Dios quiere: Dios mediante. Porque si Dios no quiere, nada podremos hacer.

En El Carácter Antinatural de la Libertad Negativa, Mons. Ignacio Barreiro-Carámbula resume a la perfección este problema de la libertad liberal o libertad negativa:

«La génesis del mal uso de la libertad comenzó con la rebelión demoníaca. Cuando Lucifer, en su equivocado orgullo, proclamó que no iba a servir ni reconocer a Dios. Los rebeldes de todos los tiempos están imitando al enemigo de la humanidad en su rebelión. Niegan que Dios sea la sabiduría suma y que tenga el poder de dictar leyes. Se niegan a reconocer la santidad de Dios y a adorarlo como Él merece. Niegan que Dios sea el Creador y que tenga derecho a exigir obediencia de Sus criaturas. Por fin, niegan la bondad suprema de Dios, y no reconocen que todo lo bueno proviene de Él y que no puede haber otra fuente de bondad.

Lo que aparece claramente detrás de esta reivindicación radical de libertad es la promesa hecha por el enemigo de la humanidad: «Serás como Dios» (Gén., 3, 5). El Príncipe de la mentira no promete a Eva que será como el verdadero Dios, sino más bien un ídolo, una falsa construcción arbitraria de lo que él piensa atraerá a los hombres que está tratando de inducir a la rebelión. Promete a Eva, y a todos aquellos que a lo largo de la historia escucharán su engañosa llamada, que pueden ser absolutamente libres, sin ningún tipo de dependencia. Lo que propone el príncipe de las mentiras es un ídolo, porque si por un lado el verdadero Dios es totalmente libre, por otro no puede nunca contradecir su bondad, no puede nunca actuar en contra de su propio ser. No puede nunca ser arbitrario, cuando esta rebelión presenta a Dios como un ser arbitrario. En segundo lugar, miente porque es imposible que el hombre escape a su condición de criatura. La historia está llena de «rebeldes contra la Creación», como los describe Dostoevski, pero su rebelión es siempre inútil. Es de esperar que tomen conciencia de esta inutilidad mientras estén vivos. Si el hombre rechaza los lazos que le han sido impuestos por el Creador, rechazando la realidad de la creación, se volverá aparentemente libre para auto-crearse a sí mismo, generando todo tipo de monstruos, que son la consecuencia de tratar de vivir en conformidad con una libertad absoluta o negativa.

Esta libertad absoluta que entró en el mundo con el pecado de nuestros primeros padres fue creciendo con la acumulación de pecados concretos. Debe quedar claro aquí que en el corazón mismo del pecado encontramos el rechazo por los seres humanos de aceptar su condición de criaturas con las limitaciones naturales que ello implica. En ese estado de rebelión, los seres humanos se niegan a depender de un Dios creador, sostenible y providencial: «Consideran que depender del amor creador de Dios es algo impuesto de afuera». En su carta a los Gálatas San Pablo muestra de manera profética cómo puede ser usada la libertad, y cómo se puede abusar de ella: «Hermanos, vosotros habéis sido llamados a la libertad. Pero no utilicéis esa libertad como una oportunidad para la carne; más bien servíos unos a otros a través del amor» (Gál., 5,13). En los últimos siglos este uso arrogante y equivocado de la razón ha sido el elemento motriz de la sociedad».

La libertad liberal es la raíz de todo pecado. Es un cáncer.

San Bernardo define el libre albedrío como «el conocimiento libre de la voluntad». Libre a causa de la libertad absoluta de la voluntad; y albedrío, a causa del juicio indeclinable de la razón, que siempre y en todas partes lleva consigo. 

Dios es el autor de todo bien que hacemos. La gracia es un don gratuito que Dios niega a los soberbios y da únicamente a los humildes. Esta gracia es absolutamente necesaria para querer el bien. Dice San Bernardo:

«Para que existiese en nosotros el querer el bien libremente fue menester la gracia creadora; para que progrese requiérese la gracia salvadora»

¿Se podrá entender por gracia creadora la gracia suficiente y por gracia salvadora la gracia eficaz? La gracia es necesaria para empezar y concluir toda obra buena, para resistir las embestidas del demonio y del mundo, para desear convertirnos a Dios, para obrar nuestra salvación; en fin, para todas las obras saludables que podemos hacer. Todos nuestros méritos son fruto de la gracia. «Sin mí no podéis hacer nada», dice el Señor.

«Para que el querer que nos viene del libre albedrío sea perfecto, nos son necesarias dos gracias: la de gustar, que consiste en la conversión de la voluntad al bien; y la del pleno poder, que consiste en la confirmación de la misma en el bien». 

A todos se nos da, pues, la gracia de gustar (gracia suficiente); pero la del pleno poder (gracia eficaz), solo a aquellos que la merecieron por su fiel correspondencia a la primera. 

El libre albedrío lo define san Bernardo como la facultad de querer simplemente; no de querer el bien, pues querer el bien no es propio ya de nuestra naturaleza caída, sino de la gracia.

En la obra de nuestra salvación deben cooperar la gracia y el libre albedrío. 

«Guardémonos al sentir cómo se obra invisiblemente dentro de nosotros y con nosotros esta obra de salvación, de atribuirla a nuestra voluntad, que es flaca, ni a necesidad divina, que no existe, sino sólo a su gracia, de la que está lleno. Ella despierta al libre albedrío cuando siembra los pensamientos, la sana cuando ordena su afecto, la fortalece para llevarle a la acción, le sostiene para que no sienta desmayo. De tal modo obra con el libre albedrío, que al principio le previene y luego le acompaña; le previene para que después coopere con ella. Y de este modo, lo que empezó la gracia sola, lo llevan a término ambos; lo obran, no separados, sino unidos; no ahora uno y luego otro, sino a la vez; no hace parte la gracia y parte el libre albedrío, sino que lo obran todo con una sola operación invisible; todo él y todo ella; mas para que todo en él, todo por ella».

La gracia es, pues, la que salva. «Mas el libre albedrío, ¿qué hace?» Responde brevemente: «se salva». «Quita el libre albedrío y no habrá quien pueda salvarse; quita la gracia y no habrá quien salve». Por tanto, ¿cuál es el mérito del libre albedrío? El cooperar, no en el sentido de que este consentimiento venga de él, pues todo procede de Dios, sino de que no existe en nosotros, sino por nosotros.

Conversión y penitencia.

12 comentarios

  
Antonio L
Gracias por el artículo.
Vale.
10/01/23 3:24 PM
  
Franco
Mons. Tihamér Tóth resumía muy bien la cuestión:

"¿Sabes quién puede vivir así independiente desdeñando a todos lo demás? El que nace de sí mismo, mece su propia cuna y se nutre de su propio pecho; el que alcanza la estatura que se le antoja y nada necesita en la tierra, y al morir coloca él mismo su cuerpo en el ataúd, se cava la fosa y se entierra. ¿Por qué te ríes? ¿Que nunca vivió tal hombre sobre la tierra? Claro está que no. Tampoco hay, por tanto, quien pueda ser por completo independiente."
10/01/23 4:19 PM
  
Mariano
Muchas gracias por el artículo. Está claro que es una necedad rebelarse contra quien te ama y te dio la vida, la redimió y te dio el camino para tener vida eterna en la gloria con él. Una libertad sin verdad y sin caridad cae fácilmente en la corrupción.
10/01/23 7:16 PM
  
hornero (Argentina)
Como usted dice, don Pedro Luis Llera: “En nuestro mundo, la gente vive impulsada por sus deseos, por su voluntad, por su libertad desenfrenada y autónoma. Hasta tal punto es así, que nuestra voluntad (nuestros deseos) se impone incluso a la mismísima realidad: no digamos nada a la voluntad de Dios… Eso ya se da por hecho. Porque el mundo no existe, la realidad no existe: todo es producto de nuestra mente. Y cada uno construye su propia realidad. Cada uno levanta su propio mundo y cada cual elabora su propio conocimiento del mundo y de sí mismo. Y así, cada uno es lo que quiere ser o lo que siente o experimenta que es”.

En verdad, es un mundo extraviado, cuyo delirio compromete gravemente su estabilidad. Lo más grave es que permanece indiferente a lo errático de su existencia, navega a bandazos, mientras en cubierta siguen festejando no saben qué.

Ni hablar de inteligencia ni de voluntad; diría el P. L. Castellani: “No existen” (lo dijo respecto de la cultura).

La astronomía, física, matemática y biología, que hoy suman sus conocimientos y esfuerzos científicos, no han llegado a establecer que el universo del cosmos es regido en sus procesos milenarios y en los actuales por un principio geo-céntrico que mueve las galaxias, las conforma y las coordina en torno a la Tierra en razón de su condición de centro humano de inteligencia y de dominio, sin perjuicio de que hubiera otros similares. Esto demuestra el grado de subjetivismo nihilista que detiene al pensamiento moderno.

Tratan del cosmos inconmensurable como si de un mecanismo de relojería se tratara. La ingenuidad y simpleza asombran. Carecen de la dimensión propia de la inteligencia: trascender los datos empíricos en busca de lo inteligible de la realidad.

Conocen el mar en su superficie, la altura de las olas, la salinidad, los vientos, sus costas y promontorios, las mareas, sus dimensiones entre los continentes, pero ignoran su abismo, los plegamientos de los fondos oceánicos, de los que podrán surgir nuevos continentes.

Algo semejante sucede con el conocimiento del cosmos, desde el abismo interior de la materia hasta los abismos siderales.

Porque se desprecia y niega el abismo del hombre, se niega e ignora el abismo de su morada y de su razón de ser.

Así, la ciencia debe convertirse a la verdad, a la evidencia de lo real. Entonces entenderá que la suma de realidades del universo son regidas por un principio o ley que he llamado geo-céntrico, pero que se eleva a la condición de ántropo-céntrico y culmina en el Principio Absoluto de la Creación: el Teo-Centrismo o Cristo-Centrismo.

En efecto: “ en él fueron creadas todas las cosas…todo fue creado por medio de él y para él” (Col 1, 15-17).

Cuando la ciencia entienda estas verdades, habrá amanecido un nuevo día para la humanidad.


10/01/23 9:27 PM
  
hornero (Argentina)
Hemos alcanzado las fronteras del ser y del no ser. Tal es el dilema de la modernidad: optar por lo eterno o perecer en la nada del olvido, de lo insustancial, porque: “ Sí, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No quedará el recuerdo del pasado ni se lo traerá a la memoria” (Is 65, 17).

O perecemos con nuestro “hombre viejo del pecado”, o nos proyectamos hacia la inmensidad de los mundos como trabajadores que diseñan los feudos del Reino. Sin escrúpulos derribemos las viejas construcciones, dejemos las ruinas actuales en Manos de la Virgen, Ella decidirá cómo borrarlas, o salvar lo salvable.

No demoremos en iniciar la tarea desde nuestro interior cristiano. “Es todo un mundo que debe ser edificado desde sus fundamentos” (Pío XII). Tengamos la fortaleza necesaria para “Cruzar el umbral de la Esperanza” (S.J.P. II).

Oremos con insistencia, “a tiempo, y a destiempo” (2 Tim 4, 2) a fin de que se manifieste nuestro “hombre nuevo”, el que dispondrá de los recursos necesarios. No esperemos el derrumbe final, obremos ahora que es el tiempo propicio: “En el momento favorable te escuché, y en el día de la salvación te socorrí. Este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación” (2 Cor 6. 2).


10/01/23 10:37 PM
  
Padre Miguel de Chile
Dice Santo Tomás en la Suma (III, c.8, a.7): “el fin del demonio es apartar de Dios a la criatura racional; por eso intentó desde el principio apartar al hombre de la obediencia al precepto divino (Gen 3). Pero tal separación de Dios tiene razón de fin en cuanto que se apetece bajo pretexto de LIBERTAD, de acuerdo con las palabras de Jer 2,20: Desde antiguo quebrantaste el yugo, rompiste las coyundas; dijiste: no serviré.”
11/01/23 11:52 AM
  
Sacerdote
Gracias
11/01/23 2:14 PM
  
Strauch
Gracias, don Pedro Luis.
Decía en uno de sus libros el Cardenal Danielou que el deseo de Dios es tan consustancial al ser humano que pretender edificar la ciudad política sin Dios ha de producir, necesariamente, efectos espantosos. En tal ciudad, dice, no crecerían personas, sino monstruos...

Creo sinceramente que hemos llegado a ese punto en el que por sus palabras, hechos, actos o ideas, algunas personas ya no dan la impresión de ser personas, sino que en consecuencia ac resistirse a la Verdad " como hombres de entendimiento corrompido", son una encarnación del Príncipe de la Mentira, que los maneja a su antojo.
11/01/23 4:20 PM
  
hornero (Argentina)
Si no atinamos a ocuparnos del Reino porque los males presentes nos lo han borrado de nuestra conciencia cristiana al punto de sólo ser capaces de preocuparnos de los errores y perversiones, no saldremos de esta catastrófica situación.

El Reino en su majestad y esplendor reduce a la nada las miserias urdidas por el demonio.

Pero para valorar el Reino, para que se constituya en nuestro Objetivo, debemos despreciar radicalmente el mundo construido por el “hombre viejo del pecado”, que ha entrado en su período de extinción.

Lo cual, ciertamente, no es del agrado de quienes conservan lazos afectivos con el mundo del “progreso”, democracia, bienestar, consumismo, y liderazgo entre los pueblos atrasados y moribundos del resto del planeta.

¿Por qué ha de desaparecer, si puede ser corregido, enderezado?

Contra toda razón y experiencia de varios siglos, pretenden darle largas al mundo de la modernidad. Si éste es posible aún, si debe sobrevivir, naturalmente no entraremos a considerar la necesidad de que el Reino lo sustituya.



11/01/23 10:33 PM
  
hornero (Argentina)
O intentaremos conciliar modernidad y Reino de Dios en un pastiche.

Eso no es el Reino, sino el engendro del anti-cristo.

Por eso no escuchan a María, porque Ella no acepta arreglos con el demonio.

“Sí, sí. No, no” pide Cristo como actitud y decisión (cf Mat 5, 37).


12/01/23 12:58 AM
  
Perplejo
Hornero: (...) "Si no atinamos a ocuparnos del Reino porque los males presentes nos lo han borrado de nuestra conciencia cristiana al punto de sólo ser capaces de preocuparnos de los errores y perversiones, no saldremos de esta catastrófica situación".
Coincido plenamente con usted
12/01/23 5:01 PM
  
Carmen L
Increíble, lo quería todo, lo quería ahora y se le dió, lo tomó hizo con ello lo que quiso y acabó como sabemos, muerto con terribles llagas a causa del sida.
03/02/23 5:50 PM

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