17.10.08

Nuevos nombramientos para la perpetuación de un régimen


Cuando a fines de la década de los sesenta, apenas joven adolescente, a menudo me llegaban noticias de los cambios y nuevos nombramientos que tenían lugar en el “Consejo de Ministros presidido por Su Excelencia el Jefe del Estado”, escuchaba en la calle siempre una misma e incomprensible cantinela que los acompañaba: continuismo.

Yo realmente no sabía muy bien que significaba aquel concepto referido a aquellos denominados “ajustes de gabinete” con los que de tanto en tanto Franco nos sorprendía. De hecho, aunque sesudamente me empeñaba en desglosar el diccionario de la Real Academia para comprender el término “ajuste”, yo los únicos ajustes que conocía eran los de la famosa “Carta de Ajuste” de la tele y los “ajustes de cinturón” que mi madre decía teníamos que hacer “porque todo estaba muy caro”.

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13.10.08

Un congreso de liturgia previsible… lamentablemente (y III)


El cardenal Godfried Danneels, arzobispo de Malinas-Bruselas, cerró con su intervención los turnos de ponencias del Congreso Internacional de Liturgia de Barcelona. La prensa lo ha presentado como aperturista y ha destacado “su impecable trayectoria de compromiso doctrinal y pastoral a favor del aggiornamento del concilio Vaticano II”. Dados los antecedentes de franca hostilidad hacia sus fieles diocesanos de sensibilidad tradicional (para quienes no ha habido de su parte esa comprensión que pedía el papa Juan Pablo II que se les dispensara), es necesario matizar –y mucho– ese “aperturismo” del primado belga, tan acogedor, sin embargo para los ajenos a la Iglesia de la que es pastor y pontífice. También hay que precisar en qué consiste su compromiso doctrinal y pastoral conciliar, ya que las cosas que sostuvo en su intervención hacen pensar que se adscribe a la línea de la hermenéutica de la ruptura.

Ruptura, en efecto, es lo que él ve –aunque no lo exprese con este término– en la reforma litúrgica postconciliar: “Se ha realizado una enorme revolución en la praxis de la liturgia en los cuarenta últimos años”. Lo que el arzobispo Piero Marini se resistía a admitir (a saber: que la reforma litúrgica había significado una verdadera revolución) lo afirma con toda claridad y sin tapujos el purpurado, y se agradece su franqueza. Viene ella a corroborar lo que ya el artífice de dicha reforma –Annibale Bugnini– había hecho entender: que el trabajo del Consilium había consistido no sólo en una revisión, sino en dar a los ritos estructuras nuevas. Danneels no sólo habla de revolución, sino que la califica de “enorme” y en esto es fiel a la visión de su inmediato antecesor en la sede mechliniense, el cardenal Suenens, que definió al Vaticano II como “1789 para la Iglesia”, es decir, como si por ésta hubiera pasado la Revolución Francesa.

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9.10.08

El entierro del obispo Carrera

La catedral de Barcelona estaba llena hasta los topes, nunca se habían congregado tantos sacerdotes juntos desde la llegada del arzobispo Sistach, ni tampoco de políticos de primera línea (Montilla, Pujol, Benach, Hereu, Saura…). El entierro del obispo Carrera se convirtió en una muestra clara del aprecio que se tenía por parte de la Iglesia y de la sociedad hacia un hombre bueno, inteligente, con personalidad propia y con carisma.

Presidió la ceremonia n.s.b.a. cardenal Sistach, flanqueado por el cardenal y arzobispo emérito Ricardo María Carles (aunque la web del arzobispado lo ignore vergonzosamente) y por el arzobispo de Tarragona y Primado de las Españas Don Jaume Pujol. También estaban los obispos catalanes en pleno, incluyendo el preconizado Don Francesc Pardo, así como los abades de Montserrat y Poblet. Eso sí, la presencia de obispos de fuera de Cataluña fue mínima, tan sólo dos representantes de la comisión episcopal de Medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal Española a la que pertenecía el obispo Carrera, el actual presidente (Del Río) y su antecesor en el cargo (Sánchez),así como el secretario técnico, el Rvdo José María Gil Tamayo. Quizá por eso la web del arzobispado destaque tanto la presencia de Don Juan del Río, el actual arzobispo castrense, para que se vea claro que había obispos no catalanes. Los había sí, pero sólo dos.

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8.10.08

Los últimos años de Carrera

Monseñor Carrera presentó su renuncia, al cumplir 75 años, el día 12 de Mayo de 2005. No hacía ni un año que Monseñor Martínez Sistach había sido designado nuevo arzobispo de Barcelona, a la par que se había producido la división de la diócesis, con la creación de las nuevas demarcaciones episcopales de Terrassa y Sant Feliu de Llobregat. Desde tiempos del Doctor Modrego siempre hubo obispos auxiliares en Barcelona. Hubo cuatro (Capmany, Guix, Torrella y Daumal) en tiempos de Don Marcelo González Martín o cinco (Carrera, Soler, Tena, Traserra y Vives) en tiempos del Cardenal Carles. Tras la promoción de Soler, Traserra y Vives a residenciales de Gerona, Solsona y Urgel; a finales del año 2001 se designó a Monseñor Saiz Meneses como nuevo auxiliar de Barcelona. Así acabó el pontificado de Carles con tres auxiliares: Carrera, Tena y Saiz Meneses. Al designarse a Sistach y dividirse la diócesis se aprovechó para aceptar la renuncia de Tena, que había cumplido los 75, un año antes. Como sea que Saiz Meneses fue nombrado obispo de Terrassa, quedaba Carrera como único auxiliar, aunque, sus 74 años de entonces, auguraban una presencia testimonial. Así fue, testimonial, pero indefinida. Tan indefinida en el tiempo, que el bueno del bisbe Joan murió con las botas puestas, tras sufrir un derrame cerebral, mientras dirigía unos ejercicios espirituales.

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In Memoriam


Monseñor Carrera: un pastor para nada aposentado

Cuando el actual obispo de Solsona, Mons. Jaime Traserra, ejercía el cargo de Canciller Secretario y más tarde Vicario General de la Diócesis de Barcelona, responsabilidades a las que ha dedicado gran parte de su vida, solía descender a conversaciones de tono intimista en las que llegaba a clasificar a los sacerdotes básicamente en dos grupos: aquellos que “se creían y vivían la fe en Jesucristo” y aquellos “que parecía ser que no”, o al menos no daban signos evidentes de ello.

Joan Carrera, el hombre que primero como sacerdote y luego como obispo, ha trabajado durante más de 54 años al servicio de la Iglesia de Barcelona, se encontraba indudablemente entre los del primer grupo.

Sobre su persona y su obra, en estos días trascurridos desde su fallecimiento, se ha escrito mucho y bien. A excepción, claro está, de aquellos medios que como los diarios nacionalistas “Avui” y “El Punt” han pretendido enmarcar su personalidad enfatizando sobremanera su dimensión político-cultural y arrumbando su profunda fe en Jesucristo y su amor a la Iglesia.

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