Nuevos nombramientos para la perpetuación de un régimen


Cuando a fines de la década de los sesenta, apenas joven adolescente, a menudo me llegaban noticias de los cambios y nuevos nombramientos que tenían lugar en el “Consejo de Ministros presidido por Su Excelencia el Jefe del Estado”, escuchaba en la calle siempre una misma e incomprensible cantinela que los acompañaba: continuismo.

Yo realmente no sabía muy bien que significaba aquel concepto referido a aquellos denominados “ajustes de gabinete” con los que de tanto en tanto Franco nos sorprendía. De hecho, aunque sesudamente me empeñaba en desglosar el diccionario de la Real Academia para comprender el término “ajuste”, yo los únicos ajustes que conocía eran los de la famosa “Carta de Ajuste” de la tele y los “ajustes de cinturón” que mi madre decía teníamos que hacer “porque todo estaba muy caro”.

En 1969, junto con muchos más cambios que aceleradamente se iban sucediendo, fue nombrado ministro de trabajo un tal “Don Licinio de la Fuente de la Fuente” al que yo mismo, y visto sus redundante primer y segundo apellido, califiqué de auténtico continuista, para monumental bronca de mis padres que me conminaron a no “hablar de política y dedicarme solo a estudiar, ver, oír y callar”. De hecho no fue difícil obedecerles porque a mí lo que único que me llevaba de cabeza es que nos cambiaban el bachillerato por la ley de un tal “Villar Palasí” y que tendríamos que hacer una cosa que se llamaba “selectividad” para ir a la Universidad. Realmente era verdad lo que escuchábamos casi a escondidas entre los “corrillos de madres” al salir del mercado: las cosas se estaban poniendo muy difíciles y “arriba todo seguía o igual o peor”.

Yo no sabía si arriba “todo seguía igual” pero lo que era abajo, muchísimo peor: cambiar tebeos en el quiosco se había subido una peseta y el precio de la entrada en el cine de barrio pasó de 4 a 6 pesetas, aunque eso sí, con sesión doble y nada ni nadie que nos prohibiera comer pipas como sucede ahora…

Y hablando de regímenes continuistas, referiros que hoy viernes día 10 de octubre el Consejo de Gobierno de esta Archidiócesis presidido por Su Excelencia el Cardenal Martínez Sistach procederá a un ajuste en algunas delegaciones y al nombramiento de Mn. Felip Juli Rodríguez, párroco de Masnou como Vicario Episcopal del Maresme en substitución de Don Segismundo García Ramiro (¿Verdad que este nombre si que suena como del “Régimen”? aunque nunca superará, claro está, a Don Cruz Martínez Esteruelas.) Es también presumible que quede vacante la Delegación, antiguo Secretariado, para el Catecumenado. Yo creo que lo mejor es que se la asignen a seglares de las Comunidades Neocatecumenales. Mejor que ellos, nadie.

Junto a la substitución, casi de índole automática, en la Vicaría Episcopal del Maresme, se procederá al nombramiento del nuevo Delegado de Medios de Comunicación y también de la Delegada de Apostolado Seglar, cargos que presumiblemente recaerían en laicos de la absoluta confianza del Sr. Cardenal. Con lo cual, nos tememos lo peor, ya que intuimos una recolocación de antiguos cargos de Convergencia o peor aún, de la Casa de Santiago, necesitados de tocar poder y de lo que aún les resulta más urgente , de tocar dinero fresco. Aunque que no se hagan muchas ilusiones con nuestro Arzobispo a quien todos conocen por ser “más agarrao que un chotis”.

Tampoco intuyan, en otro orden de cosas, un régimen de libertades pues bien presume él de “tenerlo todo atado y bien atado”. Aquí nada se mueve sin que el Cardenal lo apruebe. Por lo menos no cesa de repetirlo.

En resumen: una operación de maquillaje en la periferia para perpetuar el poder de los que lo ejercen “con mano dura e inflexible” al estilo Arias Navarro. Todos ellos forman el llamado ya “bunker de Sistach”, encabezado por el omnímodo y omnipresente Turull. Omnipresente excepto en el Seminario del que es rector, en el que pronto la docena de seminaristas que quedan no van a recordar la cara que tiene. Me refiero a las facciones del rostro.

Me gustaría que todos mirásemos con simpatía y compasión a la vez, al nuevo Secretario personal del Sr. Cardenal, Mn. Alfred Sabaté. Ojalá su obediencia y espíritu de sumisión, no lo conduzcan a la misma crisis psicológica que hizo mella en Mn. Roberto Baró (alias Bobby) por cierto al que vimos con vistosa camisa de cuadros de color en las exequias del obispo Carrera y que recién ha comenzado estudios civiles de Arqueología. Pintan bastos. Recemos por ambos.

En fin, como leíamos en las octavillas que de tanto en tanto encontrábamos esparcidas por las calles de aquella España de los años 70, maniobras para la perpetuación indefinida del Régimen.

Entretanto en la base, todo va de mal en peor, encaminados hacia el abandono en la práctica de la fe de muchos, desaprovechando en múltiples ocasiones las oportunidades de evangelización de otros muchos, por la falta de adecuados instrumentos para el sostenimiento y la revitalización de la Iglesia en Barcelona.

Prudentius de Bárcino

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