Los últimos años de Carrera

Monseñor Carrera presentó su renuncia, al cumplir 75 años, el día 12 de Mayo de 2005. No hacía ni un año que Monseñor Martínez Sistach había sido designado nuevo arzobispo de Barcelona, a la par que se había producido la división de la diócesis, con la creación de las nuevas demarcaciones episcopales de Terrassa y Sant Feliu de Llobregat. Desde tiempos del Doctor Modrego siempre hubo obispos auxiliares en Barcelona. Hubo cuatro (Capmany, Guix, Torrella y Daumal) en tiempos de Don Marcelo González Martín o cinco (Carrera, Soler, Tena, Traserra y Vives) en tiempos del Cardenal Carles. Tras la promoción de Soler, Traserra y Vives a residenciales de Gerona, Solsona y Urgel; a finales del año 2001 se designó a Monseñor Saiz Meneses como nuevo auxiliar de Barcelona. Así acabó el pontificado de Carles con tres auxiliares: Carrera, Tena y Saiz Meneses. Al designarse a Sistach y dividirse la diócesis se aprovechó para aceptar la renuncia de Tena, que había cumplido los 75, un año antes. Como sea que Saiz Meneses fue nombrado obispo de Terrassa, quedaba Carrera como único auxiliar, aunque, sus 74 años de entonces, auguraban una presencia testimonial. Así fue, testimonial, pero indefinida. Tan indefinida en el tiempo, que el bueno del bisbe Joan murió con las botas puestas, tras sufrir un derrame cerebral, mientras dirigía unos ejercicios espirituales.

El destino solo está en manos de Dios y Él solo sabe lo que nos espera, pero es difícil imaginar que en aquel año de 2.004, el Obispo Carrera imaginase morir en activo y con 78 años. Él que esperaba su retiro como agua de mayo. Quería dedicarse a su pasión de escribir y opinar, quería alejarse del día a día de la diócesis. Un merecido descanso. No lo consiguió. A pesar de haber proclamado hasta los cuatro vientos, que quería –y necesitaba- ese retiro. Nunca hubo un caso tan palmario de una persona nada apegada al cargo, que se ve obligada a mantenerse en él. Las razones de su permanencia en el cargo las conoce todo el mundo: La obsesión contumaz de Sistach para que Turull fuese designado obispo auxiliar. No ha habido otro motivo. Pero es que ese torpe empecinamiento tampoco fue seguido de una mínima actividad del Arzobispo al objeto de que Roma le aceptase la renuncia, sin designar nuevo auxiliar. Por ahí no pasaba Sistach. El no iba a quedarse sin auxiliar. Aunque Carrera tuviese que seguir años y años. Aunque perdiese la vista – como la perdía- a marchas forzadas. Privado incluso de un chófer que le trasladase de parroquia en parroquia. Así se tuvo que quedar Carrera. Con una encomiable dignidad. Realizando sus funciones (ya testimoniales), como las había llevado a cabo siempre. Acudiendo a las confirmaciones, a las que no iba Sistach; alentando a sus sacerdotes del Maresme y del Besós. Reconociendo los errores de un tiempo pasado y hablando a todo el mundo de la experiencia que supuso en su vida conocer a Juan Pablo II. Esa que ya empezó a explicar en el magnífico libro que escribió en 1994: “Del postconcili al postprogressime”

Y todo ello sin entrar jamás en la camarilla del Cardenal Sistach. Una camarilla que se halla encomendada al celo y las siete llaves del chevalier servant Josep María Turull Garriga, que ha gozado de un protagonismo inusitado, tanto en los días de agonía del Obispo Carrera como en el mismo funeral. Carrera no formaba parte de aquel círculo. No había ni tan siquiera química entre él y Sistach. Carrera fue un auxiliar de Carles. A lo mejor, no se acabaron de entender, pero despachaban y colaboraban. Con Sistach no hubo despacho, ni colaboración. Pero tampoco le puso Carrera ni una traba, ni un problema, ni tan siquiera un desdén o una palabra desabrida. El no solía poner obstáculos. Y eso que Carrera también era un hombre de Carles. A su manera, incluso con los encontronazos que tuvieron. Por eso extraña sobremanera la mezquindad de la nota publicada en la web de la archidiócesis, donde se destaca incluso la presencia del arzobispo castrense, Monseñor del Rio y se omite cualquier mención al Cardenal Carles. Una nota que -fruto de la disparatada egolatría de Sistach- se titula “El Sr.Cardenal ha presidit les exequies del bisbe Joan Carrera”. Parece que de cardenal solo hay uno. Cuando en realidad, en el funeral había dos: Carles y Sistach.

Qué lejos se hallaban los mundos de Sistach y Carrera. Se adivinaba incluso en los artículos publicados este fin de semana. La falta de un obispo sencillo, humano, ejemplar. Así era el Obispo Carrera. Tras su fallecimiento, el Cardenal Martínez Sistach decía que era un hombre “que mai tenía un no”. Efectivamente. Ni para él lo tuvo. Por no tener un no, falleció como obispo en activo, tras tres años suspirando un retiro.

Oriolt

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