Somos el ejército de los pacíficos


Nuestro Arzobispo, desgraciadamente está acostumbrado a rodearse de un círculo de sacerdotes aduladores que alimentan su inconfesada pero real vanidad como medio para mantenerse en el poder. Son eclesiásticos de aquellos que, como él mismo, no hacen nada puramente por Dios. Se buscan a sí mismos en todo y mezclan secretamente su propio interés con la gloria de Dios, aun en las mejores de sus empresas. Así pasan su vida, en esa mezcolanza de la naturaleza y de la gracia.

Este es el predio “progresista” que el cardenal Martínez gusta en cuidar pues es a la vez la columna vertebral que lo mantiene. Cree que representa a la mayoría y que él debe gobernar para la mayoría, sin darse cuenta que la Iglesia, si quiere reformarse continuamente y revitalizarse, no lo ha hecho ni lo hará jamás apoyándose en la mayoría sino en una minoría reformadora. La mayoría por definición suele acomodarse y tiende al conservadurismo inmovilista. Únicamente apoyados en un puñado de valientes, atrevidos y héroes pueden los gobernantes llevar adelante un pueblo, una comunidad, una patria. La experiencia pastoral nos demuestra que las parroquias y las comunidades progresan, se renuevan y rejuvenecen siempre a partir de un renuevo de inquietos e inconformistas que no se amoldan a las comodidades y a los usos adquiridos. Sólo así se gobierna para el bien y provecho de todos. Apoyándose no en todos, sino en los pocos…

El reducido círculo malsano en el que el Cardenal Sistach sustenta su tarea pastoral lo ha conducido, quizá sin que él perciba los síntomas, hacia un profundo callejón sin salida: el optimismo que él dice profesar y evidenciar con su rostro aparentemente letífico, lo enseña por costumbre, sin creérselo. A la más pequeña objeción, os prodigará esa sonrisa de complicidad casi pidiendo clemencia. A despecho de las apariencias y aunque intenta permanecer fiel a un cierto vocabulario, por otra parte inmutable, en él no hay una voluntad de testimonio heroico de la fe en medio de esta sociedad en la que nos ha tocado vivir. Por eso a menudo escuchas de sus labios aquello de “esto es muy difícil” o “no es tan fácil de comprender” como pidiéndote “no quieras comprender”.

¡Dios mío! Si precisamente estamos precisamente aquí en esta tierra para eso…

Sistach se mueve sin reposo pero es porque el aburrimiento le corroe interiormente. Es ese aburrimiento que es como una especie de polvo que casi ni percibimos. No lo vemos, pero lo respiramos, nos lo comemos, nos lo bebemos y es tan fino, tan tenue que ni siquiera cruje entre los dientes. Pero si te detienes un instante, te cubre la cara y las manos. Por eso es necesario que te muevas sin reposo para sacudirte esta lluvia de cenizas. Las cenizas de lo que otrora fue una pujante Diócesis, cuna de vida apostólica y santidad.

El Cardenal Sistach, nos dice, pidiéndonos contemplar otras realidades de Iglesia, que “nuestros males lo son en muchos otros sitios”. “La paella emmascarada no vol ser sola”. La sartén tiznada no queriendo ser la única, tizna a quien la toca. Y que las cosas en el fondo no van tan mal. ¿Cómo entender esos pronunciamientos en boca de un Pastor? Únicamente se pueden comprender en un hombre que se ha acostumbrado al aburrimiento, como si este fuese nuestra auténtica condición.

El contagio del aburrimiento, que él pretende para nuestras vidas, es una desesperación abortada, una forma vergonzosa de desesperación, que sin duda constituye como la fermentación de un cristianismo descompuesto.

El cardenal Martínez Sístach no puede seguir más al frente de esta Diócesis esencialmente por una razón: porque Barcelona tiene aún muchos recursos espirituales, en sus laicos, en su clero, en sus iniciativas, y no puede estar guiada por unos hombres, Sistach y su reducido círculo de gobierno, que desconfían de lo espiritual o que, en el mejor de los casos, no aceptan dar a lo sobrenatural su parte.

Por ello nos felicitamos íntimamente ante la eventualidad del nombramiento de nuestro Arzobispo como cardenal prefecto de la Penitenciaria Apostólica en sustitución del cardenal James Francis Staddfort que presentaría de este modo su dimisión por razones no tanto de edad como de salud. Este rumor, que ha ido circulando por la Cancillería y los “Sagrados Palacios” no puede ser saludado si no con esperanza por parte de quienes, como nosotros y tantos católicos necesitados de guía y apoyo, están convencidos de que la llegada de un nuevo Pastor sin duda supondrá un acicate para la labor evangelizadora en nuestra tierra.

Y con todo ello, nosotros en Germinans queremos ser los soldados de la paz, el ejército de los pacíficos cuyas únicas armas dignas sean la persuasión, el ejemplo y la abnegación. Deo et paci militántibus. Dios y el ejército de los pacíficos.

El Directorio

http://www.germinansgerminabit.org

[email protected]