“La iglesia del Concilio"

El Santo Padre Benedicto XVI, en la carta que dirigió a los obispos en fecha 10 de marzo de 2009, dijo lo siguiente:

“A algunos de los que se muestran como grandes defensores del Concilio se les debe recordar también que el Vaticano II lleva consigo toda la historia doctrinal de la Iglesia. Quien quiere ser obediente al Concilio, debe aceptar la fe profesada en el curso de los siglos y no puede cortar las raíces de las que el árbol vive”.

Traigo a colación estas sabias palabras del Papa, porque muchas veces he escuchado la frase “la iglesia del Concilio”. Es más, incluso he llegado a oír quien presume de “ser cristiano del Vaticano II”

No vengo a hablar en este artículo de las tergiversaciones del Concilio. Mucho se ha escrito ya de ello. Si voy a hablar, a la luz de las palabras del Santo Padre, de la frustración de las expectativas que tenían aquellos que vinieron a entender que el mismo suponía un punto y aparte en la historia de la Iglesia Católica. Para muchos parece que desde las míticas primeras comunidades cristianas hasta el Vaticano II hubiese existido un auténtico desierto, que- salvo algunas y contadas excepciones- no merece ser tenido en cuenta. Especialmente, el Vaticano II supone para estos hollygans una ruptura absoluta con la doctrina de los últimos pontífices, especialmente para con los papas del siglo XXI y de la primera mitad del XX.

Pero el mayor de los atropellos supone considerar (y despreciar) como anti-conciliares a aquellos que han venido defendiendo el celo litúrgico; las tradiciones devocionales o la llamada religiosidad popular, por poner solo tres ejemplos.

A mi modo de ver, una de las trascendentales innovaciones conciliares fue la afirmación de la libertad religiosa, asociada a la propia libertad de conciencia del cristiano. Dios nos hizo libres y es en esa libertad, donde cada uno –individualmente- puede acoger la llamada del padre. Fruto de esta libertad de conciencia, las encíclicas papales posteriores al concilio han puesto el dedo en la llaga respecto a la defensa que hace la Iglesia de los Derechos Humanos y la participación democrática.

En estos momentos, en pleno siglo XXI, el fruto del Concilio está precisamente ahí: se puede afirmar que la totalidad de los católicos defienden la democracia y la libertad y rechazan cualquier tiranía. Pero no por ello, esos católicos defensores de la libertad, han de renegar del celo litúrgico. Es más ¿es incompatible con la libertad de conciencia, el celebrar la misa por el modo extraordinario? ¿Y la participación en procesiones? ¿O el rezo del Santo Rosario? ¿O la adoración eucarística? ¿Va contra la libertad de conciencia que un sacerdote vista con traje talar o clergyman?

Avancemos un paso más: la inmensa mayoría de los católicos-defensores de la libertad, condenan el crimen del aborto. ¿Es más democrática la despenalización del aborto que la defensa del derecho a la vida, desde la misma concepción? ¿Perjudica a la libertad la defensa absoluta de la cultura de la vida, desde la concepción hasta la muerte?Pues tanto en una como en otra vertiente, se ha criticado a muchos católicos llamándolos pre-conciliares. No. Todos estos católicos asumen y aceptan el Vaticano II y, especialmente, asumen y aceptan la defensa de la libertad de conciencia que efectuó el Concilio. Nunca más deberían oírse estas expresiones de menoscabo (cuando no de escarnio), realizadas por quienes no solo no han entendido absolutamente nada, sino que llevan años manipulando las propias disposiciones conciliares.

Decía al principio de este artículo que todos estos partidarios de “la iglesia del concilio” incurren en la contradicción de sostener que se trata de un punto y aparte en la iglesia católica, pero luego no admiten que, en base a la libertad de conciencia, que promulga el Concilio, nadie ose pensar diferente a ellos.

El Papa Benedicto XVI lo ha dejado bien claro en su carta a los obispos: “Quien quiere ser obediente al Concilio, debe aceptar la fe profesada en el curso de los siglos y no puede cortar las raíces de las que el árbol vive”.

El Concilio no es un punto y aparte. No existe la Iglesia del Concilio. No pueden cortarse las raíces de las que el árbol vive.

Oriolt