¿Todavía tiene sentido el híbrido de la Tarraconense?


Me refiero a la Región eclesiástica tarraconense, pendiente de aprobación por la Santa Sede desde años ha. No hablo de la llamada Conferencia episcopal Tarraconense, que no es nada más que las reuniones de los prelados de las diócesis de las provincias eclesiásticas de Tarragona y Barcelona. Estas reuniones se iniciaron, nada más y nada menos que en el año 1.969, presididas por el entonces Arzobispo de Tarragona, Cardenal Arriba y Castro. No. A lo que me estoy refiriendo es a lo dispuesto en el Concilio Provincial Tarraconense del año 1.995, concretamente en su Resolución 142, que establece:

“El Concilio insta a que las Iglesias que tienen su sede en Cataluña alcancen una comunión inter-diocesana y una acción pastoral más coordinada, y después de estudiar las diversas posibilidades y ventajas, según la legislación eclesiástica vigente (cf.cc. 431-434; 447 y 448) procuren hallar, de acuerdo con la Conferencia Episcopal Española, la correspondiente solución jurídica, en aras a una acción evangélica y pastoral más eficaz y a una presencia más significativa en Cataluña, en el bien entendido que se mantenga la relación institucional con la Conferencia Episcopal Española”

Esta resolución, repleta de adversativas y eufemismos, es un verdadero híbrido. Ser y estar. Sí, pero no. Un auténtico “manqué”. Habla de “solución jurídica”, cuando se refiere a una región eclesiástica propia, pero, como no se atreve, a introducir la cabeza dentro del agua, se limita al surfeo. ¿Una región eclesiástica catalana dentro de la región eclesiástica española? Es evidente que no existen naciones eclesiásticas, a lo sumo regiones y, en base a esas regiones, actualmente identificadas con los estados, se reconoce personalidad a las Conferencias episcopales, si bien, la autoridad de la diócesis es de cada obispo. Única y supeditada al Santo Padre. No hay otra. El Obispo se debe a Roma, no a su conferencia episcopal.

Entonces ¿Qué fin perseguía esta melangé? Acentuar el hecho diferencial catalán, hasta en el terreno eclesial. Ni más, ni menos. Efectividad, nula. Posibilidades de éxito: Irreales. Un mito nacionalista más. Otra ocasión para ejercer el victimismo.

Actualmente, el híbrido se halla en cualquier cajón de Roma, debajo de una pila de papeles. Nadie se acuerda de él y desde Cataluña nadie lo reclama. Pasará a la historia como un hecho anecdótico más. Como otra expresión del quiero y no puedo.

Por eso me preguntaba por su sentido actual. En la presente época de auge de la globalización resulta bastante chocante seguir poniendo fronteras y cerrando puertas, incluso en un campo con el eclesial, en el que la Iglesia es UNA, santa, Católica, Apostólica y Romana. Dejemos los experimentos y centrémonos en lo urgente: Revitalizar nuestras diócesis. Sacarnos de encima esa molicie senil que arrastramos. Necesitamos nuevos impulsos, nuevas ilusiones y no pasan ellas por la fantasmagórica Región eclesiástica tarraconense.

Oriolt

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