¡Adiós Bobby, adiós!


El secretario particular del arzobispo de Barcelona, el Rvdo. Robert Baró, más conocido entre nosotros como “Bobby”, dejará su cargo este próximo curso y cederá el relevo a otro sacerdote con nombre de expresidente de gobierno del que ya hablaremos en una próxima ocasión.

Acaba así el calvario de este chico, que se creyó que iba a ser el “Paquito” de turno (en alusión a Paquita, la fiel secretaria del cardenal Carles), y que rápidamente se dio cuenta que no iba a ser más que un simple chupatintas encerrado en un despacho. Se equivocó completamente el chaval, sus ganas de ser importante y de figurar en toda la diócesis como mano derecha del obispo, no fueron más que el sueño de una noche de verano, concretamente de 1994, porque con muy poca inteligencia nuestro querido Bobby no se preocupó de averiguar que n.s.b.a cardenal ya en Tortosa y posteriormente en Tarragona había demostrado que los hombres de su entorno tenían que ser simples burócratas, discretos y sin ningún protagonismo.

Después de las mieles del cargo vinieron las hieles. Cuando Bobby descubrió para que lo quería realmente el arzobispo empezaron las desilusiones, las depresiones, las bajas forzadas (escondidas oficialmente como vacaciones o días de descanso del interesado), también las discusiones agrias con el propio arzobispo, algunas de ellas en público (aunque ellos creían que no les veía nadie). El propio arzobispo tuvo que colocar al diácono Aureli Ortín en su secretaría particular para que aquello funcionara, dada la situación del Rvdo. Robert.

Estaba cantado que tarde o temprano esto tenía que suceder pero el cardenal Sistach que no quiere que nada parezca un fracaso suyo ha alargado este momento todo lo que ha podido para que pareciera un cambio normal y no una elección desacertada por su parte al nombrarlo, incluso quiso vestirlo de cambio de responsabilidad, pero nuestro Bobby no quiso aceptar ninguno de los cargos que le ofreció el arzobispo, primero porque estaba escaldado de colaborar estrechamente con su “jefe” y segundo porque temía los comentarios que haríamos sobre él desde “Germinans Germinabit” en su nuevo departamento. Finalmente, se tomará un tiempo de descanso y de recuperación y aparentemente no tendrá ningún cargo pastoral.

Pero ¿cómo llego el Rvdo. Baró a convertirse, nada menos que en el secretario particular del arzobispo? Muy sencillo, Bobby forma parte de esa cuota de poder que el cardenal Sistach entregó a aquellos que habían hecho méritos en la lucha sin cuartel, en la campaña de acoso y derribo contra el cardenal Carles. En aquellos tiempos de revuelta y de campañas corrosivas contra Don Ricardo, nuestro Bobby era simplemente un seminarista, un aprendiz de revolucionario, que puso en práctica las lecciones aprendidas en aquella vergonzosa campaña contra el que ha sido el mejor rector del Seminario de Barcelona en los últimos 30 años, el Rvdo. Ramon Corts. La cruel campaña dirigida desde arriba por su antecesor (el actual copríncipe de Andorra) y por algunos de los formadores (de cuyo nombre prefiero no acordarme) que dejó el obispo Vives como envenenada herencia a su sucesor, necesitaba del apoyo de algunos seminaristas para que la campaña de desprestigio tuviera más credibilidad y es allí donde nuestro querido Bobby jugó un papel destacado en la conspiración interna contra su propio rector.

Don Ricardo volvió a equivocarse como lo hizo en el nombramiento de los primeros obispos auxiliares (cuando pensó que nombrando obispos auxiliares del gusto de la progresía le dejarían trabajar tranquilo). Aquí pensando que ofreciendo la cabeza de Corts en una bandeja de plata, el progresismo eclesial abandonaría los ataques a su persona. Pero fue todo lo contrario, los revolucionarios se sintieron triunfadores y con la motivación suficiente para empezar nuevas campañas convencidos de que también las vencerían como la que hicieron contra el rector del Seminario.

En ese ambiente insoportable de subversión contra Don Ricardo, nuestro querido Bobby fue ordenado sacerdote, por supuesto vestido de paisano, sin ningún signo sacerdotal. Pero no sólo eso, sus padres espirituales le habían convencido que era una estupidez eso de vestir como “cura”, así que él se lo tomó tan en serio, que no sólo no vestía nunca sacerdotalmente sino que se dedicaba a increpar y a burlarse grotescamente de sus compañeros sacerdotes que sí lo hacían. Pero el destino es caprichoso, y al aceptar el cargo de secretario del arzobispo le tocó por narices vestir de “clergyman” e incluso con sotana, algo que él cuatro días antes había criticado tanto. (Como puede apreciarse en esta foto con sotana detrás del cardenal)

Esta es la historia de Bobby, un buen ejemplo de cómo funciona nuestra diócesis, de cómo es nuestro arzobispo, y como son algunos de los cargos de confianza del mismo. Toda una lección para que otros “Bobbys” no caigan en la trampa.

Antoninus Pius

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