Fontbona: un cambio en la idea de Iglesia


Esta semana el sacerdote Jaume Fontbona Missé ha sido elegido, nombrado y puesto al frente del Centro de Pastoral Litúrgica. Su nombre no debiera resultar desconocido para los lectores habituales de Germinans pues su persona y sus ideas ya fueron brevemente citadas en el informe teológico que Fr. Silvano de Gracia publicó en esta web acerca de las desviaciones eclesiológicas que los miembros del Centro d´Estudis Pastoral difundían en sus Cursos de Formación de Agentes de Pastoral y en los cuales colabora el susodicho sacerdote.

Fontbona es profesor de la Facultad de Teología de Cataluña y habiendo sido desde siempre el protegido y apadrinado de Mons. Tena que lo envió a estudiar a Roma, ahora recibe de nuevo un empujón hacia arriba de parte de su mentor y fundador del C.P.L.

Nosotros deseosos de dar a conocer el perfil intelectual de Fontbona y poner de relieve lo grave y moralmente comprometedor de ese nombramiento queremos recordar algunas particularidades de su curioso pensamiento.

Limitándose a seguir y profundizar el camino trazado por neoteólogos como el dominíco canadiense Jean Marie Tillard, contradiciendo de esta manera a la Tradición y al magisterio dogmático de la Iglesia, el profesor Jaume Fontbona Missé siempre ha sostenido la salvación efectiva de todos los hombres de todos los tiempos en cuanto vivientes en Cristo, prescindiendo de su aceptación o de su rechazo de la fe.

Esta idea subyacente en todo el pensamiento de Fontbona conduce inevitablemente a agredir la realidad de la Iglesia católica romana, a destruirla indirectamente por vía de inflación y de progresiva disolución en el mundo.

En efecto, la Iglesia Católica romana y el primado jurisdiccional del Papa son una piedra de tropiezo para Fontbona, un obstáculo en el camino dorado de su “ecumenismo conciliar” a lo Teillard, un ecumenismo que para que triunfe tal y como está en su mente, debe destruir por la fuerza misma de las cosas, bien que con cautela y por conducto de puestas al día progresivas, tanto la “vieja” Iglesia Católica cuanto el primado sobre el que se fundamenta. Y cuando decimos “vieja” nos referimos a la Iglesia a partir del siglo XI, apelando eso sí, a la antigua Iglesia indivisa del primer milenio. Entre esas dos Iglesias existiría una discontinuidad teológica, premisa tomada de su otro referente doctrinal, el patriarca ortodoxo de Pérgamo Mons. Zizoulas (el gran apóstol de la intercomunión eucarística entre católicos y ortodoxos). Esta premisa se convierte en fundamento moral de toda la reflexión de Fontbona. Y además resulta evidente que la Iglesia Católica surgida tras el cisma de Occidente del siglo XI fue adquiriendo visos autoritarios y otorgándose a sí misma prerrogativas eclesiales que no le correspondían.

Y aquí se inserta la doctrina de la salvación universal en sentido subjetivo sostenida por Fontbona. En efecto, si todo hombre está prácticamente salvado, si no se trata ya de librarlo del pecado ni del peligro de la condenación eterna, sino tan sólo de anunciarle de manera explícita a ese Cristo que lleva en sí de modo inconsciente y que lo hace ya cristiano (con base a la idea del “sobrenatural naturalizado” de Lubac o de los “cristianos anónimos” de Rahner) el concepto de Iglesia se transforma, de arca de salvación, en comunidad de encuentro y perfeccionamiento espiritual con vocación universalista completamente adicional, pero en el fondo superflua y los sacramentos se vacían de significado y de eficacia, comenzando por el bautismo que se convierte en mero rito, eso sí lleno de simbolismo, de iniciación a la vida comunitaria del pueblo de Dios.

Una vez aplicadas en gran escala las tesis eclesiológicas de Fontbona y concretadas en su “ministerios de comunión” y en su concepto de “sinodalidad” y muy especialmente a partir de los Cursos de Formación de Agentes de Pastoral, únicamente nos queda esperar los efectos devastadores en todos los campos.

Y entre todos ellos especialmente los siguientes:

1º.- La vertiginosa e inexorable demolición de lo que queda de Iglesia católica entre nosotros, privada ya de su raíz, o por mejor decir, declarada oficialmente innecesaria para la salvación.

2º.- La crisis de identidad de sacerdotes y religiosos seguida de defecciones y escasez de vocaciones.

3º.- La crisis aún mayor en la evangelización (Fontbona y todos los suyos han siempre detestado la idea de Nueva Evangelización)

4º.- El total y definitivo desarraigo del sentido de pecado, tal como se entiende en la doctrina católica, en el Pueblo de Dios.

5º.- El final de la preocupación por la salvación de las almas ( por eso tanto les da que haya muchos practicantes o pocos en las parroquias, ellos aspiran a una Iglesia de cristianos selectos y maduros…

6º.- Abandono progresivo del espíritu de ascesis, penitencia y renuncia al mundo.

El papel de la Iglesia coincide de hecho con la marcha de toda la Humanidad: se reduce a la búsqueda de la unidad del género humano y de la justicia y la paz mundial, una paz engañosa y naturalista.

Todos sus presupuestos tienen, según él mismo confiesa, una clara matriz del aquel ecumenismo que desprecia a la Iglesia que precedió al Vaticano II que fue una Iglesia inmadura e imperfecta que no comprendió su propia identidad durante cientos de años. Ahora debemos proceder a un “redescubrimiento” del verdadero cristianismo.

En resumidas cuentas, el relativismo y el naturalismo de Fontbona tocan las mismas raíces sobrenaturales de la Iglesia. Sin embargo lo que más nos sorprende en este rehervir de fermentos malsanos que ya estuvieron en vigor en los malsanos ambientes modernistas de principios del siglo XX, es la soberbia de estos sedicentes reformadores, que se funda en la pretensión de haber descubierto nada menos que el cristianismo auténtico.

Es esta una pretensión que se repite como una especie de constante en la historia de las herejías, una marca infalible de reconocimiento de todo hereje: desde los gnósticos hasta los cátaros, desde los arrianos a los luteranos, desde Nestorio a los modernistas y los neoteólogos como Fontbona: todos sin excepción se hicieron pasar por redescubridores y restauradores de la verdadera Iglesia de Jesucristo.

Ante este nombramiento nosotros queremos elevar nuestra voz hasta las más altas instancias. Es cierto que nuestra capacidad de sorpresa ante todo cuanto sucede en Barcelona es ya casi nula, pero no así nuestra capacidad de escándalo y voluntad de reiterada denuncia de la marcha que ha definitivamente tomado la Archidiócesis de Barcelona bajo el nefasto gobierno del Cardenal Martínez Sistach, cuando no protagonista, cómplice del rumbo suicida al que se dirige la Iglesia en nuestra tierra.

Hemos de recordar que el C.P.L. es el editor de publicaciones de tanto arraigo y difusión en tantas parroquias de España y Sudamérica como la revista “Phase” y “Misa Dominical” y pues manantial de donde bebe y se nutre en su formación litúrgica, pero también en su praxis litúrgica ordinaria, la inmensa mayoría de sacerdotes y religiosos de habla española.

Tener al frente de esa institución a un neoteólogo de doctrina no sólo inconsistente sino peligrosa como Fontbona es poner en peligro la salud moral del Pueblo de Dios.

Por eso informamos acerca de sus errores: con el fin de evitar que alguien beba de ellos y los acepte como si su pensamiento fuera no sólo seguro sino excelente.

Lejos de recomendarlo tan entusiastamente, como lo hace Mons. Tena al prologar sus libros, correspondería avisar, por lo menos, para que se mastique con cuidado.

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