El golpe maestro


Por espacio de dos años, desde la aparición en septiembre de 2006 del “De Bello Pallico” y el posterior nacimiento en mayo de 2007 de Germinans, todos y cada uno de los miembros que, como articulistas o colaboradores, hemos contribuido a tirar adelante este proyecto hemos tratado de haceros ver como los adeptos del progresismo eclesial en Barcelona y en Cataluña, pero no sólo aquí, han invadido como un cáncer todos los ganglios del poder, marginando a quienes han querido esforzarse por permanecer fieles a la Iglesia y a su Magisterio.

Somos conscientes de que esta situación no es exclusiva de nuestra concreta realidad eclesial, sino que ha sido la tónica general en la Iglesia en estos últimos decenios. Pero esa evidencia no la convierte en menos grave.

Hemos visto también que maniobrando más o menos cautamente desde los puestos claves de la jerarquía (con la complicidad de todos los “equilibristas”, ansiosos por hacer carrera a ultranza o de los ingenuos, dóciles instrumentos en sus manos) esos mismos progresistas, aprovechándose de la confianza del Pueblo de Dios, han comenzado a instaurar gradualmente, a lo largo de un proceso que dista de haber concluido, una realidad nueva en toda regla, que venden por católica y que al decir de ellos constituye el “cristianismo verdadero”. Cada vez que se da un paso adelante en esa dirección o algo escandaliza porque choca con el “sentido de la fe” que aún conserva el pueblo fiel, se pronuncian grandes discursos para tranquilizar. Muchas veces en ese proceso se sostiene que los cambios, los nombramientos o las novedades actuales derivan de una necesidad de cambiar de aires, de un desarrollo del Vaticano II o de una mejor comprensión “a la luz del Espíritu” de lo que nos pide Dios “aquí y ahora”. Y por todo ello nos hemos de arrebatar de admiración.

El engaño es más difícil de desenmascarar por el hecho de que, inteligentemente, se ha dejado intacto el aparato exterior de la Iglesia y porque en los discursos de los pastores, y entre todos en primera línea nuestro n.s.b.a. Cardenal Martinez, Arzobispo de Barcelona, resuenan aún palabras como “Cristo”, “evangelio”, “fe”, “eucaristía”, “Iglesia”, “Papa”, “sacramentos”…, que tranquilizan a los oyentes ignaros: pero, de hecho, los progresistas confieren a todas esas realidades, como hemos tratado siempre de demostrar, un significado completamente distinto del católico.

El golpe maestro ha sido sentar en las sedes episcopales y en las cátedras docentes a obispos, superiores religiosos, teólogos y formadores del clero embebidos en la neoteología progresista.

En efecto, los progresistas no habrían logrado imponerse jamás en la Iglesia con obispos de doctrina segura, bien decididos a defender la verdad revelada y el rebaño a su cuidado incluso con medidas drásticas si llegara el caso; el concilio Vaticano II habría sido interpretado y encauzado, como desearon los Papas, por la vía de la tradición bimilenaria de la Iglesia; los innovadores habrían sufrido una derrota aplastante, como la que experimentaron los antiinfabilistas en el concilio ecuménico Vaticano I (1870) y la inmensa mayoría del clero y de los fieles habría seguido al sucesor de Pedro y no se habría dejado hipnotizar por los falsos profetas de la “renovación conciliar”, los cuales los han conducido a la ruina.

He aquí la jugada maestra: entregar el ministerio docente de la Iglesia a los miembros y admiradores de la “nouvelle théologie”. Y en Barcelona ni el cardenal Carles fue consciente de ello. Una ocurrencia genial, en cuya virtud el clero, las buenas religiosas y los fieles de a pie obedecieron sin rechistar entrando en el gran engranaje sin advertirlo siquiera. Bombardeados por la inmensa mayoría de las publicaciones teológico-pastorales que aquí se publican y que se difunden por el resto de España y Sudamérica (Barcelona es la capital editorial en lengua española), intoxicados por prédicas, catequesis y encuentros de “puesta al día” de fondo social-ecuménico-mundialista y protestantizados por una liturgia manipulada a su antojo, una gran parte del clero, los religiosos y fieles están resbalando sin darse cuenta por la pendiente del neomodernismo.

De hecho, como sucedió en la pseudoreforma protestante del siglo XVI en el resto de Europa, han cambiado ya de fe y han arribado a una nueva religión, católica solo de nombre, tan nebulosa en la doctrina como laxista en la moral.

A manera de ejemplo insistente: la enseñanza de teología dogmática que se imparte en la Facultad de Teología de Catalunya a los alumnos de los Seminarios (de Barcelona, de Terrassa e Interdiocesano), a los escolasticados religiosos presentes en ella, futuros sacerdotes en su mayoría, se desarrolla por entero e invariablemente con base a la “nouvelle théologie” (de Lubac, Rahner, von Baltasar, Congar…) o sea, con base en el relativismo dogmático.

Por ello, como la moral se funda en la fe, también la Teología Moral que se enseña en ella (con fundamento en la cual deberían guiar a las almas los futuros sacerdotes sobre todo en el sacramento de la Penitencia) pierde toda consistencia y se vuelve más bien una teología inmoral, vaga, fluctuante y laxista, la cual se deja en último análisis, en la línea de pseudomoralistas como Bernard Häring y Marciano Vidal, al arbitrio de la “conciencia individual”.

En el campo de los estudios bíblicos, como lo demuestra todo el programa del presente curso 2008-2009 del Centre d´Estudis Pastorals para la formación de los futuros agentes de pastoral, la Sagrada Escritura se secciona y examina críticamente mediante una exagerada “historia de las formas” e “historia de la redacción” (infundada y refutada repetidas veces desde Roma) que disuelve el concepto de la historicidad de la Biblia y por ende, el de la verdad de los hechos sobrenaturales que se narran en ella.

Considerando que de esa Facultad de Teología y ese C.E.P sale, desde hace más de 30 años, un chorro continuo de curas, religiosos y seglares que son docentes de religión y cuya instrucción reposa en tales bases, se puede imaginar fácilmente cual es el estado actual de las cosas. Aquí, como en tantos y tantos lugares a escala mundial.

Este pasado miércoles día 10 de septiembre nuestro Arzobispo, el cardenal Luis Martínez Sistach, ha despachado en Roma. Se hizo preceder por una carta pastoral sobre el tema de la legislación abortista harto conocida ya por todos. Nuestro arzobispo siempre sabe magistralmente encajar todas las piezas para que le cuadre el puzzle de su carrera. El motivo de su estancia en los Palacios Apostólicos ha sido, como bien nos han confirmado nuestros contactos en la Ciudad Eterna, dar la cara ante los tres frentes que su eminencia tiene abiertos. A saber: el moral, el de enseñanza y el económico. No sabemos si además se ha tratado la cuestión del nombramiento del obispo auxiliar o de los auxiliares que deberían tomar el relevo de Mons. Carrera.

El tema es de toda lógica y de necesaria y urgente solución.

Desde Germinans hemos tratado de contribuir, (obstaculizar pensaran muchos, condicionar otros tantos) a que la dirección en la que debe marchar la diócesis no nos aboque una vez más y en otro punto como este, a la ruina de muchas esperanzas depositadas en una reforma profunda de esta Iglesia.

No sabemos ni lo que hemos conseguido ni lo que conseguiremos. Todo sucede demasiado deprisa como para comprender la relación que existe entre tantos y tan vertiginosos acontecimientos.

Lo que sí sabemos es que el progresismo, sus adeptos y cómplices, quizá estén seguros de haber vencido, mas se encuentran abocados a una derrota segura.

Pasarán todos, igual que pasaron todos los vendavales de la Iglesia y de todos aquellos que, alardeando de reformarla en función de sus malsanas doctrinas y su falta de fe, la arruinaron.

Pero, entretanto y aunque Germinans desapareciese mañana, es menester que no depongamos las armas, sino que nos preparemos más que nunca para sostener el inevitable combate de la fe, sin dejarnos amedrentar por el gran número de los que por ingenuidad, inconsciencia o peor aún, interés han seguido la corriente y se han puesto a la zaga del cortejo de la revolución en la Iglesia. El número nunca ha hecho la verdad.

Recordemos en este mal lance el deber que nos corre, un deber estricto, de rezar por el Sumo Pontífice. Sólo él, en efecto, puede imprimir a la barca de Pedro el enérgico impulso que necesita para arribar al puerto de la salvación.

El Directorio

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