¿Dónde estabas cuando hacías falta?

¿Dónde estabas tú, Iglesia, cuando era más necesaria que nunca tu presencia? ¿Dónde estabas cuando la sociedad en la que vives emprendió el camino de la destrucción? ¿Dónde estabas cuando tus fieles abandonaron tus templos? ¿Dónde estabas cuando tus sacerdotes, tus teólogos y hasta tus obispos pisotearon la fe que se te entregó? ¿Dónde estabas cuando tu liturgia se hizo mundana? ¿Dónde estabas cuando tu influencia podía ser todavía eficaz para evitar leyes inicuas que destruyen la familia y al ser humano no nacido? ¿Acaso levantaste tu voz de forma potente o más bien cumpliste el expediente? ¿Llegaste a dar tu vida para defender a los inocentes?

Me acuerdo cuando la sangre de tus mártires regó la tierra sin que una sola apostasía manchara tu inmaculada santidad. ¿En tan poco estimáis su ejemplo que ahora no sois capaces de enfrentaros de verdad contra los que trafican con el alma de vuestro pueblo? Vosotros, obispos, ¿vais a seguir haciéndoos fotos sonrientes con aquellos que llevan a vuestra nación hacia el abismo?, ¿acaso vuestro Señor sonrió cuando estuvo delante de esa zorra llamada Herodes?, ¿acaso habéis sido puestos como pastores del rebaño de Cristo para guiarle por los caminos de la tibieza que provoca el vómito del Rey de reyes?, ¿acaso alguien os dio permiso para no velar por la sana doctrina de la que se alimentan vuestras ovejas?, ¿acaso alguien os ha autorizado a mantener en el sacerdocio y en las cátedras a quienes predican su falta de fe en vez de la fe de la Iglesia?

¿Y qué decir de vosotros, sacerdotes?, ¿cuándo quitaréis las telarañas de vuestros púlpitos y predicaréis que hoy es tiempo de levantarse, de no quedarse de brazos cruzados ante el poder civil que ha sacrificado a los más pequeñuelos ante el altar del aborto?, ¿cuándo entenderéis que es tiempo de que exhortéis al pueblo de Dios para que plante cara a los que quieren entregar a vuestros ancianos en los brazos de la eutanasia?, ¿cuándo imitaréis a Josué, que no tuvo miedo de guiar a su gente hacia la conquista de lo que era suyo?, ¿cuándo seréis como Daniel, que intercedió por los pecados de su pueblo?, ¿cuándo imitaréis a los profetas que no tuvieron miedo de sufrir el castigo de los reyes que llevaban al pueblo santo hacia la idolatría y la apostasía?

¿Y tú, pueblo de Dios?, ¿en qué ha quedado tu compromiso de servir al Señor?, ¿acaso las promesas del bautismo son papel mojado?, ¿acaso te han hecho pueblo santo, sacerdocio real, para que ahora bajes los brazos y te entregues al espíritu del mundo gobernado por el padre de la mentira?, ¿acaso has recibido el Espíritu Santo para encerrarle en una jaula de oro donde no moleste a los que no quieren saber nada sobre el juicio de Dios a las naciones rebeldes?, ¿por qué has permitido que tus hijos abandonen la fe?, ¿por qué no les has educado en los preceptos que recibisteis de vuestros antepasados?, ¿por qué no impides que alimenten sus almas con las drogas de la fornicación, el adulterio, la homosexualidad, la rebeldía contra la autoridad, la idolatría al dinero, la falta de respeto por lo más sagrado?

Llega la hora de que recojáis lo que vuestras manos sembraron. Si os habéis entregado a la apostasía sin que mediara persecución, ¿qué haréis ahora cuando os persigan?, ¿a quién acudiréis para salvar los restos de santidad que quedan entre tus ropas?

Queda un remanente fiel que no ha doblado su rodilla ante ese Baal que exhibe una urna como corona que justifica sus tropelías. Quedan obispos, sacerdotes y fieles que están dispuestos a dar la cara. A ellos seguid. En ellos confiad. Sus palabras escuchad. Por ellos no seréis destruidos con el resto de vuestra nación.

Patianus

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