El cardenal neo-gaudiniano
La semana pasada se inauguraba en la Ciudad del Vaticano la exposición Gaudí en Roma, con un extraordinario desembarco de personalidades y medios de comunicación. No faltó ni tan siquiera el presidente de la Generalitat, Artur Mas, quien declaró que se trataba de una excelente oportunidad "para estrechar las relaciones entre el gobierno catalán y la Santa Sede ". Se hizo también presente una escogida representación de los medios de comunicación más fieles, destacando los cronistas oficiales de la diócesis Enric Juliana y Jordi Llisterri. ¡A Roma, doncs, que hi falta gent ! Cual se observa en la fotografía, nuestro obispo estaba como un niño con zapatos nuevos. Está tan imbuido de la obra y la personalidad del genial arquitecto, que ya se considera un eslabón más en la creación de la Sagrada Familia. La ilusión de su vida sería llegar al año 2026 y ver finalizado el templo, justo al cumplirse el centenario del fallecimiento de Antonio Gaudí. Tanto es su entusiasmo por ver en vida la beatificación del arquitecto, que va pidiendo por todas partes ¡ Un miracle. ..! ¡ Ens fa falta un miracle ! Pero el frenesí gaudiniano del cardenal es propio del enardecimiento de los conversos. Hasta hace muy poco tiempo, no se distinguía Sistach por su fervor hacia el creador del templo expiatorio, ni mucho menos por ser un decidido promotor de su beatificación. Nuevamente, voy a hacer un ejercicio de memoria.

A veces es necesario ejercitar un poco la memoria para comprender la ley del embudo que rige las actuaciones del nacional progresismo eclesial. Tampoco se crean que me voy a adentrar en un despliegue de rememoración histórica. Solo acudiré al año 2003, al objeto de comparar como se las hacían pasar al cardenal Carles y como no se las hacen pasar al cardenal Martínez Sistach. 
Entre los fastos que ha preparado la diócesis desde la dedicación de la basílica de la Sagrada Familia, Sistach se organizó este domingo un homenaje pro domo sua con motivo de sus bodas de oro sacerdotales. Como el egocentrismo de nuestro cardenal no tiene parangón, enmascaró su propia celebración con el aniversario de la visita del papa Benedicto XVI. ¡Qué mas da que los cincuenta años se cumpliesen el 17 de septiembre! Nuestro arzobispo quería conmemorar su ordenación sacerdotal al mismo tiempo que se recordaba la consagración del templo por el Santo Padre, justo hace un año. En tal caso, el éxito de convocatoria estaba asegurado. ¡Pues, ni con esas! No llegaron a repartirse las 4.500 entradas gratuitas que puso la diócesis a disposición de sus feligreses. Los bancos posteriores de las naves laterales permanecieron ostensiblemente vacíos. Es la novena ocasión, en este 2011, que se celebra culto en el templo de Gaudí y es la primera en que no se llena. Todos los actos han sido presididos por Sistach, que ya se considera tan artífice de su creación como el genial arquitecto. Hasta se atreve a vaticinar que la obra se hallará totalmente finalizada en el año 2026, siendo su mayor ilusión que Dios le conceda vida para poder asistir a su inauguración, aunque sea como arzobispo emérito. 89 años no son un reto exagerado para tan magno acontecimiento.
Justo detrás de la Avenida Diagonal, en su confluencia con la calle Aribau, en la pequeña calle del Bon Pastor, se encuentra uno de los ejemplos germinantes más significativos de la diócesis barcelonesa. Se trata de la parroquia de la virgen de Núria. Abierta de 9 a 21 horas. Les recomiendo que la visiten un día. Por la mañana acuden las amas de casa que van a la compra, al mediodía los ejecutivos y administrativos antes o después de comer, por la tarde jubilados o madres que van a recoger a sus pequeños al colegio. Siempre hallarán un remanso de paz en esa zona tan transitada de la Ciudad Condal. Un templo pulcro y respirable, con un hilo musical gregoriano que no descansa y con el goteo constante de fieles, que hacen un alto en su camino o en sus obligaciones y dedican unos minutos a la oración, a la visita al Santísimo o a venerar a la Virgen. Además, desde hace un año cuenta con un carillón, audible en aquella vía principal, que recuerda a todos que allí hay un espacio en el que se halla el Señor.