"Arrels cristianes de Catalunya". Un texto constitucional
Últimamente se cita, a diestro y siniestro, el documento elaborado por los obispos catalanes en el año 1985, titulado Arrels cristianes de Catalunya. Los actuales obispos se reafirman en su contenido; los católicos nacionalistas se aferran a él como sí se tratase de un dogma; los católicos no nacionalistas lo rechazan, con ciertas dosis de incomodidad. Se van a cumplir 25 años de la promulgación de aquel texto y se va a escribir mucho sobre él, pero son pocos los que lo han leído en su totalidad. Voy a intentar demostrar que lo que pregonaban nuestros prelados en el año 1985 era plenamente constitucional y no pasaba de un mero documento autonomista, que - a pesar de los esfuerzos interpretativos actuales- no tiene encaje alguno en la nueva realidad estatutaria, en dos de sus vertientes más acusadas: la bilateralidad post-constitucional Cataluña- España y el laicismo decretado por el nuevo Estatut.
Vamos por partes, empezando por la plena asunción de la Constitución de 1978. Se puede leer:
" Mil años después, hoy, nuestro pueblo vive también una nueva situación. La restauración de su autonomía política, a partir de la Constitución de 1978 y el Estatuto de 1979, configuró una nueva situación que los años han afianzado"


A estas alturas de la película, no se le escapa a nadie que la manifestación del día 10 de Julio en Barcelona se convirtió en una auténtica reivindicación independentista. Se convocó en defensa del Estatut, pero nadie se acordó de la sentencia del Tribunal Constitucional. El único grito que se oyó era: "In-de-pen-den-cia". A pesar de convocarla el 90% del arco parlamentario catalán, la quasi totalidad de los medios de comunicación catalanes, los sindicatos y un sinfín de asociaciones de todo tipo; el catalanismo -supuestamente moderado- no se controló y apareció el independentismo descarnado, en algunos casos -como el que sufrió el Presidente Montilla- energuménico. Hubo debate en numerosos estamentos de la sociedad catalana. Los representantes de Foment (empresariado catalán) no se adhirieron al acto, pero sí acudió su Presidente, Joan Rosell. El nuevo Presidente del Barça prefirió ir a Sudáfrica y no asistir al acto, al contrario de su predecesor Joan Laporta. Indudablemente la iglesia catalana (especialmente sus obispos) también sufrieron numerosas presiones, sino encaminadas a apoyar decididamente el acto, al menos dirigidas a una posición clara y contundente a favor del Estatut. Pero no cayeron en la trampa. Por una vez, hicieron un análisis inteligente y supieron calibrar que esa manifestación podía suponer el inicio de una fractura en la sociedad catalana.
Una de las paginas web anti-Germinans se ha convertido en un salón de la difamación. Un lodazal activo y en tiempo real, que evidencia que no es posible expresar en público la más mínima disidencia, sin ser amenazado o insultado. La histeria anti-Germinans ha pretendido (y pretende) silenciarnos de mil maneras. Sin embargo, todavía no había alcanzado estos niveles de zafiedad, grosería y vulgaridad.
Cuando uno lee el desaforado artículo de Llisterri, titulado 




