Cuestionados en la Fe por la Tradición
Tras décadas de auto-odio católico en Cataluña por parte de muchos sacerdotes y seglares; después de lustros de hacer todos los esfuerzos por conseguir a toda costa un “aggiornamento” del catolicismo; luego de apartar años y años por todos los medios lo que significa la Tradición, y de esconder toda expresión visible de ella en la vida eclesial; después de todo eso, ahora resulta que es justamente lo más tradicional lo que golpea e interpela a aquellos que, después de un viaje vital por el desierto contemporáneo de una existencia sin Dios, sienten que hay un Alguien que desde mucho tiempo les espera en algún cruce de caminos; Alguien al que en lo mas íntimo añoran regresar.

Entre los muchos calificativos que adornan la compleja personalidad de Sistach, está el de pelota. Pese a sus casi 75 tacos, el personaje mantiene aquella imperturbable actitud de adulador interesado con el que manda, que adquirió en su etapa escolar.
A menudo se acusa a esta web de anticatalanista y de submarino del españolismo más rancio e integrista. Nuestros opositores van por la vida de víctimas de nuestros ataques (los Sistach, Matabosch, Manent, Romeu, Domingo, Llisterri, …) …¡pobrecitos! Ellos encarnarían una Iglesia perseguida, poco entendida, que no recibe apoyos de ningún poder político y que debe luchar contra viento y marea para no perder su personalidad. Una Iglesia atacada por plataformas como esta web que se encarga, según ellos, de pintar un panorama desolador para legitimar de esta manera un recambio en clave españolista.
A Port Aventura, el parque temático sito entre Vilaseca y Salou, hace tiempo que le ha salido competencia.
No comprendo el romanismo asimétrico de Sistach. El martes pasado Oriolt en un excelente artículo nos relataba el enésimo episodio de amor súbito compulsivo de nuestro purpurado con Roma. Sistach, cual paradigma del pelota, sabe que es en Roma donde se corta el bacalao y allí está a la que puede: hoy en forma de exposición gaudiniana. Su estrategia es muy simple. No es por nada que algunos les saquen a estos tales el calificativo de “trepa” o “llepa” (llepar = lamer). 




