Afrancesados para lo que les conviene


Durante decenios en esta bendita Archidiócesis de Barcelona tuvimos que soportar aquella ideología clerical totalitaria según la cual nosotros éramos diferentes del tosco clero español. Nuestra idiosincrasia y nuestro contexto cultural se asemejaban mucho más al talante eclesial franco-belga como también a su formación liberal y progresista. Llegó un momento en que nuestras más altas y privilegiadas mentes ya no acudían a cursar sus estudios a Roma sino al “Institut Catholique de Paris” o a la “Université de Lovaina”. Nuestros paradigmas pastorales eran la Misión de Paris del cardenal Suhard y la JOC del P. Cardijn. Lo malo es que ni Jubany era Suhard ni Batlles el consiliario belga. Como siempre nos sucede, cuando las ideas de los grandes movimientos europeos llegan a nosotros lo hacen tarde y mal y, casi siempre, se convierten aquí en extremas.

Y no soy yo únicamente quien lo afirma. Lo hicieron en su día intelectuales de la talla de Menendez Pelayo y Ortega.

Aquí la reforma litúrgica del Vaticano II se hizo afrancesada, los cantos populares catalanes propios de nuestra tradición religiosa se abandonaron, se introdujo todo el canturreo francés a lo “Dominique, nique, nique” pero a lo vulgar.


El tristemente malogrado Mn. Albert Taulé de la “Missa del Papa Joan” de 1965, de una formación musical de grandísima altura, acabó componiendo a lo Lucien Deiss, pero sin el encanto de su grandiosidad, para contentar a la platea. Después llegaron los “Cumbayá, Déu meu” y el desembarco de todo a lo “Nueva Orleáns”. Aquí todo se hizo burda imitación: los sacerdotes que venían de la France imitaban el jersey de cuello de cisne a lo “cura Normand Pagé” (sacerdote quebequés que después de desmitificar todo y destruir aún más, se secularizó para montar una cabaña eco-bio-naturista en el norte de Canadá para encontrarse en armonía con la madre-naturaleza).

Lo malo es que nuestras asambleas eucarísticas no tenían la fuerza de los cantos quebequeses sino el tono de íntima protesta a lo Lluís Llach o a lo Raimon (cuantos ofertorios nos hemos comido con “L´Estaca” y “Al vent” a golpe de guitarrucha mal afinada).

Pero llegó el momento en que Francia dio la vuelta, con el pontificado de Juan Pablo II. Lenta pero imparablemente surgieron los nuevos movimientos de evangelización, nuevas congregaciones religiosas que, todo menos secularizadas, daban vigor a la “Iglesia que peregrina en Francia” (Hermanitos de Jesús, Comunidades del León de Judá y del Cordero –después de Las Bienaventuranzas-, Juventutem, Peregrinaciones Anuales de Juventud a Chartres y de Montmartre y Notre-Dame)

Reforma profunda de los Seminarios Regionales, abandonando esquemas sesentayochistas como el de los Sulpicianos de Issy-les-Moulineaux con sus seminaristas-obreros…

¡Ah, pero ahora esto ya no nos interesaba! Privados de grandes vicios pasionales, hijos del tono medio, la mayoría del clero barcelonés retro-progre es capaz de abandonar todo menos la ideología que los sostiene siempre aderezado con cualquier otro tipo de mezquindades.
Entonces buscó su paraíso en “Latinoamérica”, en la Teología de la Liberación, en las comunidades de base de El Salvador o Nicaragua. Llegó Medellín y Puebla.

¡Qué triste panorama el de un clero sin otro armazón intelectual que el de la ideología! ¡Qué poco supimos imitar al ilustrado clero francés!

Y ahora que llegó la renovación de la Iglesia francesa, los caminos de la “hija primogénita de la Iglesia” nos asustan…

Les dan pavor no sólo los nuevos rumbos de los movimientos apostólicos o de vida consagrada, o de los seminarios franceses. Les hacen temblar los nombres de los nuevos obispos que van enriqueciendo la Iglesia en el país vecino: Marc Aillet en Bayona, Nicolas Brouwet y Jean Pierre Batut , auxiliares de Nanterre y Lyon. Todos nombrados en este último año que está por concluir.

Lo silencian, lo tapan, lo ocultan. Nos horroriza pensar que a Roma le pase por la cabeza emprender una reforma similar en Barcelona.

Todos los miembros de la Unió Sacerdotal que se dejaron las suelas en Roma, desde Mn. Bonet Muixí a Mons. Pere Tena, predicando lo de “Catalogna è diversa”, y ahora sus retoños, andan horrorizados pensando que se nos puedan nombrar obispos como esos. Que traigan reformas como esas. Que traigan impulsos como esos.

Y es que nuestro clero “retro-progre” nunca supo imitar aquello tan francés del “divorcio de las ideas”. Siempre contrajeron matrimonio monógamo con una mediocridad que no piensan abandonar hasta que la muerte los separe.

Nosotros, “très Saint-Père, comme la France, s´il vous plaît"…



Sólo algo de lo que nos trajo el post-concilio
(A Francia, A Cataluña y al mundo mundial entero….)

Prudentius de Bárcino

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