[DE] Capítulo 54: La Dalmática y la Tunicela

La dalmática, que a principios del siglo III se había ya convertido en la vestimenta de las personas más honorables, se nos presenta por vez primera como vestidura sacra en un fresco del siglo III de las catacumbas de Priscila que representa la consagración de una virgen llevada a cabo por un obispo (quizá el Papa mismo) revestido de dalmática y pénula. En el siglo IV el Liber Pontificalis la nombra como un distintivo honorífico concedido a los diáconos romanos por el Papa San Silvestre (314-355) para distinguirlos entre el clero con motivo de las especiales relaciones que estos tenían con el Papa. La noticia se encuentra confirmada por el autor de las Quaestionum ex Vet. Testamento (a. 370) el cual, no sin una pizca de ironía, escribe: Hodie diaconi dalmaticis induuntur sicut episcopi (Hoy en día los diáconos se revisten de dalmática como los obispos). Esto prueba que la Iglesia Romana consideraba el uso de la dalmática como suyo propio, y que sólo el Papa podía conferir. De hecho, el Papa Símaco (498-514) lo concede a los diáconos de Arles, San Gregorio Magno al obispo y a los diáconos de Gap, Esteban II en el año 757 concede a Futrado, abad de San Dionisio, el privilegio de ser asistido en la misa por seis diáconos revestidos de dalmática. Pero, con la expansión de la liturgia romana en la Galia en la época carolingia, la dalmática adquiere un uso común, aunque los papas continuasen a concederla como privilegio. Estrabón (+849) atestigua que en su tiempo la llevaban no sólo los obispos y los diáconos, sino también los presbíteros debajo de la casulla.

El fútbol nos ha acostumbrado a los sustos, las ansiedades, las grandes aspiraciones y expectativas, los altibajos. A pasar del infierno a la gloria, y de ahí al limbo. Hemos visto una buena colección de insignificantes desconocidos, que han subido al estrellato de la noche a la mañana.
Cada año el Full Diocesà ( la Hoja diocesana) de Vic-Solsona encarta en el primer número del mes de enero un calendario en forma de auca.
Aunque parezca mentira en la foto que encabeza este artículo aparecen cuatro sacerdotes, que son los responsables de la Delegación de Juventud del obispado de Sant Feliu, posando junto a otros miembros seglares de dicha delegación. Se trata del actual delegado, el Rvdo. Carles Muñiz (con camisa de cuadros, el tercero por la izquierda de la fila de abajo), el Rvdo. Josep Maria Domingo (el primero de la fila superior), el Rvdo. Josep Vicenç Moragues (el cuarto) y el Rvdo. Josep Ramon Ruiz (el sexto).
No me he atrevido a titular " Tranquil, Lluis, tranquil", no fuera a soliviantar a nuestro cardenal, aunque, siendo como es un hombre de carácter planer, seguro que sabría comprender que ese título no iba a ser más que un remedo de la célebre frase que dirigió el Rey a Jordi Pujol con motivo del 23-F. Pero dejémoslo ahí y vamos a lo que nos ocupa. En ocasiones una imagen vale más que mil palabras y ese aferramiento al báculo que se observa en la fotografía (tomada este último domingo) es la viva representación de los nervios que empiezan a aflorar en el palacio episcopal barcelonés. Se acerca el 29-A y no se recibe ninguna señal desde Roma. Nadie piensa en una inmediata sustitución, una vez presente su renuncia al Santo Padre por cumplir 75 años, pero se esperaba alguna manifestación vaticana que permitiese albergar la confirmación de la anhelada prórroga. El mismo tratamiento que al cardenal Carles. Una indicación clara y precisa de que su mandato se alarga por dos años más. Y por el momento, no solo no se recibe, sino que los rumores que llegan de la Santa Sede indican todo lo contrario. 




