¡"Don Tancredo" Sistach ha abierto la boca y agitado el dedo!

Acostumbrados como estábamos a que nuestro Don Tancredo Sistach mantuviera con escrúpulo digno de mejor causa su quietud y su silencio cada vez que saltaba a la arena uno de esos morlacos de cuernos afilados dispuesto a embestir a cualquiera que se le pusiera por delante; acostumbrados a su marmórea efigie, nos ha pillado a todos por sorpresa que Don Tancredo diera un brinco en su pedestal como movido por un resorte en cuanto su hermano en el episcopado, Monseñor Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares, se pronunció a favor de la doctrina de la Iglesia pero en contra de lo políticamente correcto en su homilía del Viernes Santo: de lectura muy recomendable por cierto. Tan pronto como tal sucedió, dejó nuestro Don Tancredo su naturaleza marmórea para cobrar vida, abrir la boca y agitar su dedo aleccionador afeándole al obispo su temeridad.

Y tanto más nos sorprendió, por cuanto don Luis, emulando a Don Tancredo, cada vez que, por poner un solo ejemplo, ha hablado su hermana Forcades (¡y cómo ha hablado!, ¡y cómo se prodiga!), ha pretextado que la tal hermana, benedictina aunque residente en la circunscripción metropolitana de Barcelona, no pertenecía a su directa e inmediata jurisdicción y que por tanto, no teniendo autoridad para intervenir, no iba a ser él quien se inmiscuyera en asuntos que le eran totalmente ajenos: ajenos tanto por interés como por jurisdicción.

¿Cómo es eso, Don Tancredo? ¿No llega su autoridad pastoral a Montserrat, que forma parte jurisdiccional de su Metrópolis, y sí alcanza en cambio a Alcalá de Henares, nueva extensión quizá de su provincia eclesiástica? ¿No le importa lo que dice la hermana Forcades sobre el aborto y sí le importa lo que dice sobre la homosexualidad monseñor Reig Pla, su hermano en el episcopado? ¿Silente Don Tancredo para la una, y despiadado rejoneador para el otro? ¿Cómo es eso?

A ver, a ver: ¿No acaban de montarle una huelga de misas y de culto y de asistencia a los fieles unos cuantos curas de su diócesis por adherirse a la huelga general convocada por los sindicatos? ¿Y? No, no, no ha pasado absolutamente nada, porque se la han montado al marmóreo Don Tancredo. Pero eso (lo de la huelga, no lo de estar sordo y mudo) no había ocurrido nunca antes en la historia de la Iglesia. Seguramente. Pero eso era porque no estaba la Iglesia confiada a la solicitud pastoral de Don Tancredo; de lo contrario, se hubiesen enterado esos huelguistas paniaguados de lo que vale un peine.

Y por cierto, ¿no le organizaron al Papa, a unos cientos de metros de la Sagrada Familia cuando vino a consagrarla, una manifestación de repulsa dentro de un templo y dirigida por una parte del clero progre-disidente de la diócesis de Barcelona? Sí, sí, la misma que preside don Luis, cardenal Martínez. ¿Y ocurrió algo? Pues no, no ocurrió nada, ni tan siquiera una nota de prensa o una caritativa reconvención en privado, porque el pastor de esas ovejas descarriadas era el mismísimo Don Tancredo: inmóvil, duro el rostro como el mármol, y el corazón de pedernal.

¿Y lo de Pousa? Sí se movió Don Tancredo, pero sólo fue para descalzarse la montera y ponerla a sus pies. ¡Ah, que era mitra! ¡Bravo, bravo!

¿Y lo de los clérigos que lanzan una “campaña de oración” a favor del aborto y su industria? Me dio un vuelco el corazón cuando leí el titular hace un par de días. ¿Dónde puede ocurrir tal despropósito sino en la archidiócesis de Barcelona? Don Tancredo hubiese permanecido impertérrito, como si la cosa no fuera con él. Por esta vez nos hemos librado porque efectivamente la cosa no iba con él: esos clérigos ni eran católicos ni eran de Barcelona. Pero es que nos tiene tan acostumbrados Don Tancredo, que andamos siempre con el ay en la boca. Fíjense en el cura motero que prácticamente tiene anunciada ya su fornicación en público. ¿Ha dicho algo Don Tancredo? No, que ese tal cura, aunque está en Barcelona, como es miembro de una congregación religiosa, no está bajo la jurisdicción del obispo, ni del arzobispo, ni del cardenal. Vamos, que a Su Eminencia ni le va ni le viene.

¿Y el Vía Crucis tan impropio de un hijo de la Iglesia, que publicó en El Punt/Avui el sacerdote Jaume Reixach Felipe (¡Ah, que Riells de Montseny no pertenece a la diócesis de Barcelona!, y el diario El Punt/Avui tampoco!), ¿no conmovió, ni inquietó, ni indignó a nuestro Don Tancredo? Pues no, parece que no. ¿Dónde estaba nuestro Don Tancredo el 31 de marzo? Por Alcalá andaría escuchando homilías episcopales. ¿Ni siquiera se estremecieron sus marmóreas carnes al leer la 12ª estación, en la que el ingenioso reverendo toca el más sangrante de los efectos de la tolerancia de la Iglesia para con la homosexualidad de sus clérigos? En absoluto: ni se conmovió, ni se inquietó ni se indignó. Y eso que el texto, citado por nuestro amigo Oriolt el 10/04/2012, dice literalmente:

12ª estación: la aplicación de la encíclica Veritatis splendor de Juan Pablo II brilla por su ausencia en la espinosa cuestión de los abusos de clérigos a menores, que se ocultan en virtud del no menos esplendoroso "secreto pontificio".

En efecto, también en la diócesis de Don Tancredo brilla por su ausencia el esplendor de la verdad, como dice el ingenioso sacerdote: porque también aquí, y con mayor esmero y no menor escándalo que en otras partes, se han ocultado y olvidado ignominiosamente abusos de clérigos a menores; en su mayor parte, clérigos homosexuales. El olvido y el mirar para otra parte proyectan su larga y ominosa sombra sobre el presente. Lo más escabroso del libro sobre “La vida sexual del clero” se refiere a esta malhadada diócesis. Ha habido casos de ocultación sangrantes: las víctimas de esos abusos siguen vivas casi todas. Para esto sí que han sido útiles las óptimas relaciones de nuestro cardenal con el poder político y con los medios dominados por éste. Gracias al impertérrito silencio pase lo que pase, incluso sus hermanos en el episcopado y sus tentáculos vaticanos llegan a la ingenua conclusión de que si no se mueve y si no abre la boca, será porque las cosas van bien en la diócesis.

Y entretanto, Don Tancredo sigue en su pedestal. Como si nada. Excepto que algún obispo predique la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad. Entonces, sí salta Don Tancredo, y asume el riego de que le embistan y le corneen. ¡Qué valiente nuestro cardenal en la defensa de un colectivo al que éste considera “atacado” por la Iglesia. Y eso que sabe perfectamente, porque se han publicado estadísticas esta la saciedad, y de ello se hace eco el citado libro, que por cada pederasta heterosexual hay diez pederastas homosexuales.

Silencio, monseñores, silencio sobre los temas políticamente incorrectos. Es un consejo de Don Tancredo. De lo contrario, ya ven: le fuerzan a salir de su virtuoso mutismo.

Virtelius Temerarius